Entrevistas a medios españoles
Entrevista con Eduard Punset (Divugador y Científico),
13 de abril de 2004
En la entrevista con Punset, James Lovelock le revela que conoce a Juan Orá, un científico y biólogo español que colaboró desde 1962 en múltiples proyectos de investigación espacial para la NASA, entre los que destaca la exploración de la atmósfera y superficie marcianas. Según Lovelock, vivieron juntos durante su estancia en la Universidad de Houston, y al igual que él estaba fascinado por todo lo concerniente al espacio y la Tierra.
En un momento de la entrevista el científico británico opina que aún no hemos hecho el suficiente daño a la Tierra como para que nos demos cuenta de lo maravillosa que es, y alude a su teoría de que en algún futuro no muy lejano pagaremos las consecuencias de nuestras agresiones al planeta. Una de sus intervenciones que más incitan a la reflexión es cuando afirma que hemos de cambiar para que todo siga igual. La suerte que tenemos, añade, es que vivimos en un universo amable, con unas condiciones muy favorables para la vida. La Tierra está a la distancia exacta del Sol, lo que favorece una temperatura adecuada para todo ser viviente sobre la faz del planeta. Además, al contrario que otros planetas como Marte y Venus, que han ido perdiendo su agua hasta quedarse desérticos, la Tierra la ha mantenido para permitir que haya vida en ella. Del mismo modo, ha incrementado su nivel de oxígeno en la atmósfera, de modo que la evolución de la Tierra ha ido encaminada a favorecer la vida en su entorno. Sin oxígeno, dice, no habría ozono, y sin ozono el planeta recibiría gran cantidad de radioactividad procedente del espacio. Aunque la radioactividad, en realidad, no es nociva para el planeta, sino para las personas. El planeta tendría la capacidad de adaptarse rápidamente a las radiaciones solares, del mismo modo que cada raza está adaptada a la región en que vive en función de la cantidad de radiación que recibe. Por ejemplo, Kenya recibe ocho veces más radiación solar que Europa, y sin embargo sus habitantes no sufre trastornos ni quemaduras. Sin embargo, sí que serían incapaces de adaptarse con rapidez en caso de una alteración en el proceso radiactivo. El ser humano, añade, tiende a pensar que lo más importante es beneficiar a la humanidad, cuando en realidad lo más importante es beneficiar a la Tierra. Si no hay Tierra, no puede haber humanidad. Si queremos una salida viable que permita la subsistencia del planeta y de la humanidad, habremos de optar por los recursos tecnológicos, en vez de seguir explotando los recursos naturales.
Lovelock acaba manifestando una de sus mayores inquietudes, y es la manera de explicar cómo puede ser posible que la atmósfera no desaparezca, sino que permanece constante y se regenera, lo que hace suponer que hay algo en el interior de la Tierra que permite esa regeneración. Algo que perfectamente podría llamarse“vida”. En este punto les aborda una pregunta a los dos científicos. ¿Qué es la vida? ¿Cómo puede explicarse el fenómeno de la vida?
“El retorno del creador de Gaia” (por Rosa Montero)
El País, 7 de mayo de 2006
La entrevista se reaciza con motivo de la publicación en España del libro Homenaje a Gaia, al tiempo que en el Reino Unido saca un libro anunciando una inminente catástrofe natural (La venganza de Gaia). A primera vista llama la atención el carácter informal y cercano de Rosa Montero, que comienza con una introducción en la que dice que el abuelito amable y divertido sigue haciendo de las suyas. Según Montero, este científico es una mezcla entre gnomo de los bosques y niño, en una metáfora de cuento en la que introduce a Lovelock como protagonista. En su opinión, Lovelock es el científico que logró cambiar el mundo, considerado como el padre de la ecología moderna (a pesar de no llevarse demasiado bien con los verdes, en palabras del propio geofísico).
