Conclusión

 

 

 

 

Ya hemos señalado que las historias de los cuentos de hadas son muy antiguas, tanto que es muy difícil precisar en que momento fueron inventadas. Como señala el escritor y filólogo Antonio Rodríguez Almodóvar, muchos de los cuentos que hoy en día han llegado hasta nosotros, ya sean procedentes de la India, de la Península Ibérica o de los países nórdicos, comparten unas raíces comunes. Estas raíces se pierden y ahondan en la noche de los tiempos y contienen mensajes civilizadores que son comunes a casi todas las culturas que existen y han existido: el valor de la justicia, la fuerza del amor, el culto a los antepasados, la prohibición del incesto, la perdida de la belleza, la envidia, la superación del miedo a la muerte… precisamente este último mensaje parece el objetivo del cuento de Juan sin Miedo, introducir en la mente infantil la necesidad de superar el miedo a lo desconocido.

De todos modos, estas historias, tengan o no su origen en el neolítico, cuando los hombres primitivos descubren la agricultura y con ella la propiedad de la tierra que divide a la sociedad en sacerdotes, nobles, soldados, campesinos y esclavos; hayan sido imaginadas en sánscrito, griego, latín, árabe o hebreo; hayan sido contadas de boca en boca, generación tras generación, o hayan sido trasladadas a un libro o llevadas al cine o a la televisión; lo cierto es que estas historias contienen costumbres y creencias que son comunes a todos los pueblos y civilizaciones; y por eso han cruzado las fronteras, han sobrevivido a las guerras y revoluciones, han visto caer los imperios y desaparecer las lenguas en las que fueron contadas, y han visto nacer la imprenta y también la radio, el cine la televisión y el video.

Y ahora, cuando el progreso camina imparable, cuando los periódicos están a punto de desaparecer, el libro tiene los días contados, y el DVD es una reliquia del pasado, nos encontramos con que los cuentos populares se adaptan perfectamente al formato del hipertexto como en su día se adaptaron al teatro de marionetas y a la magia del cine.

Dicho de otra forma, sea cual sea el formato por el que la cultura se difunda en el futuro, lo cierto es que los cuentos de hadas, con las adaptaciones que precisen, seguirán trasmitiéndose  entre niños y no tan niños por los siglos de los siglos.

 

Aunque después de todo lo dicho, supongo que ya habrá quedado bien patente la fascinación que me producen los cuentos de hadas y el porqué he elegido este hipertexto de R. Petit, lo cierto es que el objeto de este trabajo no es otro que analizar el estudio del espacio en el hipertexto titulado The Grimm Tale, así que, a modo de conclusión valgan las siguientes líneas.

 

Los cuentos populares no son exactamente historias para niños tal como hoy se tiende a creer en parte por culpa del tremendo éxito que han tenido las adaptaciones cinematográficas de la factoría Disney y, precisamente, The Grimm Tale es una buena muestra de ello (pensemos, por ejemplo, en el momento que el muchacho decide descolgar los cadáveres de los ahorcados y sentarlos alrededor del fuego para luego volverlos a colgar enfadado porque se les han quemado sus harapos) en realidad, los cuentos de hadas iban dirigidos, también, a un público adulto, y estaban destinados a divertir y al mismo tiempo transmitir una serie de valores, creencias y conocimientos considerados importantes por la sociedad.

Por eso, no es casual que estas historias se localicen en escenarios perfectamente identificables y dotados de un alto valor simbólico: el desierto interminable, la ermita perdida, el camino hacia ninguna parte, la posada acogedora, el hogar familiar, el jardín de las hespérides, el castillo encantado, la gruta del dragón, la casita en el bosque, la guarida de los ladrones…

Vivimos en un mundo repleto de lugares despersonalizados y carentes de significado: autopistas, aeropuertos, estaciones de trenes, ministerios, centros comerciales, polideportivos, multicines…todos estos lugares deshumanizan al individuo y generan soledad. Así tenemos que nacemos en una sala de partos, trabajamos en una oficina, morimos en un hospital, celebramos el velatorio en un tanatorio… la razón por la que muchas personas no saben a ciencia cierta hacia donde nos conduce la sociedad del progreso tiene mucho que ver con el hecho de que hemos perdido nuestros referentes espaciales y no sabemos exactamente donde nos encontramos.

Por el contrario, los cuentos populares, están repletos de lugares mágicos y encantadores. Estos lugares están repletos de significado para nosotros, y reafirman nuestra voluntad de pertenecer a una colectividad que nos es querida. De alguna manera, al transmitir estas historias, estamos tratando de conservar nuestro imaginario popular, es decir, nuestras raíces y, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el pueblo que pierde sus raíces pierde también su identidad.