HISTORIA DE TOLEDO
PREHISTORIA
Toledo ha sido, y sigue siendo, una mina de oro para historiadores y arqueólogos. Cuando éstos descubrieron, en el llamado Cerro del Bu, restos arqueológicos de asentamientos prehistóricos no debieron asombrarse demasiado. Con mucha seguridad allí habitaron los primeros toledanos. Y no era mal sitio. El emplazamiento elegido por aquellos hombres de la Edad de Bronce era una buena fortaleza natural, lugar elevado e inexpugnable por la zona que abraza el Tajo. Además la necesidad de agua estaba cubierta precisamente por esa cercanía con la corriente del río. De esa forma los primeros toledanos podían estar tranquilos al gozar de seguridad ante posibles ataques y tener resuelto el abastecimiento del líquido elemento. Los restos que todavía hoy pueden verse, aunque las excavaciones se encuentran abandonadas, demuestran la existencia de construcciones fortificadas y la presencia de una comunidad de humanos por los diversos utensilios de la ya mencionada Edad de Bronce toledana.
Lo cierto es que, aunque descendientes lejanos pero directos de los toledanos del año 2000, este grupo humano primitivo vivía en construcciones cubiertas de una techumbre fabricada con materiales vegetales y protegida por una capa de barro. Y parece ser que la riqueza que hoy atesora la ciudad le viene de antiguo pues de bronce, plata y oro son los objetos encontrados en ese yacimiento. En su mayoría se trata de adornos de personajes que, a decir de los que saben de esto, denotan una incipiente jerarquización social. Las ya entonces fértiles huertas regadas por las aguas del Tajo eran la base de una agricultura que se convertía en el alma de la economía de este pueblo. Aunque ya en aquellos remotos tiempos empieza a desarrollarse la caza, la pesca, que ha llegado a nuestros días como una de las grandes aficiones de los toledanos y otras actividades que indican un mayor desarrollo como el trueque o "toma aquí este potro y dame acá ese cerdo".
Pero aquel poblado primitivo, bien por cambiar de aires, bien por crecer en número, decide ampliar sus dominios y cruzando el charco, o sea, el Tajo, ocupa el cercano promontorio del alcázar, que desde entonces empieza a configurar la historia de la ciudad tras pasar de acrópolis, a alcazaba o alficén y convertirse en zona palaciega y militar, incluso hasta nuestros días.
Llegan a la península Ibérica los bárbaros y el prehistórico núcleo humano se convierte en un poblado carpetano. Esto sucedía entre los siglos III-IV a.C. y el Toledo de la época se levantaba a modo de atalaya natural en la que hoy se constituye el casco amurallado. Afortunadamente el historiador Tito Livio nos describe un poco más tarde este poblado como una "ciudad pequeña, pero fuerte por su situación".
ROMANA
Pocos datos se pueden aportar de esta etapa histórica de la ciudad ya que no se han encontrado datos arqueológicos suficientes que puedan recrear la vida en esta provincia romana. Sólo los escasos restos arqueológicos nos pueden ayudar a atisbar la forma de vida en "Toletum".
La ciudad debió tener cierta importancia ya que se desarrolló un complejo sistema de abastecimiento de aguas, así como de evacuación de aguas residuales (cloacas); estos restos se conservan sobre todo en el cerro o recinto amurallado. Así encontramos depósitos intermedios o "castéllum aquae" en los sótanos de la mezquita de las Tornerías y en la calle de San Ginés donde la leyenda ha ubicado la famosa Cueva de Hércules. En la Plaza de Amador de los Ríos encontramos bóvedas y estructuras que parecen pertenecer a unas termas. Del sistema de abastecimiento de agua destacan también los restos de un acueducto en las cercanías del puente de Alcántara.
En la Vega del Tajo se situaba la zona lúdica y de recreo, que no sólo cubría las necesidades de la ciudad sino también la de los poblados cercanos, como atestiguan los restos del circo (siglo I d.C.) y de un anfiteatro en la zona de Covachuelas, por lo que se debió desarrollar una expansión urbana en esta zona en la que encontramos también restos de villas suburbanas decoradas con mosaicos polícromos de los que se conservan dos. Así mismo se han conservado tres tumbas que atestiguan la existencia de una necrópolis en la zona de la avenida de la Reconquista.
Tras la crisis y la decadencia del Imperio Romano, los pueblos bárbaros penetran en la península; primero los alanos y luego los godos conquistan la ciudad y una parte de estos últimos son los que se asientan estableciéndose como una monarquía. Son los visigodos, que con Atanagildo en el año 418 establecen la capital de su reino en Toledo convirtiéndola en una ciudad referencial para los godos.
VISIGODA
Un acontecimiento importante se produce en la capital del reino visigodo a partir del siglo V, son los Concilios. Se realizan 18 y en ellos se toman importantes decisiones de toda índole. Aunque en un principio son reuniones con un carácter religioso, pronto se convierten en auténticas asambleas políticas en las que la Iglesia está ligada a una minoría nobiliaria y latifundista y al propio Estado visigodo que ayuda a estructurar y mantener. Especialmente importante es el III Concilio de Toledo en el que se logra la unidad religiosa cuando Recaredo se convierte al cristianismo ortodoxo y con él todos los visigodos arrianos, condenando a partir de entonces dicha herejía. Este hecho hace que se estrechen los lazos entre visigodos y católicos y, sin embargo, que las relaciones sean más tensas con los judíos.
Esto se plasma en el XVII Concilio cuando el rey visigodo Egica sólo da a los judíos la alternativa de la conversión si no querían perder sus bienes y ser sometidos a esclavitud. Es importante también el VII Concilio en el que se logra la unidad jurídica que queda reflejada en el Libro de los Juicios.
La monarquía visigoda es destronada en la batalla de Guadalete cuando el último rey visigodo, Don Rodrigo, es derrotado por las huestes de Muza. La invasión musulmana es inminente y se produce en el año 711.