por Patricia Pastor Picó
Cuando se habla de avances tecnológicos o
científicos se hace referencia a nuevas máquinas o dispositivos capaces
de realizar tareas de forma total o parcialmente automática y con escasa
participación del hombre. Pero no podemos
olvidar que detrás de todos esos procesos se encuentra la mente humana.
¿Podría una máquina llegar a funcionar
reproduciendo el comportamiento del cerebro humano? Después de toda una
vida dedicada a la investigación y a la ciencia,
Vannevar Bush (director del U.S. Government's
Office of Scientific Research and Development) piensa que sí, es por
ello que ha volcado todo su conocimiento y experiencia en la
creación de Memex.
P.P.:
¿Es posible que una máquina pueda llegar a funcionar siguiendo los parámetros de la mente humana?
V.B.:La mente opera por medio de la asociación.
Cuando un elemento se encuentra a su alcance, salta
instantáneamente al siguiente que viene sugerido por la asociación de
pensamientos según una intrincada red de senderos de
información que portan las células del cerebro. Por supuesto, también
tiene otras características; los senderos de
información que no se transitan habitualmente tienden a disolverse: los
elementos no son completamente permanente. La
memoria, en definitiva, es transitoria. Y, sin embargo, la velocidad de
la acción, lo intrincado de los senderos y el
nivel de detalle de las imágenes mentales nos maravillan mucho más
reverencialmente que cualquier otra cosa de la naturaleza.
El ser humano no puede albergar la esperanza de replicar este proceso
mental de manera artificial, pero sí debe ser
capaz de aprender de él e, incluso, mejorarlo en algunos detalles
menores, puesto que los archivos confeccionados por el ser
humano tienen un carácter relativamente permanente. No obstante, la
primera idea que se puede extraer de esta analogía está
relacionada con la selección, pues la selección por asociación, y no por
indexación, puede ser mecanizada. Ciertamente, no
podemos esperar que ésta iguale a la velocidad y la flexibilidad con la
que la mente sigue un sendero asociativo, pero sí
podría batir ésta, de manera decisiva, en cuanto a la permanencia y
claridad de los elementos resucitados de su
almacenamiento.
Tomemos en consideración un aparato futuro de uso individual que es una
especie de archivo privado mecanizado y
biblioteca. Como necesita un nombre, y por establecer uno al
azar, podríamos denominarlo
"memex".
¿Pero qué es un "memex"?
V.B.: Un memex es un aparato en el que una
persona almacena todos sus libros, archivos y comunicaciones, y
que está mecanizado de modo que puede consultarse con una gran velocidad
y flexibilidad. En realidad, constituye un
suplemento ampliado e íntimo de su memoria.
Representa un paso inmediato hacia la indización o archivado de tipo
asociativo, cuya idea básica consiste en posibilitar que cada uno de los
elementos pueda seleccionar o llamar, según nuestra
voluntad, a otro elemento de una manera inmediata y automática. Esta
constituye la característica esencial del memex;
el proceso de enlazar dos elementos distintos entre sí es lo que le
otorga su verdadera importancia.
El memex consiste en un escritorio que, si bien puede ser manejado a
distancia, constituye primariamente el
lugar de trabajo de la persona que accede a él. En su plano superior hay
varias pantallas translúcidas inclinadas –visores–
sobre las cuales se puede proyectar el material para ser consultado.
También dispone de un teclado y de un conjunto de
botones y palancas. Por lo demás, su aspecto se asemeja al de cualquier
otra mesa de despacho.
En uno de sus extremos se encuentra almacenado el material de consulta.
La cuestión del volumen de éste queda solucionada
por el uso de un tipo de microfilm similar al actual pero sobre el que
se han introducido ciertas mejoras,
por lo que únicamente una pequeña parte del memex se utiliza como
almacén de material, el resto se dedica al mecanismo.
Aparentemente no parece un instrumento demasiado complicado. ¿Podría ejemplificar su funcionamiento?
V.B.:Si el usuario desea consultar un libro en
concreto, compone su código con el teclado y la cubierta del
libro aparece inmediatamente ante su vista, proyectada en uno de sus
visores. Los códigos utilizados con más frecuencia
son de carácter mnemónico, de modo que el usuario apenas ha de consultar
su libro de códigos pero, cuando así lo desea,
la simple pulsación de una tecla lo trae ante su vista. Además de la que
acabamos de ver, el memex dispone de palancas
suplementarias. Cuando el usuario acciona una de ellas hacia la derecha,
puede recorrer con la vista el libro que está
utilizando, pues ante él aparece todo el contenido del libro, página a
página y con la velocidad suficiente para que pueda
identificarlas fácilmente. Si empuja la palanca aún más hacia la
derecha, examina el libro de diez en diez páginas y, si
la empuja todavía más hacia la derecha, el libro se le presentará de
cien en cien páginas. Accionar la misma palanca hacia
la izquierda tiene exactamente el mismo efecto, sólo que las páginas
pasan en sentido contrario, es decir, hacia atrás.
Un botón especial le transfiere hasta la primera página del índice.
