TEXT & SOCIETY

 

Here you will find attached a remarkable interview with Roger Chartier in order to perfectly understand the approach which provides a new, modern and sociological view of any writing. In addition, at the bottom of the page you will find attached another link to a clear example of how a text is passing through the years, how it affects the present society which approach to it, how it is going to be reinterpreted, etc...in: “J. Iffland: Sobre el destino social de Don Quijote: Literatura e interpelación ideológica. En: Texto y Sociedad: Problemas de Historia Literaria. (Teoría Literaria: Texto y Teoría) B. Aldaraca, E. Baker & J. Beverley  2006, pp. 95-142.


Pregunta: La amplia repercusión de sus escritos en disciplinas separadas, como la Historia, la Sociología, la Filología, nos demuestran que es difícil comprender la realidad desde posiciones parceladas. El esfuerzo de las comunidades académicas en parcelar sus terrenos frente a otros, ¿ha ido en detrimento de una mejor comprensión de los fenómenos sociales?

Roger Chartier: Si pensamos en el campo de investigación, de trabajo, de esta revista es claro que la diferencia entre la Literatura, como el campo de trabajo de los historiadores de la Literatura o de los críticos literarios, la Historia Cultural —que nació sobre la referencia a la tradición de una Historia socioeconómica a la manera de los Annales— y finalmente los saberes más técnicos, como los de la Paloegrafía o de la Bibliografía —en el sentido anglosajón del término— han definido objetos, técnicas, instrumentos desvinculados; mientras que parece que para entender un texto, es decir, los sentidos plurales involucrados en la circulación y apropiación de una obra literaria, por ejemplo, es claro que debemos articular estos saberes y técnicas para comprender las condiciones de la elaboración, de la redacción, de la construcción de la obra movilizando todos los recursos de la crítica textual, o de la poética, de la narratología... Y, al mismo tiempo, si pensamos que una obra se transmite siempre a través de un objeto, de una forma —la voz que lee, la representación teatral, el manuscrito, la edición impresa— inmediatamente vemos que los saberes descriptivos de estos soportes de lo escrito son elementos clave para la construcción del sentido. ¿Y a quiénes podemos remitir la construcción del sentido? A los lectores, espectadores, oyentes que participan de comunidades de interpretación que tienen sus competencias, sus hábitos, su formas, sus usos, en relación con la cultura escrita. Y se ve que las fronteras clásicas entre las disciplinas desaparecen para que sea posible dar realmente una comprensión histórica de la comprensiones del pasado, del presente de una obra. Es solo un ejemplo, pero podríamos multiplicar los ejemplos de esta separación de las disciplinas académicas para asirse de objetos que, de hecho, necesitan la convergencia y la articulación de estas disciplinas.

Pregunta: La nueva forma de enfocar la Historia ha modificado el concepto de "documento" histórico ampliándolo a otras esferas. ¿Cuáles son las nuevas herramientas del historiador?

R. Chartier: Podemos pensar en los que constituyen objetos de una aproximación a la Historia Cultural. Para mí la Historia Cultural abarca lo que hemos dicho, pero se pueden utilizar otras categorías. Hay una definición de la sociología que podría también abarcar esta vinculación entre textos, soportes y prácticas, lo que McKenzie llamaba Sociología de los Textos, no importa la categoría. Pero el proyecto intelectual importante es que a partir de este momento los objetos de los que se puede apoderar son textos canónicos o no, obras clásicas o sin méritos, pero también la producción iconográfica en todas sus formas o inclusive, si es posible reconstituirla, la circulación de la música, del canto y de todas las formas que se remiten a la palabra viva. Son objetos legítimos, fundamentales y articulados, podríamos decir, de la Historia Cultural. Y para acercarse a estos objetos están los documentos, los documentos que también pertenecen a todos estos órdenes, inclusive los objetos materiales dejados por el pasado o los espacios de existencia tal como podemos encontrarlos en una ciudad o en otros espacios como grandes casas, castillos, etc.

