Estudio evolutivo:

 

Harold Pinter: Vida y traiciones de un hombre que nunca fue a la universidad.

 

Desde que Ben apunta a un Gus desarmado física y psicológicamente en The Dumb Waiter hasta que el eco de las últimas y estremecedoras palabras de Rebecca resuenan en ese semi-desnudo salón en Ashes to Ashes, pasan casi 30 años en la prolífica carrera de escritor de Harold Pinter, una carrera avalada por 29 obras de teatro, 21 guiones y 27 direcciones teatrales. Pinter nació en East London, en octubre de 1930, y desde entonces toda su biografía ha estado íntimamente ligada a su evolución como escritor.

Según Michael Billington, biógrafo de Pinter, la base de sus cualidades a la hora de escribir vienen de esas experiencias de su juventud en Hackney y el East End, de su paso por Irlanda, de su periplo por la costa sur de Inglaterra como representante de actores... todo esto emerge en sus primeras obras. Billington afirma que el hecho de no haber ido a la universidad es muy determinante en su escritura, enteramente basada en la experiencia práctica y personal, y no en la teoría. Una carrera universitaria muy probablemente le hubiera convertido en un escritor más cerebral, pero no mejor.

Pinter comenzó su producción teatral a finales de los años 50, y una de las obras que marcaron este período fue The Dumb Waiter, que dio comienzo a una fértil etapa productiva hasta finales de los 60, y que lanzó a Pinter a la escena pública (sobre todo con The caretaker en 1960) como un autor muy característico y original en su estructura narrativa y en el fondo moral de sus obras. Fue en esa época donde se acuñó precisamente el término Pinteresco  para hablar de un estilo que suele presentar una amenaza desconocida y un diálogo de evasiones crípticas. Es en este sentido donde cabe hablar de The Dumb Walter como una comedia amenazante, y es también aquí donde a Pinter se le empezará a llamar Maestro de la Pausa. En estos primeros años es donde se producen o se estimulan los trabajos que definirán al artista, una etapa en la que primero vivió en un humilde piso en Chiswick, y más tarde se acomodó en Regent’s park, donde aún era infeliz. Sucede que es cuando la inestabilidad emocional ataca a Pinter cuando más y mejor escribe. Ya en estas primeras obras Pinter pensaba que no había respuestas para la motivación y el comportamiento del ser humano, y por ello no hemos de esperar que las situaciones dramáticas se resuelvan, que las obras de arte nos den soluciones. El público ha de ser parte activa del proceso creativo, pensar, y elegir el significado. Muchos hablan de un absurdo bañado de naturalismo, una definición que en cierto modo se acerca al estilo de Pinter por lo aparentemente inaccesible de su obra. Esto, junto con unos personajes inexplicables hasta por el propio autor (“algo más allá de la explicación racional”, según Billington), serán rasgos siempre presentes en sus obras, a la vez expresión de la realidad de la época en la que se escriben pero también verdades eternas del comportamiento humano: inseguridad, incerteza, miedo, y terror.

Todos estos rasgos encontraron continuidad en Betrayal,  una obra escrita en 1978, en una época no demasiado pródiga en cuanto a su producción teatral se refiere. Pinter ya había revolucionado los cimientos en los 60, y esta vez ofrecía una nueva vuelta de tuerca con la que podría ser su obra más triste, más simple y más divertida a la vez, que basa su originalidad en una estructura temporal ‘trastocada’ que nos plantea una traición, un engaño de forma mucho más directa que en Dumb Walter, con los engaños y las ambigüedades de la relación de pareja y de la amistad masculina. El tema de la traición es recurrente en toda la obra de Harold Pinter, es casi una obsesión, y será tratado de formas muy diferentes durante toda su vida de escritor.

Así, esa vanguardia naturalista con la que la presentó en sus primeras obras trasciende luego, a partir de los años 80 sobre todo, hasta nuestros días, en un ‘teatro político’ que da lugar a temas como la tortura y la opresión lingüística. Como el mismo autor afirma: “Conocer el final de la obra antes de escribir el principio es una gran trampa en la escritura de obras políticas propiamente dichas”. El dramaturgo inglés estima que hay que dejar que los personajes vivan, y que su única responsabilidad como autor es con el propio texto. El autor debe seguir a los personajes y no a la inversa. Esta es una clara constante en su obra, tanto en sus primeros años como en su última “etapa política”, que no es sino una evolución natural de los presupuestos de su primer teatro. Mientras en sus obras anteriores a los años 80 nos muestra la lucha de los individuos por el poder en primer término, las relaciones de poder que se establecen en pequeños universos, con una violencia latente e insoportable (The Dumb Waiter); luego da el paso de esos ámbitos privados a los públicos y por tanto políticos. Esto tiene un claro exponenete en una de sus últimas obras, de 1996, Ashes to ashes, en la que una discusión de pareja aparentemente limitada a eso, se convierte en una denuncia de mayores y más oscuras torturas y opresiones que pueden remitir a campos de concentración nazis. Aquí se ve también como el lenguaje es utilizado por el ser humano para ocultarse, mentir, protegerse, tapar su realidad, conseguir poder. Se observa el abismo comunicacional entre lo que se dice y lo que se piensa, todo extrapolable desde la relación entre personas a la relación entre los órganos de poder y las personas. Pinter da el paso decisivo de denunciar los mecanismos inconfesables de control del lenguaje por parte del poder. Otros de los rasgos que evolucionan en Pinter es la relación de los personajes con su pasado y su memoria, siempre tan subjetiva en sus historias. En esta última etapa políti ca, Pinter plantea recuperar la memoria colectiva de un pasado histórico que sigue actuando en nuestro presente. Así, en estos años que vienen desde los 80, concluimos que Pinter deja de escribir sobre la tensión doméstica y se pasa produce obras más cortas y más crípticas sobre la realidad política, quizá sin la estructura casi sinfónica de textos anteriores (el claro ejemplo de Betrayal), pero con textos más significativos y dramáticamente más excitantes. Intenta tratar la historia política de las últimas décadas de una forma más comprimida con imágenes que tengan resonancia y fuerza ante todo en países que hayan vivido la tortura y la tiranía, donde se entenderán mucho mejor sus obras. Esta etapa de la escritura de Pinter todavía esta “entre las sombras”, como afirma su biógrafo, porque son obras demasiado recientes, y porque en nuestro contexto democrático pierden fuerza e impacto.

En definitiva, Pinter se ha convertido por fuerza durante la segunda mitad del siglo XX en uno de los autores que más ha aportado al teatro inglés y universal, gracias a las pequeñas revoluciones de forma y fondo que han planteado sus obras a lo largo de toda su evolución. Desde esa maestría a la hora de administrar los silencios; las importantísimas pausas que convierten los diálogos de sus personajes en preciosos elementos de tensión narrativa y de perfecta descripción de personajes; lo críptico de su mirada en las tramas de sus últimas obras sobre todo; la capacidad de impresionar al espectador, de hacerle pensar... todo ello le convierte en un autor magistral, pero ante todo en un autor que conoce la vida, que vive de su experiencia vital, y que la valora como única fuente del conocimiento humano, como única verdad.

 

Bibliografía:

 

http://www.artezblai.com/aldizkaria/artez71/iritzia/lasutilbrutalidad.php

http://www.haroldpinter.org

http://www.bbc.co.uk/bbcfour/pinter/