INTRODUCCIÓN

El género de la ciencia-ficción ha alcanzado en pocos años un desarrollo notable que ha dado lugar a una industria (sobre todo cinematográfica) cuyas cifras son sorprendentes.

Pero la literatura aún conserva la etiqueta de marginal, de subgénero de la literatura culta. Se alude a ella con sentido peyorativo, como si fuese inferior. Los críticos y estudiosos han mostrado siempre un desprecio por éste género y, por extensión, por todos los géneros marginales.

Esto se debe a que no hay unos términos delimitados para englobar la ciencia-ficción. Para muchos, por ejemplo, las novelas de aventuras espaciales (que son más bien una transposición de las novelas del Oeste) son consideradas como parte del género.

Como reflejo de esta confusión temática, la calidad literaria en muchas ocasiones deja mucho que desear. Hay miles de autores y títulos que ponen al lector en una situación difícil a la hora de escoger. Por otra parte, falta un estudio crítico sistematizado que delimite las novelas de mejor calidad dentro del género. Así pues, dentro de una misma colección se mezclan autores de renombre con otros que sólo han escrito basura.

Para suplir la deficiencia de un estudio crítico que rescate las excepciones para no dejar en el olvido a autores magníficos, han aparecido muchos estudios críticos desde dentro, hechos por los propios autores de ciencia-ficción. Este caso también le ha ocurrido a la novela policíaca, así que no es algo nuevo.

ORÍGENES

Considerando tan sólo la literatura de ciencia-ficción escrita en inglés que poseemos hasta la fecha, nos encontramos con una gran diversidad temática de desigual calidad. Se trata de un terreno apto para especulaciones como, por ejemplo, encasillar el origen de la ciencia-ficción en épocas remotas, cuando en realidad se trata de un fenómeno moderno.

El interés por culturas y textos antiguos

El descubrimiento de algunas culturas antiguas, como la maya, hace suponer la existencia de culturas tecnológicamente avanzadas ya extinguidas. Éste es un tema recurrente en la ciencia-ficción: la evolución tecnológica conduce a la autodestrucción. También hay gente que utiliza textos antiguos, de la Biblia, y los manipula con el fin de que guarden una relación temática con el género.

Todo eso no es literatura de ciencia-ficción

Pero todo esto, así como las aventuras espaciales (ya nombradas) y los relatos sobre ovnis no son ciencia-ficción.

Parte de culpa la tienen revistas especializadas que, en plena crisis del género en 1956, publicaban cualquier cosa para atraer lectores. Esto acentuó la idea general de que la literatura de ciencia-ficción era un subgénero.

Algunos medios de expresión como el cómic o la televisión, merecen un estudio aparte. En el cómic se puede tratar esta temática peor tiene unos esquemas, una forma diferente a la de la literatura.

El cine de ciencia-ficción, por la gran importancia que ha adquirido en los últimos años y también porque muchas de las películas más famosas son adaptaciones de novelas o cuentos, merece un estudio aparte.

Los factores extraliterarios

Así pues, el estudio se centrará en la literatura de ciencia-ficción como fenómeno moderno. Al remontarnos a sus orígenes observamos una seria de factores extraliterarios que propiciaron su aparición.

Dichos factores fueron, por ejemplo, el maquinismo. Como técnica de producción con tendencia a sustituir el trabajo muscular del hombre, alcanzó durante el siglo XIX un gran desarrollo y fue origen de la revolución industrial. Esta revolución transformó la vida social y trajo consigo un conjunto de cambios que obligaron a la sociedad a adaptarse a los nuevos modelos.

Estos cambios se notaron sobre todo en las áreas industrializadas de todos los países industrializados. Desde estos focos, a la manera de círculos concéntricos, fueron actuando en todos los estratos sociales con desigual magnitud según la mayor o menor distancia que se guardara del centro. No es difícil imaginar lo que hubo de suponer para la vida cotidiana de miles de hombres el nuevo desarrollo de la producción, la disminución de los precios de coste y el ordenamiento urbano que exigía la nueva infraestructura económica en marcha.

La espectacularidad de este proceso dio lugar a finales del siglo XIX a un conjunto de novelas de escasa calidad literaria. Su soporte argumental solía estar constituido por aventuras más o menos descabelladas en las que jugaban un papel primordial supuestos descubrimientos científicos que el "maquinismo" de la época parecía posibilitar. Uno de los temas favoritos de esta clase de novelas eran los viajes al año 2000, vistos por estos autores de escasa formación científica, repletos de artilugios que hoy nos parecerían ingenuos.

Factores literarios

Pasamos ahora a los factores de orden literario. Dentro de toda esta escritura que constituiría algo así como la edad de piedra de lo que consideramos que es la ciencia-ficción, aparecen dos nombres Jules Verne y Herbert George Wells.

El autor francés Jules Verne nace en Nantes en 1828 y muere en los primeros años del siglo XX (1905). A los 36 años de edad y con la publicación de su novela Cinco semanas en globo obtuvo un éxito que compensó sus anteriores fracasos como autor teatral. A partir de entonces se consagra a la novela de aventuras convirtiéndose en uno de los autores más populares de su época. Novelas como Veinte mil leguas de viaje submarino, La isla misteriosa o Viaje al centro de la tierra se reeditan hoy en todo el mundo habiendo alcanzado también un gran éxito sus versiones cinematográficas. Además Jules Verne, que durante tiempo fue considerado un escritor para niños, ha calado en los últimos años en un tipo de lector maduro que ha sabido encontrar en el alto valor simbólico de sus personajes un reflejo simbólico de sus fantasías.

Verne y la novela científica

El término ciencia-ficción, traducción del Science-fiction bajo el que circula este género en el mundo anglosajón, no comenzó a usarse hasta el año 1927. Y no conviene aplicarlo todavía a la narrativa de Verne porque éste no escribió ciencia-ficción, sino novela científica.

Con este término se designará a aquella clase de narrativa en cuya trama argumental, y como elemento esencial de la misma, aparezcan descubrimientos científicos imaginarios o reales, en torno a los cuales gire la acción de la novela. En Verne se dan estas condiciones y, si bien los adelantos científicos que muestra aparecen en su época como posibles, la crítica que de él se hace desde el mundo de la ciencia-ficción es que no profundiza bastante en la problemática social que generarían tales adelantos.

Que Verne sea o no un precursor de la ciencia-ficción es algo que se ha discutido con frecuencia. Entre las opiniones a favor del autor, no hay ninguna duda de que es así; y no sólo por el hecho de que en sus novelas combina las aventuras con elementos científicos imaginarios, sino también porque en su obra se dan de forma más o menos explícita reflexiones que atañen al porvenir de la ciencia y del hombre en un mundo dominado por ella.

El segundo foco

Tras esta primera excepción de novela científica de calidad, aparece de nuevo en Europa (en Inglaterra esta vez) una figura de renombre, la del escritor Herbert George Wells (1866-1946).

La formación de este escritor era eminentemente científica. Había estudiado ciencias naturales (con Huxley) en la universidad de Londres y llegó a publicar un manual de biología.

No hay duda de que esta base científica influyó en su actividad como escritor de anticipación. Sus novelas La máquina del tiempo, El hombre invisible y La guerra de los mundos obtuvieron pronto un éxito notable siendo inevitable compararlas con las de Verne no ya por la fácil asociación temática, sino sobre todo por la minuciosa elaboración y el cuidado formal común en la obra de los dos escritores.

Pero es preciso hacer notar que Wells, aparte de poseer un bagaje científico considerable, es un autor muy politizado, que observa con cierta distancia crítica los adelantos de la sociedad industrial. La combinación de ambas tendencias darán lugar a un tipo de escritura más "realista" que la de Verne y en la que subyace siempre un cierto pesimismo sobre el futuro de la humanidad. Este pesimismo habría de aumentar con el inicio de la segunda guerra mundial, marcado por los primeros descubrimientos de la era atómica.

