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INTRODUCCIÓN
El asedio y conquista de la ciudad celtibérica de Numancia constituye uno de
los episodios más interesantes de la conquista romana de la Península
Ibérica.
La historia de Numancia fue de una antigua comunidad en el siglo III que
estaba localizada cerca de la ciudad de Soria en la región de Castilla y
León, España. La gente de Numancia fueron descendientes de tribus de
antiguas de la Península Ibérica. Ellos fueron llamados celtíberos durante
la conquista del Imperio Romano. Cuando el Imperio Romano conquistó la
Península Ibérica, ellos renombraron Hispania por la dificultad de lenguajes
y pronunciación entre los habitantes y los romanos. Durante la conquista
romana la gente de Numancia no se rindieron a la fuerza de los romanos.

CONTEXTO HISTÓRICO: GUERRAS CONTRA LUSITANOS Y CELTÍBEROS
En torno a los años 175-172 a.C. el senado reanudó la costumbre de enviar
una pareja de pretores cada año a Hispania. Los asuntos de Hispania por
entonces no ocupaban un lugar preeminente entre las preocupaciones de los
romanos. A finales de la década de 170 a.C. los pretores consideraban poco
ventajoso el gobierno de estas provincias. De hecho en el 176 los dos
pretores destinados a Hispania alegaron motivos religiosos para no tener que
salir fuera de Roma. Más tarde, en el 173, tras la muerte del pretor N.
Fabio Butenón cuando se dirigía a Hispania Citerior, el senado exigió a los
generales que acabaran de concluir su mandato y que echaran a suertes a ver
cuál de los dos se quedaba a ocupar su puesto.
La causa de esta caída de popularidad de las provincias hispanas se debe a
que la principal función de los pretores enviados a España se suponía que
debía ser la guerra. Sin embargo, después de los acuerdos firmados por Graco,
las posibilidades de éxito disminuyeron considerablemente. De hecho, a
partir del 166 la proporción de triunfos concedidos disminuyó notablemente.
Apiano cuenta cómo el pueblo de los LUSITANOS “autónomos” se sublevaron y
derrotaron a dos pretores en Hispania Ulterior, probablemente en años
sucesivos. Sus sucesores de 153 y 152 salieron bastante mejor librados, pero
el problema fue resuelto por Ser.Sulpicio Galba. En 151-150 éste empezó
sufriendo una derrota a manos de los lusitanos, pero después, tras
prometerles la concesión de tierras en las que asentarse, los exterminó
sistemáticamente, mandando a los supervivientes a la esclavitud. El pretexto
alegado fue que los lusitanos habían roto un tratado acordado con el
antecesor de Galba, M.Atilio; pero Apiano señala que unos y otros obraron de
idéntica forma, y que los bárbaros imitaban el proceder de los romanos.

En el 153 los belos, una de las tribus que habían firmado el tratado de
Tiberio Graco en el 178, ampliaron su capital, Segeda, obligando a la tribu
vecina de los titios a unirse a ellos y a levantar una extensa muralla en
torno a la nueva ciudad. El senado les ordenó detener las obras e insistió
en que los segedanos debían pagar impuestos y proporcionar tropas a los
romanos como se había convenido en el tratado firmado con Graco. Los
segedanos respondieron que lo que se les había dicho era que no fundaran
nuevas ciudades, no que no rodearan de murallas las ya existentes; y que los
romanos les habían permitido dejar de pagar tributo y de suministrarles
soldados. Entonces el senado envió a Fulvio Nobilior cónsul de 153 a
Hispania Citerior. Las fuentes hablan de la actitud de los segedanos
deseosos de negociar y de que no estaba muy clara su intención de amenazar a
los romanos. Esto indica que no fueron tanto los problemas de España los que
provocaron este cambio de política como las necesidades de los magistrados
de Roma que esperaban tener una guerra.
Pero enviar un cónsul a España suponía modificar la política de destinar
pretores y a la vez un cambio en el calendario oficial, pues la fecha se
adelantó del 15 de marzo al 1 de enero. Pese a todo Nobilior no llegó hasta
agosto.
