DESCRIPCIÓN DE LA RUTA
1. El recorrido parte del Rento de la Toba (930m.). Se trata de un conjunto de edificaciones características de Serranía. El Rento de La Toba estaba integrado por unas siete construcciones habitables. En ellas residían, bastante aisladas, otras tantas familias que vivían del cultivo de huertas ubicadas en los bancales de las estrechas vegas del Cabriel y del fondo del vallejo del Rento, dónde aún se puede observar la forma aterrazada del terreno, hoy prácticamente colonizado por juncos. Otras construcciones interesantes, como un pequeño molino, y varios hornos anexos a las casas, recuerdan el régimen de subsistencia en el que debieron de vivir sus moradores.
Este enclave de población se explica por la presencia de unos manantiales situados a media ladera, asociados al cambio litológico entre calizas permeables y margas impermeables del Cretácico superior. El afloramiento de esta discontinuidad rocosa originó la surgencia de aguas cargadas de carbonatos disueltos, los cuales fueron precipitándose durante miles de años hasta formar la gran mesa tobácea colgada sobre el rio, en la que se asientan los edificios y de la que toma nombre el núcleo. Este rento, como muchas otras aldeas serranas aisladas, sufrió un proceso de despoblación total, orientada hacia Valencia principalmente, que culminó en los años 70, cuando abandonó el lugar la última familia de la Toba.
Para iniciar la caminata, una vez llegado a este núcleo de población semiabandonado, aparcamos el vehículo y tomamos una pista que sale a la izquierda, en dirección noroeste, bordeando un campo de labor abandonado. Nos desviaremos para ascender hasta la cumbre de la pequeña elevación que aparece frente a nosotros (Peña del Hitero 967m.), a la derecha de la pista, desde la que se aprecia una hermosa panorámica del discurrir de la travesía por el cañón del Cabriel, que aparece por primera vez.
Regresando a la pista, descendemos hasta la llanura de inundación del río para seguirlo hacia arriba desde entonces. En la otra orilla una nueva edificación abandonada atestigua la despoblación de toda una comarca. Nos acercamos al paredón de 100 metros de altura que preludia un laberíntico trazado meandriforme encajado que el río ha labrado. La repoblación de laderas y parte de la llanura de inundación del valle con pinares no ha impedido el desarrollo de un bosque ribereño en galería compuesto de álamos (también plantados), sauces y fresnos, que ofrecen claros y accesos a remansos y pequeños saltos muy agradables para relajarse y descansar. Junto a la orilla, pero enraizadas en los limos fluviales bajo el agua, aparecen cañaverales bien desarrollados de espadañas o eneas. Primero a la izquierda, y pasado el segundo meandro a la derecha de la pista, aparecen unas construcciones en mampostería de piedra, como un arco de medio punto de 50 centímetros de radio, relacionadas con infraestructuras hidráulicas, posiblemente del siglo XVII. El bosque en galería clarea y desaparece, así como la cubierta vegetal de la ladera, arrasada por un antiguo incendio, ofreciendo entonces el cañón un paisaje agreste y desolado, un tanto inquietante. La pista cruza un barranco tributario del Cabriel; en la orilla opuesta la acción de zapa del río ha dejado al descubierto antiguos sedimentos de fondo del mismo, ahora colgados sobre el caz actual. Es una terraza fluvial de gravas. Siguiendo el meandro, cruzamos un segundo barranco. |
2. Medio kilómetro después de la torrentera se bifurca la pista. A la izquierda, la principal se desvía del fondo del valle para ascender por un tercer vallejo; nosotros la desestimamos y continuamos siguiendo el Cabriel por un camino que se va perdiendo a medida que se aproxima al nuevo meandro. La ladera de la margen derecha, por la que seguimos, aparece deforestada, a excepción de alguna encina que muestra la verdadera naturaleza de la vegetación climática en las vertientes. Entramos en el tramo más encajado del cañón. En él se encuentra el cerrado meandro de los Ayuntaderos, en el que el río muerde directamente la pared de caliza que cae en vertical sobre el cauce.