Cualquier libro de su biblioteca puede ser, por
consiguiente, llamado y consultado con una facilidad muchísimo mayor que
si se hubiese de coger de una estantería. Además,
puesto que el aparato dispone de varios visores, el usuario puede dejar
fijo un libro en uno de los visores mientras consulta
otros en los demás. También puede añadir comentarios o notas al margen,
como si tuviera la página física ante sí, utilizando
las propiedades de uno de los posibles tipos de fotografía en seco, e
incluso puede hacerlo por medio de un sistema de
estiletes de manera similar al teleautógrafo que se puede ver en las
salas de espera de las estaciones de ferrocarril.
Sin duda, el memex favorecerá la asimilación, cotejo y consulta de un sinfín de textos científicos.
V.B.:Nuestros métodos para transmitir y revisar
los resultados de las investigaciones tienen varias
generaciones de antigüedad y, en la actualidad, han dejado de resultar
adecuados a la finalidad que persiguen. Si el
tiempo adicional dedicado a escribir obras científicas y el dedicado a
leer las que han escrito los demás pudiese ser
cuantificado, la proporción entre ambos resultaría sorprendente. Todos
aquellos que intenten mantenerse al día del pensamiento actual por
medio de la lectura continua y detallada, incluso restringiendo su
elección a campos muy concretos del conocimiento podrían
llegar a sentirse profundamente desanimados si se les demostrase,
mediante cálculos, qué parte del esfuerzo realizado
durante los meses anteriores ya habrían tenido a su disposición. Sin ir
más lejos, las leyes de la genética que Mendel
formulara se perdieron durante toda una generación debido a que no
llegaron a oídas de aquellos científicos capaces de
llegar a comprenderlas y difundirlas. Y este tipo de catástrofe continúa
repitiéndose en nuestros días y entre nosotros:
logros verdaderamente significativos se pierden entre el maremágnum de
lo carente de interés.
La dificultad parece residir no tanto en que cuanto publicamos resulte
irrelevante con respecto a la amplitud y
variedad de las inquietudes de hoy en día, sino en que las publicaciones
han sobrepasado los límites de nuestra capacidad
actual de hacer uso de la información que contienen. La suma de las
experiencias del género humano está creciendo de una
manera prodigiosa, y los medios que utilizamos para desenvolvernos a
través de la maraña de informaciones hasta llegar a
lo que nos interesa en cada momento son exactamente los mismos que se
utilizaban en la época de aquellos barcos cuya vela
de proa era cuadrada.
Sin embargo, existen signos de un cambio en esta situación, un cambio
posibilitado por los potentes instrumentos
que estamos comenzando a utilizar. Células fotoeléctricas capaces de ver
los objetos en un sentido físico, fotografía
avanzada que puede registrar lo que se ve e incluso lo que no se ve,
válvulas capaces de controlar potentes fuerzas por
medio del uso de una fuerza menor que la que un mosquito necesita para
mover sus alas, tubos de rayos catódicos que
vuelven visibles sucesos tan breves que, en comparación con los cuales
un microsegundo es un largo lapso de tiempo,
combinaciones de relés que pueden llevar a cabo secuencias de
movimientos con mayor fiabilidad y miles de veces más
rápido que cualquier ser humano...
Además de poder ser útil para la comunidad científica, ¿el memex podría ser utilizado por la sociedad en general?
V.B.:En el futuro aparecerán formas totalmente
nuevas de enciclopedias, que contendrán en su seno numerosos
senderos de información preestablecidos, y que podrán ser introducidas
en el memex para ser ampliadas por el usuario.
Así, el abogado tendrá a su alcance las opiniones y sentencias de toda
su carrera, así como las de la carrera de amigos
y autoridades en la materia. El especialista en marcas y patentes tendrá
a su disposición toda la información relativa a
millones de patentes, en el seno de la cual habrá creado los senderos
que resulten del interés de sus clientes. El médico,
sorprendido y desorientado por la reacción de un paciente, accederá a
los senderos que creó en ocasiones en las que había
estudiado casos similares, y recorrerá rápidamente el archivo de los
historiales clínicos de sus pacientes, así como las
referencias cruzadas a clásicos de la anatomía y la histología. El
químico que intenta la síntesis de un compuesto orgánico,
tendrá a su disposición, en su propio laboratorio, todo el cuerpo de
literatura relacionada con la química, con senderos de
información que siguen las analogías entre distintos compuestos, y
senderos cruzados que recorren sus comportamientos
físicos y químicos.De este modo, la ciencia puede poner en práctica las
formas en las que el ser humano produce, almacena y consulta
el archivo de todo nuestro género.
Las aplicaciones de la ciencia han permitido al ser humano construir
hogares bien equipados, y le están enseñando a vivir
saludablemente en ellos. También han puesto a su alcance la posibilidad
de empujar masas de personas unas contra otras
portando crueles armas de destrucción. Por ello, también le puede
conceder la capacidad de abarcar el vasto archivo que
se ha ido creando durante toda su historia y aumentar su sabiduría
mediante el contacto con todas la experiencias de la
raza humana. Es posible que perezca en un conflicto antes de aprender a
utilizar tan vasto archivo para su propio bien,
pero interrumpir repentinamente este proceso, o perder la esperanza en
sus resultados, constituiría un paso especialmente
desafortunado en la aplicación de la ciencia a los deseos y necesidades
del ser humano.