LA TRADICIÓN SOBRENATURAL

EN LAS ISLAS BRITÁNICAS

(H.P. LOVECRAFT)

La moderna literatura británica, además de las tres o cuatro grandes figuras de nuestra época, ha sido muy fértil en autores del género sobrenatural. Rudyard Kipling trató a menudo el tema y, pese a su omnipresente amaneramiento, lo hace con indudable maestría en sus novelas tales como El ríckshaw fantasma, La mejor historia del mundo, El recrudecimiento de 1mray, y La marca de la Bestia. Esta última es singularmente emocionante; el retrato del leproso sacerdote desnudo que maullaba lo mismo que una nutria, las manchas que aparecen en el pecho del hombre anatemizado por el sacerdote, el creciente carnivorismo de la víctima de la maldición y el espanto que los caballos comienzan a sentir hacia ella y la metamorfosis casi completa de dicha víctima en un leopardo, son otras tantas escenas que el lector no olvida tan fácilmente Y la derrota final del maligno hechicero no atenúa en lo más mínimo la fuerza del relato ni la validez de sus misterios.

Lafcadio Hearn, sorprendente y exótico vagabundo, va más allá del reino de la realidad; y con la suprema maestría de un poeta sensible pinta unas fantasías imposibles para un autor despiadado. Su Fantastics, escrito en América, contiene ciertos pasajes macabros que figuran entre los más importantes de toda la literatura, mientras que Kwaidan, escrito en el Japón, cristaliza con una habilidad y una delicadeza incomparables la ciencia mágica y las viejas leyendas de esa nación de tan rico color. El carácter hechicero del lenguaje de Hearri destaca mucho más si cabe en sus traducciones del francés, especialmente de Gautier y de Flatibert. Su versión de La tentación de San Antonio de Flaubert es una clásica imaginería tumultuosa adornada con la magia de unas palabras musicales.

Oscar Wilde puede situarse probablemente entre los autores sobrenaturales, tanto por algunos de sus cuentos exquisitos como por su vivo Retrato de Dorian Gray, en el que un maravilloso retrato, durante aflos, aparenta envejecer y ser más rudo que su original, que se sume en el vicio y el crimen sin la pérdida de los rasgos exteriores de la juventud, la belleza y el frescor. La novela alcanza su poderoso clímax cuando Dorian Gray, convertido finalmente en un asesino, trata de destruir el retrato cuyos cambios atestiguan su degeneración m_nral. Lacera el lienzo con una navaja y resuena un grito y un crujido espantoso. Pero cuando acuden los servidores de la casa, el

retrato ha recobrado su primitivo encanto: «En el suelo, vacía un hombre muerto, con su traje de noche, con la navaja clavada en su corazón. Estaba marchito, arrugado y su rostro era espantoso. Hasta haber examinado sus anillos no se dieron cuenta de quién se trataba».

Matthew Phipps Shiel, autor de numerosas novelas fantásticas, grotescas y de aventuras, suele alcanzar un alto nivel en la magia horrenda. Xelucha es una de sus obras de un espanto inaudito, pero Shiel se supera en su indudable obra maestra The House of Sounds, elaborada con florecido estilo en los años 90 y reelaborada con una sobriedad más artística a comienzos del siglo actual. Esta novela, en su forma definitiva ' merece situarse entre las mejores del género. Nos cuenta los horrores y las amenazas que a través de los siglos brotan de una isla subártica situada frente a las costas de Noruega, donde, en medio de unos vientos demoníacos y el constante estrépito de las olas y las cataratas infernales, un muerto vindicativo levanta una horrenda torre de bronce. Se parece vagamente, aunque de distinta manera, a la obra de Poe La caída de la Casa Usher. En su Nube Purpúrea, Shiel describe con una fuerza tremenda la maldición llegada del Artico para destruir a la humanidad, y durante un cierto período, todo parece indicar que solamente escapó un solo individuo de nuestro planeta. Las sensaciones del solitario superviviente al percatarse de su situación, cuando yerra a través de las ciudades sembradas de cadáveres y de sus tesoros desparramados como su dueño absoluto, se describen con una maestría que linda con la majestad. Desgraciadamente, la segunda parte de la novela, con sus elementos convencionalmente románticos, sufre un claro bajonazo.

