1.1. Descubrimiento
·
Que éste se
hizo a través del corredor de Palestina bordeando el Mediterráneo por el norte.
Ahora se abría la posibilidad de que la colonización de Europa se realizara a
través del estrecho de Gibraltar; o bien,
·
Que las fechas
estimadas para la primera migración deberían adelantarse considerablemente.
El yacimiento está situado en el sector
nororiental de la cuenca de Guadix-Baza, una depresión intramontana del Sistema
Bético colmatada por sedimentos de edad plio-pleistocena, entre 3,5 y 0,5
millones de años. En la zona de Orce existía entonces un lago de gran
extensión, en cuyos bordes se produjeron las acumulaciones de huesos que
constituyen el yacimiento, que funcionaba como un cubil de animales carroñeros,
hienas (pachyrocuta brevirrostis), a donde transportaban los restos de los
animales cazados por los grandes carnívoros y, probablemente, los restos de los
homínidos que vivían en la zona, entre los que se encontraba el homínido al que
se le atribuye el fragmento craneal aparecido. “En 1983, Gibert et al.,
explicaban que el yacimiento de Venta Micena tenía gran importancia por su
extensión (300mx50m), por la gran acumulación de vertebrados fósiles y por la
asociación de microfauna formada por ratas e insectívoros, elementos que en su
conjunto permitían datar el yacimiento entre los 0,9 y 1,7 millones de años.
Venta Micena, en aquel momento, fue datada por criterios bioestratigráficos,
valorando la presencia de una rata del grupo de los tálpidos, denominada Allophaiomys
pliocaenicus, comparando su presencia con la de otros ejemplos de la misma
especie, exhumados en yacimientos que se habían datado por la técnica del
paleomagnetismo, deduciendo que la antigüedad de Orce debía ser similar.” (Campillo, 2002:21)
Posteriormente se dataría también por el método del paleomagnetismo coincidiendo
con el periodo de polaridad inversa del Matuyama.
En un principio, todos los científicos
que observaron la cara externa del fragmento craneal, ya que la interna estaba cubierta
por una ganga calcárea muy cementada y de difícil extracción, coincidieron en
afirmar que el fósil debía pertenecer a un representante primitivo del género Homo,
así en un artículo preliminar publicado en Paleontologia i evolució en
1983 por los doctores responsables de la excavación, se dio a conocer a la
comunidad científica este importante hallazgo, que fue apoyado científica,
política, administrativa y económicamente. Los medios de comunicación de masas
magnificaron el hecho experimentándose un boom mediático sobre el
descubrimiento. Se respiraba éxito, fama y prestigio.
El yacimiento fue visitado por
numerosos científicos, entre ellos los profesores H. Y M. A. de Lumley, máximos
representantes de la Prehistoria y de la Paleontología Humana francesas, que
reconocieron el valor del yacimiento y del fragmento fósil. La doctora M. A. de
Lumley aconsejó la limpieza de la cara interna del VM-0 y así se hizo por un
equipo de restauradores-preparadores dirigidos por Mayas. “La sorpresa fue
grande, en la cara interna de la escama superior del hueso occipital existía
una cresta de dirección sagital y de morfología laminar que no estaba descrita
en los tratados de anatomía humana, porque no era la norma, lo cual no
implicaba que no fuese una anomalía” (Martínez
Navarro 1993:18)
En abril de 1984 el equipo descubridor
se trasladó a París para consultar sobre este carácter desconocido con la
doctora Lumley que sugirió la posibilidad de que el fragmento correspondiese a
un équido joven, pero nunca expresó su opinión por escrito. A partir de este
momento la comunidad científica empezó a dividirse entre los que creyeron
haberse equivocado, como Agustí y Moyà-Solà;
los que como el doctor Gibert siguieron defendiendo que en el fragmento
existían siete caracteres típicamente humanos y otro atípico que no estaba
descrito a priori; y los que simplemente rehuyen comprometerse.
La noticia se filtró a los medios de
comunicación sin la rigurosidad debida empezando una guerra periodística y
oportunista, que no científica, entre los defensores del “burro de Orce” y los
del “hombre de Orce”, lo cual supuso el desprestigio del proyecto VM-0 que aún
hoy continúa.
A pesar de todo, Gibert decidió abrir
nuevas líneas de investigación que concluyeran en demostrar si el fragmento correspondía
o no a un homínido. Encargó al Dr. Campillo el estudio anatómico de la cara
interna del hueso occipital para ver si entraba dentro de la variabilidad
humana actual. Éste tras realizar el análisis anátomo-antropológico comparado,
tanto en huesos humanos como de equinos, y observar la variabilidad anatómica
mediante exámenes radiográficos concluye: “... creo que los caracteres del
cráneo fósil de Orce son compatibles con un individuo infantil de la especie
humana de unos cinco años de edad, y no encuentro ningún argumento que me
sugiera, ni remotamente, la posibilidad de que sea un equino” (Campillo, 2002:174) y
sugiere que, mientras los defensores del equino no lo demuestren
científicamente, el fragmento craneal fósil de Orce debe figurar en los cuadros
filogenéticos de la especie humana.
