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INTRODUCCIÓN: LAS GUERRAS MEDICAS.-
Antes de todo es imprescindible conocer el significado que conlleva el
término “guerra”. La guerra se podría decir que es el modo violento en que
los grupos sociales se relacionan, donde llevan sus diferencias al conflicto,
una relación donde la violencia ha sido utilizada con intencionalidad.
Clausewitz, en su obra magna “De la Guerra”, la cual fue elaborada el primer
tercio del siglo XIX, nos describe este acto como: “... violento cuyo fin es
forzar al adversario a ejecutar nuestra voluntad”. También decía que “la
guerra es un acto de violencia y no hay límite para la manifestación de esta
violencia. Cada uno de los adversarios hace la ley del otro, de donde
resulta una acción recíproca, en tanto concepto, debe llegar hasta el
extremo”
Una vez analizado el concepto guerra, me centraré en un episodio bélico de
la antigüedad, las Guerras Medicas y en concreto la Batalla de la Termopilas.
Las Guerras Médicas:
Nombre con que se conoce el enfrentamiento entre los antiguos, durante el
siglo V a.C. El adjetivo «médicas» se debe a que los griegos usaban los
términos «medo» y «persa» como sinónimos, a pesar de que Media (Oriente
Medio) era en realidad una región contigua a Persia sometida a su imperio.
Como consecuencias de estas Guerras Médicas...
Se inició la decadencia del Imperio Persa
Las ciudades del Asia menor lograron ser independientes
Atenas impuso su hegemonía en el mundo griego
Atenas mantuvo la Confederación de Delos para utilizarla en su propio
engrandecimiento, con los tributos que pagaban las ciudades confederadas.,
convirtiéndose en el centro cultural sobresaliente de la época
Su poderío despertó recelos en los demás estados griegos, en especial de
Esparta
Pericles concertó una paz por treinta años, pero transcurrido sólo la mitad
de ese período se inició la Guerra del Peloponeso, causada principalmente
por el enfrentamiento entre Esparta y Atenas, entre dorios y jonios; guerra
que llevó a Esparta y a Lisandro a aceptar la ayuda de los persas para
lograr la hegemonía espartana.
PERSONAJES PRINCIPALES:
Leónidas:
Fue uno de los hijos del rey agíada Anaxandridas II de Esparta. Sucedió en
el trono, probablemente en 489 o 488 a.C, a su hermanastro Cleómenes I y se
casó con Gorgo, la hija de éste. Al tener dos hermanos mayores, Cleómenes y
Dorieo, no se esperaba que pudiera llegar a reinar, pero Cleómenes falleció
sin descendencia masculina y Dorieo murió, probablemente poco antes que
Cleómenes, en Sicilia luchando contra los cartagineses.
En 480 a.C, los éforos de Esparta enviaron a Leónidas al frente de 300
hoplitas y 4.000 soldados aliados para bloquear al ejército persa de Jerjes
I en el paso de las Termopilas.
Los 300 hoplitas constituían la guardia real, a razón de un centenar por
cada una de las tres tribus en que estaban divididos los espartanos. Este
cuerpo estaba formado por ciudadanos de Esparta que contasen con algún
descendiente masculino a fin de que, en el caso de fallecer en combate, no
se extinguiera su familia. Cabe destacar que si bien siempre se sugirió que
fueron 300 espartanos los que defendieron el paso de las Termopilas, contra
aproximadamente 1.000.000 de efectivos persas, las investigaciones modernas
demuestran que en realidad eran 6.000 griegos contra 250.000 persas, una
fuerza impensable para la logística de la época. En cuanto a la cantidad de
griegos, eran 300 espartanos cada uno de ellos acompañado por 2 ilotas (dos
de sus siervos personales), además estaban presentes hombres de todas las
colonias espartanas, tales como Tespia. Además, los tespianos murieron en
las Termopilas junto a Leónidas y sus espartanos, aunque siempre el mérito
se lo llevan estos últimos.
