ALCOHOL

El alcoholismo aparece mencionado ya en textos orientales y accidentales muy antiguos.

Producen efectos como violencia, embrutecimiento, graves males orgánicos e infinidad de accidentes ulteriores.

Después de la fase efusiva y expansiva sigue otra de retroceso físico seguida por una narcosis proporcional a la cantidad de alcohol ingerida y la tolerancia de cada individuo.

Combina expansión comunicativa con la indiferencia provocada por una depresión visceral, el derrame emotivo con autoafirmación, la actividad incrementada con sopor y todo ello dentro del espontáneo proceso de su efecto.

Otros efectos son patosería, cháchara estupida o reiterativa, insensibilidad, daño al cuerpo y arrepentimiento al día siguiente.

Suspender su empleo cuando el sujeto ha alcanzado niveles de dependencia física produce una reacción abstinencial.

                                                                                                                       

Junto a temblores y convulsiones el delirio alcohólico produce un estado de completa desorientación mental al que acompañan alucinaciones muy vivas de naturaleza terrífica casi siempre. 

Esta situación se prolonga día y noche a veces durante una semana entera produciendo un deterioro mental importante e irreversible en el 67% de los casos. La tasa de mortalidad ronda el 30% y la recaída es regla en casi la mitad de quienes llegan a padecerlo; con todo, la supervivencia es infrecuente después del tercer síndrome.

En el síndrome de abstinencia se denomina “delirium tremens” se le añaden fuertes convulsiones y rigidez muscular de tipo tetánico cuando no un estado epiléptico.  Sería en la tercera fase de este síndrome en la que se siente confusión, ilusiones extrañas, alucinaciones muy perturbadoras, agitación, midriasis, diaforesis, taquipnea, hipertermia y taquicardia.

A diferencia del resto de síndromes de abstinencia, puede ser mortal.