Compro, luego existo por Tere Orrios Mañes El martes pasado, aprovechando que no tenía nada que hacer, decidí ir al centro para comprarme unos vaqueros. Cogí el autobús y al llegar a la calle Colón pensé: “Primero, voy a ir a Zara, ya que ahora, que son las once de la mañana, estará todo ordenado y no habrán colas ni en los probadores ni en la caja”. ¡Pobre ingenua! No me hizo falta nada más que pisar la entrada de dicho establecimiento para darme cuenta de que mi teoría estaba mal planteada, ya que había olvidado que en Zara, al igual que en cualquiera de las tiendas de la compañía Inditex (ya sea Pull&Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Oysho, Zara Home, etc), siempre hay gente dispuesta a fundirse la Visa, gente deseosa de hacer colas (ya sea en el probador o en la caja, o mejor aún, en los dos sitios), gente que ha decidido, sin darse apenas cuenta, que la mejor forma de ocupar su tiempo libre es ir de compras. Por ello, si hay alguien que todavía se muestra escéptico con la idea de que el consumismo ocupa una parte fundamental de nuestro tiempo libre, simplemente tiene que visitar cualquier zona comercial (sobre todo, los fines de semana) y comprobará que se ha convertido en un lugar que reúne a gente de todo tipo cuyo principal objetivo no es otro que comprar. Precisamente, en relación con este tema, hoy he escuchado una noticia que, teniendo en cuenta como está el mundo, no me ha sorprendido nada. Dicha noticia decía que hoy se ha iniciado la instalación de farolas y adornos navideños en Vigo. Esta información no llamaría la atención si no fuera porque, según el calendario, todavía estamos en octubre y a menos que el cambio climático haya producido una mutación en nuestras estaciones, que yo sepa, la navidad se celebra en diciembre, es decir, dentro de dos meses. Como sigamos así, en las próximas rebajas de agosto me veo comprando el abeto, no vaya a ser que se agoten y no tenga mi casa decorada cuando llegué la navidad. Quizá, esta tendencia que tenemos de ser “tan previsores” viene marcada por el mundo en el que vivimos, un mundo en el que cada segundo cuenta. Por ello, la rapidez a la hora de consumir caracteriza todo lo que hacemos. Esto explica que vayamos corriendo a todos los sitios, que la comida que nos ofrecen algunas cadenas de hosteleria se denomine “fast food” y que la ropa que nos venden los grandes almacenes cada temporada haya pasado a llamarse “fast fashion”, ya que, por lo general, se trata de moda pasajera que “caduca” a los pocos meses de haberla adquirido. Ante esta situación, muchas veces me pregunto quién es el culpable de todo esto: los consumidores, por perder gran parte de su tiempo en superficies comerciales en lugar de aprovecharlo en tareas más útiles o los grandes almacenes, que siempre están ahí, (ya sea entre semana, un domingo, la víspera de un día festivo…) incitándonos a comprar a través de cualquier excusa (véase el Día del Padre, San Valentín o las propias Navidades). Bueno, por hoy voy a dejar de escribir ya que, aprovechando que ahora tengo dos horitas libres, me voy a pasar por el centro a ver si encuentro los dichosos vaqueros, porque creo que, si me doy mucha prisa, ahora en Zara no encontraré colas.
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