Más conocido que Shiel es el ingenioso Bram Stoker, creador de muchas concepciones espantosamente escalofriantes en una serie de novelas cuya pésima técnica ensombrece su puro efecto. The Lair of the White Worm (El antro del gusano blanco) se refiere a un ser primitivo y gigantesco que se esconde en un subterráneo debajo de un viejo castillo, pero el magnífico argumento se ve arruinado por un desarrollo casi infantil. La joya de las siete estrellas, que se refiere a una misteriosa resurrección egipcia, está mejor escrita. Pero lo mejor de todas las obras de este autor es su famoso Dracula, que se ha convertido casi en el modelo de explotación moderna del escalofriante mito del vampiro. El conde Drácula, un vampiro que vive en un horrendo castillo de los Cárpatos, emigra finalmente a Inglaterra con la intención de poblar el país de vampiros como él. La forma en que un inglés deambula en la espantosa fortaleza de Drácula y cómo finaltqente se ve frustrado su plan infernal de dominación, forman una novela que muy acertadamente ocupa un puesto permanente en las letras inglesas. Drácula evoca muchas novelas similares de horror sobrenatural, entre las cuales las me. jores son quizás El Escarabajo, de Richard Marsh; Los vástagos de la Reina Bruja, de «Sax Rohmer», Arthur Sarsfield Ward, y La puerta de lo Irreal, de Gerald Bliss. Este último autor evoca con suma habilidad la vieja y clásica superstición del hombre lobo. Mucho más sutil y artística, y contada con talento singular a través de las narraciones yuxtapuestas de varios personajes, es la novela Cold Harbour, de Francis Brett Young, en la que se describe una antigua mansión de misteriosa malevolencia con gran fuerza expresiva. El maligno y casi omnipotente demonio Humphrey Furnival recuerda los típicos villanos del g6tico primitivo a lo Manfredo y Montoni, pero la obra se' salva de la banalidad gracias a muchas individualidades ingeniosas. Solamente la ligera confusión de la explicaci6n final y la libre utilización, demasiado frecuente, de la adivinación corno factor argumental, impiden que este relato alcance la pura perfección.

En su novela El bosque Embrujado, John Fuchan describe con una fuerza tremenda la supervivencia de un diabólico aquelarre en un distrito solitario de Escocia. La evocación del bosque sombrío con su altar de piedra infernal y los terribles presagios cósmicos que se vislumbran cuando, finalmente, el horror es extirpado, no deja de cornpensarle a uno del chapoteo a través de la acción que se desarrolla paulatinamente y de la plétora de dialecto escocés. Algunos cuentos de Buchan son singularmente vivos en sus evocaciones espectrales; The Green Wildebeest, que se refiere a la historia de un brujo afrioano; The Wind in the Portico, que evoca los horrores británicoromanos, y Skule Skerry, con sus pinceladas de terror subártico, son muy destacables.

En su novela breve El Hombre Lobo, Clemence Housman alcanza un alto grado de inaudita tensión y consigue hasta cierto punto evocar la atmósfera de un auténtico folklore. En su Elixir de vida, Arthur Ransome logra ciertos efectos muy tenebrosos pese a la ingenuidad general de la trama, mientras que The Shadouy Thing, de H. B. Drake, evoca unas visiones tan extraflas como terribles. George Macdonald nos brinda en su novela Lilith unos elementos de una singularidad irresistible, siendo quizá la más efectiva la primera de sus dos versiones, con su mayor sencillez.

Cabe destacar cómo un autor muy hábil para quien el mundo invisible y místico se halla cerca de él con la mayor vitalidad, a Walter de la Mare, un poeta cuyos versos fantasmales y exquisita prosa están sellados con las huellas de una misteriosa visión que cala hondamente en las esferas veladas de la belleza y las tremendas y escondidas dimensiones del ser humano. En su novela El Retorno, vemos el alma de un muerto salir de su tumba bisecular y nutrirse de la carne de los seres vivos, hasta que la propia faz de la víctima se vuelve como la que hace ya mucho tiempo se redujo a polvo. De las novelas cortas, existentes en varios tomos, muchas son inolvidables por sus espantosas sugerencias y sus ramificaciones de la más tenebrosa brujería. Cabe distinguir entre estos relatos de Walter de la Mare su Tía de Seaton, en la que se evocan unos elementos espeluznantes de vampirismo; El drbol, que nos habla de la horrenda vegetación que crece en el patio de un artista hambriento; Out of the Deep, que nos deja imaginar lo que sale a contestar a las llamadas de un mal sujeto agonizante cuando tira del cordón de la campanilla tan temida en el ático de su infancia acosado por los fantasmas; El recluso, que sugiere lo que puede ocurrirle a un posible huésped que sale de casa por la noche; Mr. Kempe, relata la historia de un ermitaño demente en busca de un alma humana y que vive en una antigua capilla abandonada en medio de una zona espantosa a orillas del mar, y Todos los Santos, donde nos sugiere la visión de las fuerzas demonfacas que asedian una iglesia medieval solitaria y la milagrosa restauración de la constiucción destartalada. De la Mare no hace del t-rror el único ni tampoco el elemento dominante de la mayoría de sus relatos, por cuanto se interesa más sutilmente, por lo visto, por los rasgos de sus personajes. A veces se sume en las más puras fantasías del género de Barrie. No obstante, figura entre los contados autores en los que la irrealidad es una presencia viva; lo que permite incorporar en sus ocasionales estudios terrorfficos una afilada potencia que solamente algunos maestros logran conseguir. Su poeta The Listeners restaura en versos modernos el gótico escalofrío.

