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Los chicos del coro
Dirección: Christophe Barratier
Guión: Christopher Barratier y Philippe Lopes-Curval, basado en "La cage aux rossignols", de Jean Dréville
País: Francia y Suiza
Año: 2004
Duración: 95 minutos
Género: Drama
Interpretación: Gérard Jugnot, François Berléand, Jean-Baptiste Maurier
Fuera está lloviendo. Pierre Morhange ha tenido que viajar a Francia porque su madre ha muerto, pero su casa está muy lejos de allí, en Estados Unidos, y ahora es uno de los directores de orquesta más famosos del mundo. Alguien se acerca a su puerta. “¿Me reconoces?” Es Pépinot, el más pequeño de sus compañeros del internado Fond de l’etang, aquel niño huérfano que cada sábado esperaba aferrado a la verja del edificio a que su padre, muerto durante la Segunda Guerra Mundial, fuera a visitarle. Pero de eso hace ya 50 años, y Pierre guarda unos recuerdos muy difusos. Una fotografía le trae a la memoria años y personas que creía haber olvidado para siempre. “¿Recuerdas al vigilante?”, pregunta. “¿Qué habrá sido de él?”

Pépinot trae algo consigo. Es el diario de Clément Mathieu, y, al parecer, fue escrito para Pierre. A partir de ese momento la película narra en un largo flashback el año que Mathieu, profesor de música frustrado, pasó trabajando como vigilante en el internado de menores francés. El ambiente de Fond de l’etang era represivo, pero el sistema de educación del director apenas lograba mantener la autoridad sobre los alumnos. El principio de “acción-reacción”, según el cual los chicos eran castigados duramente por sus comportamientos, era la máxima del centro. Y sin embargo, para Mathieu suponía algo contra lo que íntimamente deseaba rebelarse. En sus esfuerzos por acercarse a los alumnos, descubre que la música los atrae poderosamente y decide formar un coro. Para los jóvenes, el coro supondrá una forma de recuperar parte del entusiasmo perdido; para Mathieu, será la ocasión de hacer un gran descubrimiento –la voz de Pierre Morhange- y de sentir que, al fin y al cabo, su vocación musical había servido de algo.

Los chicos del coro retoma la fórmula del profesor bienintencionado que trata de llevar a sus alumnos por el buen camino, no a base de castigos e imposiciones, sino de estímulos inteligentes cargados, por otra parte, de paciencia. El eje central gira en torno a ese personaje adulto que proporciona una iniciación a la vida más que una simple transmisión de conocimientos. En efecto, la historia nos suena a ya contada, pero aún así, funciona. Los recuerdos de la infancia ofrecen una multitud de posibilidades a las producciones cinematográficas y en este caso dan lugar a una historia nostálgica que sin embargo no busca la lágrima fácil, sino que opta por el lado más amable y optimista de un ambiente complicado. Sin grandes alardes ni pretensiones, el film demuestra el éxito que sigue teniendo la sencillez en la gran pantalla.

Lejos de las influencias del cine de Hollywood -al menos en este aspecto- los chicos no acaban convirtiéndose en héroes ni en alumnos modelo, y aunque no se profundiza demasiado en la psicología de los personajes, hay que destacar que Gérard Jugnot encarna magistralmente el papel de Mathieu. Unida a una banda sonora excepcional, surge pues una historia que gustará a la gran mayoría del público, recomendable para quienes quieran salir del cine con la sensación de haber visto un film sencillo pero conmovedor.