El océano tecnológico refleja la inmensidad del mar, aunque éste (el tecnológico) representa la inmensidad infinita y si uno busca que sea como la primera vez que navegó, nunca conseguirá nada. La continua actualización y avance de la tecnología hacen que en ocasiones el flamante navegador se desespere y se encuentre perdido en ese océano, sin puertos a la vista ni terreno que pisar, y es cuando el navegador tiene que ponerse las pilas y salir más a menudo, aunque sea con barcos ajenos. El hipertexto es uno de los mares que desembocan en ese océano, el primer contacto fue bueno pero quizás la poca destreza hizo fracasar al navegador. Quizás fue la velocidad indebida de aprendizaje, que iba demasiado rápido para él o tal vez el poco tiempo con que mantuvo ese contacto con la inmensidad. El problema de esto es que el desconocimiento provoca el odio hacia las cosas, y realmente e este océano tecnológico quien no empiece a navegar pronto acabará iendose a pique,cual inexperto que sube la primera vez en un barco y no sabe como las corrientes del viento impulsan al buque. La negación del avance de la tecnología es sólo la muestra de ignorancia de las personas y quizás este experimento hipertextual ha sido la confirmación de que o uno espabila o nunca entrará en uno de los grandes océanos mundiales: el del trabajo. Cuatro meses hipertextuales profundos, odiosos y amables, tristes y atareados, todo porque la ignorancia no ciegue el alma, quizás en un futuro el navegador agradezca las clases de html...