La Orden del Temple
La orden Militar de los Templarios fue la primera que custodió y defendió el castillo y la Cruz, después de
unos años de posesión directa por las tropas castellanas. Hay dos teorías sobre la fecha “oficial” de su venida.
La primera afirma que fue en 1244, al someterse todo el territorio murciano al vasallaje cristiano.
La segunda afirma que fue en 1265-1266, al acabar la sublevación mudéjar del territorio murciano ya castellano.
El Temple venía con las huestes de Jaime I de Aragón que ayudó a su yerno Alfonso el Sabio a someter la rebeldía.
El rey aragonés, educado por la Orden y amigo de ella, le otorgó casa y huerto en Murcia. Después, el rey Alfonso
le donó el territorio caravaqueño.
Los templarios permanecen en esta demarcación hasta el final de la desaparición de la Orden (1311-1314), como
consecuencia del decreto del concilio de Vienne (Francia).
Así pues, la presencia del Temple es un hecho histórico cierto. Aquí se constituyó una amplia baylía o circunscripción
que abarcaba extenso territorio con otros castillos dependientes del templario caravaqueño como Cehegín, Bullas, Singla
y Canara, residencia del bayle o gobernador, siendo su primer comendador Martín Martínez.
Lo importante es constatar la relación estrecha de la Cruz con esta famosa orden militar que se fundó en la Edad
Media, precisamente en Jerusalén como su primer enclave, y cuyo origen oriental añade una nota de mayor atractivo
histórico al emblema de Caravaca.
La demarcación de Caravaca fue, por otra parte, el último reducto del mundo en el que la Orden se aposentó, cuando
ya estaba casi acabada su presencia en Oriente y al mismo tiempo fue la única que el Temple adquirió en la reciente
frontera murciana, pues la restante línea fronteriza fue defendida y ocupada preferentemente por la Orden de Santiago.
Se habla de una mística solar referida al Temple, de caminos de "griales" y del Arca de la Alianza, que atribuye a
la Orden una misión universalista y sinárquica, heredera y conservadora de unos saberes herméticos que conectan con
otras líneas heterogéneas de la sabiduría primordial.
La sinarquía, o gobierno con principios, es la idea de una autoridad universal poseída por aquellos que, por su
inteligencia, conocimientos y conducta elevada, fuesen capaces de dirigir a los demás para formar una sociedad mejor
estructurada. Así poseían una relación con las fuentes del conocimiento del Islam y del Judaísmo, y también con
doctrinas y prácticas de grupos heréticos del cristianismo y de las religiones precristianas.
La idea de gobierno universal conectaría al Temple con la enseñanza principal de la tradición y sabiduría ancestrales.
El Temple sería el enlace entre el cristianismo primitivo (no el de la Iglesia oficial) y la tradición religiosa
universal de la que se desprende un conocimiento superior.
¿Quiénes eran los templarios? Monjes con la espada al cinto, una total novedad en la organización eclesiástica.
En 1128 eran únicamente nueve, más una tropa auxiliar de unos trescientos voluntarios al mando de Hugo de Payens
y Godofredo de Saint-Omer. Esto dos Caballeros, junto a otros siete, marcharon de Francia a Jerusalén en 1096,
donde se les asignó un emplazamiento en las antiguas ruinas del Templo de Salomón. Allí permanecerían 20 años
preparando la que sería futura Orden del Temple. Los fundadores adoptan la Regla de San Agustín, y el 13 de enero
de 1128, con el Concilio de Troyes, comienza la actividad oficial de los fueran en sus orígenes conocidos como los
Pobres Soldados de Cristo.
En dicho Concilio, Hugo de Payens contaba con el apoyo del abad Bernardo de Claraval, futuro San Bernardo,
el cual logró que el Papa Honorio II organizase el concilio de Troyes con el único propósito de autorizar la
fundación de la Orden del Temple. Nunca había sucedido nada parecido.
Los fundadores que habían jurado ante el rey Balduino de Jersualén, habían hecho tres votos solemnes: de pobreza,
de castidad, y de obediencia, recibiendo del Papa Honorio el manto blanco con una cruz roja de brazos iguales sobre
la izquierda, y habían adoptado como divisa un versículo del Salmo 115: Non nobis, Domine, non nobis, sed Nomini tuo
da gloriam (No a nosotros, Señor, no a nosotros, sea a tu Nombre toda la gloria)
A finales del siglo XIII, la Orden del Temple contaba con 15.000 Caballeros, poseía más de 9.000 castillos
dispersos por toda Europa y el Asia Menor, y una inmensa fortuna en oro y en piedras preciosas.
Después del concilio de Troyes, todas las familias nobles quisieron contar con un vástago vestido de blanco.
Estas riquezas eran custodiadas en las encomiendas de la Orden y en la Torre de París. Fueron ellos los primeros
en instituir las "letras de cambio" para seguridad de los peregrinos, constituyendo cada una de sus sedes auténticas
entidades crediticias que les llevaría a convertirse en habilísimos banqueros.
El poder económico y militar, la independencia absoluta frente a cualquier otro estamento de poder que no fuese
el del Pontífice, había generado contra ellos sentimientos de rencor y de envidia.
El 12 de octubre de 1307, Jacques de Molay acompañaba al féretro de Catherine de Couternay, esposa de Charles de
Valois e hija del rey de Francia Felipe IV "el Hermoso". Una mujer bellísima a la que el pueblo amaba...
Al día siguiente, la guardia real, los senescales de la justicia y otras fuerzas estatales entraron en acción con
gran eficacia y rapidez. Los templarios fueron sorprendidos mientras realizaban sus quehaceres diarios, otros en
las calles y los más se encontraban durmiendo. Se enregaron sin resistencia...
Como los templarios eran dueños de más de 2.000 haciendas entre las que se incluyen castillos, iglesias, hospitales
y otras propiedades, debemos imaginar que más de cincuenta mil agentes del rey fueron movilizados por toda Francia.
Lo más sorprendente es que actuaron con una sincronización impresionante, ya que en sólo dos días dieron por
concluidas una de las más extraordinarias redadas humanas que conociera la Edad Media.
Tras años de persecuciones, acusaciones infundadas, torturas y muertes padecidas por los templarios, lo que apagó
su existencia fue el concilio de Vienne, el cual dio comienzo en octubre de 1311. Su misión era decidir el futuro
definitivo de la Orden del Temple.
La noche del 18 de marzo de 1314, un lunes, Felipe "el Hermoso" se asomó a la ventana para asistir al epílogo de su
temeraria y afortunada operación antitemplaria.
Jacques de Molay, XXIIº Maestre, y Geoffroy de Charnay, Comendador de Normandía, eran quemados vivos en la hoguera.
Refiere la historia que el anciano Maestre, cuando vio encendido el fuego, se desnudó sin dudarlo, juntó las
manos y dijo: "Estoy por morir. Y Dios sabe que soy inocente. Pronto, no transcurrirá un año, una gran desgracia
caerá sobre aquellos que nos condenan sin justicia. Muero con esta convicción". Y volviendo el rostro hacia la
Catedral de Notre-Dame, expiró. El que cuenta esto fue el cronista y poeta Geoffroy de París.