En posteriores excavaciones fueron
hallados en Venta Micena dos fragmentos de húmero humano, y en el no muy
distante de Cueva Victoria (Cartagena, Murcia) la falange de un dedo y otros
trozos menores con una cronología, 800.000 años, posterior a Venta Micena. Son
restos muy escasos para poder atribuirlos a una especie en concreto, por
cronología podrían ser Hábilis o Erectus, aunque tampoco se descarta que
pertenezcan a otra especie. Tal vez si se hubiesen proseguido los trabajos en
Venta Micena podrían haber aparecido otros restos de homínidos que lo
aclararan, pero durante once años no se ha permitido excavar.
“Al cráneo de Orce se le han
practicado pruebas paleoinmunológicas en dos centros de prestigio, tales como
la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada y la Universidad de
California, por profesores experimentados, empleando técnicas similares pero no
idénticas. El resultado ha sido el mismo. Las proteínas de VM-0 están muy
próximas a la especie humana y muy distantes de los équidos” (Campillo, 2002:174)
“ Gibert y Martínez Navarro
realizaron también una diagnosis diferencial que sirviera para discriminar el
fragmento craneal de Orce del resto de mamíferos. También, y paralelamente,
comenzaron una serie de trabajos tafonómicos encaminados a la detección de la
actividad humana en los yacimientos de Venta Micena y de la Cañada de Vélez,
también en Orce, que dieron unos excelentes resultados. Se discriminaron huesos
rotos por la acción antrópica de los fragmentados por la acción de los
carnívoros carroñeros o por otros agentes biológicos y/o geológicos. Se
discriminaron las estrías de descarnación producidas con artefactos (cut marks) de los realizados por los carnívoros
con los dientes (gnaw marks)” (Martínez
Navarro, 1993:21)
Se localizaron en siete lugares
distintos, entre los que se encuentra Vente Micena, industria lítica que se
corresponde con el mismo periodo en que el “Hombre de Orce” se supone que habitó
el territorio. Los hallazgos más importantes proceden del Barranco del León y
de Fuente Nueva, ambos en Orce, que consisten en lascas, sílex tallado y cantos
trabajados con técnicas muy primitivas.
Por otro lado, Martínez Navarro realizó
el estudio paleontológico del yacimiento de Venta Micena caracterizando una
fauna típica y perteneciente estratigráficamente al Pleistoceno inferior, entre
1,8-1,6 y 0,9-0,8 m. a., formada por tres conjuntos de especies que responden a
tres procedencias distintas:
-
Grupo
A: De evolución
autóctona durante el Villafranquiense (Plioceno superior) compuesto
básicamente por las especies: Mammuthus meriodionalis (elefante), Dicerorhinus
etruscus (rinoceronte), Ursus etruscus (oso), Homotherium
latidens (tigre dientes de sable).
-
Grupo
B: De inmigración de
origen asiático compuesto por todos los rumiantes localizados en Venta Micena: Bubalus
sp (búfalo de agua que vive actualmente en la India), Praeovidos sp
(antecesor directo del buey almizclero), y por: Capra alba (cabra) y Canis
etruscus (antecesor directo del lobo actual).
-
Grupo
C: De inmigración de
origen africano compuesto por: Hippopotamus anphibius antiguus
(hipopótamo), Pachycrocuta brevirostris (hiena de gran tamaño) y Megahtereon
sp (pequeño tigre dientes de sable).
Incluir que en el yacimiento de Cueva
Victoria se localizó un par de piezas dentales correspondientes a un
cercopiteco, un mono de grandes dimensiones.
2. Atapuerca
La sierra de Atapuerca es una pequeña
loma que se extiende de noroeste a sudeste en el valle del río Arlanzón, en el
corredor de Bureba, paso natural que comunica las cuencas del Ebro y del Duero.
Durante el Plioceno e inicios del Pleistoceno se desarrolló en esta sierra
calcárea un complejo sistema cárstico que formó una gran cantidad de cuevas,
cavidades y simas, de las que gran parte están rellenas de sedimentos de final
del Pleistoceno inferior y del Pleistoceno medio. En la actualidad están siendo
excavados y constituyen un magnífico registro arqueológico y paleontológico.
Estas cuevas y sus yacimientos fueron
descubiertos a raíz de la construcción de una línea minera de ferrocarril a
finales del XIX. El canal trazado sobre la sierra dejó una trinchera, en
algunos tramos de más de 18 metros de altura, que dejó al descubierto el nivel
estratigráfico de unas cavidades rellenas de sedimentos: la Gran Dolina,
la Galería y la Sima del Elefante, las cuales
empezaron a ser excavadas casi un siglo después de ser descubiertas.