La discusión sobre si Wells es un precursor o no de la novela de ciencia-ficción se ha desarrollado en semejantes términos a la sostenida a propósito de Verne. Sin ninguna duda se trata de un escritor de novela científica de anticipación, y en ese sentido, aunque también por las connotaciones ideológicas presentes en su obra, aparece como el inmediato precursor del género que está siendo analizado.

Persistencia de algunos rasgos y aparición del género

Si bien H. G. Wells fue quien alcanzó más fama, hubo en el mundo inglés otros autores, contemporáneos suyos, que cultivaron la novela de anticipación, siendo común a todos ellos una cierta preocupación sociológica ligada a la crítica de algunos aspectos de la época victoriana y del progreso industrial. Claro está que no todas las novelas de anticipación son necesariamente científicas, pero la incidencia en la utopía (y la ciencia-ficción es una clase de literatura utópica), combinada con las fantasías de lo que podría llegar a constituir el desarrollo tecnológico, van creando una serie de señales cuya síntesis dará lugar a la ciencia-ficción en el sentido más moderno del término.

La síntesis

Y esta síntesis se produce en América. La fecha que se suele citar es 1911; el autor Hugo Gernsback, y la obra un cuento titulado Ralf 194 C 41. A este mismo autor se atribuye la paternidad del término Science-fiction y fue asimismo el fundador de la gran primera revista dedicada exclusivamente al cultivo de la ciencia-ficción. Esta revista apareció en 1926 bajo el nombre de Amazing Stories. Con ella se inaugura, ahora sí, la ciencia-ficción, que habrá de conocer un desarrollo espectacular en EE.UU. y no en forma de novela, sino de relato corto o cuento.

¿Por qué en Norteamérica?

Antes de continuar con la breve historia de este género, es preciso hacer un paréntesis reflexivo que nos explique por qué algo cuyos antecedentes están localizados en Europa, y además sobre la base de dos autores de prestigio localizados en cualquier manual de literatura, aparece con toda su fuerza en Norteamérica y bajo una forma distinta (el cuento) de la original.

El itinerario es parecido al de la novela policiaca. Es sabido que durante el siglo XIX los editores norteamericanos habían preferido publicar novelas inglesas, cuyas posibilidades de éxito ya eran conocidas de antemano por su funcionamiento comercial en el país de origen. Esta resistencia de los editores norteamericanos a publicar novelas de compatriotas suyos había obligado a los autores a refugiarse en el cuento o la narrativa breve, que era un género más fácil de vender a las numerosas revistas literarias y suplementos de periódicos que circulaban en Norteamérica. Este hecho, bajo el que laten motivaciones de orden económico, dio lugar en aquel país a una tradición cuentista de gran calidad, que se prolonga hasta nuestros días.

Así pues, no es raro que sea Norteamérica, un país joven de gran empuje, en constante desarrollo acelerado y con cantidad de autores que dominan las técnicas narrativas del cuento, donde se produce la síntesis que dará su forma definitiva a la ciencia-ficción.

Por otra parte, la oposición cuento-novela, tratada también a propósito del género policíaco, parece decantarse hacia el cuento, Si bien es cierto que se han escrito novelas magníficas de ciencia-fición, la mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que es la narración breve el contenido formal que mejor va a este género, porque es bajo esa forma donde la paradoja y el elemento sorpresa (factores ambos importantes en la ciencia-fición) alcanzan su mayor virtualidad.
 
 

LA CIENCIA- FICCIÓN EN AMÉRICA HASTA 1956

La aparición del cuento ya citado de Hugo Gernsback, pero, sobre todo, la fundación años más tarde de la primera revista periódica especializada (Amazing Stories) actuaron como una contraseña que movilizó hacia el género a un numeroso grupo de escritores agrupados bajo publicaciones diferentes.

La década de los 30

Fue durante la década de los 30 (Amazing Stories había aparecido en 1926) cuando este género conoció un desarrollo más espectacular. Los editores, sorprendidos por el éxito de ventas de la pionera de estas publicaciones, deciden prestar más atención a esa nueva narrativa. De este modo aparecen Astounding Science-fiction y Galaxy, revistas ambas que llegan a alcanzar tiradas superiores a los cien mil ejemplares, sin considerar las traducciones que de ellas se hacen en diferentes países.

Los premios "Hugo"

Pronto aparecen también los premios "Hugo", que premian anualmente la mejor narración de ciencia-ficción y cuya ceremonia, que tiene también las características de un congreso, se realiza cada año en un lugar diferente. La euforia del triunfo es contagiosa y el triunfo es tal, que atrae a escritores consagrados en otros campos de la literatura y que llegan al género investidos por el reconocimiento crítico conseguido en otras áreas.

La pureza del género

Desde esta época y hasta los primeros años de la década de los 50, conocida como la era del cambio, se producen centenares de títulos. La mayoría de quienes detentan puestos de responsabilidad en publicaciones especializadas se esfuerzan por mantener la pureza del género. Para ellos la ciencia-fición es casi un sistema filosófico, una visión del mundo, y no se les puede confundir con quienes sólo escriben de platillos volantes o de aventuras espaciales. Veamos cómo recuerda el final de esa época Michael Ashley en la introducción a un cuento del escritor británico Kenneth Bulmer, publicado por Authentic Science Fiction en 1956: "Los años cincuenta conocieron una clase de relato de ciencia-fición que en la actualidad no goza de tanta popularidad. Se trataba de la narración limpia y precisa, basada en una simple premisa tratada con precisión por el autor para conducirla a un resultado explosivo."

Quizá lo más importante de esta breve frase no esté constituido tanto por su tono nostálgico como por la afirmación de principios que la misma contiene. Se podría decir que la visión formal del cuento expresada por Aslhey tiene mucho que ver con las teorías de Poe sobre el mismo asunto. En todo caso, delata una preocupación teórica por la forma, que las más de las veces no ha tenido el tratamiento adecuado por parte de los cultivadores de la ciencia-ficción.

Un largo catálogo de títulos

Sería una tarea agotadora hacer un catálogo de los títulos publicados en Norteamérica hasta la crisis, localizada en 1956. Baste como dato señalar que en esta fecha todavía circulan en EE.UU. catorce revistas, de publicación periódica, dedicadas al tema. Algunas de las más importantes son: Astounding SF, Galaxy, Magazine of Fantasy and Sciencefiction, Science Fiction Stories, Infinity, Fantastic, etc.

Y en esta relación no están incluidas las revistas nacidas y muertas durante el periodo considerado, ni las novelas o selecciones de cuentos publicados en volumen, ni los acercamientos teóricos al tema efectuados desde medios de expresión tales como periódicos y libros.

La sensación, dado el panorama descrito, es que Norteamérica entera estaba volcada sobre el género; sin embargo, seguía siendo un género marginal que se desarrollaba y crecía paralelamente a otros géneros cuyos títulos alcanzaban tiradas inferiores, pero que contaban con el apoyo crítico del que carecía la ciencia-ficción.

Sin duda también el tipo de lector que se acercaba a este género estaba constituido por un público que no leía otra clase de literatura o que combinaba la ciencia-fición con otros géneros marginales. El acercamiento de intelectuales prestigiados a este nuevo fenómeno narrativo fue sin duda tardío y su atención se focalizó en unos pocos autores que, en el desarrollo de aquella temática que le es propia a la ciencia-ficción, consiguieron una calidad literaria o perfección formal que hacían atractiva su lectura.

