Sáqueron tragó el bocado de tosqui que tenía en su boca con cierta repugnancia. Una nube de agentes especialmente entrenados para el trabajo en callejones, pululaban a su alrededor revisando hasta el último rincón del callejón de Gart.
       -Es lo más asqueroso que he visto en toda mi vida- dijo tranquilamente el forense.
       Sáqueron asintió sacándose una miga del labio superior.
       -¿Cuando la han encontrado?- le preguntó a un agente cercano.
       -Hace unos minutos, señor. Lo hemos avisado inmediatamente. Una patrulla se tropezó el cuerpo en una inspección rutinaria.
       -¿Algo en particular?
       Qué extraña sonaba esa pregunta. Observando el amasijo irreconocible de carne que yacía ante él, supo que se encontraba ante un extraordinario suceso.
       -¿Qué puedes decirme?- dijo dirigiéndose al doctor.
       -Por el momento lo que ves. Y no creo que mucho más. Será muy difícil identificarla. Sin ropas, sin rostro, sin huellas ni piel. La han despellejado a conciencia. Con hielo, diría yo.
       -¿Hielo?
       Sáqueron observó atentamente aquel cuerpo desnudo de mujer carente de rostro y completamente sanguinolento y sintió como se estremecía sin poder evitarlo.
       -¿Alguien oyó algo?- le preguntó al agente.
       -Nadie vio nada y nadie oyó nada.
       -Al menos eso es como siempre- murmuró Sáqueron.
       Una nota de normalidad no le venía mal aquel espeluznante caso.
       -Profesionales, señor- seguía el agente. No han dejado ni rastro.
       -¡Estupendo!- dijo sarcásticamente- Nada a lo que agarrarse para variar.
       Sáqueron se apartó del cuerpo del que ahora se encargaba el forense. Observó detenidamente el callejón Gart, sucio, húmedo y oscuro, idéntico a otros millones de callejones de Sidor. Intentó imaginarse el horror que allí había acontecido apenas hacía unos minutos. Intentó escuchar los gritos de auxilio de la mujer, sus aullidos de dolor, imaginarse la desesperada lucha de la víctima, el odio de su ejecutor. Pero no percibió nada absolutamente nada.
       Sin querer una sonrisa se dibujó en sus labios.
       Sáqueron horrorizado de si mismo la borró dándole un enérgico mordisco a su tosqui.
       ¿Porqué extraño motivo había esbozado aquella sonrisa?
       ¿Cómo era posible que aquella sensación de serenidad y belleza lo hubiese embargado hasta el punto de obligarlo a olvidar el horror y la peste que lo rodeaba?
       Masticó con rabia y con la boca llena se volvió al doctor.
       -Quiero la autopsia lo antes posible.
       -La tendrás. Espero que te sirva de algo. Vas a necesitar mucha ayuda para resolver este asqueroso lío, Sáqueron.
       Sáqueron no dijo nada. Tenía frío, la piel erizada y una molesta ansiedad instalada en su pecho.
       Sabía que iba a necesitar mucha ayuda. Lo sabía y no tenía nada. Solo aquella tenue sonrisa de placer que se había alojado en sus labios.
       -¡Buen provecho, Sáqueron!- gritó el doctor.
       Sáqueron se alejaba a toda prisa deseando no tener que volver a pisar jamás el callejón de Gart