-
Gran
Dolina (TD): En 1976 cuando Trinidad Torres, un paleontólogo e
ingeniero de minas, investigaba para su tesis sobre los llamados osos de las
cavernas y descubrió restos humanos en la zona, se inicia un estudio
pluridisciplinar promovido por el Dr. Aguirre con la participación de E.
Carbonell, arqueólogo, J. L. Arsuaga y J. M. Bermúdez, paleoantropólogos. El
relleno de la cavidad tiene una potencia de 18 m. y para su estudio
estratigráfico se ha dividido en 11 niveles tras el sondeo inicial sobre 6m2.
En 1993 se acometen los niveles TD-11 y TD-10 ricos en restos, el segundo de
ellos con información sobre la actividad humana, en una cronología anterior a
300.000 años, tales como la talla de artefactos líticos, tareas relacionadas
con el aprovechamiento de los recursos cárnicos como transporte, despellejado y
descarnado, extracción de médula ósea... Además de instrumentos líticos usados
en el curtido de las pieles. El nivel TD-9 es estéril, el TD-8 es rico en fauna
(carnívoros y herbívoros) mientras que en el TD-7 se encontró una pata de
bóvido. En 1994 se alcanzó el nivel TD-6 en el que desde el primer momento
empezaron a aparecer industria lítica del modo I (olduvaiense), en sílex
y cuarcita, y restos fósiles de animales. También en este nivel se descubrieron
fósiles humanos.
Fauna: Macrovertebrados característicos del Pleistoceno
inferior y principios del Pleistoceno medio. Équidos, gama-gama, ciervos,
megaceros, cabras, osos... fauna de un clima no demasiado frío.
Flora: Los estudios de palinología sobre el polen fósil
hallado en la parte superior del TD-6 dan como resultado la presencia del
bosque mediterráneo de quercus (carrascas, quejigos), olea
(acebuches) y otros matorrales característicos. Además se ha encontrado un
fruto de almez, posiblemente presente por la actividad recolectora.
Datación: La presencia en este último nivel de mimonis
savini, antepasado de la rata de agua, extinguida hace medio millón de
años, databa bioestratigráficamente el yacimiento en una edad anterior a la de
esta extinción. Por otro lado, se realizaron análisis paleomagnéticos de los
sedimentos en los que se constató que el nivel TD-7 fue testigo del cambio de
polaridad del Matuyama al Brunhes y, por tanto, su edad no es
inferior a los 780.000 años.
Fósiles humanos: En el nivel TD-6 se han hallado un centenar de fósiles
correspondientes a seis individuos representados por un fragmento de mandíbula,
un maxilar adolescente y otro infantil, un fragmento de cráneo que comprende
buena parte de la frente de un niño, incisivos que por su desgaste se atribuyen
a adultos, y otros trozos de cara, huesos de manos y de pies, vértebras...
pertenecientes a individuos más jóvenes. Todos estos fósiles aparecían con
esquirlas y herramientas líticas asociadas, pero no porque las hubieran
utilizado ellos, sino quienes practicaron el canibalismo con ellos, como se
deduce de las marcas de carnicería (cut marks) que hay en estos restos
humanos, en los que se utilizó la misma técnica de desmembrado y descarnado que
con los animales para comerlos. Es muy posible que para estos primitivos seres
no hubiera diferencia entre el cadáver de un ciervo y de un humano. A través de estos fósiles, sobre todo de los
del Niño de la Gran Dolina, se ha podido reconstruir morfológicamente a
estos antepasados. Eran de constitución robusta, debían medir unos 160 cm. de
estatura. Tenían rasgos especialmente antiguos en dientes y cráneo, cuya
capacidad estaría entorno a los 1.000 cm3, combinados con una cara
muy moderna, más incluso que la del Ergaster, lo cual dio pie para que
los científicos de Atapuerca los atribuyeran a una nueva especie: el Homo
Antecessor; y de este modo cambiar un poco el guión de la
evolución humana llegando a plantear que el Antecessor es nuestro
ancestro directo, el cual salió de África y evolucionó en Europa hacia Heidelbergensis
y Neandertal, en tanto que los que quedaron en África lo hicieron
hacia Homo sapiens sapiens. Pero en el continente africano no hay
evidencias que validen esta teoría, pero se puede tener en cuenta la hipótesis
del “arca de Noé” –en consonancia con las premisas de la genética poblacional
hoy aceptadas-, según la cual, poblaciones de una misma especie geográficamente
aisladas, pueden desarrollar, con el tiempo, mutaciones distintas, llegando a
ser genéticamente diferentes hasta el punto de poder hablar de dos especies
distintas emparentadas entre sí donde originalmente sólo había una. Ahora
“sólo” falta encontrar los vestigios sobre dónde, cómo y cuándo ocurrió.
