Grupo B. Literatura Francesa. Facultad de Filología. Universidad de Valencia.

Curso 2005-2006

 

Profesor: Domingo Pujante

Alumno: Marcos A. Palao Contreras

 

Traducción de “LE JEUX DE L’AMOUR ET DU HASARD”

De Pierre de Marivaux

Ed. Livre de Poche - Col. Tèatre de Poche

 

 

ACTO I

Escena 1

SILVIA, LISETA

 

SILVIA: Y otra vez, ¿porqué os inmiscuís, porqué hablaros de mis sentimientos?

LISETA: Es que pensaba que, esta vez, vuestros sentimientos parecerían como los de todo el mundo; vuestro padre me pregunta si os sentís contenta de que os case, si estáis alegre: yo le respondo que sí; ni que decir tiene; y no hay, quizá, otra joven en el mundo como vos, para quién ese no sea verdadero; el no es algo que no es natural.

SILVIA: El no es algo que no es natural, ¡que estúpida inocencia! Entonces, ¿no debería tener para vos grandes atractivos el matrimonio?

LISETA: y bien, aún así es , por ejemplo.

SILVIA: Callaos, id a dar cuenta de vuestras impertinencias a otro lugar, y sabed que no os corresponde a vos juzgar mi corazón según el vuestro.

LISETTA: Mi corazón está hecho como el de todo el mundo; ¿porqué el vuestro piensa que no es como el de los demás?

SILVIA: Lo que os digo es que, si se atreviera, me llamaría “original1”.

LISETA: Si yo fuera como vos, ya veríamos.

SILVIA: Os lo trabajáis para hacerme enfadar, Liseta.

LISETA: No es mi propósito; pero en el fondo veamos, ¿qué hay de malo en que haya dicho al Señor Orgon que estáis contenta de casaros?

SILVIA: Primero, es que no habéis dicho la verdad, no me molesta ser señorita2.

LISETA: Eso es toda una novedad.

SILVIA: Es que, no es necesario que mi padre crea que me complazca tanto casándome, puesto que eso le hace comportarse con una confianza que seguramente no servirá de nada.

LISETA: ¿Qué? ¿No desposaréis a quien se os destine?

SILVIA: ¡Qué sé yo!, quizá no me convenga en absoluto, y es algo que me inquieta.

LISETA: Se dice que vuestro futuro es uno de los más honestos del mundo, que está bien hecho, es amable, de buena pasta, que no se puede ser más juicioso, que no sabría tener mejor carácter, ¿qué más queréis? ¿Puede alguien figurarse un matrimonio más dulce? ¿Una unión más deliciosa?

SILVIA: ¡Deliciosa!, ¡mira que estás loca con tus expresiones!

LISETA: A fe mía, Señora, que es dichoso que un pretendiente de ese tipo quiera casarse..............; no hay apenas ni una señorita que, si él le hiciera la corte, que se quisiera casar con él sin ceremonia; amable, bien hecho, eso es lo que puede alimentar al amor; sociable y espiritual; ahí está para entretenimiento de la sociedad; pues claro, todo sería bueno, en ese hombre se encuentra todo.

SILVIA: Sí, en el retrato que tu haces, y dicen que lo parece, pero es que ese “dicen”, es casi peor.

LISETA: Peor, peor; ¡he ahí un pensamiento bien heteróclito3!

SILVIA: Es un pensamiento muy sensato; Muy a menudo un buen hombre es vanidoso, me he dado cuenta.

LISETA: Oh, se equivoca al ser vanidoso; pero tiene razón de ser bello.

SILVIA: Y añadimos que está bien hecho; pasa.

LISETA: ¡Claro que sí! Eso se puede perdonar.

SILVIA: De belleza y de buena pasta, yo se lo perdono, eso son atractivos superfluos.

LISETA: ¡Válgame Dios! Si alguna vez me caso ese superfluo será lo que necesito.

