Bibliografía

ovelista americano y una de las principales figuras de la historia de la literatura, Melville nació en Nueva York el 1 de agosto de 1819. A los diecinueve años, descartando la posibilidad de ir a la universidad, comenzó a embarcarse en viajes que inspiraron sus obras, pasando algún tiempo en las islas del Pacífico.

De regreso a Estados Unidos trabajó como profesor y en 1841 viajó a los Mares del Sur a bordo del ballenero Acushnet. Tras 18 meses de travesía abandonó el barco en las Islas Marquesas y vivió un mes entre los caníbales. Escapó en un mercante australiano y desembarcó en Papeete (Tahití), donde pasó algún tiempo en prisión, antes de regresar a su hogar en 1844.

Escribió sus primeras novelas sobre su experiencia como marino. Al tema del mar corresponden sus obras Taipi, un edén caníbal (1846), Omoo (1847), Mardi (1849) y Redburn (1849), mientras que La chaqueta blanca (1850) relata sus experiencias en el ejército.

Sus primeras novelas alcanzaron rápidamente una gran popularidad y le abrieron las puertas de la fama y el éxito económico, pero un incendio en los talleres de su editor le ocasionó un revés económico que le obligó a trabajar en la aduana en Nueva York.

Después de sus múltiples viajes, decidió casarse y estableció su residencia en Massachusetts, donde cultivó la amistad con el escritor Nathaniel Hawthorne, a quien dedicó su obra maestra, Moby-Dick (1851), en la cual orientó su producción literaria a reflexiones éticas y filosóficas que se manifestaron también en Pierre o las ambigüedades (1852), una oscura exploración alegórica sobre la naturaleza del mal. Moby Dick no resultó un éxito comercial y Pierre o las ambigüedades (1852) fue un estrepitoso fracaso.

El tema central de Moby Dick es el conflicto entre el capitán Ahab, patrón del ballenero Pequod, y la gran ballena blanca que arrancó su pierna derecha a la altura de la rodilla. Ahab, ávido de venganza, cegado por su monomanía, se lanza con toda su tripulación a una desesperada búsqueda de su enemigo. La obra sobrepasa en mucho la aventura y se convierte en una alegoría sobre el mal incomprensible representado por la ballena, un monstruo de las profundidades, que ataca y destruye lo que se pone en su camino, y también por el capitán Ahab, que representa la maldad absurda y obstinada, que sostiene una venganza personal y arrastra a la muerte inútil a muchos inocentes. La profundidad psicológica, que fue más evidente en esta obra, comenzó a emerger en Mardi (1849) y en La chaqueta blanca (1850).

La poca comprensión de su público hacia Pierre o las ambigüedades (1852) produjo el descenso de las ventas de sus obras. No obstante, Melville continuó el proceso de creación y decantación de su estilo literario. En este período publicó Israel Potter (1855); el libro de relatos Cuentos de Piazza (1856), en el que se incluyen algunos de los mejores cuentos de Melville como El hombre de confianza, «la novela más infravalorada, desconocida y posiblemente más radical de todo el siglo XIX», según se ha escrito de ella; Timoleón; Los cuentos del mirador, Diario de más allá de los estrechos y Cartas.

Su exploración de los temas psicológicos y metafísicos influyó en las preocupaciones literarias del siglo XX, a pesar de que sus obras permanecieron en un olvido relativo hasta la década de 1920, cuando su genio recibió finalmente el reconocimiento que merecía.

Su muerte, el 28 de septiembre de 1891, pasó virtualmente desapercibida. Fue enterrado en un cementerio de la parte norte del Bronx.



Obras

Aquí se muestran algunos fragmentos de las obras de Melville:

~Moby Dick~

"Llamadme Ismael. Hace unos años —no importa cuánto hace exactamente—, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustitutivo de la pistola y la bala. Con floreo filosófico, Catón se arroja sobre su espada; yo, calladamente, me meto en el barco. No hay nada sorprendente en esto. Aunque no lo sepan, casi todos los hombres, en una o en otra ocasión, abrigan sentimientos muy parecidos a los míos respecto al océano."