Autores principales

La nómina de autores norteamericanos de ciencia-ficción que se revelaron durante esta época ocuparía más páginas de las que le han sido concedidas a esta introducción. De manera que, a continuación, veremos los más importantes; los que han constituido la columna vertebral del género hasta la crisis. Como toda selección, además de parcial, será inevitablemente algo arbitraria, pero este es un riesgo inevitable cuando hay que elegir.

Isaac Asimov, nacido en 1920. Ha publicado numerosas obras de divulgación científica traducidas a varias lenguas. En ellas, con un lenguaje sugestivo y accesible a gran cantidad de lectores, ha planteado algunos interrogantes científicos de indudable valor especulativo. En el terreno de la ciencia-ficción sus obras más conocidas son: Yo, robot; Fundación; Fundación e Imperio; Segunda Fundación. En esta trilogía plantea uno de los temas más apasionantes de ciencia-ficción, referido a un futuro lejano con un encadenamiento lógico que atrapa al lector.

Ray Bradbury, nacido en 1920. Se trata de uno de los autores que han alcanzado mayor fama universal. Sus Crónicas marcianas han conocido numerosas ediciones en diversos países. Quizá su novela más conocida sea Farenheit-451, llevada al cine con acierto por François Truffaut, y que narra con pesimismo las incidencias de una sociedad futura donde el control individual de las personas alcanza límites de terror. En esa sociedad están prohibidos los libros; el título alude a los grados de la escala Farenheit a que arde el papel y con él la letra impresa.

Alfred Elton van Vogt, nacido en 1912. Ha recorrido a través de su extensa obra casi todos los temas relacionados con la ciencia-ficción. La obra El mundo de los No-A, tiene el mérito casi imposible de imaginar un futuro utópico en el que las leyes de la percepción y las formas de pensamiento tradicionales como los objetos externos o la ambientación general del nuevo mundo.

Robert Anson Heinlein, nacido en 1912. Se trata de uno de los autores de ciencia-ficción que con más acierto ha tratado el tema de los viajes a través del tiempo. Este ir desde el presente hacia el pasado o el futuro implica siempre la existencia de atractivas paradojas que bien manipuladas constituyen aciertos narrativos tan sugerentes como los que Heinlein logra en La puerta del tiempo.

Henry Kuttner, nacido en 1914. Su novela Mutante constituye un modelo en el tratamiento literario de las posibles mutaciones humanas en un futuro posible.

Clifford D. Simak, nacido en 1904. Al igual que Kuttner, tiene entre su extensa obra una novela, Anillo en torno al sol, donde se trata de forma maestra el problema de las alteraciones genéticas del organismo humano en un medio diferente al actual.

En fin, la lista podría multiplicarse así que aquí hay una breve visión general de algunos otros nombres importantes: James Blish, Jack Vance, Hal Clement, Theodore Sturgeon, Fritz Leiber, Frederick Pohl, Poul Anderson, etc.

Contenidos temáticos

En el breve repaso del apartado anterior ya se han seleccionado desordenadamente alguno de los temas principales de la ciencia-fición, tales como la paradoja espacio-temporal (Heinlein), las mutaciones orgánicas del ser humano (Simak y Kuttner), el enfrentamiento con sistemas filosóficos y formas de razonar desconocidos (Van Vogt), la utopía política de carácter pesimista (Bradbury), o el mundo de los robots (Asimov).

Ahora se procederá con más orden para facilitar un esquema de aquellos contenidos temáticos que con más asiduidad trataron los escritores de ciencia-ficción de la primera época.

Según acudamos a uno u otro crítico o estudioso de género, el número de temas se reduce o se amplía de forma sorprendente. Esto no es más que el resultado de la utilización de términos más o menos generales. Así por ejemplo, el término "técnica" puede abarcar dentro de sí una temática que incluya desde los robots hasta las naves espaciales.

En este caso, se ha optado por una clasificación de este tipo dejando a la inteligencia del lector la creación de subdivisiones que completen el cuadro. De entre aquellas que cumplen la labor de síntesis a la que ya se ha aludido de forma más precisa está la de J. Ignacio Ferreras, contenida en su obra La novela de ciencia-ficción.

Según Ferreras, que antes de dar su opinión hace algunas consideraciones sobre la selección del crítico francés Jean Cattegno, así como las del inglés Ray Amis, los tres apartados que incluirían dentro de sí todas las posibilidades temáticas de este género son las siguientes:

Ciencias y técnica.

Extraterrestres y mundos paralelos.

La conquista del tiempo.

Para la ampliación de cada uno de estos apartados el lector debe remitirse a la obra ya citada de Ferreras. Su trabajo tiene además el mérito de haber abordado (por primera vez seguramente en castellano) un catálogo de obras y autores muy completo.

LA CIENCIA-FICCIÓN EN EE.UU. A PARTIR DE 1956

Las razones de una crisis

La crisis de la ciencia-ficción en la década de los 50 no significa necesariamente un hundimiento del género, sino más bien la existencia de un cambio muy marcado debido a factores de naturaleza distinta. Se trata, pues, de un momento de reflexión o de ajuste de las nuevas necesidades sociales, que dará lugar finalmente a un renacer del género si bien con algunas características algo diferentes a las de la etapa anterior.

Razones de orden económico y social.

Razones de orden científico.

Razones de orden económico y social

El soporte del género en EE.UU. durante la primera época había estado constituido sin duda alguna por las numerosas revistas especializadas, algunas de gran calidad, que se editaban en aquel país. El auge de las colecciones de bolsillo, por una parte, y el hecho de que los escritores más famosos de ciencia-ficción fueran reclamados por otros medios (cine, televisión, revistas generales como Playboy) con contratos que las primeras no podían ofrecer fue definitivo y colocó en una situación difícil a estas revistas.

Para enfrentarse a la competencia de las ediciones de bolsillo algunas revistas cambiaron de formato, lo que significaba modificaciones importantes tanto en la infraestructura editorial como en los medios de distribución utilizados hasta el momento. Otras revistas, como ya ha quedado dicho, optaron por la fácil solución de ofrecer al lector relatos con "garra", aun cuando su temática se relacionara con el género de forma marginal.

Es de destacar el papel casi heroico que en esta época de cambio jugaron revistas tales como If, Analog, The Magazine of Fantasy and Science-fiction y Galaxy, en las que algunos autores nuevos o menos nuevos se enfrentaron con el reto que todo cambio impone en la búsqueda de nuevos temas y nuevas fórmulas narrativas que devolvieran a la ciencia-ficción su anterior esplendor.

Razones de orden científico

El "Spuntnik I" fue el primero de una serie de satélites lanzados por la URSS al espacio. El hecho sucedía en 1957, cuando todavía no se habían elaborado las consecuencias de la era atómica iniciada con la segunda guerra mundial (1939-1945). Comenzaban a cumplirse algunas de las predicciones lanzadas al público desde la narrativa de ciencia-ficcción.

A partir de este suceso (el lanzamiento del primer "Sputnik") comenzó entre americanos y rusos una carrera espacial que todavía no ha terminado. El avance de los inventos tecnológicos (soporte importante del género) transcurre a una velocidad tal, que la puesta al día es complicada para los propios científicos, cuya especialización creciente limita cada día más su campo de estudio. Llegará un día, como dice John Ziman en La credibilidad de la ciencia, en que el modelo ideal de científico sea aquel que sepa todo sobre nada. (Un buen tema para un cuento de ciencia-ficción.)

Los avances de la informática

En otros terrenos es preciso hacer notar los avances espectaculares de la informática, cuya aplicación práctica en todos los campos va a producir en el entramado social transformaciones mucho más profundas que las que supusieron la aparición de la máquina en la Revolución Industrial.

Si aquella época se caracterizaba por el automatismo, ésta se caracterizará por la automación. La máquina sustituyó el trabajo muscular del hombre; el ordenador tiende a sustituir su actividad mental.

