EL ASEDIO
REBELIÓN Y PERIODO DE DEFENSA DE MASADA POR LOS ZELOTES
Después de la muerte de Herodes, Masada sirvió como guarnición de los legionarios. Estos fueron expulsados por Ménahem, jefe de la revuelta, y un grupo de judíos fanáticos que se apoderaron de la ciudadela al principio de la rebelión del año 66 d.C. Después de la caída de Jerusalén se le unieron unos pocos patriotas supervivientes de la capital que habían escapado de que les hicieran prisioneros. Después de recorrer un largo y duro camino a través de la desértica tierra judía, continuaban, obstinados, su batalla hacia la libertad. Teniendo a Masada como punto de partida hostigaron a los romanos durante dos años.
En el año 72 de nuestra era, Flavio Silva, el gobernador romano, decidió aplastar este bastión de resistencia. Se dirigió a Masada con la Décima legión, sus tropas auxiliares y miles de prisioneros de guerra que acarreaban agua, madera y provisiones a través de la árida meseta. Los judíos, al mando de Eleazar Ben Yair, se prepararon para la defensa de la roca utilizando las fortificaciones, tanto las naturales como las hechas por el hombre, y racionando sus provisiones en los almacenes y cisternas.
EL OTRO LADO DE LA COLINA / EL SITIO
El testimonio más impresionante del valor de los sitiados lo constituyen los restos de los campamentos romanos y las construcciones para el asedio que rodean Masada. Y también son muestra de que los romanos se dieron perfecta cuenta de las dificultades que les esperaban al intentar apoderarse de la fortaleza con sus 960 zelotes.
Los restos romanos representan uno de los ejemplos más perfectos de asedio de todo el imperio romano.
Cuando Bassus murió, Flavio Silva le sucedió como procurador; éste cuando vio que todo el resto del país estaba ya dominado en esta guerra y sólo un único bastión que se hallaba todavía en rebelión, reunió a todo su ejército, que se encontraba en diferentes sitios y organizó una expedición ofensiva. Estableció a la guarnición en los sitios más adecuados y construyó una muralla alrededor de la fortaleza, también emplazó su campamento en un sitio tan apropiado como el que había escogido para su asedio. Así Silva hizo una vez más buena la idea de Julio Cesar “Se ganan más guerras con la azada que con la espada”.
Pero, en realidad ¿cual era el objetivo militar de Silva? Sabía que no bastaba con un asedio para que se rindieran, ya que sabía que poseían cantidad considerable de agua y provisiones. Así rendirlos por asedio haría costado mucho tiempo y Silva no podía permitírselo, ya que tenía que conquistar Masada antes de que empezase el ardiente verano y además hay que tener en cuenta que Judea había sido vencida. En Roma se levantaron arcos de triunfo. Pero aquí en este último reducto, quedaba un puñado de rebeldes desafiando a todo el poderío de Roma. Esto constituía un doble peligro: los rebeldes podían utilizar Masada como base para hacer incursiones contra campamentos y unidades del ejército romano, pero también, por su mera existencia los Zelotes podían prender de nuevo las brasas de la rebelión, que de hecho no dejaron de arder, como lo prueba la revuelta de Bar Kochba, que ocurrió sesenta años después de la caída de Masada. No es raro que la conquista de Masada no fuese celebrada en Roma o, por lo menos no se encuentre mención de ella en los anales romanos de aquel tiempo, según los registros romanos, Judea había sido conquistada tres años antes y hasta circulaban monedas con la inscripción Judea Capta.
Es por todas estas razones por las que el general romano tenía planeado desde el principio un asalto a la fortaleza.
La muralla alrededor de Masada que tanto costó construir se hizo para evitar la huida de los defensores asediados. Ésta tenía casi dos metros de grosor y fue además fortificada en su parte este con doce torres construidas a intervalos. No menos impresionantes son los ocho campamentos alrededor de la fortaleza.