SILVIA: No sabes lo que dices. En el matrimonio, a menudo se tiene más en común con un hombre razonable que con uno amable. En una palabra, lo único que le pido es un buen carácter, y eso es más difícil de encontrar de lo que se piensa. Se le alaba demasiado el suyo, pero ¿quién es quién ha vivido con él? ¿No se alteran los hombres, sobretodo, cuando tienen espíritu? ¿No he visto, yo misma, que parecen, con sus amigos, las mejores personas del mundo? Es la dulzura, la razón, la jovialidad misma; no hay nada, hasta incluso su fisonomía, que no sea garante de todas las buenas cualidades que se les encuentre. Señor, con un aire tal, parece un hombre galante4, de un hombre muy razonable; diríamos, todos los días de Ergaste: Él también lo es, responderían. Yo misma así he respondido; su fisonomía no miente en absoluto. Sí, fiaros de esa fisonomía tan dulce, tan solícita, que desaparece al cabo de un cuarto de hora para dejar paso a un semblante serio, brutal, arisco, que deviene el pavor de toda una casa. Ergaste se ha casado; su esposa, sus hijos, sus criados, ya no le conocen sino ese semblante; mientras, allá por donde se pasee con esa fisonomía tan amable que es lo que le vemos, no es más que una máscara que se pone al salir de casa.

LISETA: ¡Qué lunático, con sus dos caras!

SILVIA: ¿No se está contento con Leandro cuando se le ve? Pues bien, en su casa, es un hombre que no suelta palabra, que ni se ríe, ni refunfuña; es un alma helada, solitario, inaccesible; su mujer ya no lo conoce, no se relaciona con ella, no está casada más que con una figura que sale de una sala, que se sienta a la mesa, y que suspira languidez, de frío y aburrimiento, todo lo que le redea. ¿No es eso un marido bien divertido?

LISETA: Me quedo helada de escuchar lo que me decís; ¿y Tersandro, por ejemplo?

SILVIA: ¡Sí, Tersandro! Acababa de enfadarse con su espesa el otro día; llego, me anuncian, veo un hombre que se me acerca con los brazos abiertos, con aire sereno, tranquilo, vos diríais que acababa de dejar la más bromista de las conversaciones; sus ojos y sus ojos aún se reían. ¡El bribón! Ahí tienes lo que son los hombres. ¿Quién se cree que su mujer se ha de compadecer de él? Me la encontré toda abatida, con el semblante como gris, con ojos que acababan de llorar, me la encontré, quizá, como podría estar yo; ese es el retrato de lo que me espera; voy a intentar parecerme lo menos posible. Me inspiraba piedad. Liseta; si yo también te inspirara piedad: eso es terrible, ¿tú qué dices? Reflexiona sobre qué es lo que significa un marido.

LISETA: ¿Un marido? Es una marido; no deberíais acabar con una palabra como esa, eso me reconcilia con lo demás.

 

 

Escena 2

El Señor Orgon, Silvia, Liseta

 

SEÑOR ORGON: Pues buenos días, hija mía. La nueva que vengo a traerte, ¿te complacerá? Tu pretendiente llega hoy, me lo comunica su padre en esta carta. No me respondes nada, ¿estás triste? Liseta, por su parte, baja los ojos, ¡sabes lo que eso significa? Habla pues, ¿de qué se trata?

LISETA: Señor, una cara que hace temblar, otro que hace morir de frío, un alma helada que se mantiene al margen; y así el retrato de una mujer que tiene el semblante abatido, como gris, los ojos abotargados y que acaban de llorar; ahí tenéis, señor, lo que nosotros consideramos con tanto recogimiento.

SEÑOR ORGON: ¿Qué es lo que quiere decir este galimatías? Un alma, un retrato: explícate pues, yo no entiendo nada de esto.

SILVIA: Le hablaba a Liseta de la desdicha de una mujer maltratada por su marido; le hablaba de la de Tersandro, a quién encontraba el otro día muy abatida, porque su marido acababa de pelearse con ella, y yo hacía mis reflexiones sobre eso.

LISETA: Sí, hablamos de una fisonomía que va y viene; nosotras decimos que un marido lleva una máscara con el mundo y otra con su mujer.