Y cómo no hablar también de la ingeniería genética, rama de la medicina con alguno de cuyos descubrimientos se ha llegado a sustituir la función primera del útero materno (los bebés-probetas) y se han reproducido un número de individuos (ratones) de características exactamente iguales, como si dispusiéramos ya de una fotocopiadora capaz de reproducir seres vivos. (Véase a propósito de esto último el cuento de Sturgeon titulado Cuando hay interés, cuando hay amor.)

Todos estos descubrimientos, y las consecuencias de todo orden que su aparición implica en las sociedades modernas, han sido presentidos con frecuencia por la literatura de ciencia-ficción. Pero su aparición real no deja de suponer un reto para estos novelistas cuya función ha sido ir siempre más allá de los límites reales para darnos una visión de la sociedad futura, que desaparecerá, si no es capaz de adaptarse a las profundas transformaciones de los rápidos avances tecnológicos.

El renacimiento de la ciencia-ficción en EE. UU.

Tras los años de crisis, cuyas causas han sido esbozadas en el apartado anterior, se produce hacia 1966 un renacimiento del género, que se caracteriza por una mayor audacia en los planteamientos narrativos, así como por una imaginación desbordante en el tratamiento de los nuevos temas abordados por la ciencia-ficción.

También en esta época se produce el acercamiento al género de un tipo de lector culto que hasta entonces había permanecido alejado de él por considerarlo como una degradación de la Literatura con mayúscula. Este acercamiento permitió rescatar y valorar las obras importantes de la primera época, cuyas sucesivas reediciones en numerosas lenguas no han cesado de producirse.

Entre los autores que contribuyen a este renacimiento se encuentran Samuel Delany, Philip J. Farmer, Harlan Ellison, Roger Zelany y Philip K. Dick.

Y como dato que muestra el creciente interés del público por el tema no podemos dejar de anotar el éxito que tuvo la exposición internacional de ciencia-ficción realizada en Berna en 1967 y en París al año siguiente.

OTRAS ÁREAS DE CULTIVO

Si bien Norteamérica es el país donde mayor desarrollo alcanza la ciencia-ficción, creando en cierto modo las pautas por las que habrán de regirse aquellas áreas que cuentan ya con una tradición en este género, no podemos olvidar que algunos de sus grandes autores contemporáneos proceden de Inglaterra y, en menor medida, de Rusia, siendo escasas las aportaciones de Francia, Italia, Alemania, etcétera.

Inglaterra

Con todo, se puede afirmar que es dentro del mundo anglosajón donde el cultivo de este género alcanza mayores aportaciones tanto en cantidad como en calidad.

No es raro que Inglaterra se cite en segundo lugar. Se trata de un país pionero en la Revolución Industrial y muchos de sus autores de finales del siglo pasado y principios del XX se interesaron por la novela científica y la narrativa de anticipación. No olvidemos que H. G. Wells ha sido citado entre los principales precursores del género y que hasta el propio Conan Doyle, famoso autor de relatos policíacos, se sintió fuertemente atraído por él. Hay, pues, en Inglaterra una tradición que sólo necesita el empuje que le lleve a dar con las fórmulas narrativas adecuadas para producir la importante obra que nos ha dado en este terreno.

Se da además la circunstancia de que en esta área alguno de los autores que fueron ganados para el género provenían del campo de la literatura no marginal o habían conseguido gran reputación como filósofos o científicos. La aportación de ellos, pues, magnificó esta literatura muchas veces despreciada con títulos que hoy funcionan como clásicos en el mercado mundial. Alguno de ellos se encuentran citados a continuación.

Aldous Huxley, nacido en Godalmieng en 1894 y muerto en Hollywood en 1963. Se graduó en medicina aunque no llegó a ejercer esta profesión. Publicó su primera novela en 1921 alcanzando la fama rápidamente. Su obra es extensa y ha gozado de una consideración crítica notable. Un mundo feliz, aparecida en 1932, se considera ya como un clásico de la ciencia-ficción y se cita a propósito de la progresiva pérdida de la individualidad del ser humano.

George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair nacido en 1903 y fallecido en Londres en 1950. Se trata de un autor altamente politizado. Participó en la guerra civil española en las filas del POUM y en su obra demuestra una preocupación por el futuro de la izquierda socialista, motivada en parte por la experiencia soviética. 1984 es el título de una de las novelas más importantes y más tristes de ciencia-ficción escritas a lo largo de todos los tiempos. En ella se produce una amarga reflexión sobre el futuro de los hombres de un Estado totalitario.

Fred Hoyle, nacido en Yorkshire en 1915. Fue profesor de Astronomía en la Universidad de Cambridge y de Astrofísica en el Instituto de Tecnología de California. En la actualidad goza de gran reputación como hombre de ciencia y, aparte de su descubrimiento sobre el origen de los elementos químicos y de su teoría del estado estacionario del universo, ha elaborado una sugerente tesis según la cual la vida llegó a la Tierra desde el cosmos en estado de congelación. En su novela de ciencia-ficción La nube negra narra la destrucción del sistema solar por un gigantesco organismo cósmico dotado de inteligencia.

Resumidas las aportaciones que a la ciencia-ficción han hecho estos tres escritores británicos, nos encontramos ahora otros nombres importantes de autores especializados: John Brunner, Arthur C. Clarke, J. G. Ballard, Brian W. Aldiss y Michael Moorcock, este último director de revista especializada New Worlds.

Y a propósito de revistas no se deben olvidar Authentic, Nebula y Science Fantasy que con New Worlds formas el grupo más importante de las publicaciones británicas especializadas en el género.

Antes de poner punto final a esta introducción hay que señalar un rasgo que caracteriza a casi todas las obras, su pesimismo sobre el futuro de la humanidad.

El pesimismo como denominador común

Este pesimismo, que se atenúa o desaparece en los autores de los países del este de Europa, suele estar justificado por una desconfianza de orden político más que por un rechazo hacia los avances de la ciencia. En efecto, el escritor de ciencia-ficción disfruta con el conocimiento de los descubrimientos científicos y, sobre todo, con el material especulativo que éstos ofrecen a quienes viven de las ideas, pero desconfía de la aplicación práctica de tales avances, aplicación que en última instancia escapa del control del investigador para pasar a manos del político.

Estos autores han comprendido más que nadie hasta que punto estamos inmersos en un cambio cuyas últimas consecuencias, de no corregirse el actual estado de la cosa no dejan de describir en sus relatos. La tendencia hacia la autodestrucción parece formar parte constitutiva del ser humano y de sus representantes políticos. Ahí están para demostrarlo los numerosos misiles que desde un lado u otro del planeta nos apuntan a la espera de que algún loco apriete por fin el botón que los haga funcionar.

El regreso a una especie de Edad Media como consecuencia de una explosión nuclear ha sido descrito ya por numerosos novelistas. Y según el pensador italiano Umberto Eco, ese regreso se puede dar de todos modos sin que medie tal clase de catástrofe. Bastaría tal vez con que ciudades-monstruos como Nueva York, sometidas a un crecimiento inmenso, permaneciesen sin energía eléctrica durante un par de semanas. El encadenamiento de sucesos terribles a partir de un hecho como ese, que a simple vista puede parecer trivial, conduciría finalmente a los ciudadanos a matarse entre sí por un pedazo de carne.

Y, sin llegar a sucesos tan espectaculares, la simple visión de un mundo donde el control de los individuos alcance el grado de 1984, la novela de Orwell, o de Farenheit 451, de Bradbury, ya es lo suficientemente aterradora como para prestar atención a este género, alguna de cuyas predicciones se han cumplido con creces.
 
