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El histórico viaje emprendido por Ernesto Guevara en compañía de su íntimo amigo Alberto Granado a través de Sudamérica queda en esta película bellamente reflejado. El espectador recorrerá junto a estos dos jóvenes los miles de kilómetros que cambiaron la vida al Che. Subidos en una vieja moto que poco aguantará, emprenden un camino cuyo final jamás imaginarían.

Diarios de motocicleta es uno de esos largometrajes capaces de no aburrir ni de caer en la monotonía, pese a la escasez de acción. Precisamente, el mérito de esta película de Walter Salles reside en hacernos creer que el tiempo narrativo se corresponde con el real. En ocasiones, sólo hay que dejarse llevar y contemplar, como lo hicieron Ernesto y Alberto, los paisajes que van quedando tras las ruedas de una moto casi desvencijada. Esto nos ofrece la película, que nos invita a seguir a los dos amigos como un pasajero más. Conforme se van adentrando en su amada América, el descubrimiento de nuevos pueblos y culturas sorprende a los viajeros, especialmente a Ernesto Guevara. La sensación que debieron experimentar se entiende muy bien a la vista de los retratos en blanco y negro que aparecen en la película, y que fueron tomados por Ernesto. En ellos, como en los planos de Diarios de motocicleta , quedan reflejados los rostros de decenas de seres humanos que hicieron de Ernesto el Che. En los ojos de estos indígenas se dibuja la pobreza y la injusticia social, pero también la bondad y el orgullo de todo un pueblo.

Este viaje sirvió a los amigos para descubrir otra América, bien distinta a la de Buenos Aires, pero también para adentrarse en sus propios corazones. Diarios de motocicleta es tanto el viaje al interior de un continente como al de uno mismo, para encontrar también al compañero. Sólo así quedan al descubierto las diferentes personalidades de estos dos personajes, interpretados de manera soberbia por Gael García Bernal (Ernesto Guevara) y Rodrigo de la Serna (Alberto Granado). La contraposición entre uno y otro quedará manifiesta a lo largo de toda la película, ofreciendo entonces momentos divertidos y hasta dramáticos. Los papeles obligan a los dos actores a llenar por completo la pantalla, algo que consiguen de principio a fin.