Llania abandonó
la mesa de su despacho en el edificio Contar y se acercó a un
espejo.
Experimentó todo tipo de muecas
y se sintió satisfecha del avance realizado hasta el momento. Ninguna humana
podría tener mayor variedad de expresiones.
-Soy Ela, supervisora de exposiciones-
se dijo ante el espejo.
Jamás nadie lo
dudaría. Aquella personalidad que había adquirido a su llegada a Sidor había
resultado mejor de lo esperado. Nadie conocía a Ela en la empresa. Solo
esperaban a una mujer joven muy capacitada para su trabajo. Esa era Llania. En
un par de semanas, mucho menos de lo que la verdadera Ela hubiese necesitado
para ponerse al día, dominaba por completo sus obligaciones. Cómoda en su papel
y conociendo la importancia que más que al arte, a las grandes reuniones, daban
los ricos y poderosos de Sidor, se apresuró a organizar la más fastuosa de las
celebraciones que Jonel Exposiciones,
recordaba.
Todos estaban encantados con
la nueva supervisora de exposiciones. Su cálida y exuberante belleza, su piel
inmaculada, su voz dulce, sus ojos profundamente azabache y sus delicadas
formas, habían conquistado el corazón y la voluntad de todos sus colaboradores.
Nadie sabía que ella era Llania, Llania, la criatura de
Bazun.
Llania se acercó a su escritorio
y habló al intercomunicador.
-¿Está todo
listo?- preguntó.
-Todo dispuesto, Ela,
- contestó su secretaria particular- Los autores están en la sala y pronto
llegarán los invitados y los medios de
comunicación.
-Ahora mismo bajo para
recibirlos.
Con el más fastuoso de los
vestidos que pudo encontrar, Llania salió de su despacho en dirección a salón de
recepciones.
-Este es el primer paso-
se dijo- Alguno de mis invitados posee el poder de Terror. Hoy sabré al fin
quien de ellos oculta a Terror. La criatura de Bazun estaba decidida a
averiguarlo, a escrutar el alma de cada uno de los poderosos invitados. Alguno
había alcanzado su poder gracias a Terror, ella descubriría quien.
Los ojos de azabache atravesaron una a
una a las ilustres personalidades que se habían dado cita en la sala de
exposiciones. Llania, saludaba a todos tendiéndoles la mano blanca y suave y
aprovechando el contacto con la carne humana para escrutar hasta el rincón más
recóndito de los cerebros.
-Terror sabe
esconderse- pensó contrariada- Percibo su huella en muchas almas pero su
presencia no está impresa en ningún pensamiento ni en ningún recuerdo.
Los invitados recorrían la sala,
opinaban sobre los lienzos y sobre todo charlaban entre ellos, no solo de cosas
triviales, sino de futuros negocios y futuras conspiraciones.
La más alta sociedad de Sidor se había
reunido bajo los ojos helados de la criatura de Bazun que luciendo una dulce y
encantadora sonrisa, sosteniendo elegantemente en su mano un cóctel de moda, no
cesaba la minuciosa investigación de los convidados. -¿Cómo es posible?-
súbitamente murmuró.
El adorable rostro
de la falsa Ela se transfiguró en un instante. Una inusitada dureza de hielo y
acero se apoderó de sus suaves facciones. No muy alejado de ella, un hombre
vestido con un elegante chaqué, charlaba amigablemente en medio de un corro de
personalidades.
-¡No es humano!-
advirtió Llania alarmada.
¿Qué estaba
ocurriendo? ¿De dónde había salido aquella criatura? ¿Alguien además de Bazun
necesitaba a Terror?
Llania carecía de
datos para poder responder a todas estas
preguntas.
Por primera vez desde su
llegada a Sidor, la incertidumbre se apoderó del corazón de acero y de pócimas
de la bellísima criatura. Precipitadamente se apartó de la multitud. Decidió
ocultarse de la mirada del otro ser no humano hasta no disponer de nuevas
instrucciones. Urgía un contacto con Bazun. ¡Era
vital!
-Me encuentro mal- le dijo a su
secretaria- Hazte cargo de todo hasta que
vuelva.
A toda velocidad la falsa Ela
abandonó la estancia. Se hallaba tan trastornada que si fuese de carne y hueso,
podría decirse que estaba a punto de sufrir un colapso
nervioso.
Llania se estrujaba los dedos
en una habitación continua a la sala de recepciones. Pensaba en el modo de
ponerse en contacto con su creador. ¡Debía hacerlo! ¡No tenía más
opción!
De pronto la puerta del cuarto
en el que se hallaba se abrió.
-¿Ela?
¿Eres tú Ela de Taigos?
Un hombre joven
la miraba con extrañeza.
Llania lo
recordó inmediatamente. Su imagen se hallaba entre los recuerdos de la verdadera
Ela.
-¡Hola Noi!- le
dijo.
-¿Sabes mi nombre? ¡No pude ser!
¡Tú no eres Ela! ¡No lo eres!
La
criatura de Bazun calló. ¿Qué más podía salir mal en aquella recepción?
Rápidamente se acercó al joven aferrándolo por la
muñeca.
-¡Estupendo!- se dijo- Aún no ha
hablado de mí con nadie.
Menos mal que
Sidor contaba con millones de oscuros callejones a los que los sidoreños temían
más que a nada en el mundo
-¡Acompáñeme!- le ordenó asiendo fuertemente del
brazo.
El hombre quiso resistirse y
luchar pero los ojos helados de azabache de la criatura, lo redujeron en un
instante. Como un autómata se dejó conducir por aquella deliciosa mujer hasta el
callejón Lomas.
Llania abandonó el
cuerpo en un contenedor de basura, se arregló el peinado y salió del húmedo
callejón.
-Tengo problemas- se dijo-
¡Muchos problemas!