Desde hace unos años, la novela corta es boyante, siendo un importante partícipe de la misma el versátil E. F. Benson, cuyo relato El hombre que fue dpmasiado lejos, nos cuenta la historia de una casa a la vera de un bosque sombrío y misterioso y las huellas de unas pezuflas de dios Pan sobre el pecho de un muerto. El tomo de Bensofi, titulado Visible e Invisible, contiene varios relatos de un poder singular, sobre todo su Negotium Perambulans, cuyas revelaciones implican un -aonstruo inaudito que figura en un antiguo cuadro de iglesia y que realiza un acto de venganza milagrosa en una aldea solitaria de la costa de Cornualles; y asimismo, The Horror-Rorn, que relata la existencia de un superviviente semibumano y espantoso que se esconde en las cimas inhóspitas de los Alpes. En otra colecci6n, la novela The Face es poderosamente ma. cabra con su atm6sfera de tinieblas implacables.

En sus colecciones El regreso en la noche y Otros que vuelven, H. P. Wakefield consigue alcanzar las cimas del horror una y otra vez, pese a un aire de sofisticaci6n perjudicial. Sus novelas más destacables son: The Red Lodge, con su viscoso demonio, He Cometh and He Passed By, And He Shall Sing, The Cairn, Look Up There, Blind Man's Buff, y ese cuento de horror milenario The Seventeeth Hole at Duncaster.

Es preciso citar en este capítulo las obras de tipo sobrenatural de H. G. WeUs y de A. Conan Doyle. El primero, en El espectro del terror, alcanza un nivel muy elevado, mientras que todos los relatos contenidos en Treinta Historias Extrañas tienen unas fuertes implicacioneo fantásticas.

En repetidas ocasiones Doyle nos brinda unas poderosas notas espectrales, como en el Capitán de la Estrella Polar que evoca los fantasmas del Artico, y en Lote N.' 249, donde el tema de la momia resucitada es utilizado con descomunal ingenio.

Hugh Walpole, de la misma familia que el fundador de la ficci6n g6tica, se acerca en ciertas ocasiones a lo sobrenatural con mucho éxito, y su novela corta Mrs. Lunt es verdaderamente escalofriante.

John Metcalfe, en la colecci6n publicada bajo el título de The Smoking Leg, alcanza repetidamente una gran fuerza, y el relato intitulado Las malas tierras encierra unas gradaciones de horror cuya potencia roza lo genial.

Más singulares e inclinados hacia la amable e inocente fantasía de 1. M. Barrie son los cuentos de E. M. Forster, reunidos bajo el título del Omnibus Celestial. De ellos, solamente uno, que evoca al dios Pan y su aura de terror, puede afirmarse que se basa en un auténtico elemento de espanto c6smico. En lo que se refiere a la escritora Mrs. H. D. Everett, aunque se vincula con los modelos más antiguos y convencionales, suele alcanzar en su colecci6n de relatos La Máscara de la Muerte un grado singular de terror espiritual.