La vegetación espinosa (rosales y zarzas) cierran un poco el paso, pero es transitable gracias a la presencia de ganado ovino que suele utilizar esta travesía. Esto explicará la presencia de excrementos y mechones de lana enredados en las zarzas. El remanso del tramo más cerrado del meandro es un excelente puesto de pesca y se puede avistar alguna trucha, cuando no está turbia el agua por las crecidas. La senda se va cerrando en el tramo más angosto de la travesía, aproximándose mucho al cauce del río. Las zarzas retrasan el avance y es fácil ver, entre la densa vegetación, ejemplares de garza imperial. |
3. Alcanzada la desembocadura del río Mesto en el Cabriel por la margen opuesta, debemos ascender ladera arriba, “campo a través”, para evitar unos tramos del cañón en los que el río baña cantiles verticales, justamente por la orilla derecha, que es la que seguimos en toda la travesía. Tras atravesar una pequeña e incómoda orla espinosa, ascendemos por la ladera empinada pero practicable. Abandonamos, por tanto, las condiciones ecológicas de humedad asociadas al nivel freático del Cabriel y nos adentramos en una formación arbustiva de aulagas, tomillo y lavanda, de condiciones xéricas. Se trata del tramo más complicado, por no aparecer ningún tipo de senda. Tomamos altura (hasta 100m. desde el cauce) hacia el O-NO, procurando salvar el abarrancamiento del Cabriel por la cima de la cornisa, pero siguiendo su dirección, por la línea de ruptura de pendiente. Transitamos por un antiguo pinar arrasado por un incendio. Los brotes nuevos parecen indicar que el evento sucedió al menos hace diez años. Superado el primer meandro nos alejamos un tanto de la dirección del río que ahora gira al este. Nosotros continuamos hacia el norte, 1superamos un pequeño vallejo y al remontarlo alcanzamos una vieja pista. |
4. Esta pista, que gira hacia la derecha en un fuerte descenso, nos conduce de nuevo al fondo del cauce. Aparece, según se baja, una amplia vega, denominada de las Tajadas. La buena perspectiva del valle río arriba permite contemplar en primer término un cauce anastomosado que acarrea y deposita pequeños médanos de grava. La pista pasa junto a una pequeña ruina y alcanza el fondo del valle.
La vega se cultiva con cereales de secano y ofrece un paisaje amplio y humanizado que contrasta con el angustioso y abrupto tramo encañonado anterior. Tras cruzar el arroyo del Toril pasamos junto a un conjunto de edificaciones ruinosas que aún conservan su pretérita distribución interior. Describen de forma magnífica las ténicas constructivas y su adecuación a las necesidades productivas de sus moradores temporales, labriegos de a vega provistos de mula y arado, que dormían bajo el mismo techo pero en estancias diferentes. |
5. Al alcanzar el final del labrantío, la pista se desvía hacia la izquierda, remontado la ladera. Nosotros la abandonaremos y tomaremos una senda que discurre por un bancal con almendros abandonados. Penetramos en el Rabo de los Vizcaínos, otra angostura derivada del encajamiento del Cabriel en uno de sus meandros. A la izquierda, una ruina entre la maleza nos orienta; penetramos en una chopera alineada. Talada y con brotes añosos. Al fondo se divisan cantiles de un color diferente a los vistos hasta ahora. Se trata de materiales jurásicos. Tras flanquearlos alcanzamos un azud custodiado por un gran fresno. La senda se desdobla en varias,producto de la acción pastoril, que encuentra hierba fresca en este tramo del valle. El bosque de galería permite distinguir álamos blanco y sauces. Alcanzado el Rabo del Batán, la senda tiene, de nuevo, que remontar la ladera, porque el río lame aquí también la pared de su margen derecha, pero este desvío es sencillo y corto. En la margen opuesta aparecen las ruinas casi devoradas por la hiedra del antiguo Batán que da nombre al paraje, y a continuación una central hidroeléctrica tapiada que aprovecha la cercana estrangulación de la Vuelta del Molino para explotar el salto a través de un azud aguas arriba y una conducción que atraviesa la roca.Continuando por nuestra margen, pasando por una zona de juncos, alcanzamos el puente Cristina, en la Vuelta del Molino, principio o fin de nuestra travesía. |