Según una historia contemporánea, Leónidas iba acompañado únicamente por una
fuerza pequeña porque se dirigía deliberadamente a su perdición, ya que un
oráculo había vaticinado que todos los estados griegos, incluyendo Esparta,
sólo podrían ser salvados con la muerte de uno de sus reyes, a lo que
Leónidas habría respondido: "Yo soy ese rey". Sin embargo, parece más
probable que Leónidas no pudiera disponer de más hombres debido a la
celebración de las fiestas Carneas.
Varias anécdotas demuestran su valentía y el carácter lacónico atribuido a
los espartanos. En el primer día del sitio, cuando Jerjes exigió la entrega
de las armas a los griegos, Leónidas contestó Molon Labe ("Vengan por ellas").
Al tercer día, el Rey dijo a sus hombres que desayunaran bien; pues "Esta
noche cenaremos en el Hades". Los hombres de Leónidas repelieron los ataques
frontales de los persas los dos primeros días, pero cuando el griego
Efialtes condujo a Hidarnes, general persa, por un camino entre las montañas
hacia la retaguardia de los griegos, Leónidas dividió a su ejército y
permaneció en el paso con 300 espartanos, 700 tespieos y 400 tebanos. Fue
tal el ímpetu con el que los espartanos lucharon que Jerjes decidió
abatirlos de lejos con sus arqueros para no seguir perdiendo hombres.
Leónidas fue alcanzado por una flecha y los últimos espartanos murieron
intentando recuperar su cuerpo para que éste no cayera en manos enemigas. La
batalla duró cinco días y los persas consiguieron derrotar a los temidos
espartanos, pero éstos ya habían retrasado notablemente el avance persa,
diezmando la moral de su ejército y provocándole un buen número de bajas.
Esparta lo enterró con todos los honores, incluyendo una exhibición de duelo
no habitual entre los espartanos. En el lugar de su muerte se erigió un
monumento con un león junto con una inscripción escrita por el poeta
Simonides que decía así:
Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι
πειθόμενοι
Oh, extranjero, informa a Esparta que aquí yacemos todavía obedientes a sus
órdenes
No se conocen los hechos con suficiente detalle para juzgar la estrategia de
Leónidas, pero su heroísmo le ha asegurado un lugar único en la Historia.
Leónidas de Esparta
Jerjes (El rey de reyes)
(En persa خشایارشاه) (circa 519-465 adC), rey aqueménida de Persia (486-465
adC), hijo de Darío I y de Atosa, hija de Ciro II el Grande. Su nombre
Jerjes (también escrito Xerxes) es una transliteración al griego (Ξερξης, "Xerxēs")
de su nombre persa tras su ascensión al trono, Jshāyār shāh, que significa "gobernador
de héroes".
Efialtes:
(En griego Εφιάλτης) era el hijo de Euridemo de Malis y orginario de Traquis,
en Tesalia. Traicionó al rey espartano Leónidas en 480 adC, ayudando al rey
persa Jerjes I a encontrar otra ruta alternativa al paso de Termópilas. Esto
permitió a los persas derrotar al pequeño bando de defensores espartanos,
del cuál solo sobrevivieron dos.
Efialtes esperaba ser recompensado por los persas, pero terminó por no
obtener nada cuando éstos fueron derrotados en la Batalla de Salamina.
Efialtes huyó entonces a Tesalia, con una recompensa pendiendo sobre su
cabeza. Según Herodoto, fue muerto aparentemente por otro motivo por
Atenades de Traquia, sobre el 479 adC.
Los inmortales:
Era un regimiento de élite persa de guardia real que lucharon en las Guerras
Médicas. El nombre Inmortales viene de Herodoto que los llamó los Diez mil o
Athanatoi (literalmente, inmortales). Los propios persas probablemente no
utilizaban este término, que puede ser una corrupción de la palabra anusiya
(compañeros).
Herodoto menciona que los Inmortales eran una tropa de infantería pesada
comandados por Hidarnes que mantenía siempre la cantidad de 10.000 hombres:
cada miembro muerto, herido o gravemente enfermo era sustituido
inmediatamente por otro. El regimiento sólo aceptaba a miembros persas o
medos.