Resulta extraño que el envío del cónsul fuera para solucionar una dificultad
tan trivial como la de las murallas de Segeda. Lo que ocultaba detrás era el
deseo de los cónsules de que las provincias hispanas les permitieran hacer
una exhibición de sus aptitudes militares. Durante la primera mitad de siglo,
los pretores habían utilizado su mandato en Hispania Citerior y en Hispania
Ulterior de esta manera, mientras que los cónsules se habían ocupado de
escenarios más prestigiosos como el Oriente griego o de regiones más
próximas geográficamente a Roma; pero ni uno ni otro eran ya accesibles.
Sin embargo Fulvio Nobilior descubrió muy pronto que los celtíberos no eran
sólo carne de cañón. Al ver que los romanos no estaban dispuestos a
negociar, los segedanos se aliaron a una de las tribus celtíberas más
poderosas, la de los arévacos, cuya base estaba en Numancia, en el valle
alto del Duero. Las fuerzas combinadas de ambos pueblos frustraron primero
el ataque de Nobilior contra Segeda y luego reagrupándose en la propia
Numancia rechazaron el asalto a la ciudad, situada en una extensa colina
sobre el Duero, rodeada de una muralla defensiva de seis metros de espesor.
Al verse obligado a retirarse, Nobilior intentó realizar otros ataques
igualmente infructuosos contra algunas ciudades vecinas y lo único que
consiguió fue perder su propia base de aprovisionamiento, Ocilis.
Su sucesor M. Claudio Marcelo, también cónsul, dio muestras de ser mejor
soldado y mejor diplomático. Tras recuperar Ocilis logró convencer a los
distintos miembros de la coalición para negociar. Cuando los caudillos de la
confederación solicitaron la renovación de los tratados firmados con Graco,
cuya ruptura había sido la causa de las quejas del senado, Marcelo los envió
a Roma. El senado se negó a ratificar el acuerdo en los términos propuestos
por Marcelo y ordenó el reclutamiento de nuevas tropas para la guerra de
Hispania. Por su parte Marcelo, antes de que llegara Luculo, su sucesor,
convenció a los jefes de la coalición, ahora reunidos en Numancia, de que
efectuaran una rendición formal ante él, tras lo cual habría podido
imponerles las condiciones que le parecieran convenientes. Dichas
condiciones eran bastante suaves y Marcelo puso fin ala guerra.

En este punto parece que las guerras de Hipania habían llegado a su fin. No
volvería a ser destinado a las provincias hispanas otro cónsul hasta después
de la caída de Cartago y Corinto en el 146. El afortunado fue Q.Fabio Máximo
Emiliano, hermano de P.Escipión Emiliano, autor de la destrucción de Cartago.
El problema que se dio para que fuera elegido se dio el año anterior, cuando
los lusitanos que lograron escapar de la matanza de Garba y Luculo
invadieron Turdetania. Se enfrentó a ellos con cierto éxito el pretor de
Hispania Ulterior, C.Vetilio, hasta que eligieron por caudillo a un tal
Viriato, que alcanzaría una fama casi legendaria como caudillo de los
guerrilleros durante los ocho años sucesivos. Logró librar a los lusitanos
de una situación muy difícil, en la que a punto estuvieron de rendirse a
Vetillo, para posteriormente aniquilar a las tropas romanas y matar al
propio pretor. Apiano dice que Fabio llevó consigo un ejército de jóvenes y
logró obtener algunos éxitos. Sin embargo le sucedió un pretor que se vio
superado por la situación y concedió a Viriato tanta libertad que logró
ponerse en contacto con los arévacos y sus aliados del norte de la meseta
organizando una nueva coalición contra Roma. Los romanos decidieron enviar
de nuevo a un cónsul, Fabio Máximo Serviliano, y recibió la ayuda del rey de
Numidia, sin embargo fue derrotado por Viriato y tuvo que firmar un tratado,
ratificado por la asamblea popular de Roma, que reconocía al caudillo
lusitano como “amigo del pueblo romano”. Pero lo que parecía el fin de la
guerra se vio frustrado por la política interior romana. Al hacerse la
asignación de las provincias, al hermano de Serviliano, Q.Servilio Cepión,
cónsul en el 140, le tocó Hispania Ulterior, y con el apoyo del senado,
obligó a Viriato a romper la paz. Pero esto tampoco pudo derrotarlo en el
campo de batalla, pero logró convencer a tres amigos suyos de que lo
asesinaran. A raíz de su muerte, la resistencia de lusitana se vino
prácticamente abajo y el sucesor de Cepión, Junio Brutto logró vencer la
poca que quedaba con la promesa de entregar a los lusitanos tierras en las
que asentarse. Sin embargo Brutto tuvo que permanecer varios años en su
provincia para eliminar grupos de bandoleros.