SEÑOR ORGON: Si es así, hija mía, entiendo que te alarme el matrimonio, y más si no conoces de nada a Dorante.

LISETA: Primero que nada, es hermoso, e incluso tanto peor.

SO: ¡Tanto peor! ¿Acaso sueñas tu con tu tanto peor?

LISETA: Yo sé aquello que me dicen; es la doctrina de la señora, es sobre lo que yo estudio.

SO: Vamos, vamos; no hay porqué para todo esto. Veamos, querida niña, sabes cuanto te amo. Dorante viene para esposarte; en el último viaje que hice a provincias, acordé este matrimonio con su padre, quien es mi íntimo y viejo amigo; pero fue a condición de que os complaciera a ambos y de que tuvierais oportunidad de hablarlo; te prohíbo toda complacencia para conmigo: si Dorante no te conviene en absoluto; si no le convinieras, partiría tal cual.

LISETA: Un duo de ternura será lo que decida, como en la opera: me amáis, os amo, rápido un notario; o bien,: ¿vos me amáis? No; ni yo tampoco; rápido al caballo.

SO: Por lo que a mi respecta, nunca he visto a Dorante. Estaba ausente cuando estuve en casa de su padre; lo bien que me han hablado de él, no sabría si temer que os despidierais, ni uno ni el otro.

SILVIA: Me conmueven vuestras bondades, padre mío, me prohibís toda complacencia, y os obedeceré.

SO: Te lo ordeno.

SILVIA: Pero, si osara, os propondría, de una idea que tengo, que me concedierais una gracia que me tranquilizaría sobremanera.

SO: Habla, si es posible te la concederé.

SILVIA: Es bien posible; pero temo que sea abusar de vuestra bondad.

SO: Pues bien, abusa, vamos, en este mundo hay que ser un poco demasiado bueno para serlo suficientemente.

LISETA: No es sino el mejor de los hombres el que puede decir eso.

SO: Explícate, hija mía.

SILVIA: Dorante llega hoy aquí; si pudiera verlo, examinarlo un poco sin que supiera quién soy; Liseta tiene espíritu, podría ella tomar mi lugar por poco tiempo, y yo tomaría el suyo.

SEÑOS ORGON, a parte: Su idea es divertida. (En alto) Deja que reflexione un poco sobre lo que me dices. (A parte) Si la dejo hacer, ha de suceder algo verdaderamente singular, ni ella misma se lo espera... (En alto) Así sea, hija mía, te permito el disfraz. ¿Estás segura de poder hacer tu papel, Liseta?

LISETA: Yo, Señor, ya sabéis quién soy, pruebe a tomarme el pelo, y fálteme al respeto, si osa; a tal apariencia, he aquí una muestra de los buenos modales con lo que os espero, ¿qué decís vos? Ejem, ¿Os reconocéis Liseta?

SO: Pues cómo, ahora mismo yo mismo me equivoco; pero no hay más tiempo que perder; ve a acicalarte según tu papel. Dorante puede sorprendernos. Apresuraos, y que corran la voz por toda la casa.

SILVIA: No necesitaré más que un delantal.

LISETA: Y yo, voy a mi tocador, venid a peinarme, Liseta, para acostumbraos a vuestras funciones; un poco de atención a vuestro cometido, por favor.

SILVIA: Os contentaré, Marquesa, vayámonos.

 

 

 

Escena 3

Mario, Señor Orgon, Silvia

 

MARIO: Hermana mía, te felicito por lo que acabo de enterarme; vamos a conocer a tu pretendiente, dicen.

SILVIA: Sí, hermano mío; pero no tengo tiempo de entretenerme; tengo asuntos importantes, y padre os los dirá: os dejo.

 

 

Escena 4

Señor Orgon, Mario

 

SEÑOR ORGON: No la entretengáis, Mario, venid, sabréis de qué se trata.

MARIO: ¿Qué hay de nuevo, Señor?

SEÑOR ORGON: Comienzo por recomendaros que seáis discreto sobre lo que os voy a decir, al menos.