LA VERDADERA HISTORIA DE LA BATALLA Y SUS
PROTAGONISTAS
Dice Heródoto, quien cuenta los hechos que dan base al cómic y a la película,
en el Libro VII de Los Nueve Libros de la Historia:
CCXXIV. En el calor del choque, rotas las lanzas de la mayor parte de los
combatientes Espartanos, iban con la espada desnuda haciendo carnicería en
los Persas. En esta refriega cae Leonidas peleando como varón esforzado, y
con él juntamente muchos otros famosos Espartanos, y muchos que no eran tan
celebrados, de cuyos nombres como de valientes campeones procuré informarme,
y asimismo del nombre particular de todos los trescientos. Mueren allí
también muchos Persas distinguidos e insignes, y entre ellos dos hijos de
Darío, el uno Abrocomas y el otro Hiperantes, a quienes tuvo en su esposa
Fragatuna, hija de Artanes, el cual, siendo hermano del rey Darío, hijo de
Histaspes y nieto de Arsames, cuando dio aquella esposa a Darío, le dio con
ella, pues era hija única y heredera, su casa y hacienda.
CCXXV. Allí murieron peleando estos dos hermanos de Jerges. Pero muerto ya
Leonidas, encendióse cerca de su cadáver la mayor pelea entre Persas y
Lacedemonios, sobre quiénes le llevarían, el cual duró hasta que los Griegos,
haciendo retirar por cuatro veces a los enemigos, le sacaron de allí a viva
fuerza. Perseveró el furor de la acción hasta el punto que se acercaron los
que venían con Epialtes, pues apenas oyeron los Griegos que ya llegaban,
desde luego se hizo muy otro el combate. Volviéndose atrás al paso estrecho
del camino y pasada otra vez la muralla, llegaron a un cerro, y juntos allí
todos menos los Tébanos, sentáronse apiñados. Está dicho cerro en aquella
entrada donde se ve al presente un león de piedra sobre el túmulo de
Leonidas. Peleando allí con la espada los que todavía la conservaban, y
todos con las manos y a bocados defendiéndose de los enemigos, fueron
cubiertos de tiros y sepultados bajo los dardos de los bárbaros, de quienes
unos les acometían de frente echando por tierra el parapeto de la muralla, y
otros, dando la vuelta, cerrábanles en derredor.
CCXXVI. Y siendo así que todos aquellos Lacedemonios y Tespienses se
portaron como héroes, es fama con todo que el más bravo fue el Espartano
Dieneces, de quien cuentan que como oyese decir a uno de los Traquinios,
antes de venir a las manos con los Medos, que al disparar los bárbaros sus
arcos cubrirían el sol con una espesa nube de saetas, tanta era su
muchedumbre, dióle por respuesta un chiste gracioso sin turbarse por ello;
antes haciendo burla de la turba de los Medos, díjole: -que no podía el
amigo Traquinio darle mejor nueva, pues cubriendo los Medos el sol se podría
pelear con ellos a la sombra sin que les molestase el calor. Este dicho
agudo, y otros como éste, dícese que dejó a la posteridad en memoria suya el
Lacedemonio Dieneces.
CCXXVII. Después de éste señaláronse mucho en valor dos hermanos
Lacedemonios, Alfeo y Maron, hijos de Orisanto. Entre los Tespienses el que
más se distinguió aquel día fue cierto Detirambo, que así se llamaba, hijo
de Amártidas.