Todavía con Viriato en Lusitania volvieron a surgir problemas en la
provincia citerior, por individuos que lucharon en su contra pese a ser
pretores de la Hispania Citerior. Ello indicaría que las actividades de
Viriato no se limitaron a la Hispania Ulterior, aparte de que realizó
alianzas con las tribus celtíberas. En el 143 el senado decidió enviar al
cónsul Q.Metelo Macedónico. Tras algunos éxitos iniciales descubrió que los
celtíberos se habían retirado a Termancia y Numancia y no fue capaz de hacer
nada más de entregar el mando a su sucesor en el consulado en el 141
Q.Pompeyo.
Pompeyo estaba claramente decidido a llevar a cabo una campaña vigorosa y
definitiva y, tras realizar un asalto fallido contra Numancia, intentó en el
140 pactar con otras plazas de las proximidades, y especialmente con
Termancia. Tras fracasar también aquí, se volcó de nuevo sobre Numancia.
LA RESISTENCIA DE NUMANCIA
Desde este momento fue cuando Numancia fue el objetivo principal de Roma en
Hispania. A Pompeyo se unió un escuadrón de tropas adicionales, y un grupo
de legados enviados por el senado, probablemente para supervisar los pactos
firmados al término de la lucha contra los celtíberos. Esto indicaría que
Pompeyo había enviado a Roma unos informes excesivamente optimistas en torno
a sus progresos durante el año anterior.
El invierno del 140-139 resultó infructuoso el asedio de Numancia. Las
tropas sufrieron las consecuencias de las enfermedades y de las durísimas
condiciones climatológicas de la meseta norte. Pompeyo entabló negociaciones
con los numantinos, a fin de sacar algún provecho de la situación. Gracias a
una maniobra diplomática insistió públicamente en que los numantinos debían
efectuar una rendición formal, pero en secreto contrajo con ellos diversos
compromisos. Los numantinos debían además entregar a todos los prisioneros,
rehenes y desertores, así como diez talentos de plata, una parte de los
cuales debían ser pagados inmediatamente y el resto al cabo de cierto tiempo.
Por desgracia para Pompeyo, su sucesor, M. Popilio Lenas, cónsul en el 139,
llegó cuando los numantinos se presentaron a pagar el segundo plazo. Esto
puso de manifiesto que lo que se estaba produciendo no era la rendición
incondicional que los romanos esperaban, sino un arreglo negociado. Pompeyo
sin embargo, negó que hubiera llegado a ningún acuerdo y cuando las
objeciones de los numantinos se vieron corroboradas por el testimonio de
algunos miembros del cuartel general de Pompeyo y del grupo de legados
senatoriales, Lenas remitió la cuestión a Roma. Allí en presencia del senado,
Pompeyo y los numantinos siguieron contradiciéndose mutuamente y al final el
senado decidió continuar la guerra. Aunque la situación reinante en España
debía de parecer ya bastante mala en el 139, aún habría de empeorar. No era
mucho lo que Lenas había conseguido cuando llegó el momento de lo que
relevara el cónsul de 137, c.Hostilio Mancino. Éste no sólo no logró
derrotar a los numantinos, sino que fue vencido por ellos junto a todo su
ejército y obligado a rendirse en unos términos que Apiano califica de
igualdad. Sin embargo el senado rechazó el tratado y Mancino fue sustituído
de España sucedido por L.Furio Filo.
