Segundo final

Andando y­ andando, el tamborilero ve a un cazador a punto de disparar a un tordo. Barabán, barabán... el cazador deja caer la carabina y empieza a bailar. El tordo escapa.

—¡Desgraciado! ¡Me las pagarás!

—Mientras tanto, baila. Y si quieres hacerme caso, no vuelvas a disparar a los pajaritos.

Andando y andando, ve a un campesino que golpea a su burro.

—¡Baila!

—¡Socorro!

—¡Baila! Solamente dejaré de tocar si me juras que nunca volverás a pegar a tu burro.

—¡Lo juro!

Andando y andando, el generoso soldadito echa mano de su tambor siempre que se trata de impedir un acto de prepotencia, una injusticia, un abuso. Y encuentra tantas arbitrariedades que nunca consigue llegar a casa. Pero de todas formas está contento y piensa: «Mi casa estará donde pueda hacer el bien con mi tambor».

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