La película proyecta una crítica a los estereotipos al tocar el tema de los concursos de belleza, concretamente los de belleza infantil, todo un símbolo de hasta donde llega y dónde empieza en nuestra sociedad la preocupación por reproducir los clichés relacionados con el físico. La simpatía que despierta en el público el personaje de la dulce y divertida niña puede ayudarles a que vean que no es necesario ser exactamente como marcan los cánones de belleza para ser encantadora. Una muestra explícita del ataque contra los estereotipos se encuentra en la escena en la que la niña pide un helado para desayunar y su padre, obsesionado por conseguir éxito aunque éste signifique intentar amoldar a los cánones de belleza a su hija, le explica que el helado tiene muchas calorías porque se hace con nata y la hará gorda. Esas palabras asustan a la pequeña, que aunque decide comerse el helado, no las olvida: por la noche llora porque no quiere fracasar en el concurso y cuando tiene ocasión de hablar con una Miss, le pregunta si ella toma helados.
Otra muestra explícita, la vemos cuando la niña, que se llama Olive, sale a bailar lo que le ha enseñado su abuelo como prueba del concurso. En el divertido baile que contradice lo que han hecho las otras niñas (perfectamente adaptadas al concurso que sirve como molde al que se ha de acomodar la sociedad) queda muy clara la burla que se hace a la competición de belleza y “talento”.