MARIO: Seguiré vuestras ordenes.

SEÑOR ORGON: Vamos a ver a Dorante hoy; pero no lo veremos sino disfrazado.

MARIO: ¡Disfrazado! Viene con la máscara, ¿le daréis un baile?

SEÑOR ORGON: Escuchar el fragmento de la carta del padre. Hum..., “No sé qué pensaréis de una idea que se le ha ocurrido a mi hijo, es extraña, mas conveniente incluso, aunque el motivo es excusable e incluso delicado; y es que me ha suplicado permitirle que no llegue a su casa sino disfrazado de su sirviente, quien en su lugar hará el papel de su señor.”

MARIO: ¡Ha, ha! Eso será divertido.

SO: Escuchad el resto... “Mi hijo sabe cuan serio es el compromiso que va a adquirir, y espera, dice, bajo ese disfraz que durará poco, saber algunos de los rasgos del carácter de nuestra futura y conocerla mejor, para decidirse a continuación sobre lo que deba hacer, según la libertad que hemos convenido dejarles. Por mi parte, yo que me fio de lo que me habéis dicho de vuestra amable hija, he consentido en todo tomando la precaución de advertiros, aunque me ha pedido que vos guardéis el secreto; vos dispondréis con la futura como lo juzguéis oportuno...” Esto es lo que me escribe el padre. Y no es todo, he aquí lo que sucede. Que vuestra hermana, inquieta por su parte sobre lo de Dorante, de quién ignora el secreto, me ha pedido de representar la misma comedia aquí, y precisamente para observar a Dorante, igual que Dorante quiere observarla. ¿Qué decís vos? ¿Tenéis vos conocimiento de algo más extraño que esto?

Ahora mismo, la señora y la sirviente se intercambian los papeles. ¿Qué es lo que me aconsejáis, Mario, advierto a vuestra hermana o no?

MARIO: A fe mía, Señor, puesto que las cosas toman ese cariz, no quisiera yo cambiarlas y yo respetaría las ideas que les han venido al uno y al otro; y ya tendrán que hablarse ambos sobre esta comedia, veamos si su corazón no les advierte de lo que valen. Es posible que Dorante se enamore de mi hermana, tan dichosa que será, y sería muy bonito para ella.

SO: Veremos un poco cómo despierta su curiosidad.

MARIO: Es una aventura que no dejará de divertirnos, quiero que comience ya y exasperarlos a los dos.

 

 

 

 

Escena 5

SILVIA, SEÑOR ORGON, MARIO

 

SILVIA: Aquí estoy, Señor; ¿tengo peor aspecto como sirvienta? Y vos, hermano mío, parecéis saber que es lo que ocurre según parece, ¿cómo me encontráis?

MARIO: A fe mía, hermana mía, es como si ese lacayo estuviera ya conquistado; pero bien podríais robarle a tu señora a Dorante.

SILVIA: Francamente, no detestaría gustarle siendo el personaje que encarno, no me enfadaría  de hacerle perder la razón, de confundirlo un poco con respecto a la distancia que nos separará; si mis encantos hacen que lo consiga, me complacerán, los consideraré. Por ora parte, ello me ayudaría a conocer mejor a Dorante. Con respecto a su lacayo, no temo sus suspiros, no osarán abordarme, habrá algo en mi fisonomía que inspirará más respeto que amor a ese bribón.

MARIO: Dulcemente, hermana mía, con ese bribón estaréis de igual a igual.

SEÑOR ORGON: Y seguro que te ama.

SILVIA: Pues bien, no me será inútil el honor de gustarle; los lacayos son por naturaleza indiscretos, el amor es indiscreto, y le haré contar historias de su señor.

UN LACAYO: Señor, acaba de llegar un criado que solicita hablar con vos, va acompañado de un mozo que lleva una maleta.

SEÑOR ORGON: Que entre: sin duda es el lacayo de Dorante; su señor quizá se haya quedado en la oficina por trabajo. ¿Dónde está Liseta?

