Su envidiable situación geográfica conllevó, junto con su desarrollo, verse involucrada de lleno en el devenir de la historia de España. Después de las invasiones bárbaras (en las que fué sede episcopal y base naval de la escuadra bizantina), Dénia alcanza indudablemente su máximo apogeo con la dominación árabe, en la que llega a ser capital del reino Taifa de Dénia, con las consiguientes aventuras políticas y, sobre todo, con un gran desarrollo cultural y económico. La conquista de Jaime I sólo trajo un periodo gris que terminó con el advenimiento de Felipe III, y la llegada al poder fáctico de su primer ministro, el 5º Marqués de Dénia y Duque de Lerma (Don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas), que dejando a un lado la excesiva pasión de mando -cosa habitual y bien vista en nuestros días- tenía la gran virtud de amar a su tierra, y consiguió del rey el título de Ciudad, y tan entusiasmado estaba con Dénia que convenció al rey para que celebrara los festejos de su boda aquí (8 de febrero de 1559). Sin embargo, la expulsión de los moriscos, en cuya decisión intervino, descompensa negativamente la balanza de sus obras. La ruina total nos viene con las guerras de Sucesión e Independencia, y apenas al principio de este siglo levantamos cabeza.
Para ampliar conocimientos consultar la Historia de Dénia de Roque Chabás, y la obra del mismo título del inolvidable Emilio Oliver Sanz de Bremond.