¡¡¡¡¡VIDAS ROTAS!!!!!

Su homicida le asestó dos puñaladas en su piso de Xixona poco después de salir de la cárcel, donde cumplió dos sentencias por maltratarla

Las medidas que de­bían proteger la vida de Lidia Moreno fueron inútiles. El asesino salió de Fontcalent dos meses antes tras haber ingresado en la prisión por maltratarla. A pesar de la orden de protección y del historial de vejaciones y palizas, la pareja reanudó la convivencia. El 22 de marzo, el criminal no dudó en asestar dos puñaladas cerca del corazón de Lidia tras una larga noche de consumo de alcohol. El homicida fue condenado el 19 de julio de 2005 a seis meses de prisión y a dos años de alejamiento, y el 24 de mayo de 2006, a cien días de trabajo en beneficio de la comunidad y a otros cuatro de prohibición de acercarse a ella. No sirvió de nada. A pesar de que no se podía aproximar a ella hasta el año 2010, en marzo decidió acabar con su vida. Tras asesinarla, fue a casa de un hijo que tiene de una relación anterior y le confesó el crimen. El hijo no dudó un minuto en delatar a su padre. El acusado, que tenía una tercera denuncia pendiente de juicio, se refugió en su cobardía y negó el asesinato ante el juez.

 

 

¡¡¡¡¡VIDAS ROTAS!!!!!

«Hoy he firmado mi sentencia de muerte». Virma Gimeno Serra, de 45 años, acababa de rubricar en el juzgado la denuncia por la que obtendría la condena de su maltratador, Antonio U. A. Había reunido el valor suficiente para poner fin al incesante acoso al que la sometía el hombre cuyas palizas y desprecios soportó, incluso a costa de la crianza de sus dos hijos, durante casi dieciséis interminables años de infierno. El ajusticiamiento final tardó 59 días en llegar, el tiempo que el verdugo invirtió en hacerse con un revólver Llama del 38 especial que exhibió ante propios y extraños hasta sacárselo de la cintura del pantalón al filo de las cinco de la tarde del 26 de febrero de 2008. Fue un asesinato tan público y cobarde como lo había sido el calvario anterior. Encañonó a Virma y efectuó un único y certero disparo con el que le arrebató la vida a la que ella se había atrevido, por fin, a hacerle guiños. El escenario, el mismo en el que había roto, cuantas veces le vino en gana, la orden de alejamiento sentenciada tras aquella denuncia: el Rincón del Lobo, el bar de su Cullera natal que había convertido en su refugio. Estaba sentada a la misma mesa de la terraza donde se reunía a diario con las amigas que le hacían de paño de lágrimas, de consejeras y de guardaespaldas. Y ellas acabaron siendo, también, testigos de su último aliento. Hora y media antes, él había roto por penúltima vez la orden de alejamiento. Con la excusa del dinero, ése que estaba acostumbrado a mendigar y que había dejado de percibir tras la separación, la había arrinconado en la barra del bar. Al oído, le reclamó volver. Su firme respuesta acabaría siendo premonitoria: «Ni muerta»

 

¡¡¡¡¡VIDAS ROTAS!!!!!

 

La tarde del ocho de febrero de 2008 Marisa Barberá Mondria salió a pasear por la partida de El Pozalet, en Cheste, en compañía de su pareja y su suegra. Al regresar a la caseta donde residía desde hacía meses, esta mujer de 45 años preparó un par de vasos de leche y se sentó en el sillón a ver la televisión. Esta aparente tranquilidad se vio truncada cuando, sin mediar palabra alguna, Jesús G. H. le asestó por la espalda un fuerte golpe en la cabeza con un palo de madera. El agresor continuó golpeándola con violencia ante el estupor de su propia madre, que presenció la escena. La mujer corrió a pedir ayuda a un chalé próximo. Mientras, su hijo trasladó en una carretilla el cadáver de la víctima para posteriormente cavar un hoyo en esta misma parcela, con el fin de enterrar el cuerpo. Antes de taparla con unas maderas, el presunto asesino cogió un tronco y la golpeó de nuevo hasta que constató que ya no le quedaba ni un aliento de vida. Cuando la Guardia Civil llegó al lugar, Jesús ya tenía la maleta preparada para marcharse. Desde entonces está en prisión a la espera de juicio.

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