BIOGRAFIA


No se conocieron en la oscuridad del garito más lúgubre de su ciudad (o sí, quizá); tampoco pueden quejarse de una infancia desgraciada o un pasado negro de drogas duras. Desde luego, ni el padre de Rubén ni tampoco el de Leiva son dueños de una famosa agencia de modelos. Por el momento, claro. El de la guitarrilla, Rubén, se forjó una reputación de roquero indomable con los Buenas Noches Rose, con quienes se recorrió la Piel de Toro y grabó tres estupendos álbumes antes de cumplir los 25. Leiva, el patillas que toca el bajo, venía de patearse garitos con Malahierba. Surgió una actuación más o menos informal, un tributo a Leño, y la extraña pareja necesitaba un batería; aquí es donde entra Tuli, el primer bateria que tuvo la banda. Bautizado a fuego lento como Pereza, el trío se hizo serio cuando RCA les puso la vista encima. Los mediocres se pelean por un contrato; en el caso de Pereza, la industria del disco les hizo un placaje mientras ellos se dejaban querer.
Pereza grabaron un primer disco, autotitulado, con el productor Carlos Martos (ya sabes: Enemigos, Ronaldos, etc.) en 2001. Rubén cantaba y tocaba la guitarra; Leiva le daba al bajo y Tuli a la batería. Luego se fueron a tocar por ahí, como hacen las bandas de rock. Casi siempre eran Pereza, una apisonadora como pocas en directo; no es de extrañar que acabaran cada una de sus actuaciones medio muertos, en trance. Pero algunas veces también eran Despereza o La Banda de los Zapatos Blancos, el grupo que acompañaba al periodista y músico Fernando Martín en sus shows.
En 2002, Tuli se cansó de la batería y abandonó el barco para tocar el clarinete, su otra gran pasión.. Rubén y Leiva, reconvertidos en dúo, se reponían del susto grabando con Patacho (ex Glutamato Ye-Ye, por supuesto) Cuando la luna se durmió, para el disco Fuga de vocales.
A lo largo del año, mientras se gestaba su segundo álbum, Pereza hicieron colaboraciones estelares en el disco solidario Patitos Feos -recordando a La Bruja Avería, de La Bola de Cristal- y grabando una inspiradísima y roquerizada versión de Voy a pasármelo bien para el álbum de homenaje a Hombres G. El propio David Summers, encantado con el trabajo de Rubén y Leiva, decidía bautizar el disco con el título de aquella canción.
El nombre de Pereza comenzó a sonar más fuerte que nunca, generando llamadas a horas intempestivas a los cuarteles generales de RCA. El grupo había alcanzado la madurez y la competencia se interesaba por su cláusula de rescisión, aunque la postura de su discográfica fue tajante, recordando una vez más a Leño: "Que no se vende el rock and roll".
Pereza, mientras, se centraban en lo importante: Algo para cantar, el álbum definitivo. Grabado a lo largo de varios meses, durante largas sesiones de producción con Fernando Montesinos, con las tareas vocales repartidas entre Leiva y Rubén, el segundo disco del grupo sería el dedo en la llaga del rock & pop, la aguja en el pajar, el eslabón perdido de un género injustamente desprestigiado. Porque 245 de las 247 personas que escucharon Algo para cantar antes de su publicación se creen ahora mejores personas, y las otras dos tenían desórdenes afectivos graves, como la gilipollez y otros. De cara a la gira de presentación de Algo para cantar en directo, Rubén y Leiva se hicieron con los servicios de un par de colegas de confianza: Pitu y Rober. El primero, guitarrista de melenaza rubia y Gibson Les Paul, había coincidido con Leiva en Malahierba; el segundo, no menos melenudo y batería de probada solvencia, tocaba con Café Olé y había sido compañero de Rubén en Buenas Noches Rose. Multiplica un disco sencillamente perfecto por un cuarteto roquero como pocos, muy joven pero curtido en mil batallas, y lo que obtienes es justamente la quintaesencia de la polla dura: Pereza. Si has sido capaz de leer hasta aquí, tío/a, probablemente entiendas por qué este es el grupo joven más perseguido por la industria musical española. Si no, disculpa. Tú, a tus cabras.