EGIPTO MÁGICO

Egipto es una tierra de sueños, donde todo parece irreal  y el tiempo parece haberse detenido. Su magia, que emana en cada rincón de sus ciudades, nos impregna con la hermosa visión de pirámides, obeliscos, moradas de eternidad y esculturas. Su fuerza nos rodea con la pasión de una tierna amante, dispuesta a cedernos sus más hermosas fantasías para el deleite de nuestro corazón. Así es Egipto, un lugar donde la realidad y el misterio se dan cita para acompañar a los dioses en ese banquete celeste donde nosotros somos meros espectadores, admirando toda su historia. Nos preguntamos entonces, ¿Cómo se levantaron los obeliscos? ¿Cómo se construyeron las pirámides? ¿Qué hay de cierto en la maldición de Tutankhamón? Y así, en un país de ángeles, podemos encontrarnos de paso, con la encarnación del mal. El mismismo Señor de la Oscuridad.

Independientemente de cual sea la cultura ó cuales sean sus raíces, la creencia de los hombres se une en un punto de esa línea que nosotros mismos trazamos: La Religión. Aquí, en Egipto, ésta no existía tal y como nosotros la entendemos, pero aún así, siempre existieron las potencias que se clasificamos como benéficas ó maléficas, que son las fuerzas del Orden, a las que los egipcios tomaron como forma de vida; y las fuerzas del Caos, las que emergen como sombras que desmarañan los halos de Luz que cubren el cielo de las Dos Tierras. Ahora, los poderosos médicos de Egipto ya no pueden usar su tan preciada arte. De nada sirven las pócimas ó hiervas que alivian el sufrimiento del cuerpo. Es hora de usar la "Magia Curativa Del Alma Y Del Espíritu".

Corría el reinado de User-Maat-Re Ramsés, llamado El Grande, en su momento cumbre. La paz con los hititas parecía una realidad, y el Antiguo Mundo conocía los días felices que garantiza la paz . Ramsés II, hijo de Seti y de Tuya es un sabio Faraón, que gobierna con mano férrea a sus súbditos. Nadie es tratado indiferente, pero las indiferencias no son permitidas por Maat. Una de sus labores, como gran rey que es, se basa en controlar los protectorados más belicosos ó que tienen más tendencia a tomarse la ley por su mano. Ya en aquellos años, el País de los Dos Ríos (Irak) gozaba de fama alborotadora y por ello, Su Majestad, Vida, Salud y Fuerza, solía presentarse para garantizar, tan solo con su intachable presencia, una actitud de paz y orden. En aquellos días, en los que ya Ramsés se hallaba en el País de los Dos Ríos, se congregaron en la ciudad de Behten los príncipes de todos los países vecinos para honrar y rogar por la protección del Gran Dios de las Dos Tierras, Ramsés hijo de Seti y de Tuya.

Sucedió que, en aquella noche, el príncipe de Behten llegó cargado de oro y joyas para Su Majestad, Vida, Salud y Fuerza, para el deleite del monarca de Egipto. Con su séquito, apareció la mejor joya que el príncipe de Behten poseía, su hija. Ofrecióla a ella como esposa, para así ganarse los favores de Su Majestad, Vida Salud y Fuerza, en un acto totalmente estudiado y planeado. Ramsés hijo de Seti y de Tuya, aún sabiéndolo, aceptó ver a tan noble dama, y si como de un brebaje de oscuras artes se tratase, cayó embrujado ante tal belleza. Finas curvas, piernas torneadas, bello rostro y pechos florecientes como el Loto, Ramsés II aceptó a la princesa de Behten. La acogió en su seno y la llamó Nefrure,  "Las Bellezas de Re", e inmediatamente, la dio el título de Gran Esposa Real. (Debemos entender que al suceder esto, ya había fallecido Nefertari e Isetnofret, sus dos principales esposas.)

Tras las fiestas celebradas, partió la Doble Pareja Real hacia la Tierra de Tomeri, que es Egipto, en un viaje que duró 17 meses, con las caravanas que llevaban hacia Karnak, la Morada de Dios, todas las ofrendas y regalos ofrecidos a Su Majestad, Vida, Salud y Fuerza. A su llegada a Egipto, Nefrure tomó el mando de la Casa Jeneret, que era el harén real, y aprendió las labores de una reina. Sobra decir que la palabra Harén, suena más a  Las Mil Y Una Noches, que a lo que en realidad era esta institución... pero en fin, que le vamos a hacer...

