Estudio monográfico
Angry Young Men. La furia que cambió el teatro.
Del revulsivo dramático de John Osborne al compromiso social de Arnold Wesker.
Angry Young Men o “Jóvenes Airados” fue como se llamó a un grupo de escritores que coincidieron publicando sus primeras obras a mediados de los años 50 en la Inglaterra de la posguerra. Nombres como John Osborne, Arnold Wesker, Kingsley Amis, John Wain, John Brain, Colin Wilson y John Arden dieron sentido a una expresión acuñada en su día por el crítico John Russell Taylor. Dicha definición entró en vigor según muchos a partir de la representación de la primera obra teatral de John Osborne, el 8 de mayo de 1956 en el Royal Court Theatre de Londres. Sería aquí precisamente en el título de la reseña que el mencionado crítico escribió sobre la obra, donde tendríamos que buscar el origen exacto del término Angry Young Men.
Pero para definir mejor lo que realmente unía a estos escritores y lo que había detrás de esta denominación, debemos buscar en el clima sociopolítico y el contexto cultural de la obra. Tras la segunda guerra mundial, en 1945 se creía que la posguerra traería todo aquello por lo que se había estado luchando y sufriendo tanto, se creía que aparecería un mundo asentado en la democracia. Pero lo cierto es que en aquella época comenzó un período de austeridad y de represión interna marcada por la desaparición del poderoso Imperio Británico. Se vivieron muchas alteraciones, y todo estuvo marcado por el miedo a la bomba atómica y por el colapso imperial. Surgía así poco a poco una amarga nostalgia. Inglaterra había perdido el control del mundo, las opciones del comunismo o del nacionalismo exaltado no servían de nada... Aquí es donde debemos buscar los motivos de la ira de estos jóvenes, en lo que Inglaterra les había hecho. Hubo austeridad hasta 1954 y arrancó el consumismo, un consumismo que reducía considerablemente el papel de la clase trabajadora. En medio de este panorama, con un teatro que parecía no inmutarse ante lo que pasaba fuera del escenario, cuando se impone una difusa visión de un mundo difícil de definir, llega Look Back in Anger, la obra de John Osborne, que consigue que muchos se identifiquen con la crítica social que impone. En dicha obra aparece Jimmy Porter, un nostálgico que oculta bajo la máscara de la lucha de clases sus propias tensiones sexuales. Las protestas de Jimmy en contra de la monótona y fosilizada vida inglesa encontraron eco en el público, que parecía reconocer en el actor a un íntimo confesor. La obra de Osborne define un antes y un después en el teatro, más allá de los aspectos formales que supone la vuelta al esquema clásico de tres actos o al concepto más puro de teatro (un actor con texto delante de un público dispuesto a escuchar) a través de la reducción de costes. Con menos personajes y menos escenarios (de nuevo la austeridad) John Osborne consigue definir y consolidar un nuevo género teatral.
“Nadie quiere más poemas sobre filósofos o pintores o novelistas o galerías de arte o mitología o ciudades extranjeras u otros poemas. Al menos, tengo la esperanza de que nadie los quiera.” Kingsley Amis definía así el espíritu del Angry Young Man, su rebelión contra la alta cultura inglesa de la posguerra y su ignorancia de la vida cotidiana. Lo cierto es que conviene destacar a Amis como un autor clave como Osborne en la formación de este movimiento de mediados del siglo XX. Lucky Jim, la que fue su primera novela de ficción, escrita en 1954, fue el primer paso en la formación de la leyenda de este grupo, cuando se convirtió rápidamente en un best-seller incómodo y en símbolo de una generación en movimiento. Poco antes llegaba John Wain con Hurry on Down, y poco después Arnold Wesker con sus “kitchen-sink dramas”. De hecho, el mismo Wesker comenzó su carrera de escritor tras ver la obra de Osborne, que sin duda abrió camino a muchos otros jóvenes escritores.
Arnold Wesker no era más que un aspirante a actor frustrado, que trabajó de carpintero, de librero y en un restaurante, y que tras asistir a la representación de Look Back in Anger, comienza a creer que “algo se puede hacer en el teatro” y escribe su primera obra: The Kitchen. Con ella, y con la magistral Sopa de Pollo con Cebada (1957) Wesker continua definiendo al Angry Young Man a través de unos personajes que como los propios autores han de afrontar muchos desencantos, muchos desengaños, y puede que una cierta desilusión, por unos ideales sociales y políticos que habían alterado a toda una generación y cuyo fracaso provoca la ira de muchos. Wesker también refleja la crueldad con la que muestra a madres oprimentes, varones que no saben sacudirse la opresión femenina, y que sucumben a un humor de reclusos o a proyectos políticos condenados al fracaso.
