CAÑADA REAL DE MERINAS
La Cañada Real de las Merinas , Riojana o Galiana, que por todos esos nombres es conocida, originariamente nacía al sur de La Rioja, para terminar en el Valle de Alcudia, en la provincia castellano-manchega de Ciudad Real.
Las cañadas se diferenciaban de otras vías pecuarias, en que con sus 75 metros (90 varas) eran las de mayor anchura, por debajo de ellas estaban los cordeles, con 38 metros, las veredas, con 21 metros y las coladas, de anchura variable hasta unos 4 metros, medidas que fueron fijadas por la Mesta y que aun se mantienen vigentes. Por ellas trashumaron millones de cabezas de ganado cada año, en su mayor parte las legendarias ovejas merinas, famosas por su apreciada lana, que hacían el recorrido al final del verano y en el otoño hacia el sur, y al final del invierno y en primavera hacia el norte.
Esta tradición nómada viene de la Edad Media, cuando se conforman los grandes sistemas de de vías pecuarias o caminos reales de ovejas, en esta época se constituye El Honrado Concejo de la Mesta, o simplemente la Mesta, una poderosísima organización de propietarios y pastores de ganados que gozaban de importantes privilegios, que se mantuvo hasta el trienio liberal (1820-1823) en que fue abolida formalmente, aunque continuó existiendo de hecho hasta 1936. Hoy en dia la legislación tiene un carácter nacional, deja en manos de las Comunidades Autónomas la elaboración de reglamentos específicos que se adapten a la realidad de cada territorio.
Por último, señalar, que el ganado originario que las utilizaba eran las legendarias ovejas merinas , criadas por su apreciada lana -La exportación de esta lana salvó en ocasiones a la banca nacional de la quiebra. La fama de la lana castellana se debía a esta raza Merina de la que se desconoce la procedencia y la fecha de introducción. Durante el siglo XVI se desplazaban unos 3 millones de cabezas mesteñas y que, dado que cada migración, en el otoño, al final del verano, desde el norte hacia el sur, de tierras altas a las bajas; y en primavera, al final del invierno, de sur a norte de las tierras bajas a las altas, duraban muchos días, a menudo meses, en que los ganados precisaban alimentarse por el camino, las cañadas más que simples caminos eran auténticos pastos alargados , a los que se añadían otras casi medio millón de hectáreas de terrenos paralelos de pastos de dominio público.