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Uno iba a gobernar en Argos, ocupando el palacio de Euristeo, y Heracles le había puesto en los hombros su piel de león; otro iba  a ser rey de Tebas y Heracles le había puesto en la mano derecha la maza de defensa, don engañoso de Dédalo; a un tercero se le había prometido Ecalia, que Heracles asoló posteriormente; y para todos ellos se habían elegido las novias más selectas que significaban alianzas con Atenas, Tebas y Esparta. Heracles quería tanto a esos hijos que muchos se niegan a su delito y prefieren creer que fueron muerto s atrición por sus huéspedes; por Lico quizá, o,  como ha sugerido Sócrates, por Augías.