4. Información adicional sobre el Nacionalismo.
 
     Nacionalismo, durante la historia moderna, movimiento que considera la creación del Estado nacional como indispensable para realizar las aspiraciones sociales, económicas y culturales de un pueblo. El nacionalismo se caracteriza ante todo por el sentimiento de comunidad de un pueblo, sentimiento basado en un origen, un lenguaje y una religión comunes. Antes del siglo XVIII, momento en que el nacionalismo se conformó como un movimiento específico, los Estados estaban basados en vínculos religiosos o dinásticos: los ciudadanos debían lealtad a su Iglesia o a la familia gobernante. Inmersos en el ámbito del clan, la tribu, el pueblo o la provincia, la gente extendía en raras ocasiones sus intereses al espacio que comprendían las fronteras estatales.
Desde el punto de vista histórico, las reivindicaciones nacionalistas se generaron a raíz de diversos avances tecnológicos, culturales, políticos y económicos. Las mejoras en las comunicaciones permitieron aumentar los contactos culturales más allá de su pueblo o su provincia. La extensión de la educación en lenguas vernáculas a los grupos menos favorecidos les permitió conocer sus particularidades y sentirse miembros de una herencia cultural común que compartían con sus vecinos, y empezaron a identificarse con la continuidad histórica de la comunidad. La introducción de Constituciones nacionales y la lucha por los derechos políticos otorgaron a los pueblos la conciencia de determinar su destino como nación. Al mismo tiempo, el crecimiento del comercio y de la industria allanó el camino hacia la formación de unidades económicas mayores que las ciudades o provincias tradicionales.

      La mayor parte de las naciones modernas se han desarrollado de modo gradual sobre la base de unos vínculos compartidos como la historia común, la religión y el lenguaje. Sin embargo, existen algunas excepciones muy llamativas como Suiza, Estados Unidos, Israel y la India entre otras. Suiza es una nación donde nunca se estableció un lenguaje o una religión comunes. Entre los helvéticos se encuentran católicos y protestantes; tampoco poseen un unidad lingüística ya que se habla francés, alemán, flamenco e italiano en diferentes zonas del país. El nacionalismo suizo apareció más que nada a partir del aislamiento en una región montañosa, del deseo de mantener la independencia política y de la rivalidad entre poderes imperialistas que se disuadían entre sí en su propósito de conquistar Suiza.

   Estados Unidos se configuró a través de la colaboración de inmigrantes de diferentes religiones y procedencias, y se desarrollaron de forma importante gracias a la llegada de nuevos inmigrantes que tenían poco en común, excepto compartir un deseo de libertad religiosa, económica y política. Aunque sólo se hablaba un idioma, el nacionalismo estadounidense se basó ante todo en un compromiso con la idea de la libertad individual y de un gobierno representativo, según la tradición británica. Lo que en Gran Bretaña se consideraba el derecho por nacimiento de los británicos, en Estados Unidos se convirtió, gracias a la influencia del Siglo de las Luces, en el derecho natural de cualquier persona. La Declaración de Independencia culminó esta ética de las libertades.

    Israel se constituyó casi en su totalidad por la inmigración de diferentes grupos nacionales de judíos que compartían un ideal común basado en un nacionalismo religioso. El tradicional deseo de los judíos de un renacimiento nacional en Palestina había permanecido incumplido durante casi 2.000 años. Como resultado del genocidio perpetrado por los gobernantes nacionalsocialistas de Alemania antes y durante la II Guerra Mundial, la reivindicación de un Estado por parte de los judíos cobró de pronto una importante fuerza. Más de un millón de refugiados procedentes de muchos países emigraron a Palestina. Aprendieron hebreo, el recuperado idioma nacional, e implantaron un nuevo Estado que proclamó el judaísmo como religión oficial. Sin embargo, entre los judíos del mundo, los de Israel son una minoría: la mayoría sigue viviendo como un grupo religioso minoritario en sus respectivos países de origen.
La India es una nación en la que el hinduismo actuó de un modo tradicional como elemento de cohesión entre pueblos de diversos idiomas, religiones y razas. La India alcanzó la unidad nacional a través de la influencia de ideas occidentales, y sobre todo durante su lucha contra la dominación británica.

Orígenes.
    Los inicios del nacionalismo moderno se remontan hasta la desintegración, al final de la edad media, del orden social feudal y de la unidad cultural (en especial la religiosa) de varios Estados europeos. La vida cultural europea estaba basada en la herencia común de ideas y actitudes transmitidas a través del latín, el idioma de las clases cultivadas. Todos los europeos occidentales profesaban entonces la misma religión: el catolicismo. El derrumbe del sistema social y económico dominante, el feudalismo, vino acompañado del desarrollo de comunidades más grandes, interrelaciones sociales más amplias y dinastías que favorecieron los valores nacionales para conseguir apoyos a su dominación. El sentimiento nacional se vio reforzado en algunos países durante la Reforma, cuando la adopción del catolicismo o del protestantismo como religión nacional actuó como fuerza de cohesión colectiva adicional.

