El núcleo histórico de Ontinyent tiene sus orígenes alrededor del siglo XI en la fundación del hisn Untinyàn, una especie de fortaleza ubicada en la zona más alta de la Vila.
En estas tierras, en los siglos X y XI, existían industrias textiles que aprovechaban la energía hidráulica que proporcionaba el río Clariano. La existencia de una ganadería lanar, que pastaba en las cercanas sierras de l’Alt Vinalopó, y la seda obtenida del cultivo de la morera, proporcionaron las materias primas necesarias para el funcionamiento de esta industria incipiente, que dio lugar a un comercio de gran importancia.
La incorporación de Ontinyent a las tierras conquistadas por los cristianos durante los años 1244-1245 como parte del nuevo Reino de Valencia, comportó el inicio de un proceso de sustitución poblacional muy lento que finalizó en el año 1609 con la expulsión de los moriscos. Pero, hasta que llegue ese momento pasarán muchos años en los cuales los nuevos pobladores contarán con más derechos que la población morisca.
Dos años después de la apertura -1256- de la Porta de Sant Roc (primera puerta cristiana de la población), un intenso terremoto destruyó la Vila. Su reconstrucción supuso una auténtica refundación cristiana de la población, atendiendo a las necesidades de sus habitantes, estructura que pervive en la actualidad, aunque su trama irregular y la presencia de numerosos callejones tiene connotaciones árabes. El emergente poder de los cristianos les facilitará la ocupación de las mejores casas de la Vila, y expulsarán al exterior de las murallas a los moros habitantes de la villa. Esta gente se instalará en los arrabales y en las cuevas que existían a lo largo de la Canterería.
El carácter fronterizo de la Vila fue decisivo para que Jaime I la nombrara vila real. Este estatuto le permitió mantener unos ingresos garantizados y un soporte logístico y militar; primero contra los moros del sur; después contra su vecino castellano. Además, será este estatuto el que permitirá a la monarquía establecer unas condiciones ventajosas de repoblación, unas libertades y unos organismos municipales de gobierno con representación y voto en las cortes del Antiguo Reino de Valencia.
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El año 1319 se abre la puerta de la Trinitat para comunicar la vila y sus arrabales. En el siglo XIV se fundó la ermita de Sant Miquel actualmente convertida en iglesia.
A finales del siglo XV los arrabales ya se habían desarrollado más allá del barranco de l’Almaig o de Sant Jaume que, recubierto de tierra, se convirtió tiempo después en la Plaza del Ayuntamiento.
Durante este siglo y la primera mitad del XVI la manufactura del textil experimentó un fuerte crecimiento. El cronista Viciana hablaba en la época de la existencia de 20 batanes que se ocupaban "en el ejercicio de la lana, de que labran muy buenos paños".
A pesar del carácter irregular del crecimiento demográfico, Ontinyent era, a finales del siglo XVI, la tercera ciudad en población del Reino de Valencia.
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El siglo XVII y parte del XVIII fue una época de recesión económica y demográfica como consecuencia de la peste y del declive general del Antiguo Reino de Valencia. El retorno del dinamismo económico facilitará la terminación (1745) del campanario de Santa María, iniciado en 1689. Prueba de esta bonanza es el testimonio del geógrafo Cavanilles, que a finales del siglo XVIII dice que 1500 ontinyentinos se ocupaban "en las fábricas de paños, bayetones, lienzos y papel". El crecimiento se prolongó hasta la primera mitad del siglo XIX. Aparecieron palacios o casonas señoriales como la casa Mayans y la de los Torrefiel, entre otros. Asimismo se planificó y amplió la ciudad. Este crecimiento de Ontinyent ha continuado hasta la actualidad.
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