El caso es que, en el décimo quinto año de su reinado, Su Majestad User-Maat-Re Ramsés, Vida, Salud y Fuerza, se hallaba celebrando la festividad de la Hermosa Fiesta del Valle, conocida como "Pa-her-nefer-em-pa-inet". Llegó a Karnak un mensajero de la tierra de Behten, y pidió audiencia al Faraón, con carácter de urgencia. Se hubo hallado ante Su Majestad Ramsés, cuando se arrodilló sobre el pavimento de gres y su frente tocó el suelo por tres veces. Alzó su cabeza y así se dirigió hacia la Majestad del Alto y del Bajo País:

   -¡Salud, vida y fuerza a tí, oh sol de los príncipes. Permíteme que viva para que puedas contemplarme, mi señor y rey, para decirte que la dama Bentenres, hermana de la Gran Esposa Real, ha contraído una grave enfermedad de origen maligno. Habla por su boca cosas que no son verdad, y sus ojos parecen muertos, aunque están abiertos. Por ello, te rogamos oh señor de todo poder, que envíes a uno de tus médicos para que así pueda curarla".

Ramsés, conocedor de la sabiduría de sus ancestros, pernoctó en la Casa de la Vida de Menfis y allí estudió durante toda la noche gran cantidad de libros. Finalmente, Su Majestad dio su decisión, que no era otra sino que el médico Djehuti-enheb debía partir de inmediato hacia el país de Behten. Allí viajó el que entre los suyos era llamado "sabio de corazón y hábil con los dedos",  en un viaje que duró también 17 meses, en el cual el sabio médico de Egipto llevaba con sigo brebajes, hiervas, raíces y demás utensilios con los que poder ejercer su poderosa arte curativa. El caso es que Djehuti-enheb llegó a la tierra de Behten, y allí pudo ver a la enferma y los síntomas que ésta manifestaba, pero tras comprobar que, efectivamente la princesa de Behten padecía una grave anomalía, dictaminó que:

   -La princesa es víctima de una posesión, y esta es una enfermedad que conozco pero que yo no puedo curar.

Entonces, el príncipe de Behten envió de vuelta a Djehuti-enheb a Egipto con una misiva: Que la Gran Majestad de las Dos Tierras enviase a uno de los poderosos dioses de Egipto para que así su hijita pudiese salvar su vida.

Llegando Djehuti-enheb nuevamente a su amado Egipto, estaba nuevamente Su Majestad User-Maat-Re Ramsés, Vida, Salud y Fuerza, celebrando las festividades de Amón en Karnak, que es la Morada de Dios. El sabio de corazón y hábil de dedos, relata al Sol de Egipto el trastorno que su cuñada sufre en sus carnes, y le describe con total exactitud los síntomas que su endiablado cuerpo manifiesta. Así, Ramsés II, apellidado El Grande, solo halla una solución...

Ramsés hijo de Seti y de Tuya, es un hombre conocedor de su potencial divino. Solo él es capaz de tratarse de tú a tú con la mismísima divinidad, y entonces, halla la mejor solución para el problema. Designa a uno de los más poderosos magos del reino, y luego él, Ramsés hijo de Seti y de Tuya, pernocta en el Santuario de Jonsu Neferhetep, en Karnak, que es la Morada de Dios, y hablándo a su hermano, le dice:

   -¡Aquí me hallo nuevamente ante tí, y como tu igual; para solicitar otra vez tu ayuda. Oh, tú que conoces el otro lado de las sombras, en el lugar donde reside la luz imperecedera.

Jonsu Neferhetep escucha las palabras de su hermano Ramsés, y la divinidad le susurra al corazón del monarca su decisión, que es la de permitir que hacia la tierra de Behten viaje una comitiva que porte una réplica de su imagen, de Jonsu Neferhetep, a la cual deben cargar de energía como si de la auténtica imagen se tratase. Y el dios es subido a su barca, y en compañía de otras cinco divinidades,  parten hacia la tierra de Behten bajo la responsabilidad del prestigioso mago, especializado en las Artes Curativas Del Alma y Del Espíritu.