La Revolución Francesa.
      El gran punto de inflexión en la historia del nacionalismo en Europa fue la Revolución Francesa. Los sentimientos nacionales franceses se habían encarnado hasta ese momento en la figura de su rey. Como resultado de la Revolución, la lealtad al monarca fue sustituida por la lealtad hacia la patria. Por eso La Marsellesa, una de las canciones más populares durante la Revolución Francesa que luego sería el himno de la nación, empieza con las palabras Allons enfants de la patrie ('Marchemos, hijos de la patria'). Francia alcanzó de hecho un gobierno representativo cuando la Asamblea Nacional sustituyó en 1789 a los Estados Generales, que consistían en cuerpos autónomos que representaban al clero, la aristocracia y la ciudadanía. Las divisiones regionales, con sus diferentes tradiciones y derechos, fueron abolidas y Francia se convirtió en un territorio estructurado según rígidos esquemas centralistas, unido y uniforme, con instituciones y leyes comunes. Las tropas francesas transmitieron el espíritu nacionalista derivado de la Ilustración a otros países.

     La aparición del nacionalismo coincidió en su mayor parte con la generalización de la Revolución Industrial que favorecía el desarrollo económico nacional, la aparición de una clase media y la petición popular de un gobierno representativo. Surgieron literaturas nacionales que expresaban las tradiciones y el espíritu común de cada pueblo. Se concedió nueva importancia a los símbolos nacionales de todo tipo, como por ejemplo mediante la creación de nuevos días de fiesta para conmemorar diferentes sucesos de la historia nacional.
Con anterioridad al brote nacionalista en Europa, el primer tercio del siglo XIX contempló el asombroso y múltiple nacimiento de una veintena de naciones en el continente americano, desde el Mississippi (frontera entre los dominios de España y los Estados de la Unión), hasta la Tierra del Fuego en Argentina.
     Entre 1810 y 1830 fueron apareciendo nuevas naciones que, al final de ese proceso, en el que hubo anexiones, pérdidas y cambios de nombre, quedaron constituidas tal y como son en la actualidad, entre otras México, Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela.

Las revoluciones de 1848.
    Las revoluciones de 1848 marcaron el despertar de varios pueblos europeos a la conciencia nacional. Ese año, tanto alemanes, italianos como otros grupos sometidos a Estados plurinacionales, como los imperios austriaco, ruso y turco, iniciaron sus movimientos de unidad y establecimiento de Estados nacionales. Aunque los intentos de revolución fracasaron en 1848, estos movimientos ganaron fuerza con el paso de los años. Después de algunos años y de mucha agitación política, se creó el Reino de Italia en 1861 y el Imperio Alemán en 1871. Otros pueblos de Europa Central que combatieron por su independencia nacional en 1848 fueron los polacos (cuyo territorio fue repartido entre Rusia, Alemania y Austria), los checos y los húngaros (súbditos de la monarquía austriaca), y los pueblos cristianos de la península de los Balcanes que estaban bajo dominio del sultán turco. Los sucesos acaecidos en Europa entre 1878 y 1918 fueron desencadenados sobre todo por las aspiraciones nacionalistas de estos pueblos en su deseo de formar sus propios Estados independientes de los imperios de los que formaban parte.