CCXXVIII. En honor de estos héroes enterrados allí mismo donde cayeron, no
menos que de los otros que murieran antes que partiesen de allí los
despachados por Leonidas, pusiéronse estas inscripciones: «Contra tres
millones pelearon sólos aquí, en este sitio, cuatro mil Peloponesios.» Cuyo
epígrama se puso a todos los combatientes en común, pero a los Espartanos se
dedicó éste en particular: «Habla a los Lacedemonios, amigo, y diles que
yacemos aquí obedientes a sus mandatos.» Este a los Lacedemonios al adivino
se puso el siguiente: «He aquí el túmulo de Megistias, a quien dio
esclarecida muerte al pasar el Sperquio el alfanje medo: es túmulo de un
adivino que supo su hado cercano sin saber dejar las banderas del jefe.» Los
que honraron a los
muertos con dichas inscripciones y con sus lápidas, excepto la del agorero
Megistias, fueron los Amfictiones, pues la del buen Megistias quien la mandó
grabar fue su huésped y amigo Simónides, hijo de Leoprepes.
CCXXIX. Entre los 300 Espartanos de que hablo, dícese que hubo dos, Eurito y
Aristodemo, quienes pudiendo entrambos de común acuerdo o volverse salvos a
Esparta, puesto que con licencia de Leonidas se hallaban ausentes del campo,
y por enfermos gravemente de los ojos estaban en cama en Alpenos, o si no
querían volverse a ella, ir juntos a morir con sus compañeros, teniendo con
todo en su mano elegir uno u otro partido de estos, dícese que no pudieron
convenir en una misma resolución. Corre la fama de que, encontrados en su
modo de pensar, llegando a noticia de Eurito la sorpresa de los Persas por
aquel rodeo, mandó que le trajesen sus armas, y vestido, ordenó al ilota su
criado que le condujese al campo de los que peleaban, y que el ilota después
de conducirle allí se escapó huyendo; pero que Eurito, metido en lo recio
del combate, murió peleando: el otro, empero, Aristodemo, se quedó de puro
cobarde. Opino acerca de esto, a decir lo que me parece, que si sólo
Aristodemo hubiera podido por enfermo restituirse salvo a Esparta, o que si
enfermos entrambos hubieran dado la vuelta, no habrían mostrado los
espartanos contra ellos el menor disgusto. Pero entonces, pereciendo el uno
y no queriendo el otro morir con él en un lance igual, no pudieron menos los
espartanos de irritarse contra dicho Aristodemo.
CCXXX. Algunos hay que así lo cuentan, y que por este medio Aristodemo se
restituyó salvo a Esparta; pero otros dicen que, destinado desde el campo a
Esparta por mensajero, estando aun a tiempo de intervenir en el combate que
se dio, no quiso concurrir a él, sino que esperando en el camino la resulta
de la acción, logró salvarse; pero que su compañero de viaje, retrocediendo
para hallarse en la batalla, quedó allí muerto.
TACTICAS MILITARES LLEVADAS A CABO EN LA BATALLA
Decididos los griegos a detener el avance de Jerjes por tierra y mar, se
fortificaron en el lugar previsto: el Paso de las Termópilas. Allí, un total
de 10.000 griegos se dispusieron a hacer frente al adversario. Las ventajas
del lugar ya las hemos expuesto: su estrechez y su, teóricamente,
imposibilidad de flanqueo. La escuadra, al mismo tiempo, y posicionada al
norte de Eubea, haría otro tanto contra la numerosa flota enemiga.
Cuando tiempo después hizo acto de presencia el imponente ejército del Gran
Rey, los griegos dudaron. Los procedentes del Peloponeso se preguntaron si
no era mejor retroceder hasta el Istmo de Corinto, en donde se podrían
defenderse en masa haciendo uso de todos sus recursos humanos. Sin embargo,
esto provocaría la defección de todos los aliados situados allende del
Peloponeso. Perdidos para la alianza los tesalios, a causa de su primera
retirada en el Paso del Tempe, Leónidas no estaba dispuesto a renunciar a
más contingentes helenos además de que, sin duda, la moral y el prestigio de
los griegos en general se vería seriamente comprometida por este nuevo
repliegue estratégico. Había llegado el momento de la lucha, no habría más
retiradas.
Cuando Jerjes llegó ante el desfiladero, ante el que lentamente se iban
reuniendo sus ejércitos, descubrieron la posición sus enemigos. Un
explorador a caballo se adelantó entonces hasta el Paso tratando de
averiguar algo sobre los hombres que lo defendían.
