TEATRO DEL ABSURDO

   En la década de los cincuenta, el sentimiento trágico de vida triunfa en la filosofía, con el nombre de existencialismo. Esta filosofía es lo que muestran algunos autores en sus obras, la falta de sentido de la vida, y de esa manera se quería hacer reaccionar al público. El Teatro del Absurdo¹ surgió como una negativa al «teatro realista». Por tanto, el objetivo no era atender a esa falta de sentido de la vida, sino todo lo contrario: enseñar lo absurdo de la vida en los acontecimientos cotidianos y triviales.
   Teatro del Absurdo, donde la comedia y la tragedia chocan en una ilustración triste de la condición humana y la absurdidad de la existencia. El dramaturgo del absurdo viene a ser un investigador para el cual el orden, la libertad, la justicia, la “psicología” y el lenguaje no son más que una serie de sucesivas aproximaciones a una realidad ambigua y decepcionante. El dramaturgo del absurdo desmantelará el viejo universo cartesiano y su manifestación escénica.
   El nacimiento del Teatro del Absurdo como género o tema central se produce con las primeras obras de Eugène Ionesco, Samuel Beckett, A. Adamov y Harold Pinter, principalmente. Los elementos absurdos en el teatro aparecen anteriormente y con bastante anticipación al Teatro del Absurdo: se encuentran en la Commedia dell’Arte, en la farsa medieval, entre otras.
   La obra que se considera la iniciadora del Teatro del Absurdo es La cantante calva, escrita por Eugène Ionesco en 1950, o El rinoceronte, escrita por el mismo autor en 1959. La cantante calva estaba inspirada en la absurdidad de los ejemplos de conversación corriente en los manuales lingüísticos. Ionesco hace un contraste entre la naturaleza onírica y la realidad.
   Otra obra clave en el Teatro del Absurdo es Esperando a Godot de Samuel Beckett. En esta obra, los personajes principales, Vladimir y Estragón, se pasan la obra matando el tiempo, esperando la venida de un tal señor Godot que ni siquiera se sabe si existe o no. En las obras de Adamov, un dramático francés de origen ruso, se encuentran todos los temas del teatro del absurdo como pueden ser la soledad, la angustia y la incomunicación; tratados por Adamov de una manera muy influida por Artaud y Strindberg en la ruptura con el teatro convencional y en una obsesión casi neurótica.
   Harold Pinter con sus primeras obras, es un exponente esencial en el Teatro del Absurdo. En sus obras, como El montacargas (1960), Retorno al hogar (1968) o Viejos tiempos (1971), el lenguaje y el diálogo están utilizados de forma sutil donde un silencio o una media palabra son capaces de evocar el pasado y abrir infinidad de sugerencias, preguntándose sobre el enigma de la existencia. Sus personajes son variaciones del mismo tipo, es decir el hombre replegado sobre sí mismo, sobre su biografía y su vivencia, y lleno de terror.
   El absurdo enfrenta el objetivismo contra el subjetivismo. Su concepto de objetividad está relacionado con una crítica total de la posibilidad de un mundo cognoscible. Como dice Raymond L. Williams: “el Teatro del Absurdo narra la experiencia real de un hombre atrapado en la sociedad burguesa e incapaz de escapar de ella, de la convicción, tras una persistencia tan prolongada, de que no hay una condición social sino una condición «universal», del carácter precario y a menudo ambiguo del cambio real y de la revolución.” Por lo que la toma de postura por un subjetivismo absoluto dio como resultado el acrecentamiento de la división entre realidad y ficción. Pero lo que no percibió la vanguardia fue que ambos elementos no son sino efectos producidos por un dispositivo de signos y de convenciones. De ahí que tomando a Jenaro Talens, y a su libro Conocer a Beckett y su obra, se llegue a la conclusión de que su alternativa fue un fantasma vacío llamado imaginación. Y aquí, precisamente, comienza la gran desavenencia, o la gran complementariedad, del Teatro del absurdo con la vanguardia.
   El Teatro del Absurdo es una vuelta a pasadas tradiciones, y su novedad consiste en la combinación de esos antecedentes o tradiciones. La tradición se cambió con los descubrimientos de la primera vanguardia. Esta primera vanguardia fue criticada por el Teatro del Absurdo, aunque de forma indirecta. El naturalismo fue muy criticado también por el absurdo. El descubrimiento de que la condición es inactual ya que el hombre no es solamente un animal social prisionero de su tiempo; es, también, y sobre todo, intemporal, diferente a sus accidentes, pero idéntico en su esencia.
   El Teatro del Absurdo no se caracteriza por contar historias concretas, sino por contar historias generales e indefinidas. Del naturalismo, que tanto critica el absurdo, al Teatro del Absurdo, no cambiaron los fines sino el concepto de realidad. En el absurdo, existe un hombre fuera de toda época, aunque dentro de un tiempo, de todos los tiempos. Esto es la generalización de las historias que narra el absurdo.
   Para Nietzche, los individuos humanos establecen para sobrevivir una serie de ficciones (como la espera de Godot) que ordenan el mundo y son necesarias para no morir. Esa ficción elimina la dimensión de la realidad que no sea identificable. Los del absurdo puntualizan que sí hay una verdad que no es ficción: le verdad de la sinrazón.
   Los personajes de las obras del absurdo se hallan en continuo flujo, en un lugar que está fuera del reino de la experiencia racional. Palabras de Ionesco: “Mis personajes hablan sólo sobre su experiencia, sus aspiraciones, sus motivos y su historia. Desde fuera los conocemos tan poco como podemos conocer a una persona real. Ahí está su gran innovación «naturalista» del Teatro del Absurdo, su principal objetivo con respecto a los personajes, es: dejarlos vivir.” Unas veces los personajes aparecerán dotados de un estado civil, una familia; pero poco a poco irán perdiendo las características del ser humano. Otras veces, aunque éstas las menos, aparecerán como extrañas criaturas, a medio camino entre insecto y del fantasma. Una constante del teatro del absurdo es la pugna de sus personajes por expresarse y la imposibilidad de lograrlo.
   En el Teatro del Absurdo el escenario desborda y a menudo contradice las palabras pronunciadas por los actores. Sólo precisa de los objetos, los accesorios y el decorado, que adquieren una extraordinaria importancia. La escena del Teatro del Absurdo representa casi siempre un mundo vacío de sentido, poblado de objetos pesados y molestos que terminan por dominar a los personajes; como puede ocurrir en la obra de Pinter; El montacargas.
   Retomando la vanguardia, ésta no se puede afirmar que sea igual a una concepción política, aunque sí a una concepción ideológica. El Teatro del Absurdo, en cambio, quita de en medio todo apoyo a un bloque del pensamiento político, e intenta eliminar el pensamiento político y, de paso, la ideológica.
   El Teatro del Absurdo se esforzó, con gran intensidad, en expresar una realidad extrahistórica, la que lleva suspendidos los elementos comunes de toda la historia de la existencia del hombre. El gran modelo será Shakespeare porque, por ejemplo, en su Ricardo III no vemos a un personaje concreto sino a todos los reyes destronados de la tierra.

 

 

¹ El término «Teatro del absurdo» es una acepción que utilizó el profesor llamado Martin Esslin, quien publicó un libro con ese título.

 

BIBLIOGRAFÍA: