COMUNIDAD TERAPÉUTICA
La comunidad terapéutica se puede definir como el lugar donde los pacientes pueden realizar un intenso proceso de crecimiento para poder elegir una vida sin drogas, permitiéndoles una maduración personal.
Para ello, se debe contar con un equipo terapéutico bien diferenciado de los pacientes, que mediante recursos técnicos propios logre que el toxicómano tome progresivamente conciencia de sí mismo y de la sociedad que le rodea. La función de dicho equipo es hacer al toxicómano apto, hábil y capaz para una vida no dependiente, mediante la superación de las carencias identificatorias, la mayor tolerancia a la frustración, la aceptación de su propio cuerpo, sus emociones y pensamientos respecto a sí mismo y a los demás y a la adquisición de hábitos de trabajo y ocupación del ocio. Así se posibilita su entrada en el universo adulto sin desarraigarlo más allá de lo necesario, creando una “sociedad” paralela.
Resulta siempre recomendable la autorevisión periódica del propio trabajo junto con la evaluación y valoración de los resultados.
La comunidad terapéutica debe, por tanto, estar englobada en un programa más amplio de tratamiento, donde se contemplen otras variables: aspectos familiares, residenciales, educativos, culturales y sanitarios, etc., así como coordinada con programas globales autonómicos y nacionales.
Grimson, W.R. [1972] ha proporcionado una acertada caracterización de la comunidad terapéutica, considerándola un conjunto de técnicas integradas que se aplican en una institución tendiendo a permitir y obtener el máximo de participación por parte de los pacientes, caracterizada por un sistema constante pero flexible, cuyas características son conocidas por todos los participantes y son discutidas por ellos, periódicamente, existiendo de manera explícita la posibilidad de rectificar aspectos de funcionamiento en base a la deliberación común. La comunidad se sirve de roles terapéuticos diversos y opera principalmente en base a grupos. Tiende a integrar el conjunto de actividades en un marco socioterapéutico. La distribución del poder tiende a la igualación de los roles y se dispone de un conjunto de información común a todos los participantes.
Todo ello con los objetivos básicos de:
§ Proporcionar al paciente experiencias que aumenten su conciencia de la realidad.
§ Facilitar su colaboración y relación con el resto de personas de la comunidad, de modo que aumente su seguridad y su autoestima.
§ Movilizar sus capacidades para que desarrolle sus potenciales de realización personal.
De esta forma, los principios de la comunidad terapéutica modifican los esquemas tradicionales de la relación médico-enfermo [o por extensión personal-pacientes], intentando utilizar con finalidad terapéutica todos los recursos de la institución. El paciente pasa de ser considerado un objeto pasivo de cuidados, a convertirse en un agente terapéutico más. La tradicional estructura jerárquica se transforma, adoptándose un modelo de funcionamiento horizontal, a medida que la institución va organizándose sobre bases democráticas.
Podemos, por todo esto, encontrar ciertas características similares en todas las comunidades terapéuticas independientemente de su orientación.
Básicamente se pueden esquematizar en tres los modelos de comunidades terapéuticas: aquellas que solamente están regidas por ex-toxicómanos, aquellas, donde además se permite la participación de personal técnico y por último las conducidas solamente por profesionales.
Estas modalidades de intervención han sido duramente criticadas. N. Kalibaba [1984] ha sido quien ha realizado el análisis más lúcido de estos modelos terapéuticos señalando cómo están construidos sobre la permanente escisión entre el mal=afuera y el bien=adentro. Estas comunidades no modificarían la naturaleza de las relaciones objetales del toxicómano. Tan sólo desplazarían las relaciones de dependencia creando una total sumisión a los modelos que valorizan a través de “sobredosis” de aprendizaje. Esto se evidencia en lo problemático que resulta en todas ellas la salida de la comunidad, siendo lo más fácil para el paciente reingresar e intentar convertirse en un miembro más del “staff”.
En oposición a estos modelos, la mayoría de profesionales responsables de comunidades terapéuticas definen sus modelos como plurales y multireferenciales.
Creemos con ellos, que los distintos dispositivos asistenciales deben posibilitar a jóvenes con diferentes trastornos, cuyo síntoma manifiesto sea la toxicomanía, encontrar referencias terapéuticas que permitan una confrontación con su realidad individual y social. [Gómez Moya, J. 1988]