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AlCÁZAR


En la colina más alta de la ciudad, con 548 m, domina el horizonte la solitaria mole rectangular del Alcázar. Es uno de los pocos edificios exentos de la ciudad. Los vestigios de las estructuras anteriores indican que siempre fue un lugar fortificado, desde el pretorio romano y la defensa de la alcazaba musulmana.
El actual edificio fue mandado construir por el emperador Carlos V, para tener una residencia digna de tal monarca. Para ello se destruyó casi por completo el anterior castillo medieval, aunque en la fachada oriental quedan estructuras almenadas. Cada fachada del edificio determina artísticamente el momento en que se realiza, dentro de las diversas fases del Renacimiento español.

Su primer y principal arquitecto fue Alonso de Covarrubias desde 1545, pero en el patio intervino Villalpando y fue finalmente Juan de Herrera el autor de la monumental escalera bajo bóveda de cañón y la remodelación del ala meridional que la alberga.
La portada principal, con un arco de medio punto almohadillado con los característicos “espejos” de piedra, coronado por un escudo imperial flanqueado por las figuras de los monarcas visigodos Recaredo y Recesvinto y rematado por un frontón triangular, es obra de Covarrubias.
El gran patio central está rodeado por dos galerías y presidido por la figura del emperador, copia de la obra de Pompeyo Leoni. Al exterior presenta grandes torreones cuadrados en sus esquinas, las del lado norte adelantadas y las del flanco sur al ras de la fachada modificada por Juan de Herrera, rematados por tejados y chapiteles de pizarra negra.

Y, sin embargo, el nuevo palacio no llegó a ser morada de reyes, ya que mucho antes de terminarlo, la capital se establecía en Madrid, pero sí de reinas, exactamente reinas viudas, retiradas de la corte por los sucesores de sus esposos: Mariana de Austria, viuda de Felipe IV y Juana de Neoburgo que lo fue de Carlos II.
Tuvo diversos usos, como la cárcel de la Corona, cuartel militar de ejércitos propios y extraños, o talleres de sederos, antes de albergar la Academia de Infantería. Sufrió el edificio varios incendios, provocados unos, como, en 1710 durante la Guerra de Sucesión, siendo restaurado bajo la dirección de Ventura Rodríguez, dos veces durante la Guerra de Independencia y en 1887, esta vez fortuito, antes de su casi total destrucción en septiembre de 1936.
Su reconstrucción comenzaría en 1940, coronada en 1961 con la inauguración del monumento a los defensores del Alcázar durante la Guerra Civil, realizado por Juan de Ávalos. Durante años albergó parte del Museo de Ejército, siendo adaptado para albergarlo en su totalidad en un futuro próximo. También se realizaron obras de habilitación de la planta superior del edificio a las necesidades de la moderna Biblioteca de Castilla-La Mancha.




IGLESIA SANTO TOMÉ



  La iglesia parroquial más visitada de toda la ciudad, gracias a   poseer el cuadro del Greco "El entierro del Señor de Orgaz", una   de las obras maestras de la pintura de todos los tiempos, instalado   sobre la tumba del mismo.
  La iglesia, de fundación temprana tras la toma de la ciudad por   Alfonso VI, ocupó una mezquita, siendo totalmente reedificada en   el siglo XIV precisamente por el Señor de Orgaz, don Gonzalo   Ruiz de Toledo. No obstante, algunos capiteles visigodos remiten   a una posible iglesia anterior. Casi nada queda de aquella reforma,   borrada por las que la sucedieron en cada nueva época de cambio   de gustos artísticos.
  Es de tres naves con crucero, cubiertas por bóvedas de cañón   durante el Renacimiento y ábside poligonal.
  Su torre mudéjar es muy parecida a la de la iglesia de San   Román,naturalmente, de planta cuadrada con dos niveles de   vanos enmarcados por dobles arcos, separados por una fila de   arquillos ciegos separados -caso único en la ciudad- por   columnillas de cerámica de Talavera de la Reina.
