Y de este modo el desafío esencial sería, por un lado, evitar una lectura de las obras estéticas como documentos, es decir, como si reflejaran inmediatamente una realidad social —que fue una tentación de los historiadores el reducir la obra literaria o la obra iconográfica a su contenido de documento—, que es un gran error porque cada obra fue concebida con reglas, referencias, modelos, intentos que la gobiernan. Así, a mí me gusta decir que debemos acercarnos a la práctica de la representación para poder decir algo de la representación de las prácticas. Y hay también, por otro lado, la posibilidad, si no de reducir las obras al estatuto de documento, de movilizar los documentos tradicionales o nuevos de la historia para acercarnos a este misterio que es la apropiación, la construcción del sentido de comunidades de lectores frente a obras, cualesquiera que sean. Y eso me parece un juego entre obras y documentos —evitando la reducción de uno a otro— que puede definir este tipo de trabajo histórico.

Pregunta: El texto ya no es el fin, sino el punto de partida para la reconstrucción social de las condiciones de producción y consumo, un generador de prácticas e interpretaciones...

R. Chartier: Sí, depende un poco de lo que el historiador defina como objetivo, lo que quiere entender. Algunas veces puede ser cómo fue producido un texto, transmitido, apropiado, y aquí el texto sería el objeto mismo de la investigación. Al revés, puede ser el fin del trabajo, porque a partir de un estudio de prácticas sociales o de relaciones de dominación su análisis puede conducir a entender cómo ciertos textos fueron a la vez la expresión y el alimento de tal o cual sistema de dominación, sistema de relaciones sociales o de prácticas. De esta manera, no hay ni la visión del texto como un único documento o un único objeto de la investigación histórica ni, al revés, el abandono del mundo de los textos en provecho de otras realidades supuestamente más reales que la textualidad. Es entre estas dos posiciones donde me parece que podemos caminar para situar producción y apropiación de los textos dentro de los constreñimientos o las coacciones que gobiernan tanto su producción, es decir, su escritura y su publicación, como su apropiación, es decir, su lectura o su escucha.

Pregunta: Se pasa de una concepción más estática a otra más dinámica del objeto...

R. Chartier: Me parece que esta es la razón por la cual la obra de McKenzie, Sociología de los textos, termina con la producción, la transmisión, la recepción de los textos sin que necesariamente sean etapas separadas. Es una dinámica porque el proceso mismo de publicación y apropiación implica operaciones técnicas; y también es una operación dinámica porque, por otro lado, el sentido no está cristalizado en la obra. Se construye en ese momento de encuentro entre el texto y el lector; un texto, que tiene una forma material, y el lector, que tiene una identidad sociocultural.

Pregunta: Los libros no son portadores transparentes de los textos. ¿En qué forma nos hablan los libros desde su materialidad, como objetos?

Roger Chartier: Me parece que la mejor demostración de esto son los casos en que el mismo, entre comillas, texto se da a leer en formas diversas o se da a entender en formas diversas. Si pensamos en los siglos que me son más familiares –XVI, XVII-, en un estudio que he empezado sobre las obras teatrales en Inglaterra, España –en Castilla- y Francia se puede demostrar esto. Entre el manuscrito, la representación teatral, la publicación impresa en diversas formas –si estamos en España, en forma de pliego suelto, etc.- aquí se puede apreciar que es el mismo texto tal como podemos conocerlo, pero que cada vez que cambia su soporte cambia la definición social de su público y cambian las posibilidades de su interpretación. Si pensamos en el siglo XIX, la novela desde la forma del feuilleton, de las publicaciones por entregas, de las ediciones para los gabinetes de lectura o de las obras de un autor definen también una pluralidad de soportes que se abren a usos y públicos diversos y que permiten o impiden tal o cual construcción de sentido. Serían ejemplos que demuestran que las formas contribuyen al sentido de una obra.

