* La Naranja Mecánica de Anthony Burgess
me parece una obra maestra dentro de la literatura universal, tanto por
su contenido como por su estilo. Sus temas son realmente apasionantes y
así lo constata la gran cantidad de gente interesada en este libro,
como queda demostrado al navegar en Internet por páginas y más
páginas referidas a este libro y a su autor. El tema de la violencia,
particularmente, es tan chocante que deja huella. Parece ser que nunca
pasa de moda, podrán llegar miles de cosas nuevas pero éste,
concretamente, perfectamente relatado a lo largo de toda la obra, jamás
quedará obsoleto.
Pero no nos precipitemos en las conclusiones y en la opinión
personal, pues primero me gustaría valorar, en primer lugar, su
estilo y posteriormente, la complejidad de la obra que, contrariamente
de lo que pensemos, la tiene y mucha.
De este modo, el estilo que campea a lo largo de esta genial
y maquiavélica obra, nos puede parecer fácil, sencillo. Sin
embargo, a mi entender, nada más lejos de la realidad. Burgess,
astutamente, introduce términos desconocidos que compondrán
el lenguaje cotidiano del protagonista, pero a su vez, el propio autor
debe haberse creado ese lenguaje específico para ponerlo en boca
de su personaje, y, no nos engañemos esa tarea no es nada fácil,
puesto que a lo largo y ancho del libro algunas de las palabras se repiten
hasta la saciedad, con la dificultad que entraña el recordarlas.
Quiero decir con esto que dichas expresiones, no se han creado aleatoriamente,
para poco después de utilizarlas abocarlas al olvido. Precisamente
por ello, he considerado interesante incluirlas dentro de mi labor como
estudiante de su asignatura. Tampoco podemos decir que sea un lenguaje
rico y lujoso, todo lo contrario, pero Burgess sabe plasmar como nadie
los más ligeros detalles del comportamiento humano. Los sentimientos
de Alex, de hecho, me parece que están narrados de tal forma que
podemos, imaginariamente, por supuesto, ponernos en su lugar, podemos sentirnos
transportados, podemos ser partícipes de sus neuras, de sus locuras,
de sus desequilibrios. Es un lenguaje poco elaborado, sin excesivos ornamentos
pero que llega, que nos hace sufrir. Al fin y al cabo, esa es la
función del lenguaje, comunicar; y éste, concretamente, nos
hace sentir rabia, impotencia, rencor, es capaz de transmitirnos tantas
emociones, que somos capaces, incluso, de omitir la elaboración
del estilo. Nunca podríamos imaginarnos La Naranja Mécanica
con otro lenguaje que no fuera el utilizado por el autor. Sería
prácticamente inaudito pensar en esta obra escrita con un lenguaje
pomposo, recargado. La violencia es caos, La Naranja es caos y así
se recoge a través del estilo: frases no muy largas, rapidez en
la lectura, cambios de ritmo, tensiones en la escritura; es así,
como la vida que lleva el protagonista. Desde mi punto de vista, la sencillez
hace que sea un libro magistral, puesto que también la simplicidad
es, en ocasiones como ésta, un punto a favor.
Respecto al otro punto que me gustaría tocar, que es
el de la complejidad, como mencionábamos anteriormente, desde el
punto de vista estilístico carece de tal virtud o de tal defecto,
según se mire; pero desde la perspectiva de los temas, son tantos
los que se cruzan y entrelazan que la dificultad planea, sin embargo Burgess
salió airoso redactándolos con una perfección digna
de elogio; ha logrado un texto rico en alusiones que bucea en las preguntas
fundamentales de la existencia personal y colectiva; lo hace con una originalidad
que es bien patente y todo ello en un texto lleno de ingenio y de una belleza
un tanto grisácea. Este libro, es una encrucijada en la que se dan
cita todo un mundo de ideas filosóficas, antropológicas y
religiosas, a veces de una manera latente, otras veces mediante omisión,
para que el lector extraiga sus propias conclusiones, no sólo
desde el punto pasivo, sino también desde el prisma activo del personaje
principal. ¿Acaso cree en Dios, Alex? ¿Qué busca realmente?
¿Por qué los seres humanos tenemos un lado oscuro que puede
aflorar en el instante menos esperado? Estos son algunos de los interrogantes
que me planteo, o que deliberadamente se nos hace plantearnos. Con lo cual,
pienso, que no es para nada un libro sencillo en cuanto a temas se refiere.
Tiene su complejidad, bien de una manera implícita o explícita.
Resulta cuanto menos sorprendente, la influencia que ha tenido(bien
es cierto que en estos momentos me estoy refiriendo más a la película
que al libro) La Naranja Mecánica en el devenir de nuestras vidas;
realmente es objeto de culto para muchas personas que se sienten identificadas
con algo que está plasmado ahí, tal vez la maldad sea algo
atrayente que nos acerca inexorablemente hacia el camino de La Naranja
Mecánica, se han roto tantos cánones con esta obra...
Pienso que mi opinión personal, bastante manifestada,
dicho sea de paso, carece de importancia, pero si sirve de algo, ya me
había leído el libro en ocasiones anteriores, con lo cual
queda todo dicho. Es una obra sublime que plasma, en muchas ocasiones,
ese oscuro sentimiento de violencia que todos llevamos dentro y que quizás
los jóvenes todavía mucho más, ya que conservamos
en gran parte la agresividad y la travesura belicosa de los tiempos de
la escuela primaria.
Las conclusiones, por otra parte, son claras: La Naranja Mecánica
queda, por lo menos, como obra en la que, artísticamente, se ha
plasmado un problema del hombre: el problema de la violencia, problema
que estuvo, está y seguirá estando si alguien no lo remedia.
La crítica de Burgess me parece plenamente acertada por la manera
sutil en la que la realiza, mejor dicho, me encanta la crítica
de Burgess porque en realidad no aparece por ningún lado esa crítica,
todo cae por su propio peso.
©
Javier Ubeda Ausina
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