Mientras tanto la situación de la Hispania Citerior iba escapándose cada vez
más de las manos. A finales de 137, el cónsul M. Emilio Lépido llegó a la
provincia. Acusó (en falso según Apiano) a los vacceos de la zona central
del valle del Duero de haber suministrado pertrechos a los numantinos
durante la guerra y, con la ayuda de D. Junio Brutto, que estaba en Hispania
Ulterior, atacó su capital, Pallantia. El senado envió un mensaje
manifestando su estupor por haber iniciado otra guerra en aquellas
circunstancias y le ordenaban detenerla. Así Lépido no logró conquistar
Pallantia y se le privó de su poder proconsular, además de ponérsele una
multa. Su sustituto Q.Calpurni Pisón, cónsul en el 135 continuó con la
política de Lépido invadiendo Lëpido, pero en el 134 las exigencias del
pueblo de poner fin a la guerra hizo que el senado acordara derogar la ley
que prohíbía a un solo individuo detentar el consulado más de una vez. Así
P.Escipión Emiliano pudo ser elegido como cónsul, como ya lo había sido en
el 147 para concluir la guerra contra Cartago. Éste era nieto adoptivo de el
Africano y destructor de Cartago.

Da la impresión de que en esta ocasión ni siguiera se presentó a las
elecciones y de que probablemente fue elegido cónsul en su ausencia. No
tenía edad legal ni para ser edil, pero el Pueblo Romano se exasperaba por
los nulos resultados de la guerra en África y estaba ya harto de Cartago;
por eso presionó para que, pasando por encima de la ley, Escipión pudiera
presentarse a las elecciones al consulado en las que evidentemente arrasó.
Evidentemente Escipión había aprendido bastante de los problemas de sus
predecesores. Por lo pronto se llevó consigo un ejército compuesto por
voluntarios y pasó los primeros meses en su provincia estrenándoles y
sometiéndolos a su disciplina. Utilizó asimismo varias unidades de
caballería que le prestó el rey de Numidia.
Así con 4.000 voluntarios marchó hacia Numancia. Entre los voluntarios que
le seguían había 500 familias, amigos y clientes de su gens a los que agrupó
en una cohorte para que le sirviera de escolta personal. Como el lugar del
campamento destinado a la sede del mando se llamaba “PRETORIO”, a esta
cohorte se la denominó cohorte pretoriana, y es el antecedente directo de lo
que siglo y medio más tarde se conocería como la Guardia Pretoriana.
Cuando Escipión Emiliano llegó a Numancia se encontró con un panorama
desolador. Las legiones romanas no eran ni la sombra de lo que él esperaba.
El ejército con el que se encontró Escipión en Hispania estaba desorganizado
y desentrenado, por lo que en principio este general impuso una férrea
disciplina a su ejército estableciendo una gran austeridad tanto en el
régimen alimenticio como en la forma de vida. En este sentido, tal como nos
transmiten las fuentes literarias antiguas, la primera medida que impuso
este general romano fue la expulsión de todos los mercaderes, prostitutas,
adivinos y magos que acompañaban al ejército romano en esta campaña.
Tras esto Escipión hizo saber a todos los pueblos hispanos que aquella
campaña sería la definitiva y que cualquier pueblo que auxiliara a los
sublevados sería exterminado. Si eso lo hubiera dicho cualquiera de los
anteriores generales romanos la gente se hubiera reído, pero el que lo decía
era nada más y nada menos que el hombre que había destruido Cartago hasta
los cimientos, quedando todo reducido con sal. El recuerdo de Cartago y de
Corinto oprimía los corazones de todo el mundo conocido y su eco llegaba
claro y nítido a Hispania.