Los griegos se encontraban apostados en el interior del desfiladero; habían
reconstruido deprisa y corriendo un antiguo muro que lo cerraba; allí se
defenderían haciendo frente al invasor. El jinete persa se acerco todo lo
que pudo con la intención de observar a los defensores del lugar y de
hacerse una idea clara del número de los mismos.
En aquel momento los espartanos se lavaban y peinaban junto a la orilla,
cosa que anotó sorprendido el persa, también pudo hacerse una imagen cabal
de las dimensiones de las fuerzas griegas, datos todos ellos con los que
corrió de vuelta al campamento que los invasores habían establecido más allá
de la salida del Paso de las Termópilas.
Para el orgullo del Rey, la descripción del tan poco heterodoxo
comportamiento de los famosos espartanos y del exiguo número de las fuerzas
totales reunidas por los griegos causo en el mismo una desmesurada confianza.
¿Esos eran los famosos espartiatas, los mejores soldados de Grecia?
Defendida la posición por tan pocos hombres despreció a todos ellos. "¡Traedlos
a mi presencia!" ordenó. Un fuerte contingente de hombres marchó entonces
hacia la entrada del desfiladero.
Y así, lo que a ojos de todos parecía un simple trámite, se convirtió en una
autentica pesadilla para los asaltantes: la carga masiva de la infantería
atacante se estrelló contra las primeras líneas de hoplitas que se defendían
tras el muro focidio (los restos reforzados de la antigua construcción
defensiva antes mencionada). Durante toda la jornada, una y otra vez, en
masa o en grupos de apenas un puñado de hombres, los valientes medos
atacaban hasta caer masacrados por los tenaces defensores. El armamento de
los asiáticos -lanzas cortas y escudos de mimbre, además de un arco y un
puñal- era del todo ineficaz en la lucha cuerpo a cuerpo contra las largas
lanzas y los escudos de bronce que portaban los griegos.
Las formaciones cerradas que los helenos oponían a los asaltantes se
demostraban de esta forma absolutamente infranqueables.
Este enfrentamiento se prolongó durante buena parte del día hasta que por
fin, después de sufrir innumerables pérdidas, los atacantes se dieron por
vencidos y, perdida toda su voluntad de lucha, no tuvieron más remedio que
retirarse.
Profundamente contrariado, Jerjes, que observaba detenidamente la lucha
desde su posición, ordenó el avance de sus inmortales. No podía permitirse
ningún fracaso, por corto que este fuera, y mucho menos a la vista de sus
ingentes pero heterogéneas huestes. El ataque, pues, de sus mejores soldados
era la mejor opción que podía en ese momento adoptar.
Ya en la lucha, los inmortales, que vieron con impotencia como sus lanzas
eran más cortas que las de sus adversarios, sufrieron de nuevo fuertes
pérdidas en el combate contra los hoplitas.
Los espartanos emplearon con profusión la táctica de replegarse, simulando
una huida, para luego revolverse y, rehaciendo inmediatamente la formación,
contraatacar a sus desorganizados perseguidores; añagaza en la que estos
caían continuamente y que les hacia sufrir un gran número de bajas a unos
soldados, por otra parte, que reemprendían valientemente el ataque una y
otra vez.
Al terminar el día, y pese a que las pérdidas griegas habían sido
relativamente sensibles, la debacle persa era evidente.
Fue durante esa primera noche, después de una larga jornada de lucha, cuando
Leónidas tuvo noticia de que había un camino de montaña que podía ser
utilizado por los persas para flanquearle. Al lugar fueron enviados los
hoplitas focidios, 1.000 hombres, con la intención de guarnecer el paso,
aunque con la esperanza última de que el enemigo no supiese de su existencia.