PUERTA DE BISAGRA



Es de origen musulmán, de cuya época conserva restos en el segundo cuerpo interior. Su nombre deriva de la palabra árabe Bab-Shagra, que significa "Puerta de la Sagra". Fue totalmente reconstruida bajo los reinados de Carlos V y Felipe II, según las trazas de Alonso de Covarrubias. Está formada por dos cuerpos, entre los que se intercala una plaza de armas.
El monumental cuerpo exterior está formado por un arco de triunfo de sillares almohadillados, coronado por un enorme escudo imperial de la ciudad, con su inconfundible águila bicéfala y flanqueado por dos grandes torreones semicirculares de mampostería con las figuras de dos reyes sedentes, símbolo del buen gobierno del escudo medieval.
El cuerpo interior es de arco de medio punto flanqueado por torreones cuadrados coronados por chapiteles de cerámica, en una de cuyas caras aparece el escudo imperial de Carlos V, y ajedrezado en otras.
El carácter monumental y no defensivo queda patente en la inversión de las troneras ubicadas casi a ras del suelo y sillares en relieve coronando las torres.




PUENTE DE ALCÁNTARA



De origen romano, fue muy dañado y reconstruido en el siglo X. Es cuando desaparece el tercer aro, reducido a un portillo con arco de herradura.
Bajo el reinado de Alfonso X sufrió graves desperfectos y fue reconstruido. A este último período pertenece el torreón occidental, luego modificado y decorado bajo el reinado de los Reyes Católicos, cuyas armas decoran sus muros. Falta en ellas el fruto de la Granada, pues la reconquista no estaba aún concluida.
El torreón oriental fue reemplazado por un arco triunfal barroco en 1721, dado su estado ruinoso. Es declarado Monumento Nacional en 1921.




CATEDRAL PRIMADA



Desde 1088 la Iglesia Mayor toledana tiene el reconocimiento de catedral primada sobre las demás del reino. Faltaba, pues, dotarla de una sede digna, una vez que se haya alejado el peligro directo de invasiones musulmanas tras la victoria cristiana en Navas de Tolosa en 1212. Ocupa un lugar que parece ser siempre fuera sagrado, al ser el emplazamiento de la mezquita mayor, sustituyendo ésta la catedral visigoda, posiblemente levantada sobre otra anterior.
La construcción del actual edificio empezó en 1226 siendo arzobispo Jiménez de Rada y bajo el reinado de Fernando III el Santo. Se conocen los nombres de los primeros maestros de obra: Martín, a quien se deben las trazas de la planta al estilo gótico clásico francés y su sucesor Petrus Petri. La planta del templo es, pues, de cruz latina, llamada de salón, por estar inscrita en el plano de un rectángulo. El alzado marca la cruz, creando una forma vertical triangular, ya que la nave central y el transepto tienen mucho mayor anchura y altura que las naves laterales, siendo las naves exteriores las más bajas.

Es muy interesante subir a alguna de las torres en Toledo que permiten descubrir desde las alturas los tejados de la catedral formando una cruz perfecta rodeada de aéreos arbotantes marcados por esbeltos pináculos. Sólo así, o desde los miradores del Valle, se puede apreciar la grandiosidad y la complejidad de este singular edificio, escondido en una hondonada en medio de la trama urbana.
La puerta más antigua del templo es la del transepto norte, inspirada a la correspondiente puerta de la catedral parisina de Notre Dame, dada la mucha importancia que el gótico francés otorgaba a estas entradas. El parteluz con la Virgen y el Niño introduce el tema de las escenas de la vida de Cristo, esculpidas sobre su tímpano. Es una especie de catecismo en piedra para los fieles del siglo XIII. Hay que leerlo de continuo empezando por el extremo inferior izquierdo, desde la Anunciación hasta el Juicio final y el Tránsito de la Virgen en lo alto.
Su actual cúpula de piedra es de principios del siglo XVII, cubriendo la capilla de Corpus Christi, destinada por mandato del cardenal Cisneros a la recuperación del rito mozárabe, sustituido por el católico, coincidiendo con la conquista cristiana de Toledo, 1085.