Escipión en principio no se dirige directamente contra Numancia, sino contra
el territorio cercano de los vaceos con el fin de que no pudieran auxiliar a
esta ciudad celtibérica. Una vez devastado este territorio e impedido el
posible auxilio de los numantinos, Escisión decide empezar el sitio de
Numancia, estableciendo en principio dos campamentos que luego se ampliarán
a siete, en los que va a instalar a sus tropas. Estos campamentos que no
eran más que simples torres de vigilancia y fortificación más tarde serán
unidos entre sí. Finalmente la rodeó con un círculo de siete obras de
fortificación.
También Escipión decide cerrar el río Duero, único punto de contacto de la
ciudad con el exterior, lo que va a perjudicar en gran medida la resistencia
de los numantinos. Estos decidieron democráticamente en la asamblea luchar,
posiblemente a pesar de ser conscientes de que no tenían ninguna posibilidad.
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El asedio de la ciudad celtibérica de Numancia se prolongó por un amplio
espacio de tiempo. La proporción entre asediantes y asediados era claramente
desfavorable para los numantinos. Se calcula que el ejército romano
alcanzaría los 25.000 hombres, mientras la población asediada se calcula en
unos 8.000-10.000 hombres.
Durante el cerco de la ciudad, los numantinos intentaron pedir ayuda y
auxilio a la tribu vecina de los arevacos, aunque no tuvieron éxito
fracasando en sus negociaciones. Además nunca dejaron de hostigar a los
romanos.
La leyenda cuenta que, cuando las provisiones acumuladas se habían agotado,
un héroe llamado Retógenes, al mando de un equipo de descubierta, salió de
la ciudad y, consiguiendo franquear las líneas de asedio romanas, llegar
hasta la población vecina de Lutia donde pidieron auxilio. 400 jóvenes se
les unieron, pero Escipión Emiliano, enterado por sus espías, llegó a Lutia
y los capturó amputando ambas manos. Mientras, en Numancia, las mujeres
cocían pieles para alimentar a la población, pero las deficiencias
sanitarias hicieron aparecer la tan temible peste que se extendió
rápidamente cebándose en los extenuados defensores. Hubo gente que murió de
hambre, también se dice que otra comenzó a comer cadáveres, incluso algunos
hablan de que se comían a los niños y las mujeres para sobrevivir. Esta
parte de la guerra duró ocho meses. La ciudad ante esta situación tomó la
decisión de reunir la asamblea y votar democráticamente qué hacer, y se
llegó a la conclusión de que cada uno era libre de elegir qué hacer.
Así, parte de la ciudad se rinde agotada por el hambre y las dificultades .Algunos
de los habitantes de Numancia prefirieron darse muerte entre sí, antes que
rendirse a los romanos y para ello hicieron una gran hoguera a la cual se
arrojaban.
Por ello cuando los romanos entran en la ciudad humeante tan solo se
encontraron con unos cientos de numantinos que no han querido o no han
podido escapar a la derrota. De los rendidos Escipión se guardó 50 para que
le acompañasen en su triunfo a Roma y al resto los vendió como esclavos.
También Escipión castigó duramente a las ciudades cercanas que parecían
colaboracionistas y finalmente arrasó completamente la ciudad de Numancia,
sin esperar la decisión final del Senado. Una vez acabada esta campaña
militar, Escipión regresó a Italia donde le fue concedido el triunfo que
celebró en Roma en el año 132 a.C. La destrucción de Numancia terminó con
las guerras celtibéricas, que habían supuesto unos enormes gastos para el
Estado romano. Numancia que había sido arrasada permanecerá deshabitada
hasta comienzos del Imperio.
El asedio de Numancia, constituye uno de los episodios más destacados de la
presencia y conquista romana en el interior de la Península Ibérica. Autores
como Apiano se admiran del afán de libertad de estas gentes y destacan el
hecho de la importante resistencia de este pueblo sobre las legiones romanas,
con unos escasos medios y posibilidades. También el historiador Floro
considera que aunque Numancia era inferior respecto a su poderío en relación
con ciudades como Cartago, Capua o Corintio, era equiparable a ellas por su
fama y valor, ya que con escasos medios resistió sola, durante once años
ante un importante ejército enviado por Roma.