En su último libro, La venganza de Gaia, Lovelock advierte que en 2050 (incluso tal vez antes) los polos se habrán derretido, de modo que muchos lugares de la Tierra -entre ellos Londres- acabarán sepultados bajo el agua. Esto hará que los habitantes de las regiones en alarma roja se vean obligados a emigrar a otros países, donde seguramente no serán bien recibidos, lo que provocará que haya guerras a nivel global. La solución que aporta Lovelock para disminuir el proceso es el uso de la energía nuclear, ya que no queda tiempo para descubrir otra energía alternativa lo suficientemente eficiente. La realidad a la que nos enfrentamos es que, antes de que acabe el siglo, la vida humana sobre el planeta se verá reducida a tan solo 500 millones de personas. Si hubiésemos reaccionado hace 50 o 100 años habría sido posible detener el proceso, pero ahora es imposible, y estamos destinados inexorablemente al cambio global. Ante esta postura, sugiere Montero que daría lo mismo utilizar la energía nuclear que cualquier otro, si en definitiva vamos a acabar igual de mal. Sin embargo, Lovelock insiste en que no da lo mismo, pues tras el cambio climático la humanidad se verá obligada a desplazarse al Ártico, y allí la única energía capaz de proporcionar calor y electricidad será la energía nuclear.
Cuando Lovelock formuló su teoría de Gaia en 1965, la mayoría de científicos se mofaban de él y muy pocos le prestaron su apoyo (entre ellos, Lynn Margulis). Esto casi le llevó a caer en una terrible depresión, ante la frustración que debía suponer el estar convencido de una hipótesis en la que nadie creía. Además, durante esa época se dio la llamada “guerra de ozono”, una fuerte polémica entre los verdes y los grupos industriales, a los que se sumó nuestro científico. El problema de los verdes, afirma, es que ni entienden de ciencia ni quieren saber de ella, de modo que la mayoría de las veces se muestran en contra de aspectos que no son negativos en absoluto. Sin embargo, durante estas últimas décadas la concepción del mundo acerca de Lovelock dio un vuelco inesperado y su teoría de Gaia fue aceptada y reconocida mundialmente, otorgándole una cantidad ingente de premios y doctorados ‘honoris causa’.
“Los científicos son gente muy rara” (por Karmentxu Marín)
El País, 25 de marzo de 2007
Así como la anterior entrevista se celebró con el motivo de la publicación en España del libro Homenaje a Gaia, ahora se lleva a cabo debido a su presentación en España del libro que durante aquella vio la luz en Londres: La venganza de Gaia. A primera vista puede establecerse cierto parecido entre Montero y Marín a la hora de utilizar ese lenguaje desenfadado. Sin embargo, bien es cierto que, mientras Montero mostraba una presencia más sutil durante el desarrollo de la entrevista, Karmentxu da la impresión de que constantemente se toma la misma a broma, tal vez abusando de la gran dosis de buen humor que le brindó el simpático abuelito. Puede verse en ejemplos como: “¿Quién es usted, el Pepito Grillo del planeta?” o “¿si ve un barco de Greenpeace se le ponen los pelos de punta?”, entre otros tantos. En una muestra de modestia y humildad, Lovelock demuestra una vez más su agudo ingenio cuando responde de este modo a una pregunta de Karmentxu:
-La publicidad de su libro le equipara a Darwin, Newton, Einstein y Aristóteles. ¿Es para tanto?
-Tendré que esperar a morirme para saberlo. Han dicho cosas peores antes.
Resulta evidente que ironiza al insinuar que equipararle a los grandes mitos de la ciencia es negativo, pintándolos a estos como una panda de señores aburridos que se pasaban la vida haciéndo fórmulas e investigaciones, cuando lo más probable es que su vida haya sido por lo menos igual de “emocionante”.
Al sugerirle el tema de su actitud hacia los verdes, Lovelock confiesa que para él los de Greenpeace son como un grupo de religiosos en procesión. Sin embargo, no consideraría un insulto que le llamasen verde, puesto que él mismo se considera un auténtico ecologista (“un verde nuclear”). Son aquellos los que, en su opinión, entorpecen las verdaderas necesidades de Gaia al mostrarse reacios a comprender la ciencia. En este contexto demuestra su actitud pesimista hacia la Conferencia de Kioto, al decir que “el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Kioto es una de ellas”. Es decir, que dicha conferencia se postuló con la mejor intención del mundo, pero no son conscientes de que si nos guiamos por la conferencia de Kioto conduciremos a Gaia a una prematura destrucción.