El gran escritor americano fue un heraldo universal de las fiestas de Pamplona. Su contribución fue decisiva para que unos festejos domésticos, apenas conocidos fuera de España, se convirtiesen en una de las citas festivas más famosas del mundo y centro de atracción desde entonces de miles y miles de turistas extranjeros, muchos de ellos seducidos por la pluma del autor de Fiesta.
Todavía se conservan abiertos muchos de los establecimientos que frecuentó Hemingway en sus diferentes visitas a la capital navarra. Así el bar Txoko, el Hotel La Perla y el café Iruña, todos en la céntrica Plaza del Castillo y el Hotel Yoldi, taurino por excelencia. Otros puntos del itinerario hemingwayano como el Hotel Quintana, el café Suizo o Casa Marceliano, por el contrario, ya han desaparecido.
La presencia del novelista en los Sanfermines fue casi una constante durante aquellos años. No faltó en 1923, 1924, 1925, 1926, 1927, 1929 y 1931. Tras el paréntesis de la Guerra Civil Española, en la que participó activamente a favor de la República Española, y de la II Guerra Mundial, regresaría en dos nuevas ocasiones, 1953 y 1959. Si algo puede afirmarse del paso de Hemingway por Pamplona es que su actitud nunca fue la del espectador distante; el insigne autor vivió profundamente la fiesta, se sumergió en ella hasta el fondo, como correspondía a su temperamento apasionado e intensamente vital.
El representante de la llamada generación perdida, corrió delante de los toros, entabló amistad con toreros -como Antonio Ordóñez- y paisanos -como Juanito Quintana-, comió, bebió y vivió con los pamploneses y experimentó con ellos la alegría, el calor y la euforia propias de los Sanfermines... Pero también se dejó impactar por la tragedia: fue testigo presencial de la primera cogida mortal conocida de un mozo en el encierro, el joven de 22 años Esteban Domeño, en 1924. Hemingway recogería el dramático episodio en Fiesta. También su novela Muerte en la tarde (1932) está ambientada en el mundo de los toros.
El Ayuntamiento de Pamplona tributó un homenaje a Ernest Hemingway el 6 de julio de 1968, con la inauguración de un monumento en el paseo que lleva su nombre, junto a la Plaza de Toros, acto al que asistió su última esposa, Mary Welsh. El monumento, obra de Luis Sanguino, lleva en su base la siguiente dedicatoria: A Ernest Hemingway, Premio Nobel de Literatura, amigo de este pueblo y admirador de sus fiestas, que supo descubrir y propagar. La Ciudad de Pamplona, San Fermín, 1968.
Muchos otros famosos han seguido la estela de Hemingway desde América hasta Pamplona: entre otros, el director de cine Orson Welles, la actriz Ava Gardner, Margeaux Hemingway, nieta del escritor y, más recientemente, el dramaturgo Arthur Miller, la fotógrafa Inge Morat y el Nobel de Literatura antillano Derek Walcott