Algunos han utilizado Numancia como símbolo para la gente de España y los
romanos. Recordada como una batalla de admiración porque los celtíberos
tenían un sentido de libertad y orgullo. Al igual que los romanos reconocían
el estilo como luchaban en la guerra. No en vano, el calificativo
incondicional ante el exterior 'numantino' hace referencia a quien mantiene
una actitud de aislamiento y resistencia a ultranza e
Esta guerra impactó también a otros escritores como Miguel de Cervantes
En la actualidad, se conservan algunos vestigios de las construcciones, y
vías de esta ciudad romana, que se sitúan en un altozano a unos kilómetros
de la ciudad de Soria y que se encontraron en el año 1860. La guerra de
Numancia ha sido estudiada en profundidad por el historiador Adolfo Shulten.
Esta fotografía muestra las ruinas de la ciudad, la cual fue reedifica- da
sobre la celtibérica.
CONCLUSIÓN PERSONAL
El asedio de Numancia ha pasado a constituir un mito en la historia de
España. De hecho al referirse a ella más bien se suele hablar de la
“resistencia de Numancia” destacando así el papel de los numantinos sobre el
de los romanos.
Es cierto que la ciudad de Numancia destaca por encima de la actuación de
otras ciudades de Hispania en su resistencia al asalto de los romanos, pero
no es menos cierto que en aquellos momentos la situación organizativa de
Roma respecto a las provincias de Hispania no era la más apropiada.
Se habían vivido momentos de descoordinación entre las provincias Hispanas y
la propia Roma y como se puede ver con Pompeyo las noticias llegaban algo
“retocadas” o falseadas respecto a lo que ocurría realmente. Esto dificultó
durante un tiempo la respuesta efectiva del senado con anterioridad.
Pero realmente, el nacimiento del mito de la resistencia de Numancia nace
con le llegada de Escipión, ocho años después del primer ataque de Roma
sobre ésta. Llegados a este punto creo que sí fue un acontecimiento a
destacar el asedio de Numancia, pero no tanto por el tiempo que los
numantinos se mantuvieron firmes en la resistencia, sino por lo que
significó para Roma esta victoria. Es decir, creo que lo importante no es
tanto el desarrollo de la batalla en sí, sino las consecuencias de ésta, ya
que a partir de ese momento Roma consiguió organizar el establecimiento
definitivo de los romanos en Hispania y dieron comienzo las estructuras
provinciales del imperio ya plenamente desarrolladas.
Por otro lado me gustaría replantear la hipótesis que defiende cierta
historiografía resaltando el caso de Numancia como el símbolo de la fuerza
de España contra los invasores. Se llega a decir que ya allí se mostraba el
sentimiento de la nación española, y por tanto se enlaza el concepto que hoy
se tiene de nación con la idea por la que luchaban los numantinos en el año
134 a.C. Sin duda este aspecto del mito es el que más absurdo me parece,
pues de ninguna manera los numantinos en esos momento sintieron ese carácter
de nación española ni de defensa de la patria. Por aquél entonces el
concepto de España ni tan siquiera existía, y mucho menos su idea de unidad
por la defensa de la esencia de la nación. Hay que estudiar cada
acontecimiento en su contexto histórico y en este aspecto Numancia ante el
ataque de los romanos tan sólo trató de defenderse así mismo, como ciudad,
para evitar someterse a la jurisdicción de Roma y tener que pagar impuestos.
No consideraban tener nada en común con sus tribus vecinas más allá del
mutuo odio y miedo a Roma por el sometimiento ésta les podía ejercer. Por
tanto las relaciones que establecen son siempre con un fin defensivo, pero
no comparten la idea de pertenecer a una misma nación, término que por otro
lado es totalmente anacrónico para esta época, y por supuesto al luchar
jamás pensaron que estaban defendiendo España, la cual ni si quiera existía.
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