Al día siguiente, en cuanto las primeras luces lo permitieron, Jerjes ordenó
un nuevo asalto en masa de la posición enemiga reuniendo para ello a los
mejores hombres de cada nacionalidad. Tenía la esperanza de que los agotados
griegos no soportaran un ataque como el precedente, pero se equivocó. Allí
estaban de nuevo las cerradas filas de hoplitas esperando la acometida
persa. Durante un nuevo día oleadas de feroces atacantes se estrellaron
dramáticamente contra la cerrada formación de los griegos.
Jerjes había amenazado a sus guerreros que de fracasar no tendrían lugar al
que retirarse. Cuando los derrotados atacantes volvieron sobre sus pasos
recibieron una lluvia de proyectiles de parte de las formaciones persas que
se desplegaban fuera del desfiladero. Detenidos así en seco, los asiáticos
no tuvieron más remedio que regresar e intentar batir de nuevo a los griegos,
cosa que, evidentemente, no lograron.
Fue tal el ímpetu de unos y otros que los espartanos que combatían en
primera fila no dejaron que sus compañeros o aliados les relevasen del
puesto como era habitual en este tipo de largos enfrentamientos cuerpo a
cuerpo.
Después de dos días de lucha continuada el inmenso ejército de Jerjes no
había avanzado ni un solo metro. La situación no podía ser más
desconcertante para el orgulloso monarca cuando el destino vino a entregarle
en bandeja la victoria. La tarde del segundo día del ataque, un lugareño
indicó al mismo Jerjes que existía un paso entre las montañas (la llamada
senda Anopea) que podía ser utilizado para llegar al otro lado de las
posiciones que los griegos ocupaban en el desfiladero. Sin pérdida de tiempo
el rey ordenó al persa Hidarnes, a la sazón al frente de los Inmortales,
tomar aquella ruta con sus hombres para, al amanecer, confluir desde todos
los lados a la vez sobre los defensores griegos.
Cuando los focenses que defendían el paso se vieron aquella noche
desbordados por una auténtica marea de persas, se replegaron confundidos
hasta lo alto de una colina cercana aunque no sin enviar a la retaguardia en
las Termópilas un emisario con la terrible noticia. En principio trataban
los focenses de ganar tiempo atrincherándose en una posición fuerte, pero en
realidad lo que hicieron fue dejar involuntariamente el camino libre a los
persas que, sin dudarlo un momento, les dejaron inteligentemente de lado y
prosiguieron con su avance en dirección al desfiladero.
LA VISIÓN DE LA BATALLA: EL COMIC Y EL CINE
En la Segunda Guerra Mundial la propaganda nazi, a través de la revista
Signal, comparó la Batalla de Stalingrado con lo sucedido en las Termópilas,
un intento heroico de los occidentales por detener a las hordas bárbaras.
También los nazis llamaron «escuadrilla Leónidas» a los pilotos suicidas que
se lanzaban contra los puentes para detener el avance soviético en 1945.
La batalla en el cómic
El dibujante y guionista Frank Miller creó una novela gráfica sobre la
Batalla[8] tomando como referencias el relato de Heródoto y la película El
león de Esparta, entre otras fuentes, para dar luego su visión de los hechos,
mítica e idealizada, separándose deliberadamente de ellos en aspectos como
las indumentarias y armas utilizadas.
Anteriormente a la obra de Miller, los autores argentinos Héctor Germán
Oesterheld y Alberto Breccia tratan el episodio de las Termópilas en una de
las entregas de su obra Mort Cinder, que es considerada un clásico de la
historieta mundial.
La batalla en el cine
Los trescientos espartanos (The 300 spartans, 1961), también traducida como
El león de Esparta, dirigida por Rudolf Maté.
300, estrenada en 2007 y dirigida por Zack Snyder, basada en la obra de
Frank Miller, el cómic homónimo mencionado anteriormente.
HISTORIA VIRTUAL: Y SI HUBIERA GANADO LEONIDAS?