La I Guerra Mundial.
      La I Guerra Mundial colmó las aspiraciones nacionales de los pueblos de Europa Central. Cuando Estados Unidos entró en guerra, el presidente Woodrow Wilson proclamó el principio de la autodeterminación nacional como uno de los aspectos a solucionar al concluir el conflicto. Como resultado de la contienda concluyó la soberanía de las dinastías reinantes en Turquía, Rusia, Austria y Alemania. En Europa Central y Oriental aparecieron nuevos Estados: Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Checoslovaquia, el Reino de los Serbios, los Croatas y los Eslovenos (posteriormente Yugoslavia) y Hungría. Otros como Rumania ampliaron sus fronteras. A pesar de todo, los problemas nacionalistas continuaron en esta zona europea. Muchos de los nuevos Estados absorbieron minorías que pedían la independencia o cambios en las fronteras. Las reclamaciones contrapuestas del nacionalismo alemán y polaco se convirtieron en la causa directa del comienzo de la II Guerra Mundial. La radicalización de las pasiones nacionalistas durante y después de la I Guerra Mundial llevó a la aparición del fascismo y del nacionalsocialismo. El fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania adoptaron el sistema totalitario que había sido introducido con anterioridad en la Unión Soviética por el comunismo. El autoritarismo era un medio de destruir la oposición y de integrar todos los recursos del Estado en la realización de un programa de engrandecimiento nacional. Dado que una política semejante chocaba con los intereses e incluso la supervivencia de otras naciones, la guerra generalizada en Europa se hizo inevitable. La Unión Soviética, aunque había sido proclamada a través de un movimiento con ideales internacionalistas, recurrió a una política de engrandecimiento nacional en la década de 1940. El himno del comunismo internacional, La Internacional, fue sustituido por un nuevo himno nacional soviético y la URSS intentó conseguir que los partidos comunistas de todos los países sirvieran los intereses del Estado soviético.
    Otra de las consecuencias decisivas de la I Guerra Mundial fue la aparición del nacionalismo en Asia y África, sometidos al imperialismo europeo y del industrialismo. El nacionalismo asiático fue reforzado por el ejemplo de Japón, el primer país del Lejano Oriente que adoptó por propia iniciativa la forma de una nación moderna y que ganó, en 1905, una guerra contra una potencia europea: la Guerra Ruso-japonesa. Después de la I Guerra Mundial, los turcos, bajo el mando de Mustafá Kemal Atatürk, derrotaron (1922-1923) a los aliados occidentales y modernizaron su Estado siguiendo el modelo europeo. Durante el mismo periodo, el dirigente del Congreso Nacional Indio, Mohandas Gandhi, fomentó activamente las aspiraciones de las masas indias por la independencia nacional. En China, el dirigente del  Guomindang o Kuomintang (Partido Popular Nacionalista), Sun Yat-sen, inició una exitosa revolución nacional. Puesto que todos estos movimientos se definían como enemigos acérrimos del imperialismo, fueron apoyados por el comunismo soviético, que consideraba el imperialismo "fase superior del capitalismo", según Lenin.

Desde la II Guerra Mundial en adelante.
    La penetración del nacionalismo en las colonias se aceleró con la II Guerra Mundial. Los imperios británico, francés y holandés en Asia Oriental fueron derrotados por los japoneses que proclamaron el lema nacionalista "Asia para los asiáticos", consiguiendo el apoyo de numerosos grupos nacionales durante la ocupación de sus territorios. Las potencias coloniales fueron aún más debilitadas por las consecuencias militares y económicas de la guerra y de la expansión del poder soviético. En su propaganda, la Unión Soviética subrayaba en primer término el derecho de las colonias a la autodeterminación y la independencia. Gran Bretaña otorgó la independencia a la India, a Pakistán, a Ceilán (hoy Sri Lanka), a Birmania, a Malaya (en la actualidad integrada en Malaysia) y a la Costa de Oro (Ghana en el presente). Del mismo modo, Estados Unidos otorgó la independencia a las Filipinas. Los Países Bajos cedieron por su parte el control de las Indias Holandesas, que se convirtieron en la República de Indonesia. Después de una guerra muy sangrienta, Francia perdió su imperio colonial en Indochina. Hacia 1957, el nacionalismo se había extendido por toda Asia y casi todos los imperios coloniales asiáticos habían desaparecido.
Durante la posguerra, los movimientos nacionalistas se desarrollaron y consiguieron muchos éxitos, sobre todo en África y Oriente Medio. Hacia 1958, entre los nuevos Estados nacionales que habían aparecido en esas regiones se encontraban Israel, Marruecos, Túnez, Libia, Sudán, Ghana, la República Árabe Unida (Egipto y Siria) e Irak. De 1960 a 1970 los argelinos, los libios y muchas antiguas colonias británicas, francesas o belgas del África negra se independizaron. Al comenzar la década de 1990, el nacionalismo sigue siendo una fuerza muy poderosa en los asuntos mundiales. Las aspiraciones nacionalistas opuestas de judíos, árabes y palestinos siguen generando inestabilidad política en Oriente Próximo. En Europa del Este, donde las pasiones nacionalistas habían permanecido sometidas por la presión de los sistemas comunistas desde la II Guerra Mundial, el declive de la autoridad comunista ha provocado la aparición de grupos que han contribuido a la violenta disolución de la Unión Soviética y de la antigua Yugoslavia, y han puesto en peligro la integridad de otros países, aunque también se han producido disoluciones pacíficas de Estados, caso de la antigua Checoslovaquia (escindida desde el 1 de enero de 1993 entre Eslovaquia y la República Checa) o antiguas repúblicas socialistas integradas en la extinta Unión Soviética, como Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Ucrania o Moldavia.
 
 

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