EL FINAL DEL PALEOLÍTICO MEDIO Y LOS INICIOS DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR EN  LA  PENÍNSULA IBÉRICA

 

 

 

En el interestadio Würm II/III tienen lugar las culturas de transición del Paleolítico medio y de los inicios del Paleolítico superior: el Musteriense terminal (o de tradición achelense); el Chatelperroniense  y el Auriñaciense arcaico. Las especies humanas protagonistas o implicadas en esta transición cultural son los varios tipos de homo sapiens del grupo de los Neandertales y los del hombre anatómicamente moderno o sapiens sapiens.

 

1. Homo Sapiens Neanderthalensis

 

El Homo Ergaster, procedente de África, experimentó un proceso de evolución de marcado componente regional que dio lugar, primero al Homo Antecessor, después al Homo Heidelbergensis y más tarde al Homo Sapiens Neanderthalensis cuyo destino final sería la extinción, la cual coincidiría con el avance colonizador del Hombre de Cromagnon.

 

De las características físicas del Hombre de Neandertal es destacable la forma de su cabeza: dolicocéfala, ligeramente aplanada,  con una capacidad craneana bastante elevada (1.450cm3); presenta asimismo prognatismo facial, con un mentón mínimo en una fuerte mandíbula, nariz chata y unos ojos aparentemente hundidos bajo salientes arcos supraorbitales. Un cuerpo robusto con una estatura media aproximada de 160 centímetros, brazos ligeramente alargados con un especial desarrollo del brazo en relación con el antebrazo. Todas estas características morfológicas pueden ser el resultado de una adaptación para conservar el calor corporal en un ambiente glaciar como el que caracteriza al Pleistoceno.

 

Tradicionalmente se ha asociado el Paleolítico medio con el Hombre de Neandertal y con la cultura Musteriense, de manera que resultan términos prácticamente equivalentes, lo cual produce una falsa sensación de homogeneidad para ese periodo de tiempo. en la actualidad, aunque en líneas generales se mantiene esta concepción, la realidad arqueológica es mucho más complicada debido principalmente a las dificultades para definir el complejo musteriense, así como sus límites cronológicos, implicaciones e interpretaciones.

 

El marco cronológico de la presencia del Hombre de Neandertal se abre hace más de 200.000 años y concluye en fechas posteriores a los 30.000 BP., ya que en algunas zonas geográficas del sur europeo perduraron durante algunos milenios dentro del Paleolítico superior.

 

La variabilidad de las condiciones climáticas que se suceden en el Paleolítico medio, como el cambio entre la relativa benignidad del interglaciar Riss/Würm  y los rigores del Würm, impulsaron a estos grupos de caza-recolectores a buscar refugios, más protegidos que los habituales al aire libre, en abrigos rocosos y cuevas, intentando además que éstos estuvieran situados en corredores naturales, preferiblemente cercanos a la costa y a baja altitud, lugares de tránsito con varios nichos ecológicos, en los que se dedicaban a una caza oportunista, lo cual les permitía una obtención de recursos diversificada, a la vez que les facilitaba la movilidad entre los distintos espacios explotados. Un dato que puede ser vinculado a esta movilidad es el ciclo de ocupación / desocupación:

 

“Los mismos grupos humanos debieron mantenerse durante temporadas prolongadas, acaso a lo largo de generaciones y volviendo unos tras otros (discontinuamente) durante milenios, en los mismos territorios y sitios en cuevas y abrigos. Así se explica la gran potencia total de los niveles arqueológicos depositados durante el Musteriense en algunos yacimientos, intercalándose con horizontes estériles representativos de otros tantos periodos de abandono.” (Barandiarán et al., 2002:51)

 

Son yacimientos de estas características: Pendo, Castillo, Morín, Peña Miel I, Cova Negra, Axlor, Carigüela, Lezetxiki, Romaní... (ver figura 1)


