4. Sobre la evaluación.

Desde una perspectiva amplia, se entiende por evaluación la realización de un conjunto de acciones encaminadas a recoger una serie de datos en torno a una persona, un hecho, una situación o un fenómeno, con el fin de emitir un juicio valorativo sobre el mismo. Se suele considerar que este juicio se expresa en función de unos criterios previos, aunque no siempre sea necesariamente así, y tiene como finalidad recoger información para establecer una posterior toma de decisiones. La evaluación, como revisión de los resultados de las acciones previamente planificadas, es una práctica ampliamente utilizada en todos los ámbitos de la vida, puesto que se puede, evaluar o valorar todas las acciones que realizamos.

En el campo de la educación escolar el tema de la evaluación tiene una definición problemática. Existe una gran cantidad de aspectos susceptibles de ser evaluados pero, en la práctica, todos los esfuerzos y las consecuencias de la evaluación se centran en el alumnado. Éste es el único que "aprueba" o "suspende". Los especialistas que diseñaron el currículum, el profesorado que lo adaptó y lo llevo a la práctica, los miembros de la Administración que proporcionaron o no los recursos necesarios, los políticos que posibilitaron o no unas condiciones de trabajo, podrán recibir críticas, pero, de una forma u otra, permanecerán en sus puestos. El alumnado, sin embargo, puede ver limitado su acceso a determinadas áreas del campo productivo o académico porque un docente considere que no ha respondido bien a un examen, el instrumento más utilizado y en muchos casos el único en la evaluación del alumnado, recurso que puede cuestionarse desde múltiples puntos de vista.

Podemos distinguir, para delimitar el ámbito y las características de las prácticas de evaluación existentes en el proceso de enseñanza, cinco tipos de evaluación: a) de sentido común; b) administrativa; c) del alumnado; d) académica o científica; y e) democrática.

a) Evaluación de sentido común. Todas las personas implicadas en la evaluación, políticos, administradores, profesorado, alumnado, familias… emiten juicios valorativos, muchas veces sin contar con la información necesaria, sobre las decisiones que toman los demás. Este tipo de juicio es lo que se denomina evaluación de sentido común.

b) Evaluación administrativa. La Administración, partiendo, por lo general, de datos cuantitativos sobre el alumnado, el profesorado, el estado de los centros, etc., recogidos de distintas formas, también emite sus juicios y toma decisiones, lo que se conoce como evaluación administrativa. Sus consecuencias inmediatas se vislumbran en el desarrollo de la política educativa, mediante la promulgación de normas de "obligado cumplimiento" o, a título de sugerencia, sobre los distintos aspectos del funcionamiento de los centros; la provisión de recursos; la planificación de la formación permanente del profesorado en activo; la distribución de la relación numérica enseñantes/alumnado; el diseño del mapa escolar, etc.

c) Evaluación del alumnado. El profesorado, además de realizar valoraciones de sentido común, tiene un amplio campo, aunque específico, de actuación evaluativa, desde la elección de libros de texto y materiales didácticos hasta la calificación del alumnado, que es la tarea de evaluación por excelencia del sistema educativo y una de las más problemáticas, la que se denomina evaluación del alumnado. De hecho, en nuestro sistema educativo, si exceptuamos el examen de selectividad del COU, el profesorado que imparte clases es el que tiene el deber y la responsabilidad de evaluar al alumnado. La consecuencia más visible de esta evaluación es que el alumnado pueda o no continuar sus estudios o conseguir un título. La consecuencia pretendida de esta evaluación, al menos desde las intenciones, es que el alumno sea consciente de su propio proceso de aprendizaje y que el profesorado tenga un punto de referencia para la planificación de su práctica. Ésta es una de las partes menos conseguidas, hoy por hoy, en la enseñanza. La consecuencia colateral de este tipo de evaluación es la creación de la autoconciencia del alumnado de éxito o fracaso y las repercusiones que esto puede tener en la construcción de su autoestima como ser individual y social.