 
 

EL AUTOR Y SU OBRA
 

INTRODUCCIÓN

En mayo de 1938, millones de norteamericanos fueron presa del terror; una emisora de radio transmitió noticias que sobrecogieron sus ánimos: los marcianos habían invadido la tierra y estaban aniquilando el planeta, abrasando pueblos, reduciendo a escombros ciudades enteras y exterminando todo tipo de fuerzas que osaban hacerles frente. El fin del mundo parecía haber llegado. Durante ocho horas la emisora voceó angustiosamente el parte de guerra de aquella invasión y miles y miles de radioescuchas desalojaron a toda prisa sus hogares intentando distanciarse por todos los medios de aquella amenaza. La policía hubo de trabajar lo suyo para convencer a los asustados ciudadanos, que bloqueaban en su fuga caminos y carreteras, de que habían sido víctimas de un engaño. Ningún marciano de enorme cabeza había bajado a visitarnos. Aquella emisora que sembró el terror estaba retransmitiendo un espacio sobre ese tema. El talento de un joven director de programas especiales, Orson Welles, y el poder de las palabras fueron las causas de aquel pánico colectivo que ha pasado a la historia. Si gran parte del mérito de que aquella ficción se convirtiese en realidad corresponde a quien la puso en antena, no menos reconocimientos recaen en el creador de la idea original y autor de la novela La guerra de los mundos, que fue la base del programa. Su nombre era el de Herbert George Wells, escritor de aquella historia cuyas palabras invadieron el mundo.

ENTORNO SOCIAL E HISTÓRICO

Cuando el pequeño periódico local del pueblecito de Bromley, situado en el condado inglés de Kent, y a no mucha distancia de Londres, avisó a su reducido círculo vecinal de lectores sobre el feliz nacimiento en la tarde del 22 de septiembre de 1866 del niño Herbert George Wells, nada hacía prever que este recién nacido sería uno de los testigos más lucidos y afamados de su tiempo.

La época victoriana

La Inglaterra de aquel entonces atravesaba una de sus etapas históricas más características: la llamada época victoriana. Esta se corresponde con las dilatada permanencia en el trono británico de la reina Victoria, que, habiendo sido coronada en 1837, sostendría tal símbolo de realeza hasta su fallecimiento en 1901.

Los acontecimientos sociopolíticos más destacados d la sociedad inglesa durante aquellos años fueron los siguientes:

Continuación del desarrollo económico que, habiéndose iniciado en el siglo anterior con la denominada primera revolución industrial, sufrirá una aceleración tan acentuada en los últimos treinta años, que algunos autores hablan de una segunda revolución industrial, en la que el carbón será acompañado, en cuanto a fuente de energía por el petróleo y la electricidad.

Expansión colonial de los países europeos, que, llevados por la necesidad de encontrar materias primas: algodón, caucho, madera, etcétera, se reparten el continente africano y el sur de Asia.

Como consecuencia de la concentración de la población en las zonas fabriles, las ciudades cercen c de forma intensiva y aparecen las primeras formaciones políticas del proletariado organizado en sindicatos (Trade Unions) y partidos de ideología socialista de carácter reformista.

Por otra parte y durante los años de la época victoriana que vivió H. G. Wells, deberán destacarse dos fenómenos que tiñeron con relieves muy especiales la vida inglesa en aquel tiempo: el maquinismo y la moral victoriana.

El maquinismo nace como efecto del espectacular avance de la ciencia y de la técnica, que permitió la aparición sucesiva de toda una serie de instrumentos hasta componer una especie de catálogo de maravillas científicas: el teléfono, el micrófono, el alumbrado eléctrico, el gramófono, el motor de gasolina, la máquina de escribir, la máquina de segar, el cine, etcétera. Las máquinas parecen ocupar el lugar de los dioses, así como en el paisaje las chimeneas de las fábricas ocultan las tradicionales torres de campanario y el prestigio de clérigos y humanistas se eclipsa ante el de los nuevos sacerdotes: los científicos, algunos de los cuales sentarán en este periodo los pilares del mundo contemporáneo como es el caso de Darwin, con su teoría sobre la evolución del hombre y las especies; Pasteur, que dio al traste con la creencia inmemorial en la generación espontánea de los gérmenes, o Mendeleyev, que al publicar su Tabla Periódica de los Elementos creó las bases de la química moderna.

La moral victoriana es un fenómeno sociológico que está correlacionado con la prosperidad material de la burguesía durante aquel tiempo y que provocó que los valores éticos de este grupo social se convirtiesen en la única escala de valores aceptable socialmente: el autoritarismo patriarcal en la familia; la condena hipócrita de cualquier hecho relacionada con el sexo; la gazmoñería en las costumbres; la huida de cualquier referencia a lo desagradable de la vida y en general la defensa del orden establecido basándose en un respeto falso eran las claves de aquella vida social que se resistió duramente a aceptar cualquier tipo de cambio o innovación que alterase alguno de aquellos valores.

La Europa de las guerras

Cuando H. G. Wells falleció en 1946 había sido testigo de las dos catástrofes bélicas mayores que ha presenciado el mundo: la primera y segunda guerras mundiales. En 1914 y 1939 el mundo fue escenario de unos enfrentamientos cuya causa última descansaba en las rivalidades nacionalista que se habían forjado en los últimos años del siglo XIX. Aquellas guerras demostraron que las máquinas, creadas para la paz, podían fácilmente transformarse en herramienta de violencia y que el crecimiento económico tenía que ser reordenado para evitar tanto la explotación desmesurada de los trabajadores como la competencia salvaje de unos países con otros en su afán de encontrar materias primas baratas o acaparar mercados donde vender sus productos.

De entre los acontecimientos que jalonaron aquel tiempo y de los que el autor de La máquina del tiempo fue sin duda atento y estudioso espectador deben tenerse en cuenta la Revolución rusa de 1917, que supuso la toma del poder político y económico por el proletariado y por tanto la esperanza para muchos, desencantados más tarde, de que la utopía comunista podía ser una realidad; la gran crisis económica de 1929, que terminó con las ilusiones de quienes con fiaban en un progreso continuo del bienestar general, y la publicación de los trabajos de Albert Einstein, sobre los que se fundamentaría la producción de la bomba atómica, cuya primera explosión tuvo lugar el mismo año en que murió nuestro autor y que cierra en su dualidad ( átomos para al guerra, átomos apara la paz) toda la tragedia de la aventura científica y social de nuestros tiempos.

El entorno cultural

Los hombres no son seres que vivan aislados sino seres sociales que nacen, se desarrollan y crean sumergidos en una sociedad determinada que delimita sus posibilidades. Pensamos a partir de lo que otros han pensado antes o piensan con nosotros, actuamos en una realidad social que nos encontramos hecha y que o bien aceptamos o bien intentamos con nuestra actividad variar. Elegimos nuestras ideas entre las ideas que nuestro tiempo ofrece. Somos a la vez herederos de un tiempo y creadores de un porvenir. Mal comprenderíamos la obra de H. G. Wells si no indicásemos, aunque sea brevemente, cuáles fueron los referentes literarios con los que hubo de convivir y entre los que tuvo que elegir.

Cuando H. G. Wells inició su obra literaria, el panorama de la novela inglesa estaba dominado por los continuadores de lo que se llama la gran época de la novela, aquella que forjaron novelistas como los franceses Balzac, Flaubert o Zola, los ingleses Dickens, Jane Austen o las hermanas Brönte, los norteamericanos Hawthorne y Melville o los españoles Pérez Galdós y Valera. Los autores más cercanos a su época dentro de su país eran Thomas Hardy, George Meredith y George Eliot, que continuaban cultivando la novela realista.

La generación literaria de nuestro escritor (entendiendo por generación un conjunto de escritores que comienzan a publicar en fechas semejantes) está a caballo temporalmente entre uno y otro siglo y literalmente entre la novela tradicional y la novela moderna. Algunos de los novelistas de su generación nos parecen hoy continuadores de la novela clásica decimonónica: Rudyard Kipling o John Galsworthy, mientras que otros parecen anunciar ya la novela contemporánea: Henry James, Joseph Conrad.