Algunos emplazamientos del Paleolítico medio aparecen concentrados en áreas reducidas y relativamente próximas entre sí, posiblemente los territorios circundantes, en un radio de 5 a 10 Km en torno a éstos, se articulaban y confundían en un área mayor de probable explotación en común. Puede decirse que existían algunas relaciones de dependencia cultural entre los distintos grupos, incluso advertirse (en casos excepcionales) una articulación funcional entre los emplazamientos principales y otros menores o satélites que podrían ser: sitios de aprovisionamiento y taller de industrias líticas, lugares de observación y control del territorio, cazaderos o lugares de despiece y carnicería, incluso campamentos de ocupación habitual.

 

En los sitios musterienses se disponían los hogares con o sin delimitación de piedras,  se levantaban pequeñas construcciones que servían de paravientos o para la protección frente a los carnívoros. Organizaban el espacio interno seleccionando espacios para destinarlos a distintos servicios comunitarios. Sus herramientas líticas cubrían las necesidades instrumentales para la caza, el despiece y el trabajo sobre piel o madera; también utilizaron trozos de hueso, asta y marfil para elaborar utensilios (Morín, Las Granjas, Peña Miel I, Lezetxiki y Boquete de Zafarraya). En los niveles arqueológicos se han observado también indicios de actitudes rituales o simbólicas como la recogida y conservación de materiales llamativos por sus colores y formas (fósiles, conchas, pigmentos, cristales de roca...) y se cuidaron de preparar el depósito de sus muertos (Boquete de Zafarraya y el más seguro enterramiento de la Cueva del Sidrón). También se han hallado huesos humanos fracturados con posible intención antropofágica (Boquete de Zafarraya, Carigüela, Lezetxiki, Axlor, Los Casares y la Cova Negra), algunos prehistoriadores sugieren una diferenciación cultural notable entre los grupos neandertalensis clásicos que practicaban habitualmente la inhumación, y los neandertalensis “microdontos” gráciles entre los que se practicaría el canibalismo.

 

La industria musteriense es de tradición achelense, se caracteriza por las innovaciones tecnológicas en la talla derivadas del procedimiento levalloisiense que, a grandes rasgos, consistía en preparar cuidadosamente el plano de percusión del núcleo con una serie de golpes con el fin de obtener una lasca de corte más largo (lasca levallois). Estas lascas, o las obtenidas sin este método, después se retocaban para obtener raederas, cuchillos, puntas, denticulados... En general obtuvieron un reducido número de tipos pero caracterizados por una amplia potencialidad de uso, variedad reducida pero estable durante más de doscientos mil años aprovechando las materias primas disponibles en cada región (sílex, cuarcita, cuarzo...) que fueron suficientes para proporcionar a los neandertales un adecuado equipamiento de subsistencia.

 

La tipología instrumental ofrece muy distintas proporciones en los yacimientos y niveles arqueológicos musterienses, de modo que unos tipos perduran, son sustituidos por otros o se mezclan. No hay acuerdo a la hora de explicar el sentido de estas agrupaciones, no responden a una evolución en etapas sucesivas “posiblemente dependen de las circunstancias regionales, estacionales o funcionales que, en cada caso, exigen el recurso a tal o cual lote concreto del conjunto de los instrumentos que estaban a disposición de «todos los musterienses»” (Barandiarán et al., 2002:49), es decir, en todas partes y a lo largo de la dilatada duración del Paleolítico medio.

 

Las facies musterienses fueron clasificadas en Francia por Bourgon y Bordes, proponiendo cuatro grupos basados en el mayor o menor predominio de denticulados o raederas:

 

-        Musteriense típico: Predominan las raederas y son habituales las piezas apuntadas como las puntas musteriense y levalloisense. Presente en el área mediterránea peninsular.

-        Musteriense charentiense: Predominio generalizado de las raederas. Con dos subdivisiones: La Quina, de carácter no levallois; y, La Ferrasie, con recurso frecuente a soporte en lasca levallois  y aumento de raederas de filo denticulado. Presente en el área mediterránea, en la cantábrica y en la Meseta.