Cabe destacar a L. P. Hartley por su Incisiva y muy fantasmal A Visitor from Down Under. A su vez, es posible que las Historias sobrenaturales de Sinclair contengan una dosis de «ocultismo» tradicional más que de elementos creadores del terror que indican la maestría de este terreno, y que se inclinan mucho más por los aspectos emocionales y psicológicos del ser humano que por los puros fenómenos de una auténtica irrealidad cósmica. Vale la pena subrayar que los partidarios del ocultismo son probablemente menos efectivos que los materialistas al esbozar los elementos espectrales y fantásticos, puesto que para ellos el mundo fantasmal es una realidad tan trivial que tienden a evocarlo con menos respeto, con mayor alejamiento y con menos impresión que quienes lo consideran como una absoluta y tremenda vulneración del orden natural.

Con una calidad de estilo más bien desigual, pero con un gran poder a veces en sus sugerencias del universo escondido y de los seres de más allá de la común esfera de la vida, tenemos la obra de William Hope Hodgson, menos conocido hoy en día de lo que se merece. Pese a su tendencia a unas concepciones convencionalmente sentimentales del universo y de las relaciones humanas para con el mundo y sus sernejantes, Hodgson es quizá el segundo después de Algernon Blackwood en abordar seriamente los elementos irreales. Son pocos los que pueden igualarle en la evocación de la proximidad de unas fuerzas abominables y de unos seres monstruosos que nos acosan, a trav¿s de casuales insinuaciones o de insignificantes detalles, o para suscitar la sensación de lo espectral y lo anormal en relación con ciertas zonas o edificios.

En The Boats of the Glen Carrig (1907), se nos ofrece una serie de maravillas malignas y de lugares de-sconocidos y malditos con que tropiezan unos náufragos. Es imposible superar la tremenda amenaza que pesa en la primera parte de la novela, aunque hacia el final de 1 mism,i el autor se inclina hacia la mera novela de aventuras. El intento desacertado y seudorromántico de reproducir la prosa del siglo xviii se desvía del efecto general, aunque la muy profunda erudición náutica que el autor pone de manifiesto en toda su obra no deja de ser un elemento harto compensador.

The House on the Borderland (1908), que quizá sea la obra más destacada de Hodgson, nos cuenta la historia de una casa solitaria y maléfica de Irlanda, que constituye el centro de unas fuerzas espantosas del otro mundo y resiste al acoso de unas criaturas monstruosas salidas de los abismos subterráneos. Las andanzas del espíritu del Narrador a través de los espacios cósmicos infinitos y de la eternidad, y su testimonio sobre la destrucción final del sistema solar, representan un elemento casi único en la literatura clásica. En todos los capítulos se manifiesta el poder sugestivo del autor, que nos presenta unos horrores nebulosos emboscados en un escenario natural. Sin algunas pinceladas de trivial sentimentalismo, esta novela sería un clásico de primera clase.

Los piratas fantasmas (1909), considerado como el último elemento de la trilogía formada con los dos libros anteriores, es un poderoso relato sobre un misterioso y fantasmal buque que emprende su último viaje, y los terribles demonios marinos (de aspecto casi humano y que quizá sean los espíritus de los antiguos bucaneros) que lo acosan y finalmente lo arrastran hacia un destino desconocido. Con su dominio de los acontecimientos marítimos y la ingeniosa selección de las hipótesis y los incidentes sugestivos de unos horrores latentes en la naturaleza, este libro alcanza a veces las cimas de una envidiable potencia.

El país de las tinieblas (1912), es una larga novela de 538 páginas sobre el futuro muy remoto de la tierra -dentro de miles de millones de años - después de la extinción del sol. Está contada de una manera más bien desmañada, como los sueños de un ser humano del siglo xvii, cuya mente emerge junto con su futura encarnación. Esta obra se halla mermada por su penosa verbosidad, sus repeticiones, su artificial sentimentalismo romántico y un lenguaje arcaico aún más ridículo y absurdo que el de Glen Carrig.

Sin embargo, aun con todos esos defectos, no deja de ser una de las obras de imaginación macabra más poderosas que jamás se han escrito. La descripción de las tinieblas, del planeta muerto, con los restos de la raza humana concentrados en una gigantesca pirámide y sitiados por las monstruosas, híbridas y totalmente desconocidas fuerzas de las tinieblas, no se olvida tan fácilmente. Las formas y las criaturas de un tipo totalmente inhumano e inconcebible, que rondan por un mundo tenebroso y abandonado por los hombres al exterior de la pirámide, se sugieren y se describen en parte con una potencia inefable, mientras que el paisaje sumido en las tinieblas con sus laderas y sus abismos en medio de los volcanes agonizantes, evoca un terror casi sensible bajo la pluma de Hodgson.