d) Evaluación académica o científica. Desde los años sesenta y sobre todo en el área anglohablante, dentro del ámbito de la investigación educativa se ha desarrollado una amplia actividad de evaluación de programas educativos y proyectos curriculares de muy distinta índole, que ha sido llevada a cabo, bien por profesionales del campo de la psicología o la pedagogía, bien por una figura surgida en torno a ella: el evaluador. Este tipo de evaluación comenzó a adquirir auge en el momento en que la Administración consideró que se estaba invirtiendo un volumen importante de recursos en educación, recursos que en ocasiones no se veían compensados por los resultados previstos o deseados. Su función primordial era la de recoger información rigurosa y de calidad sobre la realización de los proyectos educativos y sobre la puesta en práctica de los currícula para informar la toma de decisiones de los políticos.

3) Evaluación democrática. A comienzos de los años setenta, sobre todo en Gran Bretaña y los Estados Unidos, surgió un grupo de evaluadores que reivindicó el carácter "educativo" de la evaluación, cuyo principal objetivo habría de ser realimentar la acción del profesorado y permitirle tomar decisiones con mayor conocimiento de causa, además de proporcionar conocimiento sobre la calidad de las interacciones y los procesos que tienen lugar en el intercambio educativo. Desde esta perspectiva comienzan a acuñarse los términos de: a) evaluación holística o comprensiva y global del proceso de enseñanza-aprendizaje; b) evaluación democrática, en la que los significados de las acciones se negocian entre los participantes y no dependen solamente del valor que les otorga el evaluador o investigador; c) autoevaluación, mediante un proceso reflexivo riguroso de planificación-observación-análisis-reflexión-planificación, que conecta con la concepción del enseñante como investigador que hemos comentado en otro apartado.

Éstas son las líneas generales que adopta la evaluación en el ámbito de la educación. A partir de ahora nos vamos a centrar en la evaluación de dos de los pilares básicos del sistema educativo: alumnos, y profesores.

A) La evaluación del alumnado. Aparte de lo comentado arriba sobre este tipo de evaluación, podemos decir que en la práctica de los centros los modos de actuación evaluativa suelen estar en relación con las ideas implícitas del profesorado sobre lo que puede considerarse como evaluación, sus concepciones sobre el aprendizaje y el sentido de su programación didáctica. Aquí la tradición y las conductas interiorizadas por el profesor durante el largo tiempo que ejerció de estudiante juegan un papel importante.

En la esencia misma del sistema escolar, en su faceta más clara de reproducción social, se encuentra la valoración y clasificación de las personas tras exámenes más o menos rigurosos y de distintos tipos, lo que les permite acceder o no a determinados ciclos del propio sistema y a un tipo u otro de trabajo.

El procedimiento de los exámenes caracteriza a los sistemas educativos cuyo contenido se basa en el adiestramiento técnico-especializado y cuyo control es racional-burocrático. En el Estado español, los exámenes no sólo están profundamente instalados en el sistema educativo, sino que impregnan gran parte de la misma vida laboral. Para obtener una plaza de docente en un centro público, para trabajar en la Administración, para colocarse en un banco, etc., es necesario pasar un conjunto de pruebas o exámenes. En este sentido, quizá tengan razón los profesores al emplear este sistema con profusión, pues aprender a pasar los exámenes puede que sea una de las mejores maneras de preparar al alumno para la vida.

Por otro lado, podemos decir que la evaluación del alumnado es un proceso que consta de tres tipos:

1) Evaluación inicial: es la que se realiza al comienzo de cada nueva fase de aprendizaje, con el fin de conocer y valorar los conocimientos previos de los alumnos. Mediante esta evaluación se avalúan los esquemas de conocimientos pertinentes para los nuevos aprendizajes, y se realiza consultando y valorando el historial del alumno, y registrando y analizando las respuestas y comportamientos de los alumnos ante el nuevo aprendizaje.

2) Evaluación formativa o continua: es la que se efectúa durante el proceso de aprendizaje, y su objetivo es conocer y valorar el grado en que los alumnos van logrando los objetivos previstos, a la vez que favorece la reorientación y mejora la acción del docente y del proceso de aprendizaje de los alumnos. Mediante ella se evalúan los progresos y dificultades presentes en el proceso de aprendizaje, a través de la observación sistemática del proceso de aprendizaje y del registro de las observaciones y la interpretación de las mismas.

