Título: Sobre Horacios y Curiacios.

Autor: Bertold Brech.

Compañía: Teatro de la Abadía.

Director: Hernán Gené.

Reparto: Luis Bermejo, Julio Cortázar, David Luque, Marcos Marín, Daniel Moreno, Fernando Soto.

Fecha y lugar de la representación: 4 de Noviembre de 2004, L’Altre Espai (Valencia).

 

Sobre Horacios y Curiacios se vale del clown, del payaso de toda la vida, para tratar un tema de naturaleza tan poco cómica como es la guerra. De este contraste nace la fuerza, a la vez cómica y dramática, de la obra: hacer humor del absurdo de la guerra.

La cara profusamente maquillada, los sombreros, los trajes coloristas: los seis actores aparecen en escena caracterizados inequívocamente como payasos. Estos payasos, como entendemos enseguida, son personajes que juegan a ser otros personajes. Juegan a ser Horacios y Curiacios. Juegan a la guerra. Su gestualidad, su dicción, sus movimientos son siempre los del payaso. Su individualidad es mínima y responde más al rol interpretado en cada momento y, sobretodo, a tics verbales y gestuales, que a rasgos psicológicos.

La escenografía es tan sobria como eficaz. En primer término central un circulo de luz variable que en ocasiones sirve como pista de circo; detrás, una plataforma que hace las veces de tarima para discursos, escenario dentro del escenario para interpretaciones musicales (algunos instrumentos descansan todo el tiempo sobre ella)..., y en su parte inferior, como valioso escondite de atrezzo y vestuario. Su inclusión en el escenario es fundamental para mantener el ritmo vertiginoso de la representación.

 El dinamismo de los payasos trasciende los límites del escenario y les hace en ocasiones irrumpir en el patio de butacas e interaccionar con el público, como haría cualquier payaso que se precie. Esta cercanía física era un reflejo de la sintonía con el público, que llenaba el teatro y prorrumpía en carcajadas a cada poco.

La obra es un festín semiótico. Los personajes interpretan canciones, utilizan profusamente tanto los códigos verbales como los corporales (la mímica juega un papel importante) y los simbólicos (mediante todo tipo de referencias culturales e históricas); se escuchan grabaciones radiofónicas, canciones, atronadores efectos de sonido y el uso de las luces marca el desarrollo de la acción... Todo con una función antirealista, como suele ser habitual en el teatro de Brecht.

Todas estas características hacen de la representación un espectáculo gozoso que no olvida su carácter de reflexión sobre el absurdo de la guerra, como constata la contundente imagen con que finaliza, con los payasos tratando de protegerse de la destrucción con la sola ayuda de un paraguas.