La pequeña vendedora de fósforos

 Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!
 De repente, entre la tenue iluminación, creyó ver la imagen de su madre. Su rostro sereno rebosaba amor y ternura, y sus ojos... parecían dos luceros iluminados llenos de alegría ¡Cuánto tiempo sin sentir la mirada de su madre!Había estado tan sola desde que su madre había muerto... tan sólo quería abrazarla un día más... De pronto, una luz mucho más potente hizo despertar a la niña de su ensoñación...brillante...dorada...inquieta...muy pequeña y risueña...¡Sí, en efecto! Se trataba de un hada. !qué extraño!, pensó la niña, Creía que las hadas sólo existían en los cuentos. -No soy un hada- replicó la simpática criatura- Soy el espíritu de la Navidad. La niña se quedó sin habla...Siempre había creído en la magia, pero la presencia de aquella ninfa le había cogido por sorpresa, francamente no se lo esperaba.- Quiero que sepas que en Navidad no hay nada imposible, niña. Es el tiempo en el que los sueños se convierten en realidad y la magía nos acompaña... Sé que has estado muy sola, pero, aunque no te lo creas, las estrellas y los duendes de la guarda han estado cuidándote...Es por eso que sabemos lo que hechas de menos a tu madre...Por eso hemos decidido concederte un deseo...
 En ese momento la niña atisbó entre la niebla la figura de una mujer de pelo castaño y rizado que ondeaba al son del viento, sus ojos, desorientados, miraban inquietos con añoranza, como si buscaran desesperadamente un tesoro perdido, pero nunca olvidado... Se trataba de la madre de la pequeña vendedora de fósforos De repente, la mujer y la niña se fundieron en un interminable y esperado abrazo. En ese momento el hada desapareció, pero, hay quien dice que ese día hubo una prodigiosa y abundante lluvia de estrellas, como si aquellas que un día custodiaron la vida de esta pobre niña, se alegraran de su felicidad merecida.



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