SILVIA: Liseta se está vistiendo, y, en su espejo, nos encuentra muy imprudentes de llevarle a Dorante, estará lista enseguida.

SEÑORORGON: Lentamente, vamos.

 

 

Escena 6

DORANTE, como lacayo, SEÑOR ORGON, SILVIA, MARIO

 

DORANTE: Busco al Señor Orgon, ¿no es a él a quien hay que hacer reverencia?

SEÑOR ORGON: Si, amigo mío a él mismo.

DORANTE: Señor, seguro habréis recibido noticias nuestras, pertenezco a la casa del Señor Dorante, quien viene conmigo y quién me envia primero para presentaros sus respetos, esperando sea él mismo quien os los pueda presentar.

SEÑOR ORGON: Cumples tu cometido, de muy buen grado; Liseta, ¿qué opinas de este chico?

SILVIA: Yo, señor, digo que es bienvenido, y que promete.

DORANTE: En verdad que sois bondadosa, lo hago tan bien como me es posible.

MARIO: Al menos no se ha expresado mal, tu corazón no ha sino aguardar, Liseta.

SILVIA: Mi corazón, bien que es una cuestión de aprietos.

DORANTE: No os enfadéis, Señorita, lo que dice este Señor no me hace pensar muy bien de mi.

SILVIA: Esta modestia me complace, continuad.

MARIO: ¡Pues muy bien! Aunque me parece que ese nombre de “Señorita” que te ha dado es muy serio; entre gente como vos, el estilo de los cumplidos no ha de ser tan grave, estaríais siempre a la defensiva; vamos, trátense más amablemente, tu te llamas Liseta, y tu chico, ¿cómo te llamas?

DORANTE: Bourguiñón5, Señor, para servios.

SILVIA: Pues bien, Burguiñón, ¡que así sea!

DORANTE: Ve entonces a por Liseta, no seré menos que vuestro servidor.

MARIO: Vuestro servidor, no es esa vuestra jerga, lo que hay que decir es tu servidor.

SO: ¡Ha!, ¡ha!, ¡ha!, ¡ha!

SILVIA, en voz baja a Mario: Os burláis de mi, hermano mío.

DORANTE: Con respecto al tuteo, espero las órdenes de Liseta.

SILVIA: Haz como prefieras, Burguiñón; ya se ha roto el hielo, ya que esto divierte a los señores.

DORANTE: Te lo agradezco, Liseta, y respondo en el acto al honor que me haces.

SEÑOR ORGON: Coraje, hijos míos, si comenzáis a amaros, ya estáis libres de ceremonias.

MARIO: Oh, dulcemente, amarse, eso es otra cuestión; quizá no sabéis que tengo algo contra el corazón de Liseta, yo, quien os habla, pero no quiero que Burguiñón cace en mis dominios.

SILVIA: Sí, vos os lo tomáis así, y yo, lo que quiero es que Burguiñón me ame.

DORANTE: Te equivocas de si dices yo quiero, bella Liseta; no necesitas ordenar para que te sirvan.

MARIO: Don Burguiñón, habéis copiado esta galantería de algún lado.

DORANTE: Tenéis razón, Señor, es de esos ojos de donde la he tomado.

MARIO: Cállate, tanto peor, te prohíbo tener tanto ingenio.

SILVIA: No lo hace a expensas vuestra, y si lo encuentra en mis ojos, no tiene más que tomarlo.

SEÑOR ORGON: Hijo mío, perdéis vuestra batalla; marchémonos, Dorante está apunto de llegar, vamos a decírselo a mi hija; y vos, Liseta, mostradle a este chico los aposentos de su señor. Adiós, Burguiñón.

DORANTE: Señor, me hacéis demasiado honor.

 

 

Escena 7

SILVIA, DORANTE

 

SILVIA, aparte: Se burlan de mí, no importa, de todo sacaremos partido; ese muchacho no es un necio, y no temo la doncella que lo tenga. Va a hacerme la corte, dejémosle decir, con tal de que me instruya.