Los campamentos tenían una función triple: cuarteles para las tropas, dominio de posibles rutas de fuga desde la cima y defensa contra cualquier incursión por sorpresa. El tamaño y emplazamientos de los campamentos estaba de acuerdo con las funciones que debían desempeñar.
Había dos campamentos grandes y seis pequeños, los mayores se hallaban fuera de la muralla de circunvalación (el B y el F), ambos son muy similares en tamaño y planificación al campamento clásico romano y fueron guarnecidos por el grueso de la décima legión, la fretensis. De lo dicho por Flavio Josefo se puede deducir que el cuartel general de Silva se encontraba en el campamento F, cerca de la rampa de asalto, además desde este punto Silva si quería podía hablar con Eleazar ya que la acústica en este punto es tan clara que lo que se dice en la cumbre de Masada desde aquí se escucha. Así es fácil de imaginar el intercambio de maldiciones que debió producirse entre ambos bandos en la “guerra psicológica”.
En el rincón noroeste del campo se levantaba un campamento más pequeño fortificado por torres. Pero este campamento fue levantado en una fecha más tardía.
Los campamentos B y F tienen cuatro entradas, una en cada uno de los lados que conducen a los dos caminos de dentro del campamento. La calle que va desde este a oeste era la del cuartel general (via praetoria) y la que va de norte a sur era la de los jefes de las tropas (via principalis). En los campamentos romanos clásicos, los nombres dados a las cuatro entradas eran: porta praetoria (entrada principal), y porta decumana (trasera), porta principales dexterior ( puerta de la derecha) y porta principales sinister (puerta de la izquierda). Estas entradas estaban protegidas por murallas interiores (claviculae).
Desde el campamento B se podían identificar los edificios principales y su situación: la comandancia (praetorium) con su gran patio central, que tenía un refectorio (triclinium) con cabida para doce personas; lugares sagrados y de ceremonia; el estrado (tribunal) consistente en un cuadrado con una rampa donde se colocaba el jefe militar cuando presenciaba desfiles o arengaba a las tropas; los altares (arae) para los sacrificios de la Legión; el observatorio de pájaros (el auguratorium) desde donde los sacerdotes del campamento podían determinar los augurios. Estos campamentos también poseían una plaza de mercado (forum) y una tesorería (Questorium). Las características más sorprendentes tanto de los campamentos pequeños como de los grandes eran los cientos de “unidades para el rancho” (contbernium), en cada una de als cuales podían acomodarse ocho o nueve soldados. Eran en realidad como bases para tiendas de campaña, este sistema resolvía los problemas de alojamiento de las tropas. Cada tienda tenía su propia instalación para dormir y para comer, el interior, la mayoría, estaba construido en forma de triclinium (bancos de piedra en los que los soldados dormían y se sentaban para comer).
Los campamentos pequeños se diferenciaban de los grandes también en su situación, todos, salvo el C, están adosados a la muralla de circunvalación. El A cerraba cualquier posible infiltración desde Wadi Sebbeh, igual que el D. El C, al igual que los grandes, tendría la misión de vigilar el tramo del “sendero de serpiente”. El E se encontraba en el punto más estratégico desde el punto de vista de los sitiados, ya que desde este lugar era posible impedir a los defensores la bajada a las dos cisternas situadas en la ladera occidental para sacar agua. El campamento G estaba colocado para impedir la bajada desde la fortaleza y el H estaba en la cumbre del promontorio que se encuentra al sur de Wadi Sebbeh y desde allí era posible ver incluso lo que sucedía en la cima.
Cada una de los campamentos podía acuartelar cinco centuriae de tropas auxiliares y los campamentos C y E podían albergar cada uno a casi mil. Así los campamentos alojarían a casi 9000 soldados incluida la legión. Pero la totalidad de las fuerzas llegaría a los 15000 hombres, si agregamos a los miles de prisioneros judíos que eran empleados para transportar agua y alimentos y trabajar en la construcción. Alrededor del campamento romano vivía u heterogéneo grupo de seguidores de los soldados y mercaderes, los restos de sus chozas se pueden ver en las inmediaciones de los campamentos.
