Gemma Sanchis |
Noa de la Torre |
Sara Mut |
Verónica Martos |
Yolanda Cano |
Direción: Clint Eastwood |
Guión: Paul Haggis |
País: Estados Unidos |
Año: 2004 |
Duración: 137 |
Género: Drama |
Interpreación: Clint Eastwood, Hilary Swank, Morgan Freeman |
Esta película no es lo que aparenta ser, lo que la fotografía de su cartel hace intuir. El boxeo es un pivote sustancial del largometraje, pero no el único ni el más importante. Esto es precisamente lo que la hace interesante. El mismo Clint Eastwood está de acuerdo: “lo que me interesó sobre Million dolar baby fue el hecho de que no era una historia de boxeo realmente”. El guión está basado en una pequeña intriga de la colección de Rope Burns , del escritor F.X. Toole. Detrás del boxeo está la historia de un entrenador irlandés estigmatizado por la relación con su hija y que busca –a pesar de unos sentimientos religiosos socarronamente ambiguos– algo parecido a la redención, visitando la iglesia todos los días desde hace 23 años. Frakie (Eastwood) es propietario de un destartalado gimnasio por el que un día aparece Maggie Fitgerald (Hilary Swank) con una idea en la cabeza: conseguir que Frankie le enseñe a hacer lo único que la hace realmente feliz, boxear. Pero detrás de esta mujer con aspiraciones pugilísticas hay otro relato que va más allá del cuadrilátero. La historia de una camarera de clase baja con una familia despreciable y un vacío en su vida que sólo el boxeo es capaz de llenar.
Tras superar las reticencias iniciales de Frankie a entrenar a una mujer, empieza una historia de amor entre los dos. La fría relación inicial entre entrenador y boxeadora evoluciona, se transforma en un amor, no romántico, sino filial, más cercano al que pueda haber entre un padre y su hija. Maggie llena el lugar de la añorada hija de Frankie, a la que escribe cartas todas las semanas. Pero siempre le son devueltas a la semana siguiente sin abrir. Los hechos se desarrollan entre sugerentes claroscuros. Thomas Stern –el director de fotografía– juega constantemente con las luces y las sombras que imprimen un aire cautivadoramente lúgubre a las escenas.
La voz en off que narra toda la historia es la de Scarp (Morgan Freeman), viejo boxeador retirado y entrañable amigo de Frankie, que trabaja limpiando el gimnasio. Es él quien primero le presta atención a la obstinada chica que viene todos los días a entrenar y es él quien consigue convencer a su amigo para que la entrene. Este papel le ha dado su primer Oscar a Morgan Freeman como mejor actor secundario. De las otras seis nominaciones a las que optaba la película, Hilary Swank se ha llevado el Oscar a la mejor actriz principal (el segundo después de Boys don't cry ) y Eastwood los de mejor película y mejor director. Por este último competía con el consagrado Martin Scorssese que optaba por sexta vez al Oscar de mejor dirección y que por sexta vez se ha quedado sin él. Se une a Alfred Hichock y Orson Wells en la lista de los grandes directores sin Oscar.
Los sucesivos combates consiguen imprimirle un agitado ritmo a la primera parte de la película. El ritmo se sosiega cuando un absurdo accidente durante un combate deja a Maggie parapléjica y atada a la cama. La recia boxeadora que hacía unos segundos luchaba por el título ahora sólo es capaz de mover la cabeza. En este punto la película da un vuelco. Cambia el ritmo, cambian los escenarios y cambia el argumento. Pasamos de ver una lucha por la superación, por el triunfo, por la gloria a una lucha por la muerte. Maggie decide que no quiere seguir viviendo en la paralítica dependencia porque le aterra la lenta muerte en vida a la que se ve abocada. Pero necesita ayuda para morir y el único que puede ayudarla es el único que ella quiere que la ayude: Frankie. A través del dilema moral personal que se le presenta a Frankie, la película plantea un debate muy en boga últimamente, el derecho de una persona a decidir sobre su propia vida y su muerte.
Clint Eastwood ha hecho una buena película, entretenida, estéticamente bonita y con un argumento interesante, pero no es ni mucho menos la obra maestra que algunos críticos proclaman. El trío de actores le suman otro fuerte atractivo al metraje. Lástima que en la versión doblada al español no podamos disfrutar el acento barriobajero que borda Hillary Swank. Una buena historia sustentada sobre unas buenas interpretaciones son alicientes suficientes para recomendar esta película, pero eso no la convierte en la película imprescindible que nos quieren vender. No es un film de boxeo. Es una película donde hay boxeo, pero aparecen muchos ingredientes más que le restan protagonismo hasta convertirlo en un simple condimento más, imprescindible, pero no principal.