La torre, con sus noventa metros de altura, fue terminada con el último cuerpo octogonal, rematado con el alcuzón de pizarra y las tres coronas por el maestro Hanequin de Bruselas en el siglo XV.
La fachada principal cuenta con tres puertas de acceso, la del Perdón o de los Reyes en el centro, la de las Palmas o del Infierno al lado de la torre y la de los Escribanos o del Juicio lindando con la Capilla mozárabe. Otras dos son la mencionada puerta del transepto norte, llamada de la Feria, de la Chapinería, del Niño Perdido o del Reloj, colocado éste por encargo del cardenal Lorenzana, a finales del siglo XVIII para marcar las horas canónigas, de ahí que sólo tiene una manecilla. Y, finalmente la Puerta de los Leones, del transepto sur, combinando las esculturas góticas y barrocas, todas de excelente calidad.
Hasta aquí se cumple el trazado gótico ortodoxo. Sin embargo, la catedral toledana posee más entradas, dos la comunican con el claustro, la de Presentación y la de Santa Catalina, y la última, insólita por su ubicación en el muro sur, la neoclásica Puerta Llana, la única que no tiene escalones. Esta modesta puerta "de servicio" que durante siglos dejaba entrar toda la cantería y esculturas para el templo se convirtió en el noble pórtico para el paso de la famosa Custodia, cuando sale majestuosamente en procesión del Corpus Christi. Actualmente es también la puerta de entrada para los visitantes. Al claustro se entra por la Puerta de Mollete y hay otras cinco puertas auxiliares en las paredes de las estructuras añadidas al templo.

El rico repertorio escultórico presente en cada rincón tiene funciones doctrinales y didácticas, además de las artísticas. El coro al exterior muestra numerosas escenas del antiguo testamento, y la Capilla Mayor del Nuevo.
También es muy importante el conjunto de pinturas, sobre todo la excelente colección conservada en la Sacristía, que cuenta con El Expolio y el Apostolado de El Greco, cuadros de Caravaggio, Ticiano, Van Dyck, Goya, Morales, Rubens, Bassano y muchos más. Cabe mencionar aparte a Juan de Borgoña y a Lucas Giordano, ya que sus pinturas más destacadas son los frescos que revisten las paredes de la Sala Capitular, en el caso del primero, y el techo de la Sacristía, del segundo.
Otro tipo de arte muy presente es la orfebrería. En la capilla debajo de la torre se expone el tesoro catedralicio, con la imponente Custodia de Enrique de Arfe compuesta de incontables piezas a modo de encaje de filigranas góticas de plata bañadas en oro. Es el precioso estuche para el verdadero ostensorio de la Forma Sagrada, éste de oro macizo, perteneciente a los Reyes Católicos. Una vez a año sale a las calles de la ciudad para la exaltación de la fe durante la secular procesión del Corpus Christi.


PALACIO DE FUENSALIDA



Situado en el Plaza del Conde, junto a la iglesia de Santo Tomé, ocupa prácticamente todo el único flanco edificado.
Actualmente es la sede de la Presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha, pero ya antes aquí gobernaba en nombre de su siempre ausente esposo el la bella Emperatriz Isabel de Portugal, ya que el viejo Alcázar no era residencia adecuada. Por sus salas debió corretear el futuro Felipe II y sus dos hermanas, futura reina de Portugal una y emperatriz otra.

Fue levantado por el primer señor de Fuensalida ya a mediados del siglo XV, don Pedro López de Ayala. El edificio es un ejemplo característico de los palacios mudéjares, realizado a base de ladrillo, mampostería, madera y yeso, articulado en dos pisos en torno a un patio rectangular, cuyos pilares de fuste octogonal están encalados y coronados con capiteles de decoración heráldica de los condes. La portada dintelada, realizada en mármol, es el elemento que destaca en su austera fachada, con escudos de los propietarios, siendo el prototipo de la arquitectura civil del gótico-mudéjar toledano.
En el zaguán pende el escudo en terciopelo de la emperatriz, el original que trajo consigo en 1525. En este palacio murió de parto Isabel el 1 de mayo de 1539 y su hijo, entonces de 11 años, tuvo que presidir la salida del cortejo fúnebre hacia Granada, ya que su padre, roto de dolor, se encerró en el convento de la Sisla durante semanas. El duque de Gandía se ocupó de tan triste traslado de su amada reina renunciando pocos años después a la vida mundana. Llegó a ser el tercer superior de los Jesuitas y hoy lo conocemos como San Francisco de Borja.