-
Sima de
los Huesos: Desde la boca de
la Cueva Mayor de Atapuerca, por entre pasadizos y cavidades se llega a
un conducto vertical de 14 m. de altura, en cuyo interior se ha recuperado una
gran cantidad de huesos de carnívoros y humanos. Sin embargo, no se han
encontrado restos de otros mamíferos ni industria lítica. Desde 1991 se han
extraído de la sima treinta y dos individuos casi completos de la especie Heidelbergensis
datados en más de 300.000 años, constituyendo uno de los mayores tesoros
arqueológicos, que ha servido para recabar valiosa información sobre esta
especie acerca de sus características físicas: una capacidad craneal aproximada
de 1.300 cm3, pronatismo facial, dientes de grandes dimensiones,
ausencia de mentón y el toro supraorbital muy marcado.
En uno de los cráneos se han podido
recuperar por primera vez los huesos más pequeños del cuerpo humano: los del
conducto auditivo. En otro de los cráneos está presente el hueso hiodes
y de su análisis detallado se puede deducir que este homínido habría sido capaz
de comunicarse a través del lenguaje. En este mismo cráneo se ha podido
constatar que el individuo al que pertenecía murió por una infección
generalizada a partir de una caries. Otro presenta un crecimiento anómalo del
hueso en el interior del oído producido probablemente por una otitis. Todos los
cráneos enseñan golpes y marcas indicadores de un modo de vida duro y
arriesgado. La caza de la fauna que le servía de alimento: elefantes,
megaceros, équidos, bisontes, rinocerontes... conllevaría serios peligros de
lesiones y traumatismos en el mejor de los casos.
Llaman la atención las pelvis -se han
encontrado tres huesos púbicos, dos de varones y uno de hembra todos adultos-
ya que son muy escasos los hallados hasta el momento y constituyen una pieza
fundamental de estudio que permite conocer el sexo, la forma del canal del
parto y el peso con más aproximación.
La gran acumulación de huesos humanos y
de carnívoros sin industria lítica asociada, lleva a plantearse muchas
preguntas sobre su significado, a plantear hipótesis. Una de ellas plantea que
los osos, mayoritarios en la sima, entrarían en la cueva para hibernar y
algunos se habrían precipitado al fondo de ella, así otros depredadores, al
olor de la carroña, correrían la misma suerte sin posibilidad de salir de esa
trampa natural. Lo difícil llega a la hora de explicar qué hacen allí los
restos humanos encontrados. Todos los cadáveres aparecen unos sobre otros
apenas removidos por algunos de los carnívoros atrapados, y todos en la misma
capa sedimentaria o nivel estratigráfico, lo que en términos geológicos es
apenas un instante pero también muchas generaciones. Una de las conjeturas que
se tienen al respecto sugiere que, los treinta y dos individuos, tras su muerte
debieron de ser llevados allí por sus congéneres mientras duró la costumbre y
hasta que el grupo desapareció del lugar, lo cual podría ser la evidencia más
antigua conocida de práctica funeraria. Se ha descubierto que la sima tenía una
entrada natural en su vertical desde la superficie lo cual facilitaría el
trabajo de arrojarlos al fondo.
Se ha realizado un estudio paleodemográfico
sobre las edades de muerte de estos homínidos y así se ha establecido que la
mayor parte de ellos eran adolescentes entre 13 y 19 años y adultos de menos de
30 años, apenas hay niños, viejos u otros adultos.
Si el yacimiento es el resultado de una
práctica funeraria, esto significaría que el Homo Heidelbergensis se preocupaba de sus congéneres muertos lo
cual sería una prueba de que se habría cruzado la “barrera de la complejidad” y
sería el momento en que aparecieron las principales características que nos
definen como humanos. Si la lectura de este yacimiento se complementa con los
niveles correspondientes de otros, se puede deducir que esta especie curtía
pieles, trabajaba la madera y la piedra e incluso organizaba y estructuraba su
territorio.
3. Otros yacimientos
·
Cúllar Baza: Aproximadamente a 20 Km. al sur del de Venta
Micena en Granada. Estratigráficamente se han distinguido siete niveles en los
que se encuentran los restos arqueológicos y faunísticos. De Cúllar Baza I procede la evidencia prehistórica segura
más antigua (en la transición del Pleistoceno inferior al Pleistoceno medio) de
la Península.
La industria lítica es muy escasa pero
inequívoca; dos cantos tallados en cuarcita y dolomía, cinco grandes cantos
calcáreos y también un hueso trabajado, pruebas suficientes para reconocer la
presencia humana en la zona, conformada por una laguna en el centro de una
depresión u hoya intramontañosa donde confluyen cursos de agua que era
frecuentada por cérvidos, équidos, bisontes, jabalíes, rinocerontes etruscos,
elefántidos, así como diversos micromamíferos; fauna que vivió en los comienzos
del Pleistoceno medio con un clima mediterráneo apacible y húmedo con suaves
variaciones estacionales.