17 meses de viaje son necesarios para que la caravana llegue a su punto de destino, portando las seis barcas que contienen las imágenes de los poderosos dioses de Egipto, y los varios utensilios que el poderoso mago necesitará para llevar a buen puerto su misión. Una vez llegados a Behten, son recibidos con los honores de reyes, y la imagen de Jonsu Neferhetep es conducida a los aposentos de la desdichada Bentesre. Una vez allí, la imagen de Jonsu Neferhetep, que estaba cargada del poder y de la magia que caracteriza a los poderosos dioses de la Tierra de Tomeri, impregna con su naturaleza divina al mago, a la princesa poseída y a todo aquello que se halla en la habitación. Tiene lugar una batalla en lo más profundo de lo invisible, artes desconocidas por el hombre se manifiestan de forma violenta y, aunque los ojos humanos no pueden ver el horrible combate, el corazón del poderoso mago se sobrecoge al percibir la magnitud de la lucha. Al tiempo que el que maneja las Artes Curativas Del Alma Y Del Espíritu ayuda a Jonsu Neferhetep recitando fórmulas mágicas, la princesa Bentesre comienza a dar síntomas de un lento despertar, y finalmente, tras largos días de combate,  el demonio abandona el cuerpo poseído de la hermosa joven, pidiendo agua y comida, puesto que el espíritu maligno, humillado  y derrotado por el poder de Jonsu Neferhetep se halla ya arrodillado ante el victorioso y esbelto dios de las Dos Tierras, y así le habla en sumisión:

   -Gracias por venir a mi, oh gran dios de infinitos poderes, conquistador de las fuerzas del caos. Behten es ahora tu vasallo y tu tierra. Sus habitantes serán tus servidores y yo seré tu sombra para siempre. Pero ahora yo debo partir hacia el lugar de donde procedo, no sin antes glorificarte, pues para ello tú has venido. Gran Majestad, te suplico, con mi frente en el suelo, que permitas que se celebre tu gran triunfo.

Jonsu Neferhetep acepta que se celebren los festejos, y así ocurre que la victoria del Dios de Egipto es cantada por los habitantes de Behten, al tiempo que el corazón de la princesa Bentesre se congratula al poder vivir nuevamente entre los mortales de su sangre. Al terminar los festejos, el propio Jonsu Neferhetep envía al endiablado espíritu maligno al otro lado de la Luz, donde se halla su morada. Es hora de partir nuevamente hacia la Tierra Negra, pero el príncipe de Behten, en un acto sumamente déspota y de codicia, recluye a la imagen del dios, a su mago y a todos los artilugios empleados en el ritual de expulsión del espíritu maligno.

En Egipto, Su Majestad Ramsés, Vida, Salud y Fuerza resta mayor importancia al hecho, aconsejado por la verdadera imagen de Jonsu Neferhetep. Aún así, éste, el dios, permanece en la tierra de Behten por el especio de tres años, cuatro meses y cinco días. Llegado el momento, el príncipe de Behten tiene un sueño en el que Jonsu Neferhetep se transforma de un halcón dorado que alza el vuelo hacia Egipto. Desesperado, le comenta al mago de las Artes Curativas Del Alma y Del Espíritu lo sucedido, y éste le aconseja que la imagen, así como los utensilios y él mismo, deben partir hacia la Tierra Negra sin demora. Así es, la comitiva, con las seis barcas divinas, el mago y gran cantidad de regalos y ofrendas, parten por fin hacia la tierra de Tomeri, donde una vez llegados, tras 17 meses de viaje, los regalos del príncipe de Behten son ofrecidos al Santuario de Karnak, que es la Morada de Dios, quedando en plenitud el Sol de Egipto, Su Majestad Ramsés, Vida, Salud y Fuerza, al haber expulsado del cuerpo de Bentesre a tan maléfico y terrible demonio oscuro...

 Este hecho es totalmente verídico, hallándose recogido en una estela de piedra de época tardía que sin embargo fue una copia de un texto más antiguo. El texto usado a modo de diálogo, es el que así se ha traducido, tan solo me he limitado a darle una forma un tanto espectacular al hecho, aunque según parece, la realidad supera la ficción... como de costumbre