Características de la novela clásica son el uso del lenguaje cotidiano, la búsqueda de lo verosímil o posible en los temas, la observación detallista de la realidad y la presencia de un narrador omnisciente que maneja a su antojo los personajes. Frente a ella, la novela contemporánea contiene como rasgos diferenciadores el uso de un lenguaje muy elaborado, el tratamiento de temas complejos u obscuros, el alejamiento de los temas realistas, la escasez de descripciones prolongadas y la mayor autonomía de los personajes frente al poder del autor-narrador.

Al analizar la obra de H. G. Wells, comprobaremos que, aun cuando formalmente sus novelas son de corte clásico o decimonónico, reúnen una serie de condiciones que hacen muy difícil su encuadramiento, a pesar de que la desbordante fantasía de sus primeras producciones lo emparentan con tan ilustres escritores como Jules Verne, R. L. Stevenson o Cyrano de Bergerac.

EL AUTOR

Una familia humilde

La casa donde Herbert George Wells vino al mundo estaba situada en la calle principal del pequeño pueblo de Bromley (Kent), muy cercano por entonces a Londres y hoy en día integrado como un barrio más en la capital británica.

En el momento de nacer, su padre, Joseph, y su madre, Sara, eran propietarios de una reducida tienda de objetos de porcelana y otras variedades de menaje doméstico. No era un buen negocio, y el nacimiento de H. G. Wells, tercer hijo varón del matrimonio, aumentó las preocupaciones en la familia. Los padres, que se habían conocido siendo sirvientes, él jardinero y ella doncella, en una mansión noble de la comarca, y que a base de ahorros y esfuerzos habían logrado montar aquel negocio, se vieron en la necesidad de encontrar nuevas fuentes de ingresos para sacar adelante a la familia, y así ella vuelve a tomar su antiguo empleo y el padre aporta nuevas entradas monetarias gracias a su habilidad como jugador de cricket, deporte tradicional inglés semejante al béisbol.

Aun cuando el propio H. G. Wells nos dice que la influencia de su padre, aficionado a la lectura, resultó más decisiva para su futura vida que el papel de su madre, sus biógrafos están de acuerdo en entender que el peso familiar descansaba en la figura materna y que será ella quien intente trazar el destino de sus hijos. Con la intención de hacerles subir un peldaño en la rígida escala social de su tiempo, decide prepararlos para que entren el día de mañana como dependientes de comercio u oficinistas, en cuyos modales y vestimenta, levita negra y alto cuello blanco, veía una divisa de honorabilidad y rango superior.

La escuela

Los primeros estudios los realizó en una escuela privada, regida por un antiguo conserje llegado a maestro, Thomas Morley, dotado de escasas habilidades pedagógicas y aún menos conocimientos. De aspecto feroz y de carácter colérico, seguía al pie de la letra la antigua máxima de que "la letra con sangre entra". Su frase favorita era "la primera ley del cielo, señores, es el orden". De aquellas circunstancias, que Wells relata en su novela Kipps, guardara siempre un amargo recuerdo. En alguna de sus cartas escribe literalmente: "No recuerdo que me enseñaran nada en la escuela. Pero nuestra pérdida era principalmente negativa, crecíamos embotados."

Una caída afortunada

A los ocho años sufre una caída y se fractura la canilla de una pierna, debiendo guardar cama durante algunas semanas. El médico del pueblo colocó mal el hueso y hubo de romperlo de nuevo para reparar el error. Durante largo tiempo ha de permanecer instalado en la sala de su casa, y encerrado entre sus cuatro paredes descubre un enorme horizonte: la lectura. A lo largo de la convalecencia devora los libros que su padre le proporciona y se desarrollan en él el hábito y el placer de la lectura. Dickens y Washington

Irving son sus primeros novelistas favoritos. Con razón hablará de aquella caída como de uno de los momentos más afortunados de su vida.

Primeros empleos

Finalizados los estudios de cultura general y contabilidad, entra de ayudante de caja en un almacén de tejidos, pero sus tendencias a estar en la luna y soñar despierto, añadidas a su mínima falta de interés, no le convierten precisamente en el empleado óptimo para el desempeño de dicho oficio. Lo despiden y pasa entonces, y durante una breve temporada, a ayudar a un pariente que dirige una escuela, tarea que le satisface y le permite dedicar tiempo a su vicio favorito: los libros.

Pero la desgracia parece acompañarle. La escuela quiebra por falta de alumnos y nuevamente ha de trabajar en un almacén de paños, donde aparte de desarrollar tareas manuales, ha de permanecer interno durmiendo en el triste barracón de los trabajadores. Un día, cuando a las once de la noche apagan la luz y ha de interrumpir su lectura, decide abandonar no sólo aquel lugar, sino también aquel camino de la vida.

Una fuga y un telescopio

Tomada aquella decisión, se aleja del almacén y, andando más de cuarenta kilómetros, va a ver a su madre en la mansión de Uppark, donde ésta trabaja como criada de confianza. Aquel adiós y aquella caminata los recordará como " tal vez lo más grande de cuanto he realizado en mi vida".

Pasa entonces una breve temporada viviendo con su madre y entra en contacto, merced a su acceso a la biblioteca de los señores de la casa, con la obra del filósofo evolucionista Herbert Spencer; lee a Platón, a Voltaire y algún ensayo político que, como Los derechos del hombre, de Paine, uno de los padres del socialismo inglés, le causará profunda huella. En este intercambio placentero reconstruirá un telescopio desmantelado, que por azar encuentra, y contempla hechizado la armonía muda e imperecedera de las estrellas y planetas, que desde entonces servirán de fondo a todas sus imaginaciones.

Botica y escuela nocturna

La necesidad económica lo obliga a colocarse de nuevo en una botica, que años más tarde describirá en su novela El sueño, que, al igual que gran parte de sus escritos, contiene pasajes autobiográficos. Al tiempo se matricula en una escuela nocturna y, encontrándose con un buen maestro y ayudado por su pasión por el estudio, se interesa por aprender los conocimientos científicos del momento: la astronomía, la geología, la física, la biología, a la vez que se convierte en un evolucionista y admirador de Charles Darwin.

Los años felices

Habiendo destacado en sus estudios, es propuesto para seguir con una beca de estudios superiores en la Escuela Normal de Ciencias de Londres y, lograda su admisión, se traslada a esta ciudad para cursar diversas disciplinas. Entre sus nuevos maestros destaca la presencia de T. H. Huxley, eminente fisiólogo, defensor de Darwin y abuelo del futuro novelista Aldous Huxley. Para H. G. Wells aquellos años de estudio constituyeron sus primeros momentos de felicidad.

Instalado en Londres, ya casado con Isabel, una parienta lejana y de quien se separa pronto, desarrolla una actividad exhaustiva: estudia, investiga, da clases particulares y comienza a publicar en une revista científica sus primeros trabajos de carácter pedagógico. Terminados los cursos de la Escuela Normal, se sitúa como profesor auxiliar en una escuela de medicina de calidad donde dejará un recuerdo de maestro exigente, preparado y bien dotado de excelentes condiciones para la enseñanza. Al tiempo se casa por segunda vez con una antigua alumna, Catherine Rollins, y colabora en diversas revistas y periódicos. Aquellos tiempos de tremendo esfuerzo, unidos a la estrechez económica en que vive, resienten gravemente su salud. Pesa por entonces cuarenta quilos. Una mañana, tras hacer un ligero trabajo físico, tiene un vómito de sangre. El diagnóstico es claro: tuberculosis. Abandona la enseñanza y dedica su tiempo a redactar colaboraciones en la prensa, al tiempo que dirige la sección de Ciencias Naturales de una academia de enseñanza por correspondencia, incluyendo el papel que tal práctica podría representar en el futuro y que las actuales universidades a distancia han corroborado.