·
El Aculadero: En el Puerto de Santa María (Cádiz). Sobre una serie de depósitos
marinos del Pleistoceno inferior se formó un paleosuelo rojo inicios del Pleistoceno medio; en él se sitúa
el nivel arqueológico de ocupación humana cubierto posteriormente por varios
sistemas dunares con al menos dos paleosuelos intercalados. Los estudios sobre
este nivel indican unas condiciones climáticas húmedas. En este yacimiento sólo
se ha encontrado industria lítica con un tamaño medio muy pequeño, tal vez
porque quienes la realizaron seleccionaron pequeños guijarros de cuarcita de la
playa para tallarlos con mayor facilidad aprovechando sus planos y aristas
naturales o, también pudo ser que, el tamaño reducido de los cantos
condicionara el aspecto y composición de esta industria. El estudio técnico y
tipológico del conjunto da como resultado: 934 cantos trabajados, 533
utensilios sobre lascas, 133 núcleos y más de mil fragmentos de talla o lascas
sin retoques.
El cercano yacimiento de El Rompido en Huelva comparte características similares
y se ubica temporalmente en el periodo interglaciar Günz-Mindel.
·
Magoito y Açafora: En Portugal, próximos a Lisboa. En estos dos
yacimientos aparecen industrias líticas en superficie, sin contexto
estratigráfico, que por su aspecto arcaizante lo atribuyen al interglaciar Günz-Mindel. Dominan las piezas de pequeño tamaño, abundantes guijarros de frente
truncado, con escasos bifaces.
·
Puig d’En Roca: Esta zona catalana, en el Paleolítico inferior, debido a sus
condiciones topográficas, supuso un punto importante de concentración humana
que ocupó la superficie de varias de las terrazas del río Ter. En las dos más
altas se ha recuperado en superficie un lote de industria lítica, sobre
guijarros de procedencia local, que incluye más de medio millar de lascas no
retocadas, piezas sobre lascas en su mayor parte con retoques continuos
(raspadores, denticulados o raederas) y más de dos centenares de utensilios
sobre cantos: varios tipos de choppers, chopping-tools, discoides,
poliedros y protobifaces. La tipología de este yacimiento es similar a la de
otras estaciones del Rosellón francés de las glaciaciones del Günz o del
Mindel.
Este yacimiento forma parte de un conjunto mayor en la
provincia de Gerona que se distribuye en tres subconjuntos regionales: el mencionado
de la cuenca del Ter; Can del Duc de
Torroella y Can del Duc de Ullà en el macizo del Montgrí; y
Can Formiga, Avellaners y Puig d’Esclats, entre otros, en la región
de La Selva. Son yacimientos donde se ha recuperado la industria lítica más arcaica
de Catalunya en niveles superficiales, sin estratigrafía.
El desarrollo del achelense
durante el Paleolítico inferior se evidencia, principalmente, en yacimientos al
aire libre; los ubicados en abrigos o cuevas son muy escasos aunque no se
descarta que sea porque no se hayan descubierto y las evidencias sugieren que
fueron ocupados de manera temporal o estacional. “Los yacimientos al aire
libre del achelense ocupan tres tipos de paisaje: la banda litoral en playas y
otras formaciones costeras; terrazas a orilla de los ríos y alturas o laderas
que dominan valles o cuencas cerradas a moderada altitud, nunca en parajes
exactamente montañosos. Por otra parte, y desde una perspectiva funcional, se
distinguen varias categorías de sitios: establecimientos de habitación más
continuada, por grupos mayores que ahí se asientan y desarrollan su actividad a
lo largo del tiempo; lugares de taller, dedicados a la captación de rocas y a
la elaboración de utillaje lítico; y sitios de caza y primer tratamiento
(carnicería) de las piezas capturadas” (Barandiarán et
al., 2002:33)
Entre ellos destacan, además del ya
expuesto de Atapuerca: la Cova de Bolomor, con una datación
absoluta de entre 350.000 y 100.000 años, con restos de fauna y humanos
interpretados como Neandertal, pero lo más importante es la presencia de
elementos que indican el uso del fuego por sus moradores antiguos, lo cual sólo
se evidencia en muy pocos yacimientos como pueden ser San Quirce del
Pisuerga y Solana de Zamborino.
La mayor parte de yacimientos que
proporcionan información sobre el achelense se ubican en terrazas
fluviales (Ebro, Duero, Pisuerga, Tormes, Tajo, Manzanares, Jarama,
Guadiana...). El mayor problema con estas terrazas es que son formaciones que
en superficie presenta discontinuidades temporales en un proceso de
palimpsesto, lo cual dificulta la presencia de depósitos sedimentarios que
conserven una clara información temporal y arqueológica, resultando así un
registro muy fragmentado y con poca precisión cronológica para el Paleolítico
inferior.
El río Tormes tiene tres pisos de
depósitos fluviales que se han tomado como referencia de la evolución del achelense:
el más antiguo en el nivel superior (+56 m) donde perduran los cantos tallados
junto a bifaces de transición entre el Paleolítico arcaico y el achelense
propio; el piso intermedio (30 m) en el que se aprecia el primer desarrollo de
piezas elaboradas sobre lascas obtenidas mediante la técnica levallois;
y el más reciente (+12 m) donde abundan los bifaces delgados y simétricos.