-        Musteriense de denticulados: Fuerte porcentaje de lascas denticuladas y con muescas, pocas raederas y apenas bifaces y puntas de dorso. El índice de lascado levallois varía según yacimientos. Presente en Cantabria.

-        Musteriense de tradición achelense: Estructurada en dos fases sucesivas. La fase A, más antigua, comprende bifaces, raederas (escasa la del tipo La Quina), cuchillos de dorso, denticulados, lascas de técnica levallois  también otros útiles como buriles, perforadores, rascadores... que prefiguran las industrias del Paleolítico superior. En la fase B, más reciente, disminuye el número de bifaces y raederas, al tiempo que aumenta la proporción de los instrumentos más propios del Paleolítico superior: cuchillos de dorso y denticulados. De esta última fase deriva el Chatelperroniense.  Presente en el área cantábrica.

 

2. Transición. Llegada del Hombre de Cromagnon

 

En el centro y sudoeste franceses  en la zona cantábrica peninsular, avanzado el interestadio Würm II/III o periodo de Héngelo, contemporáneo al musteriense terminal (o de tradición achelense) comienzan a darse las industrias del Perigordiense inferior o Chatelperroniense. Éstas conservan caracteres musterienses, entre ellos la talla levallois, a la vez que aumenta la proporción de soportes más esbeltos (lascas laminares y láminas) y de algunas clases que predominarán luego en el Paleolítico superior más avanzado tales como: raspadores, buriles, industrias en hueso y asta; así como los primeros elementos estéticos conocidos como: colgantes en hueso y marfil o dientes perforados. Caracteriza esta facies la punta y el cuchillo de Châtelperron, hoja en dorso curvo obtenido con retoques abruptos muy similar al cuchillo musteriense (Pendo y Morín, este último datado hace 34.000 años).

 

Estas culturas coinciden con el inicio del Paleolítico superior (35.000-10.000 BP), con la cultura Auriñaciense arcaica (que presenta en muchos aspectos relación con la Musteriense) y con la llegada de nuevos grupos humanos (Hombre de Cromagnon) que salieron de África y pasando por Oriente Próximo (restos de 90.000 años) colonizaron Asia (75.000 BP), Australia y Europa (40.000 BP) y América (15.000BP). Estos recién llegados son nuestros ancestros directos y sus rasgos físicos muestran diferencias notables con los del Hombre de Neandertal, por ejemplo: el cilindro corporal de este hombre moderno es más estrecho, sus huesos más ligeros, la caja craneal es más esférica como respuesta a la expansión cerebral, sus facciones son más reducidas y con mentón prominente.

 

“Los hombres de Cromagnon (Homo Sapiens Sapiens) del Paleolítico superior contribuyeron al progreso general de la Cultura con destacadas novedades en aspectos concretos de los sistemas de vida, técnicas, expresión gráfica, rituales, etc. Destacan:

-        La progresiva especialización en el aprovechamiento de los recursos de los distintos parajes y en las diversas temporadas del año; con esta optimización en la explotación del medio, recurriendo a un utillaje cada vez más diversificado, la llamada «economía oportunista» de las poblaciones del Paleolítico inferior y medio es sustituida por la «economía especializada» de los activos caza-recolectores del Paleolítico superior.

-        La producción estandarizada de soportes líticos finos y alargados (las llamadas láminas u hojas) a partir de las cuales se fabricará la mayor parte del utillaje del Paleolítico superior que, precisamente por eso, ha sido denominado también Leptolítico, es decir, de industrias líticas ligeras.

-        El recurso a huesos y , sobre todo, astas de cérvido (reno o ciervo) y marfil para elaborar un sofisticado instrumental, tanto de uso corriente como de adorno.