Novelista de éxito

Entre 1893 y 1894 Wells escribe una especie de relato fantástico, Los eternos argonautas, que aparece de forma periódica en la revista "National Observer". Cuando esta revista se cierra, su editor, Henley, crea la "New Review" y desea para ella una novela sensacional, ofreciéndole una cantidad estimable a Wells para que escribiese una, recogiendo el tema de aquel antiguo relato: un viaje al futuro.

En quince días de arduo trabajo rehizo aquel material y terminó La máquina del tiempo, que aparece primero en forma de serie y más tarde como libro. Fue un éxito instantáneo. Se hablaba del libro en todas partes. Se vendía. Se calificaba a su autor como hombre genial. De repente se había convertido en un autor de fama a quien todos los periódicos pedían colaboraciones. Abandona, aunque no de forma total, el periodismo y se dedica a escribir. En el mismo año publica La visita maravillosa, y en los tres años siguientes tres novelas que cimentaron y acrecentaron su prestigio: La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos.

De esta manera, y a los veintinueve años, se halló dueño absoluto de su libertad. Independiente económicamente, y con un prestigio de escritor con imaginación brillante, cálida humanidad y enorme originalidad mental, se encontró en una posición inmejorable. Nos e durmió en los laureles.

Una casa frente al mar

El éxito económico que acompaña sus primeras publicaciones le permitirá a H. G. Wells cumplir una ciega ilusión: tener una casa propia en un lugar ameno y grato donde poder seguir trabajando. Cuando el siglo XX inicia su andadura, el matrimonio Wells se traslada a su nueva residencia: la Casa de las Espadas y allí, cuidando su precaria salud, haciendo deporte y dedicando la mayor parte del día a la dura tarea de escribir, pasará los años mejores de su vida. Pronto dos hijos varones alegrarán las paredes de la nada ostentosa peor sí agradable mansión.

Encuentro con el socialismo

En 1883 un grupo de intelectuales había creado en Londres un club político, la Sociedad Fabiana que propugnaba un socialismo evolucionista y moderado. La preocupación de H. G. Wells por los temas políticos y por el socialismo en concreto era evidente aun antes de haberse consagrado como escritor. Una lectura atenta de La máquina del tiempo que la reflexión de la posibilidad sobre el socialismo o el comunismo ocupaba su mente. Al poco de publicar Anticipaciones, un ensayo sobre los problemas sociales y políticos de su tiempo, los Webb, fundadores del grupo de los fabianos, lo convencen para que se integre a ellos. Allí se encontrará con otros miembros destacados de la cultura inglesa, como el autor teatral y futuro premio Nobel Bernard Shaw, y el filósofo Bertrand Russell. Para aquella sociedad escribió varios manifiestos y dedicó gran parte de sus energías a su organización y difusión.

Su socialismo se basaba en la idea de que el progreso de la humanidad pasaba por la necesidad de erradicar la pobreza e incrementar la cultura. Veía en la educación el arma principal para la transformación del mundo. Resumía sus ideas en el eslogan "el hombre para el hombre", oposición al comunismo que lo entendía como "el hombre para el Estado", y al cristianismo "el hombre para Dios". Su fuerte carácter individualista chocó pronto con las rígidas normas de los fabianos y su colaboración con ellos no se prolongó demasiado tiempo.

Un inconformista

Su buena posición social, su más que sustanciosa fortuna y el éxito social que lo acompañó durante el resto de sus días no diluyeron sus ideales de buscar y defender la verdad y la libertad. Estuvo siempre al lado de los desventurados y de los perseguidos: apoyó el movimiento sufragista, luchó desde la tribuna de sus libros y escritos periodísticos contra la hipocresía de la moral burguesa, participó activamente en las campañas laboristas y continuó defendiendo la necesidad de educar a la humanidad. Aporta libros de divulgación histórica y científica con esa mira y continúa, dice su biografía "dándole cada día al martillo del trabajo literario".

Las mujeres en su vida

En pleno siglo XVIII, un ilustrado catedrática de Fisiología en la Universidad de Salamanca, don Fernando Mateos Beato, sostuvo la teoría de que la capacidad de amor dependía del volumen del bazo. Según tan excéntrico sabio, cada historia de amor producía la aparición de una señal circular en dicha víscera. Si tal afirmación fuese cierta, un análisis del bazo de H. G. Wells al final de sus años mostraría semejanzas con el corte transversal del tronce o de un árbol. Un hombre como él, vitalista y apasionado, no podía menos de atraer con su fuerte personalidad atraer a muchas mujeres, y ser atraído a su vez por muchas de ellas. Dejando aparte su primera y fallida experiencia matrimonial, dos mujeres ocuparon un lugar destacado en su biografía: Amy Catherine Rollins, su segunda mujer y Rebeca West, a quien conoció en 1914 y con la que tuvo un hijo varón. Para Wells su ideal femenino era combinación armónica de atractivo sexual y camaradería intelectual, y defendió frente a la hipocresía moral dominante, la necesidad de "un sistema nuevo de relaciones entre el hombre y la mujer, a salvo del servilismo, de la agresión, de la provocación y del parasitismo". Sus novelas Ana Verónica y Juana y Pedro recogerán estas ideas.

Las últimas décadas

Desde la primera guerra mundial desarrollará una exhaustiva labor dando conferencias, publicando nuevos libros y haciendo oír su voz desde los mejores periódicos mundiales. Su objetivo es conseguir que los hombres superen sus mayores motivos de enfrentamientos, crear una conciencia común entre todos los pobladores del mundo e instrumentar una organización, la Sociedad de Naciones (antecedente de la actual ONU), que gobernase el estado Tierra. La segunda guerra mundial supuso el fracaso de sus esperanzas.

Su último adiós

Acosado por los achaques físicos que le habían perseguido durante toda su vida, tuberculosis y lesión de riñón, se refugió durante sus últimos años en su finca de Easton Glebe, dedicado a la revisión de sus obras completas. El trabajo siguió siendo su horizonte cotidiano. En la tarde del trece de agosto del año 1946 llamó a su sirvienta y le pidió un pijama. Desde su lecho miró a los amigos que le acompañaban y les dijo: 2Proseguid, yo ya lo tengo todo." Pocas horas después murió. Como el viajero del tiempo también él había entrado en el futuro.

LA OBRA

Sus novelas

Es difícil resumir la obra de un autor tan polifacético como H. G. Wells.

Como periodista, ensayista y novelista, además de alguna aventura teatral, sus más de cien obras publicadas resisten cualquier intento de síntesis bajo una etiqueta u otra. Hay muchos Wells. Parte de su obra ha permanecido con mayor suerte que otra, pero en su mayoría sus novelas y escritos continúan vigentes. Aunque en realidad sus obras forman un conjunto interrelacionado, a continuación tenemos una agrupación de éstas según su contenido básico y su género literario:

Novelas científicas: como novelista científico y padre de la ciencia-ficción, está popularmente considerado. La máquina del tiempo, La visita maravillosa, La isla del Dr. Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos son los títulos más representativos de este grupo. En ellas confluye la formación científica del autor y su temperamento de reformador moralista y social con sus innegables dotes de artista. Comparado muchas veces con Jules Verne, sus talentos literarios son sin embargo divergentes, la imaginación del autor de La vuelta al mundo en ochenta días era detallista: pensaba y calculaba, por ejemplo, el calibre y trayectoria del proyectil que llevaba a sus personajes hasta la luna. Wells, en cambio, resuelve el problema inventando una sustancia, "la cavorita", que actúa contra las fuerzas de la gravedad. Cada una de estas novelas encierra un sentido moral: La máquina del tiempo, la responsabilidad del hombre ante la humanidad; El hombre invisible, los peligros que engendra el poder sin un control ético, y La isla del Dr. Moreau, la necesidad de combatir los instintos animales del hombre con la disciplina educativa. Falta en estas novelas toda profundización en el elemento humano, los personajes son meros pretexto para comunicar ideas y circunstancias. Seguramente esto ha inducido a ciertos críticos a calificarlas como "libros para niños". Puede admitirse que alguna de las cualidades sobresalientes de estas historias derivan del hombre de ciencia más que del artista. Pero precisamente por su fuerza imaginativa y su penetración narrativa han permanecido más vivas que otras literariamente más conseguidas.

