¿Qué tienen en común
Don
Quijote, la Celestina, Lolita, Don Juan, la
criatura de Frankenstein, Sherlock
Holmes y Drácula, por citar algunos? Todos
son
personajes literarios en sus orígenes, pero sus semejanzas van más
allá:
todos han viajado desde las páginas de los libros hasta implantarse,
casi
siempre con un gran empujón del cine, en la cultura popular. Y a
veces, los
que han leído las obras originales denostan ese
tránsito, que en ocasiones desvirtúa la obra o produce equívocos.
Pero otras
veces, la criatura cinematográfica se libera del libro y tiene un
gran valor
por sí misma.
Me gustaría hablar de
Drácula, una
de las figuras literarias que cuenta con más interpretaciones.
Aunque el
vampiro más conocido sea el de Bela Lugosi
en el Drácula de Tod
Browning, hay uno mejor, que por
cuestiones de
derechos se llamó Nosferatu,
y vino de la mano de Murnau. Esta
adaptación es la
más antigua que se conserva del mito, y además una de las mejores,
si no la
mejor. Es una película expresionista, con pinceladas románticas y
góticas. Y fiel
a la novela no tanto en el argumento como en el contenido simbólico,
a pesar
de que en ella se tuvieron que efectuar cambios accesorios para
evitar pagar
derechos de autor a la viuda de Bram Stoker. Así, Drácula se convierte en Orlok,
Mina Harker en Ellen Hunter, y Van Helsing
en el
Profesor Bulwer. Además, Orlok,
el vampiro, experimentó notables cambios físicos: Murnau
le añadió dos largos comillos y garras, además de una forma de andar
patética. Los cambios, accesorios como he dicho, no evitaron que la
historia
fuera fiel. Tanto que la viuda impuso una demanda y ganó el juicio,
pero la
compañía se declaró insolvente para no pagar los derechos. El
tribunal
decretó que las cintas de la película debían destruirse.
Cine y literatura
exigen
tratamientos diferentes, pero eso no significa que tengan que estar
reñidos,
como a veces nos empeñamos en creer. El
matrimonio cine-literatura ha sido siempre un matrimonio de
conveniencia, a
veces mal avenido, pero que en muchas ocasiones ha brindado
diferentes y
estupendos entretenimientos. Como Nosferatu, película
de la que afortunadamente, sobrevivieron las suficientes copias como
para que
haya llegado hasta nuestro tiempo, y podamos contemplar un gran
ejemplo de lo
que puede dar el matrimonio cine-literatura cuando se lleva bien.