Entre los yacimientos de estas
características destacamos los que informan acerca del comportamiento de los
primeros homínidos o sobre la fauna y el clima:
·
Pinedo: Sobre la terraza media del Tajo, es uno de los yacimientos más
importantes del Paleolítico inferior con uno de los conjuntos de industria
lítica más antiguos de la Meseta. Además de esta industria aparecen restos de
fauna: elefante antiguo, équidos, cérvidos e hipopótamos. La presencia de estos
últimos sugiere un clima suave.
·
Áridos I y Áridos II: En las terrazas del Jarama
aparecen restos de elefante antiguo asociados a industria lítica. Se ha
interpretado como un lugar de carnicería o descuartizamiento puntual. La
ocupación humana posiblemente sería breve, buscando sílex y la carcasa del
elefante para carroñear. En la cuenca del Tajo hay muchos yacimientos de
similares características: Arganda, Las Delicias, San Isidro...
·
Torralba y Ambrona: Yacimientos de la provincia
de Soria, en una zona de paso natural entre las tres grandes cuencas del Ebro,
del Duero y del Tajo. Se creyó en un principio que eran cazaderos de elefantes,
teoría que se elaboró porque se hallaron carbones que Howel interpretó como que
los hombres utilizaban el fuego para conducir a los elefantes a terrenos
pantanosos, donde quedarían atrapados en el barro, y así ser cazados más
fácilmente y despedazados. Más tarde, hacia los 80, esta hipótesis recibió las
críticas, principalmente, de Binford y Klein, de modo que actualmente no se
cree que fueran cazaderos de elefantes, sino lugares donde iban a beber y donde
algunos de ellos morían -conclusión a la que se ha llegado por la orientación
de los huesos- ocasión que sería aprovechada por los humanos, resultando de
ello una intervención humana muy puntual.
Hasta aquí una parte representativa de los yacimientos
que nos han proporcionado los indicios de los que han podido ser los primeros
pobladores de la península Ibérica.
Primera: El hombre, originario de África, colonizó
simultáneamente Europa y Asia a través de Oriente Medio. Los restos fósiles más
antiguos que avalan esta hipótesis son tres:
·
una mandíbula
de Homo Ergaster hallada en D’manisi (Georgia) con una datación entre
1,8 y 1,6 millones de años;
·
otro en el
extremo suroriental de Asia, el Hombre de Java (Indonesia) datado
alrededor de 1,6 millones de años; y,
·
el Hombre
de Orce (Granada), en el extremo suroccidental de Europa, una calota
craneal de unos 1,6 millones de años.
Pero si se aceptan como válidos estos
fósiles, habría que adelantar la salida de África, o primera migración
establecida en hace, aproximadamente, 1,5 millones de años. El problema es que
los científicos no se ponen de acuerdo para este adelanto puesto que existen
fuertes discrepancias a la hora de establecer la cronología de los yacimientos
en los que fueron hallados estos tres representantes, considerando además este
registro fósil demasiado escaso para tenerlo en cuenta. Escaso, puede ser, pero
ello no quiere decir que no se puedan hallar otros restos de este nivel
cronológico o más antiguos, bien es cierto que hay más evidencias, todavía
dudosas, repartidas por Asia. En paleoantropología lo que no hay puede aparecer
en cualquier momento y desmontar o corroborar las endebles bases teóricas
establecidas, los fósiles citados son un claro ejemplo de ello.
En el estricto ámbito peninsular, para
la que suscribe, en el momento en que se empezó a cuestionar tanto la
cronología como la atribución a homínido de un hallazgo tan importante como el
de Orce (VM-0), debería haberse organizado una excavación multidisciplinar que
con una metodología más rigurosa
contrastada estudiara tal posibilidad, y no cerrar puertas, que es lo
que ocurre cuando entran en juego la política y la burocracia y cuando los
yacimientos deben competir entre sí por un presupuesto, como así ha sucedido
entre los proyectos de Orce y Atapuerca, resultando vencedor este último y no
menos importante proyecto hasta el punto de que, hoy por hoy, para la Península
Ibérica, se acepte que el Homo Antecesor, datado en 780.000 años, sea su
primer colonizador. Este primer poblador habría llegado desde África, aunque no
hay rastros fósiles que lo demuestren, siguiendo el corredor de Palestina y
Europa meridional, entrando por el norte peninsular, hipótesis que no cuestiona
la cronología establecida para la primera migración.
