El consumo de cánnabis produce múltiples síntomas físicos, psicológicos y alteraciones en el comportamiento, que aparecen a los pocos minutos de ser fumado, y suelen durar varias horas. Estos efectos varían en un función de diferentes circunstancias, como son: las características de los consumidores (su edad y personalidad), las expectativas existentes en relación al consumo, las dosis consumidas, las experiencias previas con las sustancias, la frecuencia de su uso, el contexto o ambiente de consumo o el tiempo transcurrido desde el consumo.
El consumo continuado de hachís o marihuana tiene un impacto muy negativo sobre la salud, provocando los siguientes trastornos: alteraciones respiratorias, cardiovasculares y procesos cancerosos similares a los del tabaco (cáncer de pulmón; etc.) alteraciones del metabolismo con aumento del apetito, reducción del sistema inmunitario, afectación del funcionamiento de las hormonas sexuales (ciclos menstruales sin ovulación, reducción del número y la movilidad de los espermatozoides), disminución del apetito sexual, alteraciones en los fetos de las madres consumidoras, etc.
En personas con cierta predisposición, facilita la aparición de trastornos psiquiátricos graves (brotes esquizofrénicos, alucinaciones y delirios, estados paranoides, etc.)
Aunque durante años se pensó que el consumo de cánnabis producía sólo dependencia psicológica, lo cierto es que se ha demostrado que provoca también dependencia física.
Los efectos descritos proceden de rigurosos estudios científicos y coinciden, en general con las opiniones expresadas por los propios consumidores. Gran parte de los adolescentes que consumen cánnabis afirman haber sufrido problemas asociados al uso de esta sustancia, principalmente pérdidas de memoria, tristeza, apatía o depresión, dificultades para estudiar o trabajar, enfermedades o problemas físicos, problemas económicos, absentismo escolar y peleas o agresiones.