Poniéndonos en la piel de Leónidas, cuando vio la oportunidad de ir a la
guerra contra el gran rey, hizo bien en desobedecer a los éforos (comprados
por el Gran rey) y acudir con sus soldados a combatir al rey de reyes (Jerjes),
ya que sabía que aunque sus hombres eran minoría frente a las hordas de
mercenarios del ejercito del gran rey, Leónidas tenía una cosa que los
persas desconocían, es decir, sentido del honor, los espartiatas que
lucharon junto a su rey en esta fatídica batalla habían sido entrenados para
vencer , por eso fueron a la guerra convencidos de que eran Soldados, como
aparece en la versión cinematográfica, ¿Vosotros que sois?, ¡ soldados,
soldados¡, eso demuestra de que pasta estaban hechos los espartiatas de
Leónidas.
Ya en el transcurso de la batalla la técnica que empleó Leónidas fue buena,
pero al traicionarle Efialtes, el cual mostró a Jerjes un atajo para llegar
a la línea de retaguardia de Leónidas, este hecho decanto la batalla a favor
del gran rey, ya que hasta ese momento los espartiatas estaban vapuleando a
todas las hordas de mercenarios que les enviaba el gran rey, incluso a los
inmortales, la guardia mejor preparada del Imperio Persa. Si Jerjes se
hubiera dado cuenta de que debía atacar por el flanco y no de frente,
hubiera ganado la batalla mucho antes, ya lo dijo muchos siglos después
MacArthur: hay que matar a cualquier general que ataque de frente al enemigo.
Una vez echas estas consideraciones que hubiera pasado si Leónidas hubiera
ganado al gran rey , en mi opinión se hubieran liberado muchos pueblos que
estaban oprimidos bajo el yugo del gran rey, en segundo lugar Esparta,
hubiera tomado la delantera como polis importante , expandiendo su modelo de
vivir por y para la guerra a toda Grecia, con sus ventajas y sus
inconvenientes además, Esparta hubiera sido una polis más importante que
Atenas en su mejor época. En tercer lugar se ha de decir que si esto se
hubiera llevado a cabo, Leónidas hubiera transformado todo el sistema que
utilizaban en Esparta, el de los éforos ya que no estaba deacuerdo con él.
Otra opción que da en la película y el comic es que el gran rey le ofrece
Leónidas salvar la vida, convertirse en rey de toda Grecia a cambio de
servir al rey de reyes (Jerjes), lo que Leónidas rechaza por honor, ya que
es un valor que tienen los espartiatas desde que tienen uso de razón, esto
se podría resumir en el dicho popular, más vale morir de pie (y acribillado
por la flechas enemigas), que vivir de rodillas.
CONCLUSION Y VALORACIÓN PERSONAL
A mi juicio la táctica de Leónidas no fue la más correcta, aunque también se
vio obligado por las circunstancias, pues disponiendo de un ejército más
pequeño, no podía entablar una batalla frontal, ya que aunque sabía que sus
hombres eran más expertos y les guiaba su espíritu de servicio a su rey y su
educación para la guerra, su inferior número no garantizaba la victoria, por
lo tanto debería haberse adelantado a Jerjes y convencer a Efialtes para
buscar el punto flaco del ejercito del Gran rey.
En otro orden de cosas yo creo que tanto la historia en si, como la visión
que nos da el comic y la película, reflejan toda una serie de valores, que
supongo y por lo que nos cuentan las fuentes de la época (Herodoto), serian
muy importantes en la sociedad que vivió las Guerras Medicas.
Todo esto hace que sea bueno para el conocimiento de la historia que se
traten temas como la guerra en la antigüedad no solo desde el punto de vista
científico e historiográfico sino desde un punto de vista más popular como
pueda ser la literatura, el comic o el cine, ya que de esta manera la figura
de Leónidas y sus 300 espartiatas ha sido conocida por el gran público, así
de esta manera resultamos beneficiados todos.
Para concluir este trabajo he de decir que seria bueno que se hicieran más
iniciativas y proyecto como el de 300 ya que esto permitiría que la gente
que no suele leer historia conociera episodios de la historia tan
importantes para el devenir de los acontecimientos.
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