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Si esta paz les resulta tediosa siempre podrán desplazarse a la ciudad de Savolinna y a su lugar más animado: el puerto. La ciudad, vigilada por la fortaleza medieval de Olavinlinna, testigo de enfrentamientos entre suecos y rusos en el siglo XVIII, y sede actual del Festival de la Ópera de junio, pasaría inadvertida si no fuera por sus alrededores: los bosques de Karelia, de donde provienen las leyendas de “El Kalevala”, la gran epopeya finesa. En definitiva, un mundo a caballo entre magia y realidad, que inspiró a Tolkien para escribir “El Seños de los Anillos”. También fue lugar de vacaciones para la nobleza zarista de San Petesburgo, cuando Finlandia pertenecía a Rusia.

La abundante oferta hotelera de la zona se reparte entre mansiones con encanto de expresión art nouveau y cabañas que combinan la comodidad y un diseño armónico con la naturaleza. La funcionalidad y el sentido práctico podrán definir la arquitectura finlandesa. Confort y calidad en lugar de lujo y opulencia. La gastronomía típica, sana y sencilla, basada en salmón, boquerones, carne de caza y setas, tampoco es digna de desdeñar, especialmente por su broche final: pastel de frutas del bosque.

Hombre y naturaleza en equilibrio, hospitalidad, tradición y arquitecturas integradas en su entorno: espacio, aire puro y agua, mucha agua. El paisaje envuelve los sentidos como un 3D de clorofila. Saimaa  nos brinda estampas definidas por la serenidad de lo armónico.

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A dos horas y media en coche desde Helsinki, se halla Saimaa, la región con más de 180.000 lagos, al este de Finlandia. Aquí los controles de velocidad se respetany convierten el viaje en carretera en un placer para los sentidos, especialmente para la vista. Los bosques de abedules filtran la luz y las alfombras recién lavadas en las aguas de Báltico alegran los brazos de madera de los embarcaderos. Estas son escenas de un país tan pausado y armonioso, en el que se respira paz a borbotones. Por algo se ha convertido en la meca de la “Generación Slow”, con una arraigada cultura ecológica y amor por la naturaleza.

Un paraíso que ofrece lo mejor de sí mismo en los meses estivales, cuando la primavera huye dejando como rastro macetas de begonias en las entradas de las casas; y con hogueras en la noche que rinden tributo al dios Ukko, para que nos brinde con buena suerte. Una paciente pesca en los lagos, largos y reconfortantes paseos, en canoa por agua, o a pie por los frondosos bosques. Todo ello bajo un sol que se resiste a dejar el cielo: durante junio y julio se esconde tras el horizonte entre rosas y naranjas, para volver a alzarse sobre las tres de la madrugada.

 

 

 

 

 

SAIMAA: Esencia Slow