Si en términos jurídicos podemos pensar en el copyright como aplicado a una obra cualquiera que sea su forma o si, en términos de la estética, podemos pensar en una obra a través de una identidad puramente textual, cuando planteamos el tema de la construcción del sentido por parte de los lectores, inclusive nosotros como lectores, inmediatamente la materialidad plural del soporte se impone como un objeto fundamental de estudio. Y me parece que dentro del campo de los estudios de Historia de la Literatura o del Literary criticism hubo una transformación importante cuando se introdujo dentro del proceso mismo de análisis de las obras las variaciones creadas sobre el estatuto, registro y sentido de esta obra por estas materialidades. De ahí, me parece, la manera de articular a la vez todos los procesos que han desmaterializado en la tradición occidental las obras —filosófico, jurídico, estético y finalmente crítico, con la crítica estructuralista, semiótica, el deconstruccionismo—. Por otro lado, toda la materialidad de la obra contribuye a la construcción del sentido por lectores concretos, de carne y hueso, que siempre encuentran una obra no a través de las categorías desmaterializadas del Derecho o de la Estética, sino conllevado por una voz o por un escrito.

http://www.ucm.es/info/especulo/numero15/chartier.html

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“J. Iffland: Sobre el destino social de Don Quijote: Literatura e interpelación ideológica. En: Texto y Sociedad: Problemas de Historia Literaria. (Teoría Literaria: Texto y Teoría) B. Aldaraca, E. Baker & J. Beverley  2006, pp. 95-142.


Las investigaciones, planteamientos teóricos y metodológicos de Chartier permiten introducir aspectos dejados de lado tradicionalmente por la crítica. Los textos adquieren nueva vida cuando son recuperados no solo en su significación sino en su práctica social. A diferencia de la Estética de la recepción, que devuelve a los textos su historicidad comprensiva, Chartier parte de la materialidad de los objetos culturales y de su participación en los procesos sociales. No solo hay que estudiar el significado de los textos, sino los fenómenos de apropiación, concepto clave en el pensamiento de Chartier. La apropiación implica un uso y unas prácticas alrededor de los objetos culturales dentro de un determinado contexto histórico. En su dimensión material, los objetos culturales —no solamente los libros— son producidos, transmitidos y apropiados.

Cada vez más el lector descubre cómo la forma material de los textos determina de modo decisivo sus significados. Al unificarse recientemente los intereses básicos de la teoría crítica y la investigación textual, se puede comprobar que cualquier obra de valor duradero, tras su reproducción, reedición y relectura, adquiere formas y significados diferentes. Con el testimonio que ofrecen las nuevas necesidades de sus nuevos lectores, estas nuevas formas constituyen una evidencia esencial para cualquier historia de la lectura.

Hay que poner de manifiesto que el documento, novela, etc.. no es producto de un solo autor y que además es importante unificar los textos con la intención de reconocer su variedad y la complejidad de sus relaciones.

La socialización de los textos esta sujeta a diferentes cambios semánticos y contextuales acordes con la manera de escribir en el propio momento de la creación de un texto y de la interpretación del mismo, también al momento de leerlo, al momento de resumirlo, de traducirlo, de estudiarlo, de enseñarlo o de corregirlo.

Por ello, el momento histórico, la historia del autor, la personalidad y sus ideales deben ser tomados en consideración al momento de descifrar las ideas de un texto, escrito por un autor especifico, en un momento histórico, y bajo influencia de su contexto.

Entender mal, traducir mal, interpretar mal... tiene consecuencias trascendentales en el contexto cognitivo y cultural de una sociedad, siempre que se difunda o se consulte una misma idea errónea en una gran cantidad de ocasiones.

REFERENCÍAS

McKenzie, D. F. 1999 Bibliography and the sociology of texts. Cambridge: Cambridge University Press

Chartier, R. 2001 Histoire de la lecture dans le monde occidental. París: Le Seuil, 2001.

(Tr. Historia de la lectura en el mundo occidental, Madrid, Taurus, 1998, con G. Cavallo.)

 

Iván Torrijos ©