Hacia la mitad del libro, el principal protagonista se aventura al exterior de la pirámide a través de unas zonas abandonadas por los seres humanos hace millones de años, y en su lenta y minuciosamente descrita progresión día tras día, a lo largo de leguas interminables de tinieblas inmemoriales, se nota una especie de alienación cósmica, de misterio abrumador y de tremenda expectación inigualados en toda la literatura. La última parte del libro se arrastra de un modo lamentable, pero sin mermar el fantástico poder de toda la novela.

La última obra de Hodgson, titulada Carna-U, el detective fantasma, está formada por una serie de novelas cortas publicadas varios años antes en las revistas literarias. Cualitativamente, son bastante inferiores a los libros anteriores. En ellas nos cuenta las hazañas de un tipo más o menos convencional de «infalible &tective», descendiente de M. Dupin y de Sherlock Holmes, y muy pariente del John Silence de Algernon Blackwood, que se mueve en unos escenarios y circunstancias muy mermados por una atmósfera de «ocultismo» profesional. Sin embargo, unos cuantos episodios tienen una fuerza innegable, y demuestran el talento peculiar del autor.

Evidentemente, es imposible extenderse en un breve esbozo como éste sobre todas las modernas aplicaciones del elemento del terror, puesto que este ingrediente ha de entrar necesariamente en cualquir obra, en prosa o en verso, que aborde ampliamente la temática de la vida, y no hemos de asombrarnos, pues, de encontrarlo compartido por unos autores como el poeta Browning, cuyo Rolando lleg6 a la Negra torre, está saturado de una espantosa amenaza, o del novelista loseph Conrad, quien a menudo nos relata los tenebrosos misterios del mar y nos habla del demoníaco poder del Destino que influye en la existencia de los hombres solitarios y locamente atrevidos.

El camino de lo macabro y aterrador tiene unas infinitas ramificaciones, por lo cual hemos de limitarnos aquí a sus apariencias relativamente menos mezcladas, que determinan y dominan la obra que lo encierra.

Algo separada de la principal corriente británica, tenemos el género sobrenatural en la literatura irlandesa, que llegó a conocerse con el renacimiento céltico de finales del siglo pasado y comienzos del actual. Los fantasmas y los elementos periféricos siempre fueron muy predominantes en Irlanda y a lo largo de más de un siglo han sido registrados por toda una pléyade de transcriptores y traductores como William Carleton, T. Crofton Croker, Lady Wilde -madre de Oscar Wilde -, Douglas Hyde y W. B. Yeats. Ese acervo mítico ha sido esmeradamente coleccionado y estudiado a su vez por la corriente moderna, y sus elementos más sobresalientes han sido reproducidos en i los trabajos de unos escritores como Yeats, J. M. Synge, «A. E.», Lady Gregory, Padraic Colum, lames Stephens y sus compafieros.

Aunque generalmente se trata de un acervo más fantástico que terrible, dicho folklore y sus conscientes contrapartidas literarias contienen muchos elementos que se insertan realmente en la esfera del horror cósmico. Los cuentos sobre los funerales en las iglesias sumergidas en las profundidades de los fantasmales lagos; los relatos sobre las brujas anunciadoras de la muerte y los siniestros changelins - o niños robados por las brujas en substitución de sus propios vástagos -, las baladas de los espectros y las «criaturas impías de los viejos castillos», todo ello tiene un tremendo poder escalofriante y sella la literatura sobrenatural con una impronta tan poderosa como distinta. Pese a su grotesca banalidad y su ingenuidad absoluta, no deja de haber una verdadera impresión de pesadilla en el tipo de relato representado por el cuento de Teig O'Kane, quien en castigo de su vida salvaje es cabalgado toda la noche por un espantoso cadáver que pide ser enterrado y le lleva de iglesia en iglesia hasta que los muertos se levantan en cada sepultura negándose a dejar sitio al recién llegado. Indudablemente, Yeats, el más importante autor del renacimiento irlandés, para no decir el más grande de los poetas contemporáneos, ha realizado cosas muy destacables tanto en sus obras originales como en la codificación de las viejas leyendas.


Lovecraft, H.P." La Tradición Sobrenatural en las Islas Británicas". El Horror Sobrenatural en la Literatura.Melitón Bustamante (trad.) Barcelona: Barral Editores, 1976. 222-233 pp

Para más información sobre H.P.Lovecraft consultar en: URL: http://www.hplovecraft.com

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