Con todo, podemos definir a este movimiento emergente en los años 50 como un grupo de autores cansados del internacionalismo, de lo cosmopolita y de la vanguardia, pero también del individualismo romántico, tortuoso y sensiblero de muchos escritores de entreguerras. Se identificaban con una nueva sobriedad, con una comedia negra, satírica e iconoclasta. Eran escépticos y democráticos, se reían del héroe, incorrectos, cáusticos, intolerantes... la mejor respuesta a una bohemia irresponsable y a un academicismo recalcitrante. Protestan tanto ante el cómodo conformismo como ante la ridícula protesta de los que pierden el contacto con la realidad. La literatura de la vida obrera en los grandes centros urbanos fue por tanto una extensión natural de sus propios temas, no temían a la cultura de masas. De hecho, siempre se interesaron por las formas democráticas de la cultura popular y de masas, como el jazz, el rock o el cine, la mayoría de las cuales venía de los Estados Unidos. !956 era, no en vano, el año de Elvis y James Dean, de ese espíritu casi adolescente que unía el ideal sexual con el destino trágico, la muerte joven.
Un aspecto destacable en las obras de los Angry Young Men fue la obsesión con el ascenso y descenso social, y la forma en la que unían el estatus social y el estatus marital, que solucionaban de una manera aparentemente convencional: se acababa con la epopeya picaresca en una boda. Sin embargo los autores y lectores supieron ver el artificio, sabían que si el texto se atrevía a mostrar un poco más de destino de sus personajes, estos no acabarían con final feliz. Es un intento claro de retener la admiración por antihéroes que acaban siendo parte de un mundo que han estado despreciando con tanta genialidad durante toda la obra. Esa actitud agresiva y evasiva a la vez era un común denominador en las obras de todos los autores del movimiento.
A partir de esta nueva forma de concebir la cultura, y de forma más concreta el teatro, comienza la revolución, con un público que empieza a buscar que lo que se vea en el escenario sea realista, humano, detallado. Cuanta más identificación del público con lo que está viendo, más éxito. Los Angry Young Men proceden de la clase obrera, y eso es una novedad. No reciben una educación de élite, tiene una base académica bastante pobre, pero precisamente por eso saben recoger perfectamente el idiolecto de la calle, como bien demuestra Edward Bond en su obra Saved, por ejemplo. Este idiolecto agrupa y cohesiona de alguna manera a un grupo de jóvenes, a una banda que malvive a base de las ayudas que encuentran en la sociedad, sin ninguna visión de futuro. Bond critica así a la nueva clase social que surgió en aquella época: los adolescentes, más bien indiferentes que hostiles al establishment. No se cuenta con ellos para la reconstrucción social tras la guerra, hay un tremendo espacio “virgen” tras semejante masacre, que no tiene con que llenarse. Bond no denuncia nunca esta situación, tan sólo el hecho de que no exista solución para ella. Saved denuncia la dureza de la guerra con más dureza (el infanticidio), poniendo así a prueba a un espectador que por lo general tenderá a evitar los conflictos, por lo que la reacción general será de rechazo. Pero esta es la estrategia general del Angry Young Man, a mayor reacción a favor y en contra mayor impacto, y más consiguen que el espectador reflexione sobre la obra. Es por tanto también el teatro de la provocación, busca una respuesta al debate. En cada obra habrá diferentes planos temáticos, y en todos ellos vemos este aspecto. Por ejemplo, la relación entre hombre y mujer es también provocativa, sin una clara oposición a la discriminación. Debemos saber trasladarnos al contexto para entender esa reacción del público (el ejemplo del aborto en The kitchen), y saber reinterpretar de alguna manera la obra.
En definitiva, la generación de los Angry Young Men recuperó para el teatro, en una época especialemente significativa, el realismo social que ya habían introducido dramaturgos como Ibsen o Shaw, y que junto con el teatro de lo absurdo de Ionesco, Beckett, etc, forman las fuentes y los orígenes de prácticamente todo el teatro que se escribe o se representa. Pero aunque ciertas cosas de este teatro sean de vital importancia hoy en día (el lenguaje, el realismo), y aunque mucha de su esencia nos parezca eterna, la ira siempre es efímera. Kingsley Amis era antifeminista y hasta misógino, con aversión hacia Europa, hostil al outsider, pesimista acerca de su propio país, y conservador desde el punto de vista social, cultural y político. Su hijo Martin, en cambio, es todo lo contrario: comparte con los noventa la evasión, la fría oblicuidad hacia la vida, el progresismo político, la actitud tolerante con las mujeres... Aquellos rasgos de Kingsley, junto a la violencia con que los expuso, fueron el impulso del movimiento que cambió la forma de pensar de una cultura. Pero hoy, su hijo representa justo lo que él y todos los demás odiaban. Es la eterna condena que persigue a todos los “jóvenes airados”. A medida que son menos jóvenes, a medida que el mundo les da lo que quieren, la ira desaparece.
Bibliografía:
http://www.uv.es/~fores/teatrouvp.html
http://www.actualidadliteraria.com/ver_noticia.php?id=1068&inicio=0&verSec=0
http;//www.cult.gva.es/tgv/archivos/pollastre