-        La realización de un espectacular repertorio de representaciones gráficas sobre rocas (arte rupestre)  sobre instrumentos y placas de menor tamaño (arte mobiliar)”

(Barandiarán et al., 2002:53-54)

 

La coincidencia de culturas en este periodo de transición ha llevado a cuestionar la atribución de la cultura Chatelperroniense a una evolución local del Musteriense producida por los neandertales, y a plantear que la evolución se debe a la aculturación o imitación de las facies propias del Hombre de Cromagnon. Resulta coincidente con la idea de un modelo de origen externo para el Paleolítico superior, el hecho de que en muchos yacimientos peninsulares, con la excepción de la cornisa cantábrica, el tránsito del Musteriense al Auriñaciense se caracteriza por una clara ruptura que afecta tanto a la composición de las materias primas como a las características tecnológicas y tipológicas. Pocos son los yacimientos musterienses en los que sí se dieron modificaciones técnicas de los instrumentos, como el de la Cova Beneito (Valencia) que proporciona una larga secuencia estratigráfica donde se suceden los niveles con industria propia del Musteriense final (enriquecimiento de denticulados y mayor presencia de cuchillos de dorso) y las del Paleolítico superior (Auriñaciense, Gravetiense y Solutrense) sin grandes rupturas. O la Cueva de los Moros de Gabasa, en el valle medio del Ebro, donde se han localizado industrias clasificadas como musteriense de tradición achelense relacionadas con las últimas fases del Würm antiguo, aunque en este se descarta un proceso evolutivo hacia el paleolítico superior.

 

Para mantener esta opinión de aculturación hay que tener en cuenta que la caracterización del tránsito del Paleolítico medio al superior es difícil de establecer debido a la falta de yacimientos con niveles estratigráficos representativos de ambos periodos; las dataciones también son escasas por lo que poco se puede precisar de las características del Musteriense final y de las situaciones históricas de contacto entre ambas especies, así como el grado de influencia y de relación o cuál fue la duración de la etapa de convivencia. Sólo puede decirse que alrededor de 28.000 BP las industrias del musteriense dejan de documentarse, siendo sustituidas por una nueva tecnología lítica conocida como la talla laminar o Modo 4 propia del Paleolítico superior.

 

Por otra parte los nuevos datos arqueológicos que van apareciendo permiten establecer que los neandertales eran capaces de producir esta industria evolucionada: “por lo que su aparición en contextos próximos al contacto entre ambas poblaciones no tiene por qué ser explicada a partir de fenómenos de simple aculturación o copia [...] sea cual haya sido la diferencia genética entre neandertales y cromañones, los primeros fueron capaces de desarrollar las tecnologías necesarias para la fabricación de la mayor parte de los objetos que utilizaban los segundos,  el distinto papel desempeñado por estos objetos ha de valorarse en términos históricos, producto de la complejidad social alcanzada por las distintas sociedades humanas y no en meros términos biológicos, centrados en una diferenciación de las capacidades cognitivas de marcado carácter revolucionario, con un forzado antes y después en la aparición de la mente moderna”. (Valentín Villaverde et al., 2001:180)


3. Permanencia del Musteriense y del Hombre de Neandertal. Culturas del Paleolítico Superior.       

   

El proceso de aparición del Paleolítico superior es más temprano en la cornisa cantábrica y en Catalunya que en el resto de la Península Ibérica. Las nuevas dataciones radiocarbónicas obtenidas en la Cueva del Castillo, en L’Arbreda y en La Viña, sitúan las industrias auriñacienses en los alrededores del 38.000, 36.000 y 34.000 a. C. respectivamente, ofreciendo por tanto el comienzo del Paleolítico superior un gradiente cronológico de norte a sur coherente con la idea de que la parte meridional peninsular constituyó una zona de refugio y perduración del Paleolítico medio y de las poblaciones de neandertales hasta el Würm reciente (estadio isotópico 3), como se confirma en las series de los yacimientos con datación absoluta, a partir del C14, que entran en el lapso temporal de los 35.000 a los 25.000 BP: Boquete de Zafarraya, Carigüela, La Ermita, y en Portugal: Gruta Nova de Columbeira, Caldurâo y Figueira Brava; donde también aparecen restos humanos neandertales asociados a industria lítica sin rasgos propios del Chatelperroniense y sin evidencias de transformación hacia el Leptolítico. L. Raposo y J. L. Cardoso explican esta permanencia en el tiempo por las condiciones de aislamiento de algunas zonas de la Península Ibérica.