Novelas de la vida: en la primera década del siglo XX, Wells escribió, según ciertos críticos, lo mejor de su obra. Son novelas como Kipps, Tono-Bungay, La historia de Mr. Polly, El amor y Mr. Lewishan, en las que aplica todo su amor, capacidad de expresión, humor e imaginación para recoger en ellas todo el espectáculo de la vida de gente humilde que lucha contra su medio social. Son novelas, frente al resto de su producción, escritas más con el corazón que con el cerebro.

Novelas ideológicas: si en todas sus novelas está presente el contenido ideológico, de carácter socialista, en este último grupo lo ideológico ya no es un telón de fondo o un discurso que aparezca salpicando la acción. En novelas como El nuevo Maquiavelo, El señor Brithing, Dios, Rey invisible o Juana y Pedro, lo ideológico lo es todo y los personajes son tan sólo encarnación de una idea o de una teoría. Son sus novelas peor valoradas en la actualidad, pues el paso del tiempo ha vuelto farragoso lo que sin duda al publicarse era polémico.

Sus ensayos

Entre sus ensayos podemos distinguir los de carácter político-social y los históricos. Los primeros son exposiciones de sus teorías sociales y políticas y reflejan su pensamiento a cerca de la necesidad de lograr un socialismo democrático y humanista. Anticipaciones, La humanidad en formación y Una Utopía moderna son los más conocidos.

Al campo histórico se aproximó H. G. Wells llevado por su idea de dotar de una conciencia común a la comunidad humana. Esquema de la Historia e Historia breve del mundo son libros que todavía hoy sorprenden por la acertada labor de síntesis que representan.

Su labor periodística

Sus escritos en prensa diaria y en todo tipo de revistas ocupan gran parte de sus obras completas. H. G. Wells gustaba más de ser conocido como periodista que como escritor. La divulgación científica, la polémica política y las reflexiones pedagógicas son el tema de la mayoría de sus artículos.

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

La primera novela

Recogiendo aspectos diversos de algunos relatos anteriores, H. G. Wells escribió esta obra por encargo en quince días de arduo y fatigoso trabajo. Con ella se consagró en el mundo literario. Su carácter de "opera prima" del autor hace su estudio más apasionante, pues en ella, como en una semilla, reside ya todo el fruto, se encuentran las raíces del resto de sus novelas.

El tema central

Aun cuando "el argumento" sea un viaje al futuro remoto y la descripción de la sociedad en el año 802.701, el tema central de la novela s la responsabilidad de los hombres con respecto al porvenir. La forma de vida, las costumbres, las crueldades y la decadencia que el viajero del tiempo encuentra en su periplo es el resultado de lo que cada generación humana realice en su presente. Esa es la lección y la clave que la novela encierra.

Estructura

A lo largo de la novela pueden distinguirse dos bloques narrativos diferentes: uno formado por el antes y el después del viaje, en el que predominan los diálogos y escrito en tercera persona, y otro, el relato del viaje en sí, escrito en primera persona, y que contiene el tema central de la novela y la descripción de la sociedad del futuro.

El ritmo narrativo

En el primer bloque predomina la intención de acrecentar la atención del lector una vez que se le han dado a conocer los poderes de la máquina del tiempo. La escena en el que el modelo a escala reducida desaparece, la aparición fantasmagórica del viajero y la demora que en los contertulios y en los lectores produce la necesidad de éste de comer antes de "contar" lo que todos ansían conocer, es un acierto narrativa relevante, pues materialmente introduce deseos en el lector por saber qué había y cómo era el futuro.

El relato sobre el viaje, escrito en primera persona, avanza tanto a base de descripciones fantásticas como por razón de las explicaciones diferentes, "las causas", que el viajero va dando, a sí mismo y al resto, acerca de aquel estado de cosas. El suspense que la terminación de las cerillas inyecta a la acción es también toda una prueba del bien saber narrar del autor.

El estilo

La prosa de H. G. Wells no destaca precisamente por su calidad literaria; busca en ella primordialmente la funcionalidad y no la belleza de la palabra o la armonía de la frase. Para H. G. Wells, la literatura (son sus propias palabras) "no es orfebrería y su finalidad no es la perfección; cuanto más se piensa en cómo debe hacerse, menos se logra. Estas debilidades conducen a un camino fatal, que se aparta de todo interés natural para ir hacia el vacío de un esfuerzo técnico, un egoísmo monstruoso de artífice".

La calidad de su escritura reside más en su fuerza natural y en su intencionalidad crítica que en valores del lenguaje o técnica literaria. Sin embargo en algunos momentos consigue párrafos de gran calidad poética, y las escenas con Weena en esta novela son leal prueba de ello.

Los protagonistas

La máquina. El artefacto que ha de permitir llevar a cabo tal fantástico viaje es sin duda uno de los personajes principales. Aun cuando su mecanismo y modo de funcionamiento no se describen con demasiada verosimilitud (posibilidad de ser real), su aspecto externo, sus elementos y calidades se describen minuciosamente para que el lector la sienta como existente.

El viajero del tiempo. El personaje clave de la novela, mediante el cual el autor nos cuenta, al tiempo que la propia materia narrativa, cómo es el futuro, su visión del mundo y de la sociedad. Si al principio de la novela aparece como un sabio lleno de teorías y palabras abstractas, cuando la novela termina, las emociones, miedo, ternura, valentía, sagacidad por las que pasa lo han llenado de una calidad humana que despierta la simpatía del lector.

Los Eloi y los Morlocks. Las dos clases de habitantes del futuro se describen como seres de psicología muy primaria. Nada se sabe sobre su pensamiento. La impresión que recibe el lector de la novela es que se trata de dos razas de animales inhumanos o, mejor, degeneraciones del hombre. Es importante observar que, como fiel admirador de las ideas sobre la evolución del hombre de Darwin, el autor los dota de apariencia exterior y potencias intelectuales en coherencia con su medio ambiente.

Weena. Esta protagonista es quizá uno de los mejores hallazgos novelescos de H. G. Wells. Un ser primario, asustadizo y débil, pero que por su capacidad de sentir amor, ternura y lealtad representa el único motivo de confianza en la humanidad que se encuentra en la novela.

Los amigos del viajero. Los testigos de las palabras del viajero del tiempo, sabios y periodistas en su mayoría, no simbolizan sino la sociedad contemporánea de H. G. Wells con su pluralidad de ideas, su escepticismo y su fe de carbonero. Son un mero pretexto para que se escuchen las teorías que sitúan científicamente, "crean la atmósfera necesaria" al contenido fantástico de la aventura.

Valoración final

La máquina del tiempo, además de una muy estimable novela de aventuras por la prodigiosa imaginación que el autor pone en ella, constituye un libro de gran valor para quien quiera acercarse a la obra de H. G. Wells, pues combina en ella sus preocupaciones científicas con sus pensamientos sociopolíticos, los dos polos que delimitaron su vida.


La información de esta página ha sido extraida de: "La Máquina del Tiempo" , Editorial Anaya, 1982.


Copyright © Cristina Valiente Puchal