DORANTE, aparte: Esta muchacha me confunde. No hay mujer en el mundo a quien no haga su fisonomía honor: intentemos conocerla. (En alto) Ya que estamos en plan amistoso y hemos decidido dejar de andarnos con remilgos, dime, Liseta, ¿tu señora te quiere? Es muy osada al tener una sirvienta como tu.

SILVIA: Burguiñón, esta cuestión me anuncia que , según la costumbre, vienes con la intención de darme tersura, ¿no es verdad?

DORANTE: A fe mía, no vine con esa intención, te lo confieso; para un sirviente como soy yo, no he tenido nunca gran amistad con las criadas, no me gusta mucho el espíritu doméstico; pero en lo que se refiere a ti es una cuestión diferente; pues dado que, tu me sometes, soy tímido, mi familiaridad no osaría sociabilizar contigo, siempre tengo la necesidad de quitarme el sombrero de la cabeza, y cuando te tuteo, me parece como si jurara; en fin, tengo inclinación por tratarte con respetos que te harían reír. ¿Qué tipo de sirvienta eres tú con esos aires de princesa?

SILVIA: Vaya, todo lo que acabas de decir es precisamente la historia de todos los lacayos que me han visto.

DORANTE: A fe mía, no me sorprendería si fuera también la historia de todos los señores.

SILVIA: Esa parte es hermosa seguramente; pero te lo repito de nuevo, no estoy acostumbrada a la zalamería de aquellos cuyo vestuario se parece al tuyo.

DORANTE: Es decir, ¿que mi aspecto no te complace?

SILVIA: No, Burguiñón; dejemos ahí el amor, y seamos buenos amigos.

DORANTE: ¿Nada más que eso? Tu pequeño tratado no está compuesto más que de dos frases posibles.

SILVIA, aparte: ¡Qué hombre para ser un lacayo!(En alto) Entonces, no es necesario que el trato se lleve a cabo, me han predicho que no esposaría sino un hombre de condición7, y he jurado que no escucharías nunca a ningún otro.

DORANTE: Pues claro, eso me complace, lo que has jurado por un hombre, yo lo he jurado por una mujer, yo he tomado juramento de no amar en serio más que a una mujer de condición.

SILVIA: No te alejo yo pues de tu proyecto.

DORANTE: Quizá, no me aparto tanto como creemos, tiene un aire muy distinguido, y en ocasiones se es mujer distinguida sin saberlo.

SILVIA: Ha, ha, ha, te agradecería tus elogios si mi madre tuviera tantos gastos.

DORANTE: Y bien, véngate tu de la mía, si me encuentras buena cara para ello.

SILVIA, aparte: Lo merecería. (En alto) Pero esa no es la cuestión; basta de juegos, es un hombre de condición lo que está dispuesto como esposo, y no aceptaré otra cosa.

DORANTE: ¡Pues claro! Si fuera tal, la predicción me amenazaría, tendría miedo de verificarla, no creo en la astrología, pero mucho en tu semblante.

SILVIA, aparte: Y no para..(En alto) ¿Acabarás, que te importa a ti, ya que te excluye?

DORANTE: No ha predicho que no te amaría en absoluto.

SILVIA: No, pero ha dicho que no ganarías nada con ello, y yo te lo confirmo.

DORANTE: Y muy bien que haces, Liseta, ese orgullo te va de maravilla, y aunque me haga mi proceso, estoy sin embargo bien contento de verla, un deseo desde que te he visto, te faltaba esa gracia, y me consuelo de perder con ello, para que tu ganes.

SILVIA, aparte: Vaya, pues en verdad es un muchacho que me sorprende a pesar de que yo no tenga... (En alto) Dime, ¿quién eres que así me hablas?

DORANTE: El hijo de gentes honestas que no eran ricos.

SILVIA: Vamos, te deseo de todo corazón una mejor situación que la que tienes y quisiera poder contribuir a ello; la fortuna se equivoca contigo.

DORANTE: A fe mía, el amor se equivoca más que ella, preferiría que se me permitiera pedir tu corazón, más que tener todos los bienes del mundo.

