Duelo en Hollywood por Kilian Alós Todos recordamos los clásicos de Disney en dibujos animados, con los que la fantasía llenaba nuestros hogares durante cerca de hora y media. Caracterizados en muchas ocasiones por el fuerte papel que desempeñaba la música, podríamos decir que se encontraban próximas a la frontera con el musical. Quién no recuerda los emocionantes temas de La Sirenita, El Rey León, Aladdín, Pocahontas o El Jorobado de Notre Damme. Hasta que un día nos sorprendió el anuncio de una película completamente hecha por ordenador. Se llamaba Toy Story. El filme causó una revolución en el mundo del cine. Todos los niños repetían, incansables, la famosa frase de Buzz Lightyear (uno de sus personajes): “Hasta el infinito y más allá”. Al salir en formato VHS, pudimos ver la presentación del próximo proyecto de Disney (ahora se referían a esta como Disney PIXAR): Monstruos S.A. –“de los creadores de Toy Story”, decían-. Cada vez que publicaban una nueva película, recitaban todas las anteriores en la lista (siempre encabezada por Toy Story). No había duda, Disney había adoptado una nueva imagen; un nuevo lenguaje. Cuando las películas a ordenador se convirtieron en el pan nuestro de cada día, la empresa Dreamworks estrenó Shrek, una película que causó el mismo éxito –si no más- que el experimento de Disney. No era espectacular únicamente por su guión, sino que además fue elegida como la película con mejores efectos de animación. Paralelamente, Disney había lanzado recientemente el largometraje Buscando a Nemo. Por curiosidades del destino, un año más tarde Dreamworks presentaba su nueva producción El espantatiburones. En este caso, volvíamos a encontrar la famosa frase “de los creadores de…”, solo que esta vez no decían Toy Story, sino Shrek. El asunto pasó desapercibido, hasta que poco a poco comenzaron a hacerse visibles ciertos paralelismos –por no decir meros calcos- entre películas del mismo género. Es el caso de filmes como Madagascar y Salvaje; Ratónpolis y Ratatouille o Happy feet y Locos por el surf. El caso es que la lista es tan larga, y la semejanza temática es tan indiscutible que el público acaba por confundir el título con la película, y en consecuencia se le atribuye a una productora un mérito que no le corresponde. ¿Qué clase de duelo ha surgido en Hollywood, principalmente entre Disney y Dreamworks? ¿Qué ha sido de la originalidad de antaño, de la magia de Disney que ahora ha decaído en el recurso de la risa fácil? Quién copia a quién es algo que no podemos saber, pues el hecho de que una película alcance las salas cinematográficas en primer lugar no implica que haya captado antes la idea. En cualquier caso, está claro que el público tiende a repetir cuando un tema le gusta, y eso las productoras no lo pasan desapercibido. Otra cosa es que la “imitación” alcance el mismo mérito que su predecesora, pero para comprobarlo habremos de dejar nuestros ahorros en el cine –eso si no optamos por el Top Manta-. Veremos quién sale vencedor en esta interminable batalla…
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