3) Evaluación final: es la que tiene lugar al término de una fase de aprendizaje, con la finalidad de conocer y valorar los resultados finales del proceso de aprendizaje. Evalúa los tipos y grados de aprendizaje formulados en los objetivos de etapa, de ciclo, de curso o didácticos, según los contenidos seleccionados, y se realiza mediante observaciones, registrando y valorando las respuestas y comportamientos de los alumnos a preguntas y situaciones que requieren la aplicación de los contenidos aprendidos.

A nuestro entender, ni antes ni en la actualidad la evaluación del alumnado ha gozado ni goza de buena salud. Son varios los síntomas que así lo manifiestan: unos, de índole personal, tales como la ansiedad que crea a padres y a alumnos, la actitud de escepticismo de algunos profesores, etc.; otros, de ámbito institucional, como la discordancia y divergencia en los criterios de evaluación, procedimientos e instrumentos, no sólo en el mismo centro, sino también entre el profesorado del mismo departamento; finalmente, su aplicación nos enfrenta con la ausencia de investigación sobre la fiabilidad o validez de las pruebas, con la identificación de evaluación y media, con el escaso uso de diferentes instrumentos de evaluación, etc.

Así pues, surge la necesidad de replantearse el papel de la evaluación en el proceso de enseñanza-apredizaje y adecuarla a las características del modelo curricular adoptado por la LOGSE.

Con todo, podemos decir que, según la LOGSE, la evaluación del alumnado debe ser:

Ÿ Continua: en la LGE de 1970 se avaluaba continuamente, con muchas recuperaciones; no obstante, evaluación continua quiere decir que tiene en cuenta el proceso, como hemos visto arriba.

Ÿ Integral: ha de tener en cuenta los conocimientos del alumno, pero también los procedimientos y las actitudes.

Ÿ Individualizada: tiene que ser personalizada para cada uno de los alumnos, y ver de dónde se parte y hasta dónde se llega.

Ÿ Democrática: los criterios de evaluación, como hemos visto páginas atrás, deben ser conocidos por los alumnos, y consensuados con ellos si llega el caso.

Ÿ Formativa: en la evaluación hay que dar pistas a los alumnos para que vean en lo que fracasan o fallan, explicarles por qué han suspendido, y qué hacer para superarlo y mejorar.

Ÿ Orientadora: tiene que ver con la formación posterior del alumno, debiendo informar sobre salidas laborales y otras cuestiones de interés.

Ÿ Desde las áreas: viene a señalar que la evaluación se hace particularmente dentro de un área determinada, pero que lo que se evalúan finalmente son los objetivos generales de etapa.

B) Evaluación de la tarea del profesorado. Un tema latente en toda aproximación a la evaluación del currículum, en sentido amplio o restringido, es el de la evaluación de la tarea del profesorado, que de una u otra forma todos los implicados en el proceso educativo, la Administración, el alumnado, las familias…, realizan.

En Gran Bretaña, durante unos años al profesorado se le pagó en función de los resultados conseguidos por sus estudiantes en los exámenes realizados por la inspección. En algunos estados de los Estados Unidos, al finalizar el curso el director tiene que realizar un informe sobre el trabajo del profesorado, que sirve de base a su promoción dentro de la escala docente. En nuestro sistema educativo, se suele decir que "un profesor que suspende a más del 50% del alumnado se suspende a sí mismo".

En conclusión, existe una relación no necesariamente causal, entre la tarea desarrollada por el profesorado y el aprendizaje del alumnado. Y es obvio que una evaluación no reduccionista del currículum ha de tenerlo en cuenta. Sin embargo, la evaluación del profesorado, que podría ser un medio para mejorar la interacción educativa y para que los enseñantes controlasen su propio trabajo, se convierte, en el imaginario colectivo, en un factor que introduce la duda sobre su calidad profesional e incluso personal y abre suspicacias frente a la propia intención de esta evaluación y quién la ha de llevar a cabo.

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