SILVIA, aparte: Henos aquí gracias al Cielo en conversación con su debida forma. (En alto) Burguiñón, no podría enfadarme con las palabras que me das. Mas te lo ruego, cambiemos de asunto, hablemos de tu señor. Podrías continuar hablándome de amor, ¿creo bien?

DORANTE: Y tu bien podrías continuar haciéndome sentir.

SILVIA: ¡Ah! Me enfadaría, me impacientas, una vez más deja tu amor.

DORANTE: Aparta pues tu semblante.

SILVIA, aparte: Después de todo, creo que me divierte... (En alto) Y bien, Burguiñón, ¿no quieres acabar? ¿No será necesario dejarte? (Aparte) Ya debería haberlo hecho.

DORANTE: Espera, Liseta, quisiera, yo mismo, hablarte de otra cosa; pero ya no sé que es.

SILVIA: Y yo, por mi parte, tengo algo que decirte, pero has hecho que olvide yo también mis pensamientos.

DORANTE: Recuerdo haber haberte preguntado si tu señora te valía.

SILVIA: Vuelves a las andadas con un rodeo.

DORANTE: No, te digo, Liseta, no se trata de otra cosa que de mi amo.

SILVIA: Pues bien, ¡sea! También yo querría hablaros de él, y espero quieras decirme confidencialmente lo que es; tu apego a él me causa buena impresión, ha de tener merito puesto que le sirves.

DORANTE: ¿Permitirás, quizá, que te agradezca lo que me dices, por ejemplo?

SILVIA: ¿No querrás guardarte de la imprudencia que yo si he tenido al decirlo?

DORANTE: He ahí de nuevo esas repuestas que me conmueven; haz como quieras, ya no me resisto, ya no me resisto a verme prisionero de todo lo que en el mundo no hay más agradable.

SILVIA: Y yo, quisiera yo saber cómo se consigue tener la bondad de escucharte, pues seguramente, es algo singular.

DORANTE: Tienes razón, nuestra aventura es unica.

SILVIA, aparte: A pesar de todo lo que me ha dicho, y no me he marchado, no me marcho, aquí estoy aún, ¡y respondo! Esto sobrepasa toda broma. (En alto) Adiós.

DORANTE: Consigamos pues decir lo que queremos.

SILVIA: Adiós, te digo, no más cuartel. Cuando llegue tu señor, procuraré a favor de mi señora conociéndole por mí misma, si él vale la pena; en la espera, veis esta estancia, es la vuestra.

DORANTE: Tened, he aquí a mi señor.

 

 

Escena 8

DORANTE, SILVIA, ARLEQUÍN

 

ARLEQUÍN: Ah, aquí estás Burguiñón; mi maleta y tu, ¿habéis sido bien recibidos aquí?

DORANTE: No sería posible que nos recibieran mal, Señor.

ARLEQUIN: Un criado allí me ha dicho que entrara aquí y que iba a informar a mi suegro, quien estaba con mi mujer.

SILVIA: ¿Os referiréis al Señor Orgon y su hija, sin duda, señor?

ARLEQUÍN: Eh, sí; mi suegro y mi mujer, tanto monta; vengo para desposarla, y ellos me esperan para casarse; es lo convenido, ya no hay necesidad de más ceremonia, que es una bagatela.

SILVIA: Es una bagatela sobre la que vale la pena pensar.

ARLEQUÍN: Si, pero cuando ya se ha pensado ya no se piensa más.

SILVIA, en voz baja a Dorante. Burguiñón, ¿se es hombre de mérito a buen precio en vuestra casa, me parece?

ARLEQUÍN: Bella mía, ¿qué decís a mi lacayo?

SILVIA: Nada, solo le digo que voy a que baje el Señor Orgon.

ARLEQUÍN: y, ¿porqué no decir mi suegro, como yo?

SILVIA: Es que todavía no lo es.

DORANTE: Tiene razón, Señor, el matrimonio no está concluido.

ARLEQUÍN: Pues bie, heme aquí para hacerlo.

DORANTE: Esperad pues que lo esté.