 

Tras este periodo de transición se desarrollan culturas propias del Paleolítico superior y del Homo Sapiens Sapiens: el Auriñaciense típico (31.000-27.000); el Auriñaciense avanzado; el Gravetiense y el proto-Magdaleniense (27.000-19.000); y en el transcurso del Würm IV se suceden: el Solutrense, el Magdaleniense y el Aziliense, este último asociado al Epipaleolítico.


Los grupos de Sapiens Sapiens se asentaron durante el Würm III en la mayor parte de las cuevas que ya fueron utilizadas durante el Paleolítico medio y otras de nueva ocupación como Cueva Camargo y Altamira, todas ellas ubicadas en zonas costeras y áreas de contacto con los valles interiores, desplazándose por amplias zonas para la obtención de recursos, como los propios de la costa que paulatinamente irán constituyendo un aporte importante en su dieta, aunque la caza seguía siendo la actividad básica seleccionando piezas de tamaño medio-grande (caballos, bóvidos, ciervos...) tendiendo progresivamente hacia una caza especializada en ungulados. El desarrollo tecnológico y las constantes innovaciones en los modos de confeccionar el armamento de caza favorecieron un crecimiento demográfico como se constata en el gran número de yacimientos de la cornisa cantábrica, el Pirineo oriental, el levante y el sur peninsulares.

 

“En las industrias auriñacienses son muy frecuentes los raspadores y buriles, así como laminitas con retoque continuo sobre un borde o dos (hojitas Dufour). En los primeros momentos de la industria ósea, aparecen azagayas de sección aplanada y base hendida. En horizontes auriñacienses más avanzados tiende a sustituirse la base hendida por otras apuntadas, redondeadas o recortadas en ocasiones, y la forma de la azagaya se hace husiforme o losángica. Estos tipos finales corresponden ya a los conjuntos del último tercio del Würm III: Gravetiense (o perigordiense superior). En estas industrias (Gravetiense) veremos el aumento numérico de las azagayas y, a su vez, el desarrollo laminar en el utillaje lítico. Aumentan los buriles en la industria lítica. Destaca la punta de La Gravette y las piezas sobre laminillas retocadas (microgravettes), aunque también se documentan puntas con base en pedúnculo (nivel V de El Pendo).” (Teresa Orozco, apuntes)

 

4. Hipótesis sobre la extinción del Hombre de Neanderthal

 

4.1. Extinción a través de la violencia

 

Esta hipótesis, defendida por Milford Wolpoff, propone que en su avance colonizador el Homo Sapiens Sapiens utilizó la violencia contra las poblaciones nativas de neandertales hasta causar su extinción. Para plantear esta hipótesis se apoya en la lamentable historia colonizadora humana de los últimos siglos como el genocidio casi total de los indios norteamericanos o de los aborígenes australianos entre otros.

 

Pero este planteamiento tiene sus detractores, los cuales consideran que no necesariamente nuestros antepasados remotos tenían un comportamiento como el contemporáneo o histórico. Además, el registro arqueológico no lo avala, no hay ningún dato más allá del Neolítico, ni en pinturas, ni en fósiles humanos, que indique algún tipo de confrontación violenta.

