Título: La Tempestad.

Autor: William Shakespeare.

Compañía: Ur Teatro.

Dirección: Helena Pimenta.

Reparto: Alex Angulo, Ramón Barea, Jorge Basanta, Jesús Berenguer, Jacobo Dicenta, Vicente Díez, Mikel Losada, Concha Milla, Jose Tomé, Fernando Ústarroz y Pepe Viyuela.

Fecha y lugar de la representación: 30 de Noviembre, Teatro Principal (Valencia)

 

El código verbal predomina claramente sobre el resto de códigos semióticos en este montaje, lo que por otra parte parece lógico tratándose de Shakespeare. Los  personajes se definen antes que nada por su dicción y por sus palabras. El personaje de Próspero, protagonista de la obra e interpretado aquí por Ramón Barea, es un hombre a las puertas de la vejez cuyas palabras (y movimientos) son siempre vehementes y apasionados, casi al borde de la desesperación. Su hija Miranda, a la que da vida Concha Milla, esta contagiada del mismo tono de intensidad y determinación. Su vestuario participa de la misma dualidad, de realidad y sueño, que la isla en la que habitan. Próspero viste una camisa y un pantalón gastados, de náufrago; el vestuario inicial de Miranda recuerda al de una bailarina de ballet.

 Sus personajes contrastan en el extremo opuesto con los de Esteban y Trínculo (Alex Angulo y Vicente Díaz, respectivamente). Ellos son los protagonistas de la trama cómica. Su dicción tiene una voluntad humorística (afectada casi siempre por la ebriedad) que se corresponde con sus movimientos vacilantes, carentes de tensión y gravedad. Del mismo modo se opone el vestuario, muy ecléctico en toda la obra. Esteban esta vestido de cocinero y Trínculo de marinerito. Son los dos únicos personajes con gorro, que enfatiza su aspecto cómico.

La escenografía está marcada por el minimalismo y el antinaturalismo. No hay decorado que haga referencia a isla alguna. Tan sólo un gran lienzo blanco en el suelo sobre el que deambulan los personajes y otro más pequeño en el fondo sobre el que se proyectan imágenes ocasionalmente. Las luces marcan especialmente los diálogos de Próspero con el espíritu Ariel. En el escaso atrezzo destacan por su manifiesto antirrealismo la colocación de señales de tráfico. Resulta novedosa la “caracterización” de los tramoyistas, vestidos como limpiadores de fuel del “Prestige”, en ocasiones comparten el escenario con los personajes.

Creo que el montaje guarda un acertado equilibrio entre el respeto a un texto clásico y la modernidad de la puesta en escena. Acabó por hacérseme un poco larga pero uno se pregunta si alguna obra puede evitar serlo tras dos horas seguidas en las diabólicas “butacas” del gallinero del Principal.