ARLEQUÍN: Pues claro, he aquí los modales de un suegro de la víspera o del día siguiente.

SILVIA: En efecto, ¿qué gran diferencia hay entre estar casado o no estarlo? Sí, Señor, nos equivocamos, y corro a informar a vuestro suegro de vuestra arribada.

ARLEQUÍN: Y también a mi mujer, os lo ruego; pero antes de marcharos decidme una cosa, sois tan bella,  acaso no sois la criada de la casa?

SILVIA: Vos lo habéis dicho.

ARLEQUÍN: Y muy bien hecho que está, me regocijo de ello: ¿creéis que gusto aquí, cómo me encontráis?

SILVIA: Os encuentro... agradable.

ARLEQUÍN: Bueno, tanto mejor, contentaos con ese sentimiento, podría encontrar su lugar.

SILVIA: Sois muy modesto de contentaros de ello, mas os dejo, no falta mas que hayamos olvidado de avisar a vuestro padre político, pues con seguridad habría venido, y allí voy.

ARLEQUÍN: Decidle que le espero con afecto.

SILVIA, aparte: ¡Que extraño es azar! Ninguno de estos hombre está en su lugar.

 

 

Escena 9

DORANTE, ARLEQUÍN

 

ARLEQUÍN: Y bien, Señor, mi comienzo va bien; ya gusto a la criada.

DORANTE: ¡Mira que eres imbécil!

ARLEQUÍN: Pues porqué mi entrada ha sido tan buena.

DORANTE: Tanto me habías prometido allí dejar tus formas de hablar tontas y triviales, te había dado tantas buenas instrucciones, sólo te había recomendado ser serio. Vamos, ya veo que soy un despistado por haberme fiado de ti.

ARLEQUÍN: Aún haré mejor a continuación, y ya que lo serio no es suficiente, le daría un aire melancólico, lloraría si fuera necesario.

DORANTE: Ya no se donde estoy, esta aventura me confunde: ¿qué debo hacer?

ARLEQUÍN: ¿Es que la chica no es agradable?

DORANTE: Cállate; aquí viene el Señor Orgon.

 

 

Escena 10

SEÑOR ORGON, DORANTE, ARLEQUÍN

 

SEÑOR ORGON: Querido Señor mío, os pido mil perdones por haberos hecho esperar; Pero me acaban de informar de que estáis aquí.

ARLEQUÍN: Señor, mil perdones, es demasiado, no hace falta mas que uno solo cuando no se ha hecho mas que una falta; por lo demás, todas mis disculpas están a su servicio.

SEÑOR ORGON: Trataría de no tener la necesidad.

ARLEQUÍN: Vos sois el señor, y yo vuestro servidor.

SEÑOR ORGON: Estoy, os lo aseguro, encantado de veros, y os esperaba con impaciencia.

ARLEQUÍN: Hubiera venido aquí en un principio con Burguiñón; pero al llegar de viaje, vos sabeis que hemos acabado tan ajados, y estaba bien contento de presentarme en un estado más apetecible8.

SEÑOR ORGON: Y bien que lo habéis hecho con éxito; mi hija se viste, ha estado un poco indispuesta,; mientras esperamos que baje, ¿quieren refrescarse?

ARLEQUÍN: ¡Oh! Nunca he rehusado brindar con nadie.

SEÑOR ORGON: Burguiñón, cuidaos, hijo mío.

ARLEQUÍN: El gallardo es gourmet, beberá de lo mejor.

SEÑOR ORGON: Que no se lo ahorre.

 

 

1.- Una loca, un monstruo (discurso “preciosista”)

2.- No ser señora, no estar casada.

3.- Extraño.

4.- Hombre de buena compañía y de conversación agradable.

5.- Recibe ese nombre de la provincia de origen del sirviente.

6.- Aquí “Don” está utilizado con tono irónico y por tanto peyorativo.

7.- Un noble. Probablemente hay un juego de palabras pues la condición se refiere ciertamente a la nobleza, pero también “el estado de una persona que entra en una casa en calidad de criado.

8.- Presentable (que le abre el apetito)