 

“La guerra hunde sus raíces en la necesidad de posesión territorial cuando las poblaciones se han hecho agrícolas y necesariamente sedentarias [...] No creo que la violencia sea una característica innata del género humano, sino necesariamente una adaptación desafortunada a unas circunstancias determinadas.”  (R. Leakey y R. Lewin, 1994:197) “Cómo y cuándo nos volvemos agresivos es algo que, más que de nuestros genes, depende de nuestra cultura [...] En los seres humanos no existen impulsos, instintos ni predisposiciones para matar a otros seres humanos.” (M. Harris, 1987:52-60)

 

Además, cuando nos remitimos a las dataciones efectuadas, en relación con el tiempo en que coexistieron juntos cromañones y neandertales, que puede ser del orden de los 15.000 años, se puede deducir que los neandertales no fueron arrollados por los humanos modernos, sino sustituidos en un proceso lento. No parece razonable pensar que estuvieron todos esos milenios guerreando entre ellos.

 

4.2. Extinción a través de la lucha competitiva por los recursos

 

Durante el Paleolítico superior, los campos cultural y social experimentaron un ritmo de desarrollo y una evolución de rasgos muy diferentes a los observados en los últimos neandertales. Las diferencias básicas entre ambas especies eran de tipo social; los cromañones constituían comunidades más densamente pobladas, crearon redes de comercio y tenían un mayor contacto social con otras comunidades que en caso de necesidad podían servirles de apoyo. Estos lazos sociales obligaron a una mayor complejidad en las cualidades cognitivas a la vez que aumentaban las distancias de tránsito y de relación social. Los espacios recorridos por los humanos modernos eran unas diez veces más grandes que los recorridos por los neandertales, como nos muestra el registro arqueológico con evidencias de trueques. Se puede suponer que este comercio redundaba en otros tipos de interacción social entre comunidades, entre las que se establecían vínculos familiares, alianzas de diversa índole, en definitiva una transmisión de información y conocimientos, gracias a un lenguaje que se supone superior al de los neandertales, y que, según E. Carbonell y R. Sala, podría ser muy similar al nuestro, a tenor de lo que se ha averiguado a partir de los restos hallados (E. Carbonell y R. Sala, 2000:163).

 

Pero es la densidad de su actividad, y no una supuesta ventaja cualitativa biológica, lo que haría posible una pericia superior en los cromañones a la hora del manejo y aprovechamiento del medio. Sus poblaciones crecieron tanto en tamaño como en su distribución geográfica que, unido a las fluctuaciones climáticas, llevó a una limitación de recursos y por tanto una mayor competencia por conseguirlos, así los neandertales, menos «diestros», se vieron obligados a replegarse hacia áreas marginales donde por algún tiempo constituyeron comunidades autosuficientes, aisladas geográficamente y reducidas hasta su extinción final.

 

Desde otro punto de vista, Ezra Zubrow decía que “basta una pequeña ventaja demográfica (por ejemplo diferencias en las tasas de mortalidad) para que las formas modernas crezcan rápidamente y las arcaicas se extingan.” (R. Leakey y R. Lewin, 1994:197)

 

A modo de conclusión

 

En relación con estas dos hipótesis, muy posiblemente ambas se conjugaron en algún momento del largo periodo colonizador del hombre moderno. Sea por la vía de la violencia o de la competencia, evidentemente se efectuó sobre la población neandertal una presión que dio lugar a su extinción. De cualquier manera, hay que tener en cuenta que, aunque con un marco cronológico variable, los neandertales sobrevivieron durante un periodo de tiempo de aproximadamente 230.000 años, en tanto que los humanos modernos, de momento, llevan sobre la Tierra unos 130.000 años. Al ritmo que llevamos, en lo que se refiere a los daños irreparables que nuestra actividad produce en el medio, parece difícil superar su marca. Quizá la diferencia fundamental, entre nosotros y los neandertales, es que éstos respetaban y se adaptaban al medio, en cambio nosotros adaptamos el medio a nuestras «necesidades» a conveniencia, transformándolo sin ningún tipo de escrúpulos, de tal forma que si no ponemos remedio vamos por el camino seguro de la extinción de nuestra propia especie.

 

 

JUANA SÁEZ JUÁREZ

Diciembre de 2002

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Bibliografía

 

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