Segunda: El hombre de África (Ergaster) colonizaría
Europa a través del istmo sículo-tunecino que en el Pleistoceno Inferior
constituía, en un momento de fuerte regresión marina producida por la
glaciación del Günz, un acceso a Europa central y occidental, y por la
plataforma continental, en ese momento emergida, del golfo de León en el sur de
Francia, con lo cual se salvarían los Alpes,
alcanzaría el nordeste peninsular. Pruebas de ello pudieran ser los
yacimientos de Puig d’En Roca y Avellaners en Catalunya, y el rastro de este
movimiento migratorio podría ser, a su vez, el yacimiento de Ceprano en el sur
de Italia donde se ha encontrado una calvaria humana datada en unos 700.000
años, así como la industria lítica de modo I hallada en Monte Poggiolo (1,2 m.
a.). Sin embargo ninguno de estos
yacimientos entran en contradicción con la primera de las hipótesis.
Tercera: Poblamiento directo a través del Estrecho de
Gibraltar, hipótesis de obligada consideración ya que los yacimientos donde se
han encontrado líticos con la tecnología más antigua (olduvaiense o modo
I) están situados en el sur de la Península: Magoito y Açafora en Portugal, El
Rompido en Huelva, El Aculadero en Cádiz, Cúllar Baza y Venta Micena en
Granada, Cueva Victoria en Murcia y Campo de Calatrava en Ciudad Real. También
la presencia de restos de fauna africana, y la aparente sincronía entre éstos y
la aparición de los primeros restos humanos, en Venta Micena y Cueva Victoria
podría apoyar esta hipótesis, pero no dejaría de ser compatible con la primera
si la primera migración hubiera sido más temprana, pues como dice R. Leakey “un
simple deambular no premeditado, de sólo 20 Km.
por generación, habría bastado para cubrir, por ejemplo, los 14.000 Km.
que separan Nairobi de Pekín en veinte mil años”.
Hay que señalar que, ni por Europa ni por
el norte de África hay restos tan antiguos que puedan hacer decantar las bases
teóricas por una u otra de estas hipótesis.
Aunque se desconocen las causas que
provocaron la primera migración desde África tanto de especie Homo (presión
tecnológica, ecológica, cultural, demográfica...) como de la fauna (presión
ecológica-demográfica), éstas debieron ser muy fuertes y resulta en cierto modo
ilógico pensar que en esas circunstancias todos eligieran o encontraran una
sola vía o ruta de escape, todo ello a pesar de que geógrafos y geólogos
consideran que los estrechos de Gibraltar y de Túnez-Sicilia nunca han sido
franqueables por tierra firme desde la crisis del mesiniense hace más de
7 millones de años. “M. H. Alimen ha apuntado que a lo largo del Riss, el proceso
de regresión marina y otras circunstancias convergentes de variación eustática (del
nivel del mar) hicieron franqueable el istmo de Gibraltar entre Tánger y
Tarifa; un descenso de las aguas de entre 230 y 290 metros dejaría
prácticamente en seco el paso de África a la Península y canales mínimos no
impedirían cruzar con facilidad de una a otra orilla” (Barandiarán et al. 2002:4).
Si esto es así para el periodo del
Riss ¿porqué no para las glaciaciones del Pleistoceno Inferior, Donau y Günz?
Además hay que tener en cuenta la tectónica cuaternaria, en el diario El País
de 30 de noviembre de 2002 aparece una noticia sobre la última erupción del
Etna que puede provocar un fenómeno extraordinario: la reaparición de un islote
volcánico sumergido en las aguas del Mediterráneo a unos 30 Km. al sur de
Sicilia, islote que ya ha emergido al menos en cuatro ocasiones en época
histórica. En definitiva, cabe la posibilidad de que una amalgama de factores
geográficos (las regresiones marinas, las variaciones eustáticas y la tectónica
cuaternaria) más la necesidad de una tribu aislada y amenazada por el desierto
en el norte de África hicieran posible que algunos seres intentaran y lograran
un objetivo a la vista: alcanzar la cercana y deseable costa peninsular, ¿porqué
no?, y con los datos que tenemos, que de éstos quedaran vestigios en Venta
Micena, que evolucionaran hasta el Homo Antecesor de Atapuerca, que
desaparecieran por la competencia con el Homo Ergaster que llegara por
el norte según cualquiera de las otras dos hipótesis, o que siguiera
evolucionando de Homo Antecesor a Heidelbergensis y de éste a Neandertal.
En cualquier caso hay que seguir buscando el gran número de piezas que faltan
para recomponer este enorme rompecabezas que es la Prehistoria.
Valoración personal
El primer poblamiento peninsular se produce
durante el Pleistoceno inferior, como así lo evidencian las industrias líticas
pre-achelenses, datadas en más de un millón de años, halladas en los
yacimientos de la depresión de Guadix-Baza ( Barranco León y Fuente Nueva en
Orce) y en los de Atapuerca (Trinchera Dolina TD-4 y Sima del Elefante) entre
otros.
Una de las especies humanas protagonistas de
este primer poblamiento, que ha sido admitida por la mayor parte de la
comunidad científica, es el Homo Antecessor de Atapuerca, y lo hizo a finales
del Pleistoceno inferior a tenor de la antigüedad de sus restos hallados.
Lamentablemente los fósiles humanos con cronología más antigua, hallados en
Cueva Victoria (Cartagena) y en Venta Micena (Orce), son insuficientes para
determinar su especie.
Queda por resolver por tanto la incógnita de
quien fue el autor de la primera industria peninsular. El Homo Ergaster es una
especie lo suficientemente documentada como para poder establecer que fue el
primer emigrante de África que colonizó Asia y Europa dando lugar, en este
proceso, a variaciones adaptativas regionales, dado lo cual, algunos
científicos defienden que el Homo Antecessor es una de estas variaciones del
Homo Ergaster. Se basan en ello porque la única prueba que presentan los
defensores del Homo Antecessor como una nueva especie son los rasgos modernos
de la cara del fósil hallado, pero este resto pertenece a un individuo muy
joven, por lo que para estos investigadores no es determinante, ya que esos rasgos
aún están por desarrollarse. En cualquiera de los casos, hoy por hoy, no
podemos resolver la incógnita.
Las rutas que siguieron estos primeros
pobladores de la Península Ibérica también son difíciles de determinar, por no
decir imposible, ya que ni el contexto estratigráfico del Pleistoceno inferior
ni el del Pleistoceno medio proporcionan las pruebas fiables suficientes para
seguir el rastro.
El mapa peninsular para este primer momento
pre-achelense presenta localizaciones geográficas bien diferenciadas y alejadas
entre sí: una al nordeste (Puig d’En Roca, Avellaners) y otra al sur con mayor
concentración de yacimientos (Aculadero, El Rompido, Macoito y Açafora además
de los de la Depresión Guadix-Baza) y también otra en Atapuerca. El resto peninsular
presenta un gran vacío para este periodo. Esta situación y la falta de
evidencias que la complementen, tanto por el sur de Europa como por el norte de
África, hace plantearse la disyuntiva de si el poblamiento se realizó por el
norte peninsular, atravesando los Pirineos, o por el sur, cruzando el estrecho
de Gibraltar, por lo que a partir de aquí sólo se pueden hacer especulaciones
con ambas posibilidades.
Una que explicaría el porqué de una industria
tan arcaica, así como la localización de los yacimientos peninsulares, podría
ser que grupos de Ergaster, con técnica poco evolucionada, entrarían en
competencia por los recursos, en un periodo de crisis, con otros grupos más
evolucionados técnicamente en África, y así tuvieron que emigrar hacia el norte
llegando a atravesar el Caúcaso, donde se encontraron con unas condiciones
climáticas muy duras, glaciales, de modo que avanzarían hacia el oeste
siguiendo la línea de costa, del mar Negro primero y del Mediterráneo después,
buscando un clima más benigno, hasta entrar en la Península Ibérica por el
norte, pasarían por Puig d’En Roca y Avellaners y siguiendo su ruta de búsqueda
de climas más favorables avanzarían rápidamente hacia el sur donde ocuparían
los lugares ya mencionados, para a partir de aquí iniciar la expansión por el
interior de la Península (Atapuerca) y la evolución cultural al achelense
(Pinedo, Áridos, Torralba y Hambrona) en una marcada tendencia de ocupación de
las riberas de las cuencas hidrográficas por sus recursos. También es posible que
la técnica achelense fuese introducida en la Península por una nueva oleada de
Homo Ergaster o de una evolución de éste, el Homo Heidelbergensis.
La segunda posibilidad que por lógica puede plantearse
en relación con la ruta de llegada de los primeros pobladores, dado que la
mayoría de los yacimientos de cantos tallados se encuentran en el sur
peninsular, es que ésta se produjera a través del estrecho de Gibraltar. El
problema para aceptar esta hipótesis deriva de dos hechos más o menos
insalvables:
·
Uno de ellos, el más
objetivo, es que, según geógrafos y geólogos, desde la crisis del messiniense,
a finales del Mioceno, el estrecho de Gibraltar no se ha cerrado nunca y por
tanto no ha podido ser atravesado, por lo que numerosos científicos ni se lo
plantean a la hora de elaborar sus hipótesis, teorías que, sin duda, se
derrumbarían si los estudiosos de la Tierra cambiaran de opinión al respecto.
·
El otro, es la
tendencia lógica de negar las posibilidades no demostradas científicamente,
cosa que sabemos que no siempre ocurre; pero de este modo también se les niega
a estos humanos ciertas capacidades reservadas para nosotros, los humanos
modernos, puesto que a aquellos se les compara con los monos, y conociendo su
aversión al agua, no pueden parecerse a los individuos de nuestra especie que,
día tras día, empujados por unas circunstancias, que bien podrían ser
comparables si de lo que se trata es de sobrevivir, se arrojan al mar con el
objetivo de encontrar una tierra, al alcance de su vista, con posibilidades de
futuro.
Diciembre de 2002
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