TARSHISH  Y  LA  BIBLIA

 

   Las referencias bíblicas a Társis son muy numerosas pero en su mayor parte dicen bien poco y además se reparten en un lapso cronológico muy largo (alrededor de medio milenio). Társis, como topónimo o como complemento, en "barcos de társis", aparece en veintiún pasajes distintos, seis en los libros históricos y otras quince veces en los libros de los Profetas y en los Salmos.

 

   Las citas más antiguas corresponden a la época de Salomón:

«... porque el rey tenía una flota de barcos de társis en el mar, con la flota de Hiram, y cada tres años venían de allá trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales»  (I Reyes, 10-22)

«Josafat construyó barcos de társis para ir a Ofir en busca de oro. pero no fueron porque los barcos fueron destrozados en Asiongaber»  (I Reyes, 22-49)

 

   Estas citas y otras parecidas fueron interpretadas, por su contexto, como referencias a las expediciones comerciales que realizaba Salomón por el mar Rojo. Pero el hecho de que las citas persistan en periodos posteriores, a partir del siglo VIII a. C., cuando ya no hay referencias de que se mantenga el comercio por el mar Rojo, ni por parte de los fenicios ni por los israelitas. Por ejemplo en Ezequiel:

«Társis comerciaba contigo [con Tiro] por la abundancia de tus riquezas; con plata, hierro, estaño y plomo, comerciaba en tus ferias» 

 

   Citas como éstas han dado lugar a varias hipótesis que defienden:

 

·      Que Társis estaba siempre relacionada con el Mar Rojo.

·      Que hubo un cambio de significado geográfico, en el sentido en que Társis estaba situada en el mar Rojo en tiempos de Salomón, pero en posteriores épocas, por la expansión fenicia, las referencias a Társis se concretan en las relaciones comerciales entre Tiro y las demás ciudades fenicias con Tartessos.

·      Localizaciones diferentes par Társis, igual que ocurre con Cartago, Tarsos, Sicilia, etc.

·      Y finalmente la que nos interesa, la que identifica a Társis con la mítica Tartessos de los textos homéricos, independientemente de la cronología de la cita, que por otra parte no presentó ningún problema para algunos historiadores, que simplemente adelantaron la fecha de fundación de Gadir al 1100 a. C. para cuadrar cronologías y,  que aún hoy, hay quien la mantiene a pesar de que la arqueología ubica la fundación en los finales del siglo XIII.

 

   Aunque la problemática de Társis-Tartessos se estudia desde el Renacimiento, periodo en el que se procede al análisis y revisión de los textos clásicos; fue a principios del siglo XX cuando cobró un importante auge de la mano de Adolf Schulten, el cual puso de moda el tema de la mítica ciudad al publicar su libro Tartessos y dedicarse, de forma infructuosa, a su búsqueda en la desembocadura del Guadalquivir, más concretamente en Doñana. Schulten intentaba emular a Schliemann quien, guiado por una fe inquebrantable en las narraciones homéricas, se empeñó en localizar el escenario real de la Guerra de Troya y de las ciudades de los príncipes helénicos que en ella combatieron, cosa que logró al encontrar las ruinas de Troya, en la colina de Hissarlik en la península de Anatolia, y una necrópolis en el interior de la fortaleza de Micenas, ciudad del héroe Agamenón, en la Grecia continental. La extraordinaria riqueza de estos hallazgos arqueológicos constituyó una prueba irrefutable de la veracidad histórica de La Iliada de Homero. A todo esto había que unir el hallazgo del palacio de Cnossos en Creta por Sir Arthur Evans, que igualmente demostraba que la gran civilización, de la que se hacía eco Homero, existió realmente.

 

   En este contexto no pocos historiadores se sintieron deslumbrados y atraídos, al igual que Schulten, por la defensa y la búsqueda de una Tartessos mítica y legendaria, pero no por ello menos real, si se confiaba en que, si los relatos de Homero sobre la Hélade, contenían, entrelazados con leyendas, realidades históricas, lo mismo podía suceder con Tartessos. La idea no parecía tan descabellada ya que el valle del Guadalquivir era un entorno propicio para el desarrollo de una gran civilización, del mismo modo que había sucedido en el Nilo o en Mesopotamia entre el Tigris y el Eúfrates.

 

   La búsqueda de la civilización tartésica se produjo en un periodo en el que el pueblo y la historiografía española se hallaban sumidos en la idea del atraso español con respecto a Europa, por lo que su hallazgo podía restaurar el ánimo general lo que indudablemente otorgaría un papel muy relevante en la Historia. Papel al que no renuncian algunos historiadores actuales.

  

   Por otra parte, para relacionarlo, además de con la Társis bíblica, etnográficamente, se podía hacer referencia a los judíos hispanos que fueron expulsados en 1492, los cuales para defenderse de la culpa que se les atribuía en la muerte de Jesucristo, alegaban que sus ancestros habían llegado a la Península, formando parte de las tripulaciones de las naves de las campañas comerciales conjuntas de fenicios e israelitas, en tiempos de Salomón.

 

   En cualquier caso faltan las pruebas arqueológicas que lo demuestren. De éstas no hay ni rastro, pero sí que aparecen, en cambio, las que prueban el carácter orientalizante de la cultura tartésica, como influencia o aculturación producida a través de la colonización fenicia a partir del siglo VIII a. C.. Además se debe tener en cuenta que casi todos los productos, que según las citas bíblicas procedían de Társis (oro, plata, marfil, monos y pavos reales), se podían encontrar en la Península o bien podían recogerse en la travesía por las costas norte-africanas. Sin embargo, uno de ellos, concretamente los pavos reales son originarios de la India, lo cual induce a pensar que, o bien Társis estaba en la India, o la palabra "társis" de los textos bíblicos tiene otro significado que escapa a nuestra comprensión.

 

El hecho de que todavía algunos autores mantengan la identificación Társis-Tartessos, se debe a que no renuncian a la idea de que en España se desarrolló una civilización de gran esplendor, que comerciaba con otras civilizaciones mediterráneas, y no era sólo una pobre cultura enriquecida por la colonización desde oriente.

 

Juana SÁEZ JUÁREZ

 

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