[Obra completa]

~Bartleby, el escribiente~

"Soy un hombre de cierta edad. En los últimos treinta años, mis actividades me han puesto en íntimo contacto con un gremio interesante y hasta singular, del cual, entiendo, nada se ha escrito hasta ahora: el de los amanuenses o copistas judiciales. He conocido a muchos, profesional y particularmente, y podría referir diversas historias que harían sonreír a los señores benévolos y llorar a las almas sentimentales. Pero a las biografías de todos los amanuenses prefiero algunos episodios de la vida de Bartleby, que era uno de ellos, el más extraño que yo he visto o de quien tenga noticia. De otros copistas yo podría escribir biografías completas; nada semejante puede hacerse con Bartleby. No hay material suficiente para una plena y satisfactoria biografía de este hombre. Es una pérdida irreparable para la literatura. Bartleby era uno de esos seres de quienes nada es indagable, salvo en las fuentes originales: en este caso, exiguas. De Bartleby no sé otra cosa que la que vieron mis asombrados ojos, salvo un nebuloso rumor que figurará en el epílogo."

[Obra completa]

~Relatos~

El violinista

"¡De modo que mi poema es un fracaso y la fama inmortal no se ha hecho para mí! Estoy condenado a ser un don nadie por toda la eternidad. ¡Suerte intolerable! Tomando mi sombrero, arrojé contra el suelo la crítica leída y me precipité en Broadway, donde una masa de gente entusiasmada se apiñaba camino de un circo, situado en una calle lateral cercana, circo que muy poco antes había iniciado sus funciones y el cual gozaba de fama gracias a un payaso excepcional."

El porche

"[...]A decir verdad, por un año o quizás más, no supe que existiera ese lugar; y tal vez nunca lo hubiera sabido de no ser por un hechicero atardecer de otoño, de fines del otoño, un atardecer hecho para un poeta loco. Ocurrió cuando los cambiantes bosques de arces situados en la amplia cuenca a mis pies, perdido ya su primer tinte bermellón, humeaban sordamente, como pueblos en pavesas, las llamas expirando sobre su presa; según los rumores, aquel humo visto en el aire no era todo producto del veranillo de San Martín —que nunca se presentaba tan viciado, por suave que fuera—, sino que, en gran medida, lo traía el viento desde los lejanos bosques de Vermont, hacía semanas en fuego. No extrañe entonces que el cielo se mostrara ominoso como la caldera de Hécate ; dos cazadores, al cruzar un rojo campo de trigo sarraceno en rastrojo, parecían el culpable Macbeth y el condenado Banquo. Y, muy hacia el sur, como correspondía por la estación, un sol ermitaño, cobijado en la cueva de Adulam , poco más hacía que, por reflejo indirecto de los débiles rayos lanzados desde las nubes a través del desfiladero de Simplón, pintar estático un pequeño y redondo lunar, de color rojo, en la pálida mejilla de las colinas noroccidentales. Atraía como una señal. Era un punto de resplandor en medio de las sombras. Allí hay unas hadas, pensé; un ruedo mágico donde las hadas danzan."

Daniel Orme

"No siempre es verdadero el nombre que de un marino aparece en la lista de la tripulación, ni en todos los casos indica el país de origen. Asentado esto, necesario es decir que, bajo el nombre puesto a la cabeza de este escrito, por largo tiempo vivió un hombre perteneciente a un viejo buque de guerra; con verdad absoluta puede afirmarse que de su historia primera nadie sabía nada, excepto él mismo; y allí, desde luego, era inútil buscarla. Atento como se mostraba siempre a cumplir con sus deberes, no tardó en ganarse el respeto de los oficiales. En cuanto a sus compañeros, si ninguno tenía razón para gustar de alguien tan distinto, nadie a la vez se permitía con él la menor libertad. Cualquier asomo de acercamiento, y en su mirada surgían la severidad y el rechazo."

¡Quiquiriquí! o El canto del noble gallo benaventano

"En todas partes del mundo, muchas fogosas rebeliones han asestado duros golpes en la cabeza de ruines despotismos; muchos atroces accidentes, de locomotora y de barco, han castigado similarmente las cabezas de animosos viajeros (perdí un querido amigo en una de esas catástrofes); mis propios asuntos particulares también estaban plagados de despotismos, catástrofes y golpes en la cabeza, cuando una mañana de primavera, bien temprano, demasiado lleno de hipocondría como para dormir, salí a caminar por mi pradera de la ladera de la colina. El aire estaba fresco y húmedo, brumoso, desagradable. El campo parecía a medio hacer, con sus jugos crudos, destemplados, empapándolo todo. Me protegí de este aire húmedo lo mejor que pude abotonando mi delgado abrigo cruzado -mi sobretodo era tan largo que sólo lo usaba en mi carro-, y clavando rencorosamente mi bastón de manzano silvestre en el suelo fangoso, curvé mi triste figura para ascender por la empinada colina. Esta forzada postura aproximó mi cabeza a la tierra, como si estuviera a punto de chocarla contra el mundo. Tomé nota del hecho, pero ante él sólo sonreí con pálida sonrisa."

[Obra completa]

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