Posteriormente a al construcción de los campamentos, se construyó la muralla de circunvalación, Una vez construida ésta, el general Silva ya estaba preparado para el ataque, con los defensores de Masada perfectamente encerrados.
- LA RAMPA
Construida por los romanos como un terraplén de asalto en la ladera oeste de Masada, que asciende hacia la muralla de casamatas hasta el extremo norte de su entrada oeste, es una de las más interesantes estructuras de asedio del ejército romano que existe en el mundo hoy en día. 0,9144
La distancia entre la base de la pendiente y la muralla de casamatas es de unos 73 metros. Hoy puede verse como la pare alta de la rampa no llega del todo hasta la muralla. Al final de la rampa se construyó una torre de asedio a la que pudo subirse un ariete. Éste contaba con una superestructura provista de catapultas adicionales con las que arrojaban dardos y piedras.
Los defensores de la cumbre mientras se construía esta rampa debieron hacer todo lo posible para entorpecer el trabajo, pero la concentración del ejército en un punto hacía imposible para los sitiados hacer un contraataque efectivo que pudiera batir al enemigo en un frente tan pequeño, sobretodo por que el ejército romano podía proteger a sus hombres con los arqueros. Así al final los romanos terminaron la construcción, transportaron sus máquinas de guerra y abrieron una brecha en la muralla de casamatas. Esta brecha fue obra del ariete, manejado desde el interior de la torre de asedio.
Los últimos días del asedio, los romanos arrojaron teas encendidas que prendieron fuego a las vallas de madera construidas por los Zelotes para tapar la brecha que habían abierto las legiones. Repentinamente la dirección del viento cambió y empezó a solar desde el norte, dirigiendo las llamas hacia los romanos. Entonces, como por mandato divino, el viento volvió a cambiar de dirección y las lamas fueron lanzadas hacia el interior. Los romanos tomaron este fenómeno por obra de los dioses, que habían venido en su ayuda.
Éste fue el principio del fin. Aquella noche, en la cima de Masada, Eleazar Ben Fair se dio cuenta de su apurada situación. La pared de defensa había sido destruida por el fuego. Los romanos los aniquilarían a la mañana siguiente. No había esperanza de socorro ni de huída. Sólo cabían dos alternativas: rendirse o morir. Entonces resolvió que “una muerte con gloria es preferible a una vida con infamia, y que la resolución más generosa era rechazar la idea de sobrevivir a la pérdida de su libertad”. “antes de ser esclavos del vencedor, los defensores -960 hombres, mujeres y niños- allí mismo se quitaron la vida con sus propias manos. Cuando los romanos llegaron a la cima, a la mañana siguiente, no encontraron más que silencio”.
LOS RESTOS DE LOS ÚLTIMOS DEFENSORES.
Los defensores de Masada, como atestiguó Flavio Josefo, se dieron muerte por su propia mano, a excepción de dos mujeres y varios niños que se escondieron durante el sacrificio colectivo y más adelante contaron a los conquistadores romanos lo que había sucedido en Masada en los momentos finales.
Seguramente la guarnición romana se deshizo de los esqueletos de los zelotes, pero aún así se encontraron se encontraron tres esqueletos en la terraza inferior de la villa-palacio y luego en la red de cuevas del lado sur de la roca se encontraron veinticinco, uno de un hombre de más de 60 años, seis femeninos y doce pertenecen a niños.
Cerca de la entrada que conduce a las conducciones del agua y próximo a la plaza que se encuentra entre los almacenes y el edificio administrativo se encontraron once pequeños y extraños ostraca, en cada uno de ellos estaba escrito un solo nombre, todos diferentes, aunque parecían haber sido escritos por la misma mano. Cabe la posibilidad de que estos ostraca fueran los que usaron para el sorteo de los hombres que se encargarían de matar a todos los demás. Entre estas once piezas una llevaba el nombre de “Ben Ya´ir”, en aquel tiempo sólo podía referirse a Eleazar Ben Ya´ir y es posible que este último grupo